«En un minuto vimos el fuego y soltamos las mangueras porque se quemaban en las manos»
Uno de los bomberos que han colaborado voluntariamente en las labores de extinción de los «incendios bestiales» que han arrasado la Comunidad Valenciana repasa los fotogramas de una película que no olvida: «Fue como un tsunami, como la humareda tras caer las Torres Gemelas, algo imparable, la fuerza de la naturaleza era superior a todo»
A la misma hora en la que este martes se localizaba el cuerpo del pilotoJosé Agustín Nieva, devorado por las llamas que han enterrado también más de 50.000 hectáreas en las provincias de Castellón y Valencia, el bombero Jesús Pérez atiende la llamada de ABC.es. Él, que trabaja desde hace una década combatiendo el fuego en la ciudad de Valencia, como miembro del «destacamento» del Ayuntamiento de la capital del Turia, ha sido uno de los cientos de voluntarios que han trabajado codo con codo con los brigadistas, bomberos del Consorcio de la Generalitat y militares de la UME en las labores de reducción de dos focos -el de Cortes de Pallàs y el de Andilla- que califican de «bestiales».
Es difícil ponerse en la piel de alguien acostumbrado a luchar contra las lenguas voraces y que esta vez confiesa que se vio «desbordado» por la intensidad y virulencia de un fuego agitado por el tremendo viento de poniente, que fue realmente «la clave» nefasta de la magnitud que han alcanzado ambos incendios, que no se han dado por dominados hasta hace unas horas. Las altas temperaturas que han asediado el Levante español y el bajo porcentaje de humedad de los últimos días hicieron el resto y ganaron la partida a todo el arsenal de medios de extinción. Jesús relata cómo él y otros diez compañeros del Ayuntamiento se prestaron a echarse al monte tras recibir una llamada de petición de auxilio el pasado sábado a las 11.00 horas de la mañana. Sin pensarlo, y aunque suponía un servicio «extra» a su jornada laboral, a las 12.00 ya estaban camino a ese combate que les ha marcado sobremanera a todos, «sobre todo por la pérdida de una vida, la del piloto Nieva», comenta con pesar este bombero de Valencia.
El fuego era «de copa, saltaba de pino a pino, con un viento muy veloz»
Pérez y el resto de efectivos solicitados no daban crédito a lo que encontraron ante sí. Les dijeron que en el puesto de mando avanzado (PMA) se les darían las directrices necesarias para colaborar en la extinción de uno de los municipios más afectados, Alcublas, pero no pudieron ni acceder en el primer tramo de su viaje. «La carretera estaba cortada, las escenas del fuego saltando al otro lado eran tremendas, nos dimos la vuelta, veíamos actuar a los helicópteros en la zona y no se podía ni cruzar», comenta Jesús. Casi recuerda como una escena de película memorizada hasta el más nimio detalle los compases de lo que vivió a continuación: les redireccionaron primero hacia una zona para controlar el fuego durante horas, después hacia unas granjas de Alcublas cercanas que peligraban por el fuego atroz, en el argot de los bomberos el que llaman «de copa», «con gran facilidad para saltar de pino a pino, por el viento que soplaba en contra» y que propagaba las llamas de forma letal.
Proteger el monasterio, misión imposible
El interés posterior que tenían los municipios afectados y los efectivos desplegados en esta zona ya pasto de las llamas era que éstas no se adentrasen hasta Cueva Santa, un monasterio con un rico valor patrimonial que se encuentra en dirección hacia Segorbe. La misión era proteger ese escenario sagrado, mas fue del todo imposible. «Nos dirigimos hacia allí toda la dotación, y nos vimos repentinamente en el centro de las llamas. En medio de la linde con la provincia de Castellón, aquello era brutal. Venían hacia nosotros las llamas con una fuerza bestial. Era imposible dominar el fuego, tuvimos que retroceder y volvimos al pueblo para que nos redestinaran a las granjas, a intentar protegerlas porque en muchas había animales, depósitos de gasoil que podían arder... En ese momento nos dividimos y esperamos a que todo viniese de frente. La fuerza del viento y el fuego fue de tal magnitud que era imposible combatirlos, incluso ni con todos los medios humanos y aéreos desplegados que eran muchos», posterga Jesús.
Estremece escuchar el arrojo de un bombero que también se reconoce admirador de sus colegas habituados en penetrar en el bosque y mirar, frente a frente, cómo puede pasar la vida o la muerte en apenas un instante: «Aquel fuego enorme no afectó a la granja, sobre todo porque tuvimos la fortuna de que ¡disponían de un depósito de agua de 100.000 litros de agua y nosotros trabajamos usualmente con bombas de no más de 8.000 litros!», exclama Jesús. Continúa: «Hubo un minuto que vimos pasar el fuego y llevárselo todo a tal velocidad que hubo compañeros que hasta soltaron las mangueras porque se les quemaron en las manos.Tú sabes que tienes que guardarte las espaldas, pero te enfrentas a un foco y de repente, por detrás te viene otro. Era increíble. Te desbordaba, era imposible, te sentías como impotente porque era como que con todo tu esfuerzo, parecía que no hacías nada, que no avanzabas».
«La fuerza de la naturaleza siempre hubiese sido mayor a la de los medios desplegados»
El pundonor y la rabia se compartía también mano a mano con los dueños de las granjas que con tal de proteger sus posesiones trataban de sofocar con denuedo aquel infierno anaranjado. Jesús habla de la «satisfacción» que siente ahora, pasados varios días de sus 24 horas de trabajo ininterrumpido, cuando piensa en aquellas gentes damnificadas y agradecidas al mismo tiempo. «Volvería sin dudarlosi me pidiesen ayuda de nuevo», admite sin miedos, aunque también se duele por la pérdida que ha ocasionado este fuego sobre uno de los mayores parques de la región. A los amantes de la bicicleta y el monte como él, negligencias como éstas les parecen una desgracia irreparable. En el caso de la maraña de diminutos pueblos que circundan este pulmón verde de la Comunidad Valenciana, la queja que estos bomberos han escuchado más repetidamente en las últimas horas es también la económica. «Incluso los jóvenes de estos pueblos decían que el monte era su medio de vida, que tenían sus casas de turismo rural allí y los daños son enormes». Ahora la alfombra que se extiende ante sus ojos está absolutamente ennegrecida. Carente de vida.
«Escuchabas cómo el fuego silbaba alrededor»
Interpelado Jesús por los comentarios que ha escuchado a sus colegas, los bomberos de incendios forestales, estos coinciden en que no habían visto semejante fuego en 30 años de profesión. Añade este bombero de Valencia: «Es que ibas en el camión y de repente te veías cercado por el fuego, solo te daba tiempo a hacer dos maniobras justas y virar, pero poco más. Escuchabas ya cómo el fuego silbaba a tu alrededor, mirabas hacia atrás y ahí estaba. Hubo un amigo mío piloto de Air Nostrum que sobrevoló la zona y dijo que desde el cielo jamás había visto nada igual. El frente de llamas que yo vi era una barbaridad, pero por muchos más medios que hubiesen desplegado, creo que la fuerza de la naturaleza siempre hubiese sido superior».
Son realmente sorprendentes aquellos pensamientos que osan cruzar la mente humana en un momento de, incluso, peligro para la propia vida. Ante la fiereza supina de la naturaleza, que «no controlas y no puedes hacer nada», Jesús Pérez recuerda los siguientes fotogramas: «Por la humareda que me cubría, yo recordaba mucho el humo que provenía tras derrumbarse las Torres Gemelas. ¿Lo recuerdas? (interpela y agrega)Pensaba mucho en un tsunami, me rondaban esas escenas de algo imparable, porque allí, en medio, había mucho combustible, era todo bosque, y el fuego te invadía en un momento». Por suerte, al pesadilla parece controlada.
http://www.abc.es/20120704/local-co...i-incendio-bombero-valencia-201207032043.html
Uno de los bomberos que han colaborado voluntariamente en las labores de extinción de los «incendios bestiales» que han arrasado la Comunidad Valenciana repasa los fotogramas de una película que no olvida: «Fue como un tsunami, como la humareda tras caer las Torres Gemelas, algo imparable, la fuerza de la naturaleza era superior a todo»
A la misma hora en la que este martes se localizaba el cuerpo del pilotoJosé Agustín Nieva, devorado por las llamas que han enterrado también más de 50.000 hectáreas en las provincias de Castellón y Valencia, el bombero Jesús Pérez atiende la llamada de ABC.es. Él, que trabaja desde hace una década combatiendo el fuego en la ciudad de Valencia, como miembro del «destacamento» del Ayuntamiento de la capital del Turia, ha sido uno de los cientos de voluntarios que han trabajado codo con codo con los brigadistas, bomberos del Consorcio de la Generalitat y militares de la UME en las labores de reducción de dos focos -el de Cortes de Pallàs y el de Andilla- que califican de «bestiales».
Es difícil ponerse en la piel de alguien acostumbrado a luchar contra las lenguas voraces y que esta vez confiesa que se vio «desbordado» por la intensidad y virulencia de un fuego agitado por el tremendo viento de poniente, que fue realmente «la clave» nefasta de la magnitud que han alcanzado ambos incendios, que no se han dado por dominados hasta hace unas horas. Las altas temperaturas que han asediado el Levante español y el bajo porcentaje de humedad de los últimos días hicieron el resto y ganaron la partida a todo el arsenal de medios de extinción. Jesús relata cómo él y otros diez compañeros del Ayuntamiento se prestaron a echarse al monte tras recibir una llamada de petición de auxilio el pasado sábado a las 11.00 horas de la mañana. Sin pensarlo, y aunque suponía un servicio «extra» a su jornada laboral, a las 12.00 ya estaban camino a ese combate que les ha marcado sobremanera a todos, «sobre todo por la pérdida de una vida, la del piloto Nieva», comenta con pesar este bombero de Valencia.
El fuego era «de copa, saltaba de pino a pino, con un viento muy veloz»
Pérez y el resto de efectivos solicitados no daban crédito a lo que encontraron ante sí. Les dijeron que en el puesto de mando avanzado (PMA) se les darían las directrices necesarias para colaborar en la extinción de uno de los municipios más afectados, Alcublas, pero no pudieron ni acceder en el primer tramo de su viaje. «La carretera estaba cortada, las escenas del fuego saltando al otro lado eran tremendas, nos dimos la vuelta, veíamos actuar a los helicópteros en la zona y no se podía ni cruzar», comenta Jesús. Casi recuerda como una escena de película memorizada hasta el más nimio detalle los compases de lo que vivió a continuación: les redireccionaron primero hacia una zona para controlar el fuego durante horas, después hacia unas granjas de Alcublas cercanas que peligraban por el fuego atroz, en el argot de los bomberos el que llaman «de copa», «con gran facilidad para saltar de pino a pino, por el viento que soplaba en contra» y que propagaba las llamas de forma letal.
Proteger el monasterio, misión imposible
El interés posterior que tenían los municipios afectados y los efectivos desplegados en esta zona ya pasto de las llamas era que éstas no se adentrasen hasta Cueva Santa, un monasterio con un rico valor patrimonial que se encuentra en dirección hacia Segorbe. La misión era proteger ese escenario sagrado, mas fue del todo imposible. «Nos dirigimos hacia allí toda la dotación, y nos vimos repentinamente en el centro de las llamas. En medio de la linde con la provincia de Castellón, aquello era brutal. Venían hacia nosotros las llamas con una fuerza bestial. Era imposible dominar el fuego, tuvimos que retroceder y volvimos al pueblo para que nos redestinaran a las granjas, a intentar protegerlas porque en muchas había animales, depósitos de gasoil que podían arder... En ese momento nos dividimos y esperamos a que todo viniese de frente. La fuerza del viento y el fuego fue de tal magnitud que era imposible combatirlos, incluso ni con todos los medios humanos y aéreos desplegados que eran muchos», posterga Jesús.
Estremece escuchar el arrojo de un bombero que también se reconoce admirador de sus colegas habituados en penetrar en el bosque y mirar, frente a frente, cómo puede pasar la vida o la muerte en apenas un instante: «Aquel fuego enorme no afectó a la granja, sobre todo porque tuvimos la fortuna de que ¡disponían de un depósito de agua de 100.000 litros de agua y nosotros trabajamos usualmente con bombas de no más de 8.000 litros!», exclama Jesús. Continúa: «Hubo un minuto que vimos pasar el fuego y llevárselo todo a tal velocidad que hubo compañeros que hasta soltaron las mangueras porque se les quemaron en las manos.Tú sabes que tienes que guardarte las espaldas, pero te enfrentas a un foco y de repente, por detrás te viene otro. Era increíble. Te desbordaba, era imposible, te sentías como impotente porque era como que con todo tu esfuerzo, parecía que no hacías nada, que no avanzabas».
«La fuerza de la naturaleza siempre hubiese sido mayor a la de los medios desplegados»
El pundonor y la rabia se compartía también mano a mano con los dueños de las granjas que con tal de proteger sus posesiones trataban de sofocar con denuedo aquel infierno anaranjado. Jesús habla de la «satisfacción» que siente ahora, pasados varios días de sus 24 horas de trabajo ininterrumpido, cuando piensa en aquellas gentes damnificadas y agradecidas al mismo tiempo. «Volvería sin dudarlosi me pidiesen ayuda de nuevo», admite sin miedos, aunque también se duele por la pérdida que ha ocasionado este fuego sobre uno de los mayores parques de la región. A los amantes de la bicicleta y el monte como él, negligencias como éstas les parecen una desgracia irreparable. En el caso de la maraña de diminutos pueblos que circundan este pulmón verde de la Comunidad Valenciana, la queja que estos bomberos han escuchado más repetidamente en las últimas horas es también la económica. «Incluso los jóvenes de estos pueblos decían que el monte era su medio de vida, que tenían sus casas de turismo rural allí y los daños son enormes». Ahora la alfombra que se extiende ante sus ojos está absolutamente ennegrecida. Carente de vida.
«Escuchabas cómo el fuego silbaba alrededor»
Interpelado Jesús por los comentarios que ha escuchado a sus colegas, los bomberos de incendios forestales, estos coinciden en que no habían visto semejante fuego en 30 años de profesión. Añade este bombero de Valencia: «Es que ibas en el camión y de repente te veías cercado por el fuego, solo te daba tiempo a hacer dos maniobras justas y virar, pero poco más. Escuchabas ya cómo el fuego silbaba a tu alrededor, mirabas hacia atrás y ahí estaba. Hubo un amigo mío piloto de Air Nostrum que sobrevoló la zona y dijo que desde el cielo jamás había visto nada igual. El frente de llamas que yo vi era una barbaridad, pero por muchos más medios que hubiesen desplegado, creo que la fuerza de la naturaleza siempre hubiese sido superior».
Son realmente sorprendentes aquellos pensamientos que osan cruzar la mente humana en un momento de, incluso, peligro para la propia vida. Ante la fiereza supina de la naturaleza, que «no controlas y no puedes hacer nada», Jesús Pérez recuerda los siguientes fotogramas: «Por la humareda que me cubría, yo recordaba mucho el humo que provenía tras derrumbarse las Torres Gemelas. ¿Lo recuerdas? (interpela y agrega)Pensaba mucho en un tsunami, me rondaban esas escenas de algo imparable, porque allí, en medio, había mucho combustible, era todo bosque, y el fuego te invadía en un momento». Por suerte, al pesadilla parece controlada.
http://www.abc.es/20120704/local-co...i-incendio-bombero-valencia-201207032043.html