HISTORIAS REALES DE BOMBEROS.

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31 Mar 2007
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27 Horas de amor

Chile entero sigue la Teletón… un país sigue tras las pantallas las “27 horas de amor”, esa maravillosa obra que ha permitido que la ilusión de muchos niños no se apague.

No deja de parecerme curiosa esta expresión… pues para nosotros el amor no dura 27 horas, sino sólo 24… con la diferencia capital, de que no es una vez al año, sino los 365 días.

Esas “24 horas”… incluyen la capacitación que permanentemente recibimos para servir de mejor manera a nuestro prójimo.

Este Sábado, mientras todos siguen la Teletón, nosotros, al calor del primer día de Diciembre seguimos atentos (aunque algunos no tanto… el almuerzo, el calor o simplemente la factura de la noche pasada nos pasan la cuenta…) al curso de Investigación de Incendios.

En medio del curso han salido varios llamados. A uno de esos, la Alarma de Incendio de Renca, salimos temprano.

Ahora nuevamente nos toca… “10-0-1, General Mackenna y Amunátegui”… B2 corre rauda… enfilamos por Artesanos, y ya en la esquina de Independencia, el característico sonido de la Alarma de Incendio, y sobre la misma, la 2da. Alarma.

B2 se estaciona en la esquina de Balmaceda y Amunátegui, y rápidamente armamos a grifo. Con Julio González corremos presurosos con el pollo hasta la puerta del Incendio.

Rápidamente se despliegan dos pitones. En uno de ellos avanza Carlos Subiabre, por la escala que la Octava ha armado hasta el balcón del segundo piso. Sigo a Carlos… el agua se demora algunos segundos, que parecen eternos… Avanzamos e ingresamos, mucho humo… ni Carlos ni yo vamos con ERA… será entonces a la antigua.

Pronto el ambiente se hace más complejo, además del humo cae aquella exquisita ducha caliente desde el tercer piso. Bajo a buscar un ERA y nuevamente vuelvo a subir. A esas alturas se nos suma el Teniente Primero, Roberto Pérez, y luego Cristian Guzmán, el “Oso”.

El segundo piso tiene un altillo, que arde violentamente. Carlos ingresa primero por una puerta que da a una escala interior. Luego busca una segunda entrada, por el costado norte. En ese momento reemplazo a Carlos en el pitón y me quedo junto a Roberto.

En ese momento todo cruje… y casi en el mismo instante comienzan a sonar las sirenas y los claxon de las máquinas en el lugar… es un sonido que en otras circunstancias sería celestial… ahora es casi desquiciante. Es la orden de abandonar todo y evacuar el edificio.

Camino junto a Roberto, que ha dado la orden de “Todos afuera”. Avanza junto a nosotros el “Oso”… y Carlos va atrás nuestro… de pronto un estruendo y la insistente orden de Roberto, “Todos afuera, rápido, todos abajo”. De pronto la mirada hacia atrás, la de Roberto y la mía, y el grito casi de manera automática… “y Carlos ?!!” Los gritos se repiten una y otra vez… Abajo la vista es sobrecogedora, esta lleno de voluntarios de otras Cías., que nos miran, pues somos los últimos en abandonar el edificio… las máquinas aún siguen haciendo sonar sus sirenas… es aterrador.

La orden es perentoria, todos deben abandonar el edificio… Roberto me empuja hacia la escala, mientras yo sigo gritando por Carlos… Roberto debe bajar, así se lo ordenan…

Sólo en tierra vemos a Carlos que ante la demora en la escala por la que todos descienden toma una alternativa y baja por la escala del costado. Abajo el derrumbe de la cornisa, que ha caído hacia ambos costados, adentro y afuera, esa que parecía habernos robado a Carlos.

Allí esta Germán Díaz, Director Sexta, compañero de oficina y además un querido amigo… él, junto a algunos de nuestros viejos se encarga de recordarme la historia, aquella que ha llevado a la gloria a muchos de los nuestros, y que por fortuna hoy ha sido benevolente con nosotros.

Allí esta Carlos. Ambos nos abrazamos, sin decir nada, porque sabemos que es casi milagroso estar allí. Luego me arrodillo, no se si para sacarme el equipo, no se si por cansancio, por miedo, o tan sólo para dar las gracias de haber escapado.

“27 horas de amor”… a nosotros en tan solo un segundo casi se nos va la vida… Hoy no al menos…

Fuente: http://segundinos.cl/web/27-horas-de-amor/
 
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Bomba 9 Talcahuano: Carlos Jerez, nuestro ex Voluntario que destaca en Santiago

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Carlos Jerez Castillo, Hijo de nuestro voluntario Honorario Don Juan Carlos Jerez, quien siguiese los pasos de su padre y su tío Ramón Castillo (Q.E.P.D) ingreso a cadete a los 10 años y se desempeño como Bombero Voluntario por 10 años en nuestra unidad ejerciendo como ayudante de Compañía y comandancia ademas de Teniente 4to. y Teniente 2do.

Actualmente es Voluntario del la 10 cia. del cuerpo de bomberos de Santiago. Y su empresa Kibernum donde se desempeña hace un año y medio lo destaca con la siguiente nota que compartimos con usted:

"Carlos Jerez, Desarrollador Interno de Sistemas Informáticos: Un bombero de tomo y lomo.

El destino estaba escrito para él, ser bombero era algo que llevaba
en la sangre y no se equivocó, actualmente lleva 12 años como voluntario en la institución y sabe que esta opción lo acompañará toda la vida, porque para él no existe nada mejor que poder ayudar a la comunidad en momentos complejos, sin esperar nada a cambio.

Desde pequeño cuando veía a su papá correr con el uniforme de bombero a una emergencia, Carlos Jerez sabía que seguiría el mismo camino y no se equivocó, porque este oriundo de Talcahuano, viene de una familia bomberil que le trasmitió toda la pasión y amor por este voluntariado.

Carlos, Desarrollador Interno de Sistemas Informáticos, lleva 1 año y medio junto a nosotros en Kibernum y 12 como bombero, con tan sólo 10 años se transformó en el cadete más pequeño de su compañía. Actualmente en Santiago es voluntario de la Décima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago “Bomba España”, además esta como ayudante de comandancia, específicamente apoyando en dejar en servicio el carro de comando de incidentes.

“Al ser ingeniero, también pongo mi profesión al servicio de la comunidad, por eso estoy ayudando a colocar nuevamente en marcha este carro que es fundamental para enfrentar las emergencias varias, estoy configurando todo lo que son los temas computacionales, para lograr dejar en servicio el sistema de despacho de carros, planos, entre otras cosas”, comenta.

Para Carlos todas las emergencias son distintas y dejan algo, quizás la más emocionante que recuerde es cuando salvó la casa de un humilde anciano. “Era un incendio en un pastizal, el viento era muy fuerte y cuando llegamos ya amenazaba la casa de este abuelito, así que no lo pensamos dos veces y nos bajamos del carro junto a mis compañeros a salvar la casa, el fuego rozó la vivienda pero no la quemó, cuando nos volteamos a ver al caballero, él estaba arrodillado abrazando sus gallinas y sólo dando las gracias”, recuerda

En kibernum apoyan su voluntariado y cada vez que su trabajo se lo permite sale ayudar en emergencias cercanas. “Ser bombero me ha servido en todo acá en kibernum, principalmente en la disciplina impartida, eso me ha hecho ser muy disciplinado en mi trabajo seguir los conductos regulares, además de calidad de vida que trato de transmitir a mis compañeros”.

Para sus compañeros Carlos, se ha transformado como la central de informaciones, ya que está constantemente diciéndoles que es lo que sucede cerca de sus hogares o en sus trayectos hacia el trabajo. “a mis compañeros les llama la atención que sea bombero y es parte de las tallas diarias, siempre me preguntan cuándo pasa algo, si tengo alguna información de lo que sucedió, generalmente cerca de sus casas, y cuando se que esta ocurriendo algo cerca les aviso”, dice.

Aunque lleva una vida un poco ajetreada, la que divide entre su trabajo, familia y el mundo bomberil, Carlos tiene claro que su voluntariado lo acompañará toda la vida, “ser bombero es un trabajo sacrificado y que se debe compatibilizar con la vida diaria, pero es algo que me apasiona, poder ayudar a las personas y entregar mi servicios a la comunidad es algo que nunca podría dejar de ser”, expresa.

Fuente: http://bomba9cbt.com


http://www.bombadecima.cl/
 

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Es tu opinion, por cierto muy valiosa. Nosotros entramos por el costado por un pasaje chiquitito, sin mando porque el Teniente armo su piton y despues me saludaba del segundo piso. Preocupante la situacion. ERAS eran muy pocos y habia que agacharse para lograr un poco de aire, Llego la sexta. He hizo lo que nunca vi
armo sus escalas de incendio(4), Prolongadas con amarras !! oh Que se yo ¡¡. Las techo Suficiente para llegsr al cielo. Quebrando vidrios a escalazos. Desesperante, sonaron las alarmas, volvio el pelao
el que ataco el corazon del incendio. Agradecido. que buenos muchachos son.
 

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Inconfundibles de corazón

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Gemelos de nacimiento y bomberos de profesión, los hermanos Argueta se destacan en la Estación de Bomberos de Usulután no solo por su enorme parecido, sino por su gran espíritu de servicio, siempre dispuestos a atender cualquier emergencia.

Son reconocidos en la estación de Bomberos por su entusiasmo, su buen humor y el cariño que se prodigan el uno al otro.

Ángel ingresó al Cuerpo de Bomberos en 1998 y Miguel lo hizo en el 2000, y el motivo de ambos fue la superación y el deseo de servir a sus hermanos.

En un principio, Ángel relata que iniciaron trabajando separados, uno destacado en la capital y el otro en San Miguel.

Y fue hasta hace unos años que comenzaron a trabajar en la misma base usuluteca del Cuerpo de Bomberos.

"Al principio teníamos problemas, porque los jefes nos confundían cuando nos llamaban o nos encontraban en algún pasillo, por eso tenemos turnos diferentes. Aunque a veces nos topamos en el mismo horario", contó Ángel.

Hasta en el comedor de la base, la cocinera los confunde, les sirve doble ración a uno o equivoca los platos, ya sea para Ángel o para Miguel, lo que divierte a los hermanos.

Los gemelos Argueta manifiestan que en muchas ocasiones han trabajado juntos y se cuidan mutuamente.

Siempre están pendientes el uno del otro. La necesidad de cuidarse viene, dicen, de la sangre que comparten y también de la peligrosa profesión que eligieron.

Ángel Eduardo es conductor de unidades de emergencia liviana y pesada y técnico en materiales peligrosos y área de extinción de incendio.

Miguel Ángel tiene 14 años de ser bombero, es especialista en rescate vehicular, rescate en altura, materiales peligrosos, incendios forestales, asistente de primeros auxilios, natación; manejo ofensivo y captura de serpientes, entre otros.

En el trabajo, Miguel y Ángel, de 35 años, son admirados por su desempeño y dedicación, tanto por sus jefes como sus compañeros.

Los gemelos pasan en constante adiestramiento cuando no hay emergencias que atender.

"Siempre pasamos revisando el equipo y haciendo aseo a los vehículos y, de vez en cuando, nos echamos un partidito o nos damos un chapuzón en una piscina que tenemos en la base", explica Miguel.

Amigos y cómplices de travesuras

Miguel y Ángel recuerdan que eran niños inquietos, peleaban constantemente por cualquier situación, pero también se cubrían mutuamente sus travesuras.

Son los únicos hijos varones de la familiay, además, los últimos. Tienen ocho hermanas.

"Después de tener tanta hembrita me puse a buscar el varón y Diosito me escuchó y me dio dos en vez de uno", comenta doña Juana Argueta, madre de los gemelos, divertida, al recordar la sorpresa que le causó la llegada de sus gemelos.

Doña Juana tiene 75 años y reconoce que sus hijos han sido traviesos y que a menudo los reprendía por sus peleas y por sus travesuras.

Entre las anécdotas que guarda en su memoria, doña Juana tiene una en particular. Cierta vez los hermanos salieron a traer leña a una finca.

Estando en el campo, Ángel se hirió la mano izquierda con el corvo y Miguel, cuando lo vio sangrar, le auxilió y le puso una tira en la mano.

Al minuto, cuentan, Ángel se hirió también la mano izquierda y fue auxiliado por Miguel.

Ambos regresaron a la casa con los manojos de leña, pero cada uno herido de la mano izquierda.

Al verlos, su madre buscó el azote y les pidió explicación de lo sucedido pero, aunque le contaron de la curiosa coincidencia, ella igual los castigó.

Hoy ya mayores, los dos ríen al recordar todas las anécdotas que pasaron juntos.

Miguel y Ángel se confiesan admiradores de su madre, quien luchó para preparar a sus 10 hijos, vendiendo pan francés y dulce en el pueblo, donde fue muy conocida por lo sabroso del producto que ofrecía.

Ambos viven en el municipio de Tecapán y sus casas están ubicadas a la par.

Ellos comentan que decidieron vivir cerca porque sienten que deben cuidarse mutuamente.

Si uno se enferma, el otro está atento a ayudarle y darle transporte para ir hospital, o si uno necesita algo, el otro le apoya y se lo consigue.

Ángel ha procreado dos niñas y está casado con Glenda; y Miguel tienen dos varones y su esposa se llama Sara.

Ellas comentan que a veces se equivocan de esposo, pero de inmediato, cualquiera de ellos, les aclara la confusión.

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La emoción de la Séptima Compañía de Puente Alto al recibir su primer carro

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La Séptima Compañía del Cuerpo de Bomberos de Puente Alto y Pirque, es una compañía muy nueva ya que desde que se reunieron sus voluntarios en el Cuartel de Elisa Correa un 7 de marzo del 2013, nuca imaginaron como seria su camino, han ido creciendo con mucho esfuerzo entregado por cada uno de quienes la componen. Este año con el nerviosismo por su primera víspera que a las 00:00 hrs del día 24 su paila y sirenas anunciaban su cumpleaños, hoy también ha corrido por sus venas ese cosquilleo, ese nerviosismo interno, pero por algo muy esperado por ese sueño de tener su primer carro portaescala, por su propia identidad de especialidad técnica y el poder potenciar esta compañía al futuro.

¿Cómo surge para la Séptima, esta posibilidad de tener un portaescalas, el Q7 ? Este proyecto es de gran interés para el cuerpo y sobre todo para los voluntarios que integran esta unidad, por lo que desde marzo de este año, todos y cada uno de sus integrantes y familiares tomaron un gran compromiso e interés por este sueño. Fue un trabajo sacrificado pero siempre con el fin y para el bien por su compañía.

Es así como se formaron academias en el trabajo de escala para este grupo de hombres y mujeres que anhelan su carro Q7.

Tras este esfuerzo y en conversaciones con el Cuerpo de Bombeos de Antofagasta, se adquiere la pieza de material mayor el Carro Porta Escala el cual prestaba servicios en la 2a Compañía de esta ciudad nortina, el que sale en dirección a Santiago para llegar como un gran regalo este 24 de Diciembre recién pasado a su nueva casa, el cuartel de la 7a Compañía “Honor, Valor y Servicio” del CB de Puente Alto.

Esa tarde fue muy especial para los asistentes, ver sus caras llenas de vida, tan contentos y con lágrimas de algunos por la emoción, esos corazones latiendo a mil por su nuevo carro el Q7, la compañía formada reluciente con su uniforme de trabajo cortejan en su casa a esta pieza de material mayor, el nuevo integrante de la Séptima del CBPA.

Las 19:00 hrs. de este 24 de diciembre del 2014 han quedado registrados en la historia de la Séptima Compañía.



Colaboración: Vol. Hon. Javier Martínez H.
 

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El perro bombero que recuerdan con cariño
El Campana, mascota de los Voluntarios de Guaymallén, murió el domingo y desde entonces no cesan los mensajes en las redes sociales. Había sido rescatado hace 10 años. Los acompañaba a los incendios en el campo como guardián del camión.

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Marrón clarito como el café con leche, pero “adalmatado” por las manchas que asomaban en su lomo, a veces negras por la grasa que se le pegaba luego de dormir cada noche debajo de un camión, otras rojas por haber estado jugando mientras se pintaba una pared. Así era “el Campana”, el perro que vivió una década en el cuartel de Bomberos Voluntarios de Guaymallén donde fue alimentado, mimado y querido por sus más de 50 integrantes. Tal vez como una forma de agradecerles por haberlo salvado después de ser atropellado en el Acceso Este, el animalito decidió hacer del cuartel su hogar permanente hasta el domingo pasado cuando falleció “de viejo”.

“Campanita era el primero en subirse al camión bombero para devolver la ayuda que él había recibido en los momentos más difíciles de su vida. El perro fue un bombero más... sonaba la sirena y él ya sabía que era parte de la dotación”, escribió uno de sus amigos bomberos en Facebook luego de su partida, a lo que se sumaron decenas de mensajes honrando su amistad y fidelidad y hasta el reconocimiento de una asociación animalista de la provincia.

Mauricio Arias, suboficial subayudante en el cuartel, fue uno de los que lo recibió hace 10 años. “Fue una tarde en la que estábamos de guardia y vimos que cuando el perro quiso cruzar el Acceso se lo llevó por delante un auto”, recordó el hombre que lleva 14 años en la fuerza. En ese entonces junto a sus compañeros lo rescataron, lo llevaron al veterinario y de apoco lo fueron curando. “Tuvo problemas en una de las patas traseras, pero al tiempo se recuperó muy bien porque era cachorro”, señaló. Si bien en ese entonces allí no acostumbraban tener mascotas, el Campana se fue ganando el cariño de todos y acompañó a varios planteles.

Marcos Vargas, bombero de primera, conoció al perro cuando entró hace 5 años. “Siempre fue un poco gruñón, pero era uno más de nosotros”, subrayó. Además de la alegría que esparcía por el cuartel el animal también era una excelente compañía cuando tenían alguna salida.

“Lo llamábamos de arriba del camión y se subía”, aseguró el joven a la vez que narró que cumplía una función fundamental en los incendios en el campo, ya que se suele dejar el camión alejado del lugar del hecho. “Cuando llevábamos al Campana sabíamos que podíamos dejar el camión e irnos todos tranquilos a trabajar porque él se quedaba cuidando y nadie se iba a acercar”, remarcó. El “choco” también participaba de desfiles y de eventos como el Día del Niño.

Una de las anécdotas más divertidas que fue pasando de boca en boca de los uniformados fue la única vez que intentaron bañarlo. “Tuvieron que atarlo porque no quería saber nada y cuando lo desataron se los quería comer a todos, no le gustó para nada así que enseguida se fue a revolcar a la tierra”, relató Marcos con simpatía. Lejos de optar por el alimento balanceado que le compraban en el cuartel, el Campana siempre prefería comer las sobras de los almuerzos. “Incluso hay un chico que siempre le traía la comida que sobraba de su casa”, deslizó.

Por su parte, Antonella Garetti, bombero desde hace dos años, destacó que fue el único perrito que logró quedarse en el cuartel. “Han venido varios perros, pero como el Campana era medio cascarrabias y el cuartel queda tan cerca del Acceso no duraban mucho”, expuso la chica. La única excepción que pudo permanecer allí fue ‘La Negra’, a quien, tal vez por una cuestión de instinto, el Campana “eligió” como sucesora. “Llegó preñada y tratamos de darle todos los cuidados necesarios. La diferencia con los demás fue que el Campana la aceptó porque si él no quería, los perros nuevos desaparecían al poco tiempo”, recordó Antonella. “Igualmente cuando rescatamos animales no los podemos traer para acá y se los damos a una persona para que les busque casa”, aclaró.

La despedida

Hace un mes atrás el Campana comenzó con una especie de tos que les llamó la atención a todos. “Sospechamos que era una tos de las perreras, hablamos con la veterinaria y le dimos una medicación. Pero después nos dijo que podía ser un problema cardíaco”, contó Marcos. Durante ese período el animal abandonó su “cucha” debajo de los camiones y durmió adentro del cuartel con cuidados especiales.

El domingo pasado estuvo con nosotros hasta las 6 de la tarde. Se lo veía cansado, pero todavía movía la cola. Hasta que se echó en la puerta del cuartel y ahí se quedó”, narró Antonella todavía con cierto dejo de tristeza.

Luego de su fallecimiento Marcos y Antonella, que estaban de guardia, le avisaron al resto del equipo y a los pocos minutos estaban todos reunidos en su despedida. “Cada uno dejó de lado todo lo que estaba haciendo para venir a darle el último adiós al Campana”, remarcaron los dos. Cuando ya estaban juntos decidieron enterrarlo en el mismo cuartel donde lo recordarán como el ‘perro bombero’.

http://www.losandes.com.ar/
 

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Un Máquinista Valiente.

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Al decir de las crónicas, “La Poncas” llegó a Chile acompañada de un meritorio ingeniero norteamericano, quien venía expresamente a enseñarles el manejo a los maquinistas chilenos. Era el año 1864, y a la época dicen que desempeñaba el puesto de maquinista 10 de “La Central” el prestigioso bombero, don Pedro Nolasco Gómez. En pocos días creyó este último, que la lección estaba ya aprendida y el gringo se fue para Cincinnati. Hinchado de suficiencia y satisfacción hizo convocar a la Compañía a un ejercicio el que tuvo lugar en la Alameda, frente a la calle del Ejército en donde aquel día se armó “La Poncas” en la acequia.
Gracias por utilizar http://www.segundinos.cl

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Un numeroso público contemplaba atónito el llamado “Monstruo yanqui para apagar incendios”, mientras la presión subía en la caldera, hasta llegar a 120 libras y producirse el ruidoso escape de vapor. A estas primeras manifestaciones estrepitosas del “monstruo”, los curiosos, guiados aparentemente por el instinto de conservación, dieron un paso hacia atrás. En ese preciso instante el maquinista gritó con voz estentórea: “Estamos listos, niños”. Y sin esperar respuesta alguna se colgó del gran pito y abrió la llave de admisión. Fueron tan rápidas las voces de mando, que el canastillo del chorizo no alcanzó a penetrar en el agua, partiendo el “monstruo” desbocado, en medio de una gran nube de vapor y de un ruido infernal. Todo el numeroso público que rodeaba hasta ese momento la máquina. huyó despavoridos atropellándose; muchos cayeron al suelo, incluso don Pedro Nolasco. Un voluntario más precavido cerró la llave de admisión y la bomba se paró. El Maquinista 1°, tendido en el suelo cuan largo era, con el cuerpo pegado a la tierra. Pasados algunos instantes. Levantó la cabeza cautelosamente, para preguntar angustiado, “¿Cuántos muertos? ¿Cuántos muertos…?”. –

Pedro Nolasco Gómez Díaz, Primerino, nació en Santiago el 03 de Julio de 1844 y falleció en la misma ciudad el 03 de Septiembre de 1919, hijo de Cruz Gómez Escudero, nacido en Santiago en 1795 y fallecido en la misma ciudad en el año 1860 y de María Encarnación Díaz Arancibia, también nacida en Santiago y fallecida en la capital en el año 1866. Profesor Universitario, Jefe de Sección Bonos del Banco Hipotecario; c.c. Susana Laiseca Despott, nacida en Concepción en 1840 y fallecida en Santiago.

Hijos:
Pedro Nolasco Gómez Laiseca, Primerino y su hijo Pedro Nolasco Gómez Díaz, Primerino.
Carlos Eduardo Gómez Laiseca, Primerino.

Relato Alberto Ried Silva 5a Compañía / Datos de Pedro Nolasco Gómez Díaz proporcionados por Don Enrique Pérez Dreyse 1a Compañía.

http://segundinos.cl/
 

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De cuando los bomberos se traían el uniforme de casa

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Una imagen de los bomberos de Oviedo en los 50, extraída del libro 'El fuego en la ciudad de Oviedo', obra del actual jefe del servicio,


  • El Ayuntamiento mantiene en vigor un reglamento de 1945 que aún equipara a los agentes con «obreros jornaleros»
Si un bombero de Oviedo salva, «con riesgo de su vida», a «personas que se hallen en peligro o bienes de gran valor», el Ayuntamiento le concederá en premio cien duros (500 pesetas) y le propondrá para la Gran Cruz de la Beneficencia. No parece gran incentivo o premio para quien se juega su integridad por los demás, pero las cosas están así. Eso es lo que dice literalmente el Reglamento del Cuerpo de Bomberos de Oviedo, que el Ayuntamiento mantiene aún en vigor desde 1945.

La norma ha quedado desfasada no solo en cuanto a la moneda de curso legal en el país, que de momento sigue siendo el euro, sino en cuestiones como mandos, escala, ocupaciones o grados. El texto establece tres niveles entre el personal: el jefe, que deberá ser un arquitecto (algo que curiosamente no se cumple hoy día), y bajo su mando cabos (capataces), bomberos (equiparados a «obreros jornaleros») y chóferes. Todos con la obligación de cuadrarse a los «toques de corneta» y de hacer «gimnasia». Los aspirantes, además, tienen la de barrer y limpiar las instalaciones y los vehículos a la espera de que una baja les permita «entrar en la Corporación». En ese momento, deberán presentarse con «gorra, guerrera y pantalón azul confeccionadoscon arreglo al modelo aprobado por la superioridad y del mismo género». «Será también de su cuenta el calzado, que será bota de piel negra». Eso sí, el casco, las botas de goma «y la capota en invierno» las pone el Ayuntamiento. Menos mal.

Con esas penurias materiales no es de extrañar que entre las faltas graves que contempla la norma figure la de «vender o empeñar» prendas del vestuarios o «intoducir bebida o jugar». Entre las leves, la de «fumar o salirse de la fila» o las «palabras indecorosas». No es que el reglamento parezca de otro tiempo, es que lo es.

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La Historia De “Don Chalo”: El Primer Mártir Del Cuerpo De Bomberos De Angol

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Era cuartelero y pertenecía a la Primera Compañía.

Eran cerca de las 11 de la mañana de un aciago 17 de febrero de 1998 en Angol. Había un sol esplendoroso y muchas personas circulaban por el centro realizando sus trámites habituales.

En medio del trajín y los gritos de los vendedores ambulantes, la sirena del Cuartel Central de Bomberos, ubicada en calle Pedro Aguirre Cerda, anuncia que se ha producido un incendio en una vivienda deshabitada en un predio rural ubicado unos pocos kilómetros al oriente de Huequén.

Inmediatamente el cuartelero del centro, Rosalino Gutiérrez Osses, sale conduciendo el carro bomba de la Tercera Compañía. Un Camiva Berliet de los años 80, con una tripulación de seis voluntarios de distintas compañías.

La máquina iba repleta y rápidamente quienes llegaban corriendo detrás, abordaron el resto de los carros rumbo al lugar de la emergencia.

Sin embargo, el destino no quiso que esa primera máquina llegara a su destino, pues al enfilar por calle Prat y pasar la Plaza de Armas de Angol, el cuartelero perdió el control de la máquina al enfrentar una muy cerrada curva de acceso al puente Vergara I.

El pesado carro colisionó con un taxi colectivo, chocó con la solera norte del puente y derribó varios metros de la baranda metálica, para caer volcado junto al lecho del río Vergara, el que providencialmente, por ser verano, traía muy poca agua.

En medio de la conmoción de transeúntes y de unos pocos bomberos que venían detrás y se percataron de lo sucedido, todos ellos bajan al río e intentan socorrer a los lesionados.

Varios de los voluntarios presentaban heridas de gravedad, y los gritos de dolor advertían que lo sucedido no era solamente un daño material, sino una desgracia para la los bomberos de todo Chile.

En una ambulancia y tras un esfuerzo manual de los improvisados rescatistas que bajaron a ayudar, ya que el carro accidentado era precisamente la única Unidad de Rescate Vehicular de toda esa zona de Malleco, rápidamente fueron evacuados uno a uno los heridos hasta el Hospital de Angol, que quedaba a pocas cuadras.

La gravedad de Rosalino Gutiérrez obligó a su inmediata derivación hasta el Hospital Regional de Temuco a los pocos momentos.

Un par de horas más tarde y mientras todo el personal del Cuerpo de Bomberos de Angol ya había regresado del incendio y colaboraba en la extracción del carro accidentado, el lastimero sonido de la sirena de los cuarteles rompe nuevamente la monotonía angolina, pero esta vez para anunciar el peor de sus temores: el cuartelero y miembro de la Primera Compañía, Rosalino Gutiérrez, conocido cariñosamente por sus camaradas como “Don Chalo” durante décadas, había fallecido producto de sus lesiones en el centro asistencial temuquense, convirtiéndose en el primer mártir del Cuerpo de Bomberos de Angol.


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"Me llamo Julián Sánchez y fui el único que falleció en el incendio de Santander"

Cada viernes y sábado de noviembre, la iniciativa 'Revive Santander', de la Fundación Santander Creativa, rescata con representaciones teatrales a personajes que forman parte de la crónica de la ciudad

“Me llamo Julián Sánchez. Estoy casado y tengo dos hijos. Soy el bombero número 148 del parque de Madrid y el 28 de febrero de 1941 perdí la vida en el incendio de Santander”. “Y entonces, ¿cómo es que estás aquí?”, pregunta una pequeña del colegio Arce Bodega al actor Javier Cuesta, que interpreta en los arcos de La Porticada un pedazo de la historia de Santander.

Para una treintena de estudiantes del centro de formación profesional Decroly el nombre de Julián Sánchez no significaba nada hasta ayer, cuando conocieron la emotiva historia del héroe que falleció hace ya 74 años. “Sabía algunos detalles de lo que ocurrió, pero no tantos como ahora. Y desconocía la historia de Julián. Ha sido una bonita forma de contarlo”, dice Alba Rebolledo.

Cada viernes y sábado de noviembre, la iniciativa 'Revive Santander', de la Fundación Santander Creativa, rescata con representaciones teatrales a personajes que forman parte de la crónica de la ciudad como José María de Pereda, Marcelino Menéndez Pelayo, la Reina Isabel II paseando con la pescadera 'La Paula' o el alcalde Luis Martínez, que inauguró en 1907 una parte del Ayuntamiento de Santander.

“Pero si al bombero se le cayó un muro encima, ¿por qué sigue vivo?”, insiste la pequeña. “Porque es un actor que está contando la vida de Julián”, le espeta una compañera. Quizá sean demasiado jóvenes para comprender un hecho que marcó un antes y un después en la capital cántabra, pero lo que seguro no olvidarán es que un bombero de Madrid viajó hasta su ciudad para ayudar a los vecinos. “Da pena ver a la gente que se ha quedado con lo puesto en la calle”, dice bien alto el actor.

Un total de 50 estudiantes, entre escolares del centro educativo Arce Bodega y alumnos de Decroly, además de vecinos de Santander que echaban el freno para prestar atención a lo que estaba ocurriendo dentro del corrillo formado bajo uno de los soportales, aplaudieron con todas sus fuerzas la interpretación de Cuesta, que incluso hizo emocionarse a algún espectador de avanzada edad, que aprobaba con la cabeza cada frase y movimiento del intérprete.

Casi 75 años después

Cuesta acelera el ritmo de su escena. “¡Hasta se fundieron las campanas de la Catedral!”, grita mientras los niños se echan las manos a la cara como si pudieran ver el fuego.

El incendio calcinó iglesias, casas, comercios, negocios e ilusiones de cientos de familias. Todo menos los recuerdos que hoy siguen narrando ese episodio trágico de la capital y que el próximo febrero cumplirá 75 años. Para ese aniversario, el Ayuntamiento de Santander está preparando “un programa de actividades para adultos y niños con conferencias y actividades didácticas”, explica la concejala de Cultura, Miriam Díaz.

“Y el destino quiso que mi vida terminara aquí, junto al mar”, dice Cuesta mientras abandona el 'escenario'. Los niños, entre aplausos, le despiden. Quizá sea un buen momento para rescatar las palabras que el jefe del Real Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Santander dedicó a Julian Sánchez: «Nunca se ama tanto la ayuda recibida como cuando, por vicisitudes de la vida, fallece un ser humano que lo ha dado todo por el terruño ajeno». Amén.

video en el link

http://www.eldiariomontanes.es/santander/201511/20/llamo-julian-unico-fallecio-20151120152706.html

 

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Don Miguel Pastrián Hernández, “Crónica de un Cuartelero”

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Miguel era aún un niño cuando llegó a trabajar como mensajero a la Novena compañía hace muchos, pero muchos años. Una mañana, y cuando veía que el cuartelero no se presentaba a sus labores, fue a ver que le ocurría y con impacto pudo constatar que su jefe directo se había ido en un profundo sueño. Cuando el Capitán de la “nona” confirmaba in situ el fallecimiento del cuartelero, se dirigió al joven Miguel diciendo: “Chiquillo, tendrás que aprender a conducir pues desde hoy, serás el nuevo cuartelero del transporte”. Es de esta dramática forma como, aún carente de años y experiencia, pero no de entusiasmo, que don Miguel Pastrián Hernández inicia su larga y sólida trayectoria como cuartelero en el Cuerpo de Bomberos de Santiago, institución a la cual siempre prestigió y sirvió con absoluta entrega durante sus casi cuarenta años de servicio, excediendo en innumerables oportunidades, sus deberes como conductor del carro; apuntalando escalas en los incendios, colaborando en el servicio y otorgando el siempre sano y oportuno consejo al voluntario inexperto.


Luego de algunos años en la “Yungay”, Pastrián sirvió en la Heroica, compañía de la cual guarda muchos recuerdos y un especial cariño con el mártir Patricio Cantó, de quién siempre destacó su caballerosidad e inquebrantable amabilidad para con él. Una anécdota, imposible de no mencionar, fue cuando veloces se dirigían en la “Meche” a un incendio y notó que la pesada bomba no respondía a los frenos. Aterrado por las consecuencias que traería si en su camino se cruzaba algún vehículo o peatón, supo conservar la calma y, sutilmente, comenzó a chocar la bomba contra la cuneta mientras hacía un juego con los cambios. Gracias a don Miguel, no hubo que lamentar una tragedia.


En una oportunidad lo escuché hablar un poco de alemán, situación que captó de inmediato mi atención por la excelente pronunciación y acento germano que utilizaba. Don Miguel había prestado sus servicios además en la Decimoquinta, en dónde aparentemente había tomado algunas clases del complicado idioma. Sabía mucho además de los tres veteranos de guerra que lucharon por Alemania durante la segunda guerra, y que luego de la fundación de la Decimoquinta, formaron en sus filas, entre los que se encontraba el condecorado Martin Shofer.


Por algunas razones, don Miguel decide alejarse de las labores como cuartelero y emprender una empresa independiente cual es la conducción de su taxi. De no ser por este paréntesis en su vida laboral-bomberil, don Miguel habría logrado más de cincuenta años de servicio en la Institución. Pasado algunos años en el estresante trabajo como taxista, casualmente recoge como pasajero a un voluntario de la Duodécima de nombre Mario Ilabacca. En el trayecto de la “carrera”, el gran Comandante logra convencer a don Miguel de retornar a la Institución pero esta vez, en la conducción del azul carro portaescalas de la “Excélsior”, compañía en la que permanecerá por varios años y en la que no estará exento de anécdotas.


Hacia finales de la década de los ochenta, don Miguel presta sus servicios en la “Salvadores y Guardia de Propiedad”, compañía en la que dicta una norma en cuanto a la formalidad y sobre todo profesionalismo que debe existir en el desempeño como cuartelero. Del mismo modo, hace una verdadera escuela en cuanto al correcto trato, fraterno pero no de amigos; cordial pero jamás distendido, que debe existir entre el personal bomberil y el rentado. Don Miguel dejó de prestar sus servicios a la Institución en 2001, retirándose a un merecido descanso. Al igual que lo acontecido con los cuarteleros Exequiel López Latorre, Augusto Lara, José ILabacca y el recordado Guillermo “Papaya” Contreras (algunos de los nombrados ingresaron a la Sexta como auxiliar y voluntarios una vez terminado su contrato), la Sexta tuvo la fortuna de contar con el servicio de don Miguel en la conducción de sus tres máquinas, llevando a cabo una impecable labor en el servicio desempeñado que hoy me permito recordar y destacar en estas breves líneas.

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El fuego casi le llevó a su pequeña a comandante de Bomberos
03 Apr 2016
El incendio ocurrió hace 23 años en Tegucigalpa cuando el bombero, hoy comandante noroccidental, estaba de servicio en Siguatepeque.

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San Pedro Sula, Honduras.

La víspera de la Navidad de 1993 es una fecha que el comandante noroccidental del Cuerpo de Bomberos, Marco Antonio Artica, quisiera no recordar.

En su memoria guarda esos momentos impactantes y su temple lo traiciona cuando recuerda que su hija, Edelyn Rosario Artica, de apenas un año estuvo a punto de morir carbonizada en un incendio donde perdió su casa y pertenencias.

Ese día, Artica estaba comandando los bomberos en Siguatepeque y aproximadamente a las 4:00 pm recibió una llamada de su esposa Rosario para contarle que había un incendio en Tegucigalpa y en la colonia donde tenían su casa. A 122 kilómetros de distancia, el apagafuegos dice que presintió que se trataba de su casa, pero se mantuvo firme durante la llamada con su esposa para no preocuparla. A los minutos y de boca de uno de sus superiores se confirmó su corazonada; su casa estaba en llamas y lo peor, las informaciones preliminares indicaban que había dos niños carbonizados.

Ahora, 23 años después, el bombero se sincera y dice que no sabe explicar qué sintió cuando le dieron la noticia. “No sabían cómo darme esa noticia, pero al final yo le dije a mi compañero dígame que se me quemó mi casa, no estamos excentos...Mi compañero me dice -lo preocupante Artica es que tenemos dos menores que están carbonizados-”.

Al recordar, las lágrimas aparecen en sus ojos y el bombero dice que han sido los segundos más desesperantes de su vida. “Ahí se me fue todo el valor y el coraje, y me sentía completamente impotente”.

Incomunicado

En ese tiempo no todos tenían celulares y eso volvía desesperante la situación, la urgencia de trasladarse a Tegucigalpa era cada minuto mayor. “ Varias personas me ofrecieron vehículos, pero yo no estaba en condiciones de conducir. Artica decidió abordar un bus, un agente de tránsito paró la unidad de transporte.

El trayecto se volvió eterno y fue peor cuando el bus se dañó a medio camino. “Los pasajeros me decían ‘muchacho, consíganos un jalón’ sin imaginar todo lo que yo estaba pasando”.

Artica, recuerda que empezó a alejarse del grupo decidido a llegar caminando hasta la capital. Cuando había recorrido un buen tramo, una dama se apiadó y le ofreció llevarlo. Le conté mi historia y ella me llevó hasta la casa. Cuando llegó al lugar no quedaba nada de su casa y gracias a Dios su hija fue rescatada y su familia estaba bien.

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El infierno en Tomza



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La tarde del 15 de octubre de 2013, Adolfo Juárez se colocó como pudo todo su equipo de bombero, segundos antes a su estación había llegado una llamada de auxilio que alertaba de la explosión de una estación de gas en la autopista Puebla-Orizaba.



Adolfo salió con todo su grupo hacia ese lugar, no sabía de la magnitud del accidente, sólo sus compañeros le habían dicho que era una tremenda explosión que mantenía cerrada la autopista, a la altura del kilómetro 134.



Aún no oscurecía. En su camino se fue topando con más unidades del Heroico Cuerpo de Bomberos adscritas a otras estaciones; también iban a su lado ambulancias de la Cruz Roja y otros organismos de rescate.



A la distancia comenzó a ver la columna de humo que pintaba el cielo, así como una tremenda llama que salía de la gasera Tomza ubicada en el Parque Industrial Chachapa, en Amozoc.


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Al llegar quedaron sorprendidos, jamás se habían enfrentado a una emergencia similar. Por varias horas hicieron su mejor esfuerzo, aunque siempre pensaron que esa zona era el verdadero infierno.

Adolfo pensó que iba morir en ese lugar, pues había cilindros que estaban a punto de explotar. Hubo un momento en el que se imaginó que jamás vería a su esposa y a sus dos hijos de 16 y 13 años de edad. Creyó que era su último día, que moriría haciendo lo que más ama, pero el trabajo de todos sus compañeros y rezos a Dios lo ayudaron a enfrentar esa contingencia y salir con vida.

“Fue muy difícil, eso era una bomba de tiempo, no sabíamos en qué momento iba a explotar. No sabíamos si lo que llevábamos de equipo era suficiente porque hablábamos de gas que es sumamente peligroso. Sinceramente pensé que ya no iba a regresar a casa, nadie va a regresar a su casa, porque las salchichas estaban a punto de explotar y nadie se iba a salvar, para mí fue un momento muy difícil”.
Desafortunadamente, esa tarde perdieron la vida seis trabajadores de la empresa gasera.

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La muerte llegó a San Martín Texmelucan
Adolfo Juárez, quien vio en su padre el ejemplo a seguir, aún recuerda la tragedia registrada en el municipio de San Martín Texmelucan, la madrugada del domingo 19 de diciembre de 2010.

Fue uno de los primeros en llegar a la zona afectada por la explosión de los gasoductos de Petróleos Mexicanos (PEMEX), donde hubo al menos 30 personas muertas.

Comenzó a recorrer las casas que aún estaban envueltas en llamas. El riesgo era latente, porque en esa zona había más ductos de la paraestatal. El miedo siempre lo acompañó en el rescate de las personas que aún estaban con vida y que salieron intoxicadas.

Adolfo, de 36 años de edad, quedó impactado al ver a las personas que perdieron la vida, algunas calcinadas por la explosión y otras intoxicadas por tanto humo.

“La escena parecía de destrucción, parecía sacada de una película de guerrera, así fue la imagen. Lo difícil fue ver en la casa donde falleció toda la familia, ver a la mamá abrazando a uno de sus bebés, fue muy impactante”.

Estas imágenes siempre estarán en su mente y son las que lo siguen llevando hacia adelante, a no dejar este espíritu de ayuda hacia los que están en peligro; este es su trabajo y es parte de su historia.

¿Qué riesgos corres?
El no poder llegar a casa nuevamente, es el miedo que tenemos todos. O alguna lesión que nos deje incapacitados permanentemente.

¿Qué es lo más agradable que te ha dejado tu trabajo?
Es la satisfacción de poder ayudar a las personas sin la necesidad de ser un reconocimiento. Todos somos un equipo, somos una familia.

¿Qué es lo más triste que te ha dejado tu trabajo?
Tal vez, no llegar a tiempo a una emergencia. El no poder hacer más por las personas en peligro, es una impotencia. Lo que más me rompe el corazón es ver niños que nunca más van a jugar, a reír, verlos inertes. Recuerdo uno en especial, hace años por Huehuetlán en una volcadura de un carro llegamos y encontramos a un niño de aproximadamente siete años, estaba aún tibio en la cinta asfáltica, pero pues tuvo estallamiento de vísceras. Verlo que estaba como dormido, eso me dejó muy impactado

¿Qué te dice tu familia del trabajo?
Están orgullosos de lo que hago, me lo han dicho, pero siempre existe la preocupación de que algo vaya a pasar por mínimo que sea.


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El actor/ bombero que ayudó a las víctimas del 11 de septiembre

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Steve Buscemi tiene uno de los rostros más conocidos en Hollywood. No solo hablamos de su presencia en una infinidad de producciones de renombre, sino también de sus peculiares rasgos que lo han vuelto protagonista de tendencias y memes de internet.

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Pero un detalle desconocido sobre la vida de Buscemi es que es un bombero de carrera y durante años sirvió para una de las compañías más prestigiosas de tragahumos de Nueva York, la FDNY Engine 55.

Eventualmente Buscemi dejó el cuerpo de bomberos porque se le presentó la oportunidad de iniciar una prolífica carrera como actor que complementó con sus facetas de guionista y director.

Para 2001 el actor ya era uno de los más respetados en Hollywood y podía presumir presencia en blockbusters y cine independiente, y haber actuado bajo las órdenes de cineastas de la talla de Quentin Tarantino, John Carpenter y los hermanos Coen.

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Pero la fama no fue impedimento para que Buscemi regresara a sus raíces en el servicio público y auxiliara a los más necesitados, tal como lo hacía en sus años previos a la fábrica de sueños.

Una vez perpetrados los ataques terroristas del 11 de septiembre, el actor regresó a las instalaciones de la FDNY Engine 55 y se embarcó en jornadas de 12 horas diarias en la zona cero para remover escombro y encontrar sobrevivientes.

Buscemi nunca dejó que lo fotografiaran durante las labores de rescate y remarcó que se trataba de servicio a la comunidad, no de acciones en busca de incremento de fama.

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De hecho fue hasta 2013, con el post en redes sociales de un grupo conocido como La hermandad del fuego, que formalmente se supo esta historia de Buscemi y así muchos confirmaron lo que antes solo se sospechaba.

La próxima vez que veas una película con Buscemi recuerda que no solo se trata de un estupendo actor, sino también de un héroe cuyos valores superan cualquier destello de fama.

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Johnny, un Bombero que nació tras perder a su familia

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En 1996, el carro que conducía de Riobamba a Guayaquil cayó a un abismo y se incendió con sus parientes.

“Tenía una familia maravillosa. Yo era un hombre muy feliz con una linda esposa. De repente la vida me jugó una mala pasada”, narra Johnny Washington Cóndor, un hombre que hace 20 años en un accidente de tránsito perdió a siete integrantes de su familia.

Recuerda con exactitud cómo fue el 1 de septiembre de 1996. Su mirada parece apagarse cuando cuenta lo que vivieron aquella noche, exactamente a las 20:00 en la carretera Riobamba-Pallatanga.

Johnny asienta cinco carpetas manila en el escritorio de su oficina, acomodada en su domicilio (en el norte de Guayaquil) y saca un desgastado y amarillo periódico de Riobamba, en el que se publicaron las duras imágenes del percance. “Esto fue lo que pasó”, dice y aprieta sus párpados como si el suceso se reprodujera en su mente.

“Yo conducía una camioneta grande, una Ford 250, que había adquirido en mi trabajo como arquitecto. Ahí iba con mis tres hijos, mi mamá, mi papá, mi esposa, mi hermano con su mujer y el bebito de ellos de dos meses y un primo. La neblina no me permitía ver nada y me arrimé a un camión para guiarme. Frenaba bastante para que el carro no cogiera mucha velocidad hasta que los frenos ya no funcionaron”.

“Fueron segundos eternos, los más fatales de mi vida. Era un sector con muchas curvas y caí al abismo. Rodamos unos 50 metros y mi carro quedó con las ruedas hacia arriba con toda mi familia adentro”.

Johnny revela que siempre estuvo consciente y que apenas el carro dejó de rodar se incendió, pues pocos kilómetros antes llenó el tanque de gasolina, en una estación en el desvío a Riobamba y Colta.

“Yo estaba en llamas y pude salir por un hueco y como la tierra estaba húmeda me di vueltas para apagarme. Veía a mi hija parada junto al carro gritando que ayudaran a su ñañito, yo solo podía gritarle que lo halara. Mi hermana pedía ayuda, ni ella ni mi cuñada podían caminar, así que las arrastré hacia afuera. Vi a mi otro hijo y a mi hermano clamando ayuda debajo del balde y de repente explotó el carro”, relata y no aguanta más, llora. Se toma su tiempo para desahogar el dolor y continúa diciendo que, aunque siempre tuvo los ojos abiertos y sabe que a su alrededor debió haber mucho ruido, para él hubo horas de silencio. Hasta que escuchó a personas gritando si había algún otro sobreviviente. En ese momento no sabía que siete miembros de su familia fallecieron. Sus tres hijos, su hermana y su cuñada sobrevivieron.

El hombre repasa momentos previos, los que considera como premonitorios. “Horas antes habíamos visto el Chimborazo completamente despejado y mi papá le dijo a mi mami: mira el Chimborazo salió a despedirte. Lo veía brillante y cuando vi en dirección a la costa todo el ambiente estaba negro, oscuro, tenebroso, horrible”, expresó y su cuerpo se estremeció.

El suicidio pasó por su mente

La muerte de sus seres queridos lo llevó a días, meses, años de depresión. El dolor lo arrastró al alcoholismo y a descuidar a sus hijos que en ese entonces eran menores de edad. Acepta que renegó de Dios, que gritaba cuestionándolo por qué le tocó a él sufrir tanto. “Una vez me puse una pistola en la cabeza. Anduve tirado en las calles. Cuando estaba bueno y sano todos me rogaban que cambiara, sobre todo por mis hijos que solo me tenían a mí y yo no me daba cuenta”.

Encontró su propósito de vida

Un día, Johnny entendió que todo pasaba con un propósito, ya no renegó de Dios sino que lo buscó, empezó a leer la Biblia. En 1998 fue con una delegación de arquitectos a trabajar en Bahía de Caráquez, en Manabí, que estaba devastada por el terremoto.

“Empecé a identificarme con el sufrimiento de los demás, con personas que sufrían lo mismo que yo. Algo había que hacer. ¿Dios qué hago? pedí mirando al cielo y sentí la necesidad de ayudar. Al poco tiempo tuvo una respuesta que considera celestial, pues vio en un diario una convocatoria para ser bombero. Pese a que ya tenía 43 años se arriesgó a postularse y sabe que fue por una fuerza superior que lo aceptaron.

Cóndor pertenece a la tercera Brigada del Benemérito Cuerpo de Bomberos de Guayaquil y colabora en la Unidad de Materiales Peligrosos y en la División Forestal. Además es instructor de la Academia y de niños. Estos son quienes lo hacen sonreír siempre. “Dios me quitó y me dio. No soy feliz, pero sí estoy tranquilo”.

Kevin Cóndor Troya, de 26 años, es hijo de Johnny, y además de ser ingeniero ambiental también es bombero voluntario. “La decisión de mi papá influyó en mí en tener disciplina, coraje y humildad, al mismo tiempo. Ser bomberos nos ha enseñado a preservar la vida en los momentos más duros e inesperados”. Juntos han trabajado en un sinnúmero de emergencias, pero recuerda uno ocurrido en la bahía, donde laboraron por más de ocho horas. “Es mi mejor amigo, mi mentor, no me imagino la vida sin Johnny Cóndor Maldonado, mi padre, mi único amigo”.

El domicilio de los Cóndor evidencia la pasión por su labor. En la sala, en los pasillos, en la oficina hay cascos, tanques de oxígenos, mascarillas, trajes especiales, muñecos de bomberos, portarretratos en formas de hidrantes o motobombas. El nombre de Cóndor aparece en una de las emergencias más comentadas de los últimos años, pues fue uno de los rescatistas afectados en el edificio ‘Las Cámaras’ en el norte de Guayaquil.

Martín Cucalón, primer jefe del Cuerpo de Bomberos de Guayaquil, resaltó que Johnny Cóndor es “extremadamente dedicado. Es incondicional y siempre está dispuesto a colaborar sin importar la hora que sea”. Reconoció que los ‘Casaca Roja’ siempre son apasionados, pero cuando han sufrido una pérdida en un accidente se entregan mucho más, pues sienten la empatía con los que pasan algo similar a lo que vivieron.

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Dos bomberos legendarios y una entrañable historia de amor

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Con mamelucos azules y botas de goma, subidos a la regadora de la municipalidad (una camioneta Ford modelo 76 que se usaba para aplacar el polvo de las calles en los días ventosos) los bomberos voluntarios de la flamante dotación de Miguel Cané llegaron a tiempo para sofocar las llamas que avanzaban sobre un predio junto a la feria del pueblo. No hace más de diez años de la simpática imagen, la primera salida que recuerdan Rosa "Toti" Larroque, la primera mujer jefe de un cuartel de bomberos de La Pampa, y el bombero Guillermo Villalobos, que no sólo es uno de los trece integrantes de la dotación, además de ser quien impulsó la fundación del cuartel, es el esposo de la jefa.

Su historia comenzó mucho antes de meterse en la carrera de bomberos, cuando Villalobos en el año 83 se quedó en el pueblo luego de hacer unos trabajos de herrería y se conocieron. "Toti" tiene 50 años, Guillermo 61, y tienen tres hijos mayores, dos de él de una relación previa, en común una hija y un amor incondicional por su pequeño pueblo donde "hay mucha gente sana".

"Un pueblo de primera… –la deja picando Villalobos, y completa– si ponés segunda te pasás". Miguel Cané, a 110 kilómetros de Santa Rosa y a 15 del límite con Buenos Aires, fundado en tierras que donó el autor de Juvenilla, tiene un cuartel de bomberos porque Villalobos, antes de sumarse a la dotación del departamento de Quemú Quemú, como lo tentaba un amigo, resolvió proponer al entonces intendente Francisco Bartolomé fundar el propio. "Todos las semanas viajábamos a capacitarnos, durante un año, luego vino lo difícil, tramitar, pagar la personería jurídica y crear la comisión directiva", cuenta ella.

Hablan animados, pero nunca superponen sus voces. El agrega: "Me quisieron poner a mi como jefe, y no, no, no es un lugar para mi. Tenía que ser alguien con capacidad y propuse que fuera ella, porque ser bombero no solo es apagar fuego, hay muchas cosas en las que se tiene que estar capacitado". En su jurisdicción está el pueblo de Relmo, de 180 habitantes.

Dos años después, tuvieron la primera autobomba, que compró la provincia. Ese día el pueblo salió a recibirlos, ellos y otros jóvenes bomberos saludaban desde la parte alta del camión. "Diez años después de la regadora y los mamelucos, hoy tenemos todo eso", señala "Toti" Larroque una mesa donde están expuestas herramientas de última generación. En el Hotel Hermitage de Mar del Plata, ambos participan del III Congreso Internacional de Bomberos (OBA- Fundación Mapfre). "Es un orgullo ser bombero", dicen, y lo mismo sienten por estar juntos, más allá del cuartel: "Es la confianza de tenernos", responde ella. "La de los bomberos es una familia", coinciden ambos, pareja hace 33 años, y aseguran que las situaciones de casa y cuartel no se confunden, aunque no hayan tenido diferencias. Está claro, bromea Villalobos, que ella es quien manda en ambos lugares.

Jefa en el cuartel, jefa en casa, entonces ¿Qué tipo de bombero es Guillermo? "Dedicado, muy correcto", dice "Toti". ¿Y como marido? "Exactamente igual, colaboramos permanentemente entre nosotros". Guillermo, a la misma pregunta, y con los ojos humedecidos, responde que "no haría nada sin ella". w


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Los bomberos que apagan el infierno de ISIS

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Antes de la caída de sus bastiones en Irak, los yihadistas tramaron su venganza: incendiar y sembrar de minas los pozos de petróleo.

Desde entonces, los bomberos tratan de sofocar las llamas. Les acompañamos en su pugna contra el más peligroso: 'El Hoyo'.


Abdul nunca imaginó que un día, se enfrentaría a gigantes de fuego. Ni siquiera cuando de pequeño soñaba con formar parte del cuerpo de bomberos. Luego vino la guerra y otro monstruo aún mayor, el Estado Islámico, sometió a su pueblo. La ciudad de Al Qayyara -a 55 kilómetros de Mosul- fue liberada por el ejercito iraquí y 700 milicianos tribales en agosto, pero durante la retirada los yihadistas incendiaron y sembraron de minas los pozos de petróleo, su mayor tesoro. Desde entonces el cuerpo de bomberos trabaja sin descanso para sofocar las llamas.

«Son como grandes tentáculos», nos dice Abdul, mientras tapa su rostro quemado con una pañuelo y unas gafas. «Hoy vamos a apagar el mayor de los pozos de petróleo que siguen ardiendo. Lo apodamos The Hole (en inglés, El Hoyo)», agrega.

A su lado Mohamed, otro de los bomberos, reza antes de la batalla. Se arrodilla ante una enorme columna de humo y susurra: «Allahu akbar». Alá es el más grande. Se levanta, se enfunda su uniforme amarillo y empieza a engrasar una enorme cañería de agua que luego encaja por piezas. Tiene los dedos teñidos de negro. Su rostro también, con arrugas, cicatrices y marcas de aceite. Otros tres apuntalan las tuercas a puro golpe de mazo. Hay que asegurarlas antes de que empiecen a abastecer los camiones de bomberos. Solo así se puede vencer «al dragón». No puede haber fugas.

Mohamed recuerda, visiblemente emocionado, como comenzó este infierno que ahora intenta extinguir: «No fue fácil. Los días anteriores al asedio aviones del Ejército lanzaron decenas de miles de panfletos desde el aire anunciando los próximos bombardeos sobre la ciudad». Los mensajes instaban a los ciudadanos a colaborar con las «fuerzas de liberación» y ofrecían instrucciones sobre cómo escapar hacia la aldea de Al Tina y la base aérea de Al Qayyara.

"Los terroristas destruyen todo a su paso, son animales rabiosos", dice un voluntario

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Fueron días salvajes bañados en sangre. El Estado Islámico asesinó por lo menos a 40 habitantes tras haber sido acusados de colaborar y conspirar contra su autoproclamado califato. La mayoría fueron ajusticiados por colaborar con las fuerzas iraquíes y de la coalición internacional liderada por EEUU, por ayudar a huir a personas de la ciudad o por pertenecer a los órganos de seguridad iraquíes. Son mártires, héroes locales cuyos nombres son recordados en los muros de cemento desnudo que cubren la urbe.

Pero cuando el ejercito avanzó, además de retener a los civiles como escudos humanos, los yihadistas empezaron a quemar pozos de petróleo para obstaculizar con su humo las operaciones de la aviación militar iraquí. Fue también una estrategia para cubrir su retirada y una venganza ante la derrota humillante. «Destruyen todo a su paso, son animales rabiosos», comenta el bombero, mientras las llamas de El Hoyo siguen escupiendo humo.

Algunos que consiguieron escapar de los francotiradores fallecieron o resultaron heridos a causa del estallido de minas y otros artefactos explosivos plantados por el Estado Islámico en las afueras de la localidad. «Muchas de estas minas rodean los pozos», explica Mohamed. «Es por eso que estamos tardando tanto en llegar a ellos. Antes tenemos que revisar bien el terreno. Desconozco bien cuántos quedan ardiendo pero deben de ser entre nueve y once. Calculamos que unos 19 fueron incendiados en total».

Más de 50 personas, la mayoría bebés y ancianos, murieron por la nube tóxica de los pozos

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Por lo menos 50 personas, la mayoría de ellas bebés y ancianos, murieron asfixiados a causa de las gases tóxicos que emanan de estos incendios. Durante días el aire se convirtió en veneno. A estas intoxicaciones se sumó que el ISIS vertió el petróleo crudo al río Tigris desde los yacimientos de Nayma, lo que supone un grave daño para el medio ambiente.

Son varias unidades de diversas provincias las que colaboran codo con codo para tapar El Hoyo. Hay ingenieros, técnicos e incluso policías que se encargan de escoltar el operativo. Abdul trabajaba en una obra cuando fue llamado a filas. Le dijeron: «Te necesitamos para conducir a La Bestia». Ahora arriesga su vida manejando esta excavadora reforzada con hierros que se acerca hasta el borde del pozo, ese abismo donde el crudo se convierte en lava. Porque llamas de este tamaño no se apagan solo con agua y coraje: también se necesitan máquinas, tierra y taladros.

Le escoltan por ambos flancos dos equipos de bomberos. Cada uno está conformado por unos cinco bomberos que sujetan con fuerza la manguera. Por el lado izquierdo apagan las llamas de la pala, que se cubre de fuego cada vez que arroja arena en el pozo. En el derecho, los esfuerzos se centran en salpicar continuamente la cabina en la que Abdul aguanta estoicamente las altas temperaturas. Es un horno. La Bestia emana vapor.

La excavadora se aparta, llega la hora del taladro. Aunque su principal función no sea perforar, recibe este sobrenombre. Un operador hace los últimos retoques mientras realiza señales a Aiman -en árabe, «bendito»- que con un casco rojo es el encargado de «dominar» a este titán blindado. El taladro escupe agua a borbotones mientras penetra en las profundidades del subsuelo, hasta encontrar el escape de petróleo y taponarlo. Las llamas se van extinguiendo poco a poco. El Coloso se apaga.

Son varias unidades de diversas provincias las que colaboran codo con codo para tapar "El Hoyo"

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A menos de un kilómetro, la ciudad sigue sumida en un manto gris. En el horizonte, las grandes columnas de humo recuerdan la pesadilla. El puente está destrozado en dos mitades, después de que el Estado Islámico lo volara. El escenario es dantesco, una postal apocalíptica. Una familia se aflige de rodillas ante la tumba destrozada de un miembro del clan. Los yihadistas destruyeron las lápidas del cementerio local, diciendo a los residentes que estaban prohibidas porque no existían en el momento del profeta.

Nada más llegar impusieron sus leyes basadas en la sharia islámica, incluidos «castigos religiosos» contra los infieles que osaran a levantar la voz. La homosexualidad, el adulterio, la blasfemia, la estafa, el robo, el tabaco o el alcohol se castigaban con azotes, cortes de manos y pies derechos, destierros, crucifixión, decapitaciones o lapidaciones. «Eso no es la ley del Islam, es la ley del terror», asegura otro vendedor que comercia con barriles de gasolina.

En la cárcel, los miembros del Estado Islámico abarrotan las celdas. Se pueden ver al pasar desde la puerta de la prisión, pero no podemos acceder al interior. «No hay que fiarse, sigue habiendo células durmientes y simpatizantes del Estado Islámico, como demuestran los atentados suicidas que todavía sufrimos», afirma un kurdo que vende aceitunas en el bazar. Nadie puede abandonar la ciudad sin un permiso especial: antes tienen que contrastar todas las identidades. La cacería ya comenzó. Los registros en las casas, las detenciones y las redadas son continuas.

1a parte

continua en el siguiente post



 

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El ISIS explota las instalaciones petrolíferas de la región para obtener combustible y ganancias

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La tensión crece al acercarnos a un puesto de policía con el coche para preguntar por los pozos. Uno de ellos comienza a gritarnos apuntando con su Dragunov, un fusil de fabricación rusa. Notablemente nervioso, grita: «Estáis locos, no podéis venir hacia nosotros tan rápido, podíamos haberos disparados, no sabemos si sois coches suicidas».

El mismo nerviosismo puede palparse entre los miembros del ejército que patrullan las calles. En un momento un hombre de avanzada edad avanza con su bici hacía una baliza, se niega a parar, chillan hasta que el anciano se detiene y abre su chaqueta para demostrar que no lleva explosivos.

A pocos metros unos niños nos dan el alto. Han creado un check point -puesto de control- falso y juegan a dirigir el paso de los vehículos con sacos de arena y armas de madera. Los conductores paran divertidos y siguen el juego. Los chavales helados sonríen felices de lograr su cometido.

Cuando el ISIS irrumpió en la región en junio de 2014 se hizo con el control de importantes instalaciones petrolíferas, que ha estado explotando para obtener combustible y ganancias, pero ha perdido muchas de ellas recientemente a manos de las fuerzas gubernamentales. Unido a la destrucción de una filial del banco Central del Estado Islámico en Irak ha generado una crisis económica sin precedentes dentro del grupo terrorista. Esto ha conllevado que desde 2016 los combatientes hayan visto cómo su salario se reducía paulatinamente.


La pérdida de los ingresos del petróleo ha dejado a miles de yihadistas sin sueldo

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Sin petróleo no hay paga. Antes de los recortes, un combatiente local de medio nivel ganaba 350 dólares al mes, que se dividía en dos pagos. Los muyahidines extranjeros, en su mayoría provenientes de Europa y América del Norte, ocupan posiciones más altas y reciben un sueldo mayor que puede superar los miles de dólares. Además algunos reciben una «asignación familiar» para cada combatiente según el número de esposas (la poligamia es legítima) y de hijos a su cargo. En la actualidad, tras la nueva pérdida de recursos energéticos como los pozos de Qayyara, muchos yihadistas están combatiendo sin sueldo, mientras que otros han visto mermada su asignación a la mitad.

La reconquista de Al Qayyara, ciudad que estaba bajo el control terrorista desde junio de 2014, se produjo en el marco de la ofensiva militar del Gobierno de Irak para recuperar Mosul, bastión de los terroristas de Estado Islámico. Recientemente, el Ejército y las fuerzas populares iraquíes han logrado importantes avances.

La Golden División -la tropa de élite entrenada por los EEUU- ha anunciado la conquista del lado este de Mosul. La primera fase de la guerra para expulsar al Estado Islámico de la segunda ciudad más grande de Irak se acabó. Ahora viene la parte más difícil, la oriental. Conquistar la ciudad antigua, con calles estrechas y más poblada. Se cree que más de 650.000 personas viven en la otra orilla del Tigris. Será una guerra de guerrillas.

"Señor nuestro, líbranos del castigo del fuego", rezan los bomberos al caer el sol

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Cae el sol en los pozos de petróleo. El Hoyo agoniza, tan solo quedan unas brasas que enterrar. A su alrededor dominan las tinieblas, un humo espeso que te ahoga, que no te permite respirar ni ver.

Es la hora de un nuevo rezo. Abdul, Mohamed y Aiman se lavan las manos con un hilo de agua que cae de la manguera y se arrodillan en unas mantas roídas que sacan de los fardos. Frente a ellos, grandes columnas grises se erigen amenazantes. No tienen miedo, es la resaca de un día de furia. Los bomberos satisfechos de hacer avanzado en su particular lucha, se entregan a Alá. El Bendito preside el salat -rezo- del ocaso. Se postran ante su dios, su cabezas tocan el suelo. Las suras se escuchan a los lejos.

«Rabbána atiná fid duniá hasanáh wa fil ájirati hasanáh wa qiná 'adhaban nar...».

«Señor nuestro, danos lo bueno en este y en el otro mundo, y líbranos del castigo del fuego», rezan. Ellos, los bomberos, que también son muyahidines. Guerreros que combaten su propia yihad.

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"Mi primo murió tras salvar la vida de tres personas en un incendio. Pedimos que una calle de Madrid lleve su nombre"
Raúl nos cuenta la historia de su primo Álvaro. Entró en una casa en llamas con 20 años antes de que llegasen los bomberos

Raúl Sánchez quiere compartir con los oyentes de El Diario la historia de su primo Álvaro Iglesias Sánchez. "El 6 de abril de 1982, con 20 años recién cumplidos, dio su vida por los demás en un incendio en la calle Carranza de Madrid", relata. No era bombero, tan solo se encontraba en la calle en ese momento. Álvaro rescató ese día a tres personas, "de lo que era una muerte segura". Volvió a intentarlo una cuarta vez, pero las llamas le atraparon y falleció en el interior del inmueble. "Su historia es la historia de un superhéroe sin capa que un día decidió darlo todo por los demás" nos cuenta Raúl. Un gesto heroico que "conmocionó a mi familia, nos dejó muy marcados".

Tras su muerte, el Ayuntamiento de Madrid creó exprofesso la medalla de oro para homenajear a ciudadanos. Ahora, 35 años después y aprovechando el cambio de nombre de 47 calles franquistas, Raúl Sánchez intenta que una de esas calles lleve el nombre de su primo: "porque su figura incluye los mejores valores del ser humano: la bondad, la solidaridad. Sería bonito que la ciudad de Madrid pudiese dedicarle una calle".

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Busto de Álvaro en el Parque Berlín de Madrid



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Bombero llega a su casa en llamas, pero cuando oye lo que hizo su hijo ¡rompe en lágrimas!

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Los bomberos arriesgan sus vidas para salvar a otras familias en problemas. Ellos han visto la vida humana en la lucha y el dolor, pero aún así, estos héroes diariamente se meten en situaciones peligrosas para proteger a los necesitados. Su profesión y capacitación les ayuda a lidiar sin pánico con condiciones difíciles, pero ¿qué pasa si alguno de los miembros de su propia familia está en problemas? Entonces la situación se vuelve completamente diferente.

Algo similar sucedió con Jason Penwell, un bombero que tomó una llamada que llegó a través de su radio, solo para averiguar que su propia familia quedó atrapada en un incendio.

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Jason escuchó la dirección de la calle en la que vive y por la descripción de la casa, se dio cuenta que era su casa. Más tarde, cuando tomaron el número de su casa, sus temores se confirmaron.

Fue una experiencia totalmente diferente para él entrar en su propia casa para rescatar a su familia. Estaba tenso y no tenía ni idea de lo que encontraría dentro.

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Desde la distancia, pudo darse cuenta que el incendio fue bastante grave. Sus colegas trataron de calmarlo. Llegó y entró corriendo para comprobar, pero por suerte todos estaban a salvo. Vio a Trevor, su hijo, y pronto descubrió que actuaba heroicamente en esos momentos de puro terror.

Trevor se aseguró que los miembros de la familia estuvieran a salvo y luego volvió corriendo para rescatar a los perros de la familia también. Jason se sentía extremadamente orgulloso de su hijo mientras compartían un abrazo en el césped delantero.

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El daño causado a su casa era realmente malo, pero no estaba en su mente. Se sintió aliviado y feliz de ver a su familia a salvo. Más tarde, cuando la gente conoció la historia de Jason decidieron recaudar fondos para su familia. Siendo el héroe que salvó a muchas familias del vecindario, la comunidad quiso pagarle.

La respuesta fue excelente y la gente donó suficiente dinero para que la familia reparara su casa. Jason y los miembros de su familia estaban abrumados por la forma en que la gente los ayudaba, incluso sin conocerlos. Esperamos que vuelvan pronto a su vida normal.

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