HISTORIAS REALES DE BOMBEROS.

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Ser bombero, una pasión que se hereda

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Anahí Garnica y Sebastián Campos no se conocían, pero tenían mucho en común. Disfrutaban de ser bomberos y así ayudar a los demás . Crecieron alrededor de mangueras y autobombas, siguiendo el ejemplo de sus padres.

Ambos encontraron su pareja en un cuartel. Los dos murieron trágicamente cuando intentaban apagar el incendio del depósito en Barracas . Un día después del entierro con honores, los padres de Anahí y los de Sebastián aceptaron hablar con PERFIL, para homenajearlos a ellos y a los otros siete compañeros que perdieron la vida el pasado miércoles.

"Es muy dolorosa la pérdida de Anahí , pero mi hija estaría feliz de ver que luego de esta tragedia se reconocen la labor y el esfuerzo de los bomberos. Nos impactó la cantidad de personas aplaudiendo camino al cementerio. Sentí que ella estaba con nosotros y nos decía que disfrutemos del amor de la gente", confiesa su mamá Ana María.

Siguiendo los pasos de Raúl, su padre, Anahí se convirtió en la primera mujer bombero. Tenía 28 años , su marido también compartía su vocación y su hermano menor, Catriel, también está estudiando para ingresar al plantel de la Policía Federal.

"Mi hija me llena de orgullo. Pasé muchas tragedias y derrumbes, pero nunca vi algo semejante. Ella era especial y creo que gracias a esto la gente valora más nuestro trabajo", asegura Raúl, hoy ya retirado.

El hombre recuerda emocionado el día en que su hija le contó que quería seguir sus pasos. "Jamás me imaginé que una de mis hijas sería bombero, porque no había inscripciones para mujeres. Me dio mucha felicidad y admiración por su lucha. Nada la detenía. Hizo los tres años de la escuela de cadetes de la Policía Federal, donde se enamoró y, luego de recibirse, se casó ", explica Raúl, que recuerda emocionado las charlas que compartía con Anahí de colega a colega.

"Cada vez que volvía de un operativo charlábamos. En una oportunidad, había salvado a dos personas pero no logró evitar que una anciana falleciera. Estuvo dos días llorando. Le expliqué que no era culpa de ella. Estaba muy comprometida y se lo tomaba muy en serio. Sabía lo que hacía, porque estaba preparada", sostiene. Ana María se suma: "Vivió intensamente la vida, como si hubiera adivinado que iba a ser corta. Dios se la llevó muy temprano, pero vivió con calidad".

La primera vez que Sebastián Campos entró en un cuartel de bomberos fue a los seis años , de la mano de su papá Jorge. "El venía, se quedaba en la guardia y ya se notaba que sentía atracción por esto", recuerda hoy en su casa de Florencio Varela.

"Al principio yo me negaba porque sabía los riesgos que podía correr", comenta Jorge, que lleva 46 años en el oficio. "Pero no pude evitarlo, lo llevaba en la sangre", dice con una mezcla de orgullo y resignación. Compartieron el primer incendio cuando Sebastián tenía 18 años. "Al llegar se mandó primero. Yo quise cuidarlo y lo saqué del peligro. El se enojó, pero así se empieza en esto", sigue recordando el hombre, que también transmitió su vocación a sus otros dos hijos, Lucas y Ariel, que hoy lloran a su hermano .

Miriam escucha hablar a su marido y a sus hijos de esa pasión que todos los hombres de la casa comparten. Pero confiesa que en estos momentos ella no siente orgullo, tiene bronca. "¿Dar la vida por ser héroe? No. Yo ahora no siento orgullo, tengo rabia, impotencia. El que quedó abajo de los escombros es mi hijo . Es tan injusto", afirma.

Miriam no puede dejar de recordar la última conversación que tuvo con Sebastián. Fue el martes pasado. "Apagá tu radio, tu teléfono. Buscá un trabajo normal. Cambiá de vida, hijo, por favor", le dijo. Y él respondió: "Yo te re amo mami, pero dejame hacer esto, que es mi vida. Quedate tranqui que no pasa nada. Pero si muero, prefiero que sea en un incendio".

Tanto Miriam como Jorge aseguran que sintieron que algo andaba mal cuando vieron en el noticiero el incendio. Jorge se enteró cuando llegó al hospital Argerich. "Yo tuve que avisarle a mi esposa. ¿Cómo se le dice a una madre que murió su hijo? Respiré hondo y se lo dije. Después tuvieron que medicarme", dice.

En medio del dolor, los Campos aseguran que ahora se dedicarán a contarle a Sofía, la hija de Sebastián, quién era su papá . "Estoy orgulloso de mi hermano. Me sorprendieron un montón de mensajes no sólo de sus compañeros, sino de mucha gente que él había ayudado", dice Lucas. "Era tan fanático de Racing que al perro le puso ‘Mostaza’. Quiero recordarlo como un tipo que tenía sentido del humor pero también carácter; las cosas injustas lo superaban. Con mi viejo vamos a arreglar el Falcon que tenía desarmado en el cuartel. Queremos hacerle el homenaje. Se lo merece".


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Recordando la historia del primer mártir de bomberos en Chile

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Esta es la historia de una vieja y olvidada placa de color blanco, escondida entre afiches y rayados en la ciudad puerto. La historia del primer hombre que murió intentando apagar las llamas en el ingrato Puerto de Valparaíso. A través de un historiador, y recordando el trabajo de los miles de voluntarios a lo largo de Chile, rescatamos la vida y obra del primer mártir de bomberos en el país.


De color blanco hueso, la placa que está al lado del Pub-Bar La Máscara en Valparaíso, pasa siempre desapercibida. Puesta en el sector de Plaza Aníbal Pinto, uno de los lugares más “carreteros” del puerto, la solitaria placa que recuerda al primer mártir de bomberos se luce sin pena ni gloria, justamente en el histórico edificio que hace 156 años ardió por primera vez en llamas en una ciudad en pleno desarrollo.

Los últimos incendios en la Quinta Región llevan a recordar a este bombero, y más allá, a la gran labor de los bomberos de Chile en este accidentado principio de año. La humilde placa recuerda a Eduardo Farley, el primer mártir de bomberos de Chile, que cayó “en el cumplimiento del deber el 13 de noviembre de 1858”, según reza el pequeño homenaje.

EL VALPARAÍSO QUE DEJÓ DE EXISTIR

Corría la mitad del siglo XIX. Lo que hoy conocemos como Plaza Aníbal Pinto, se llamaba Plaza del Orden y la calle Esmeralda se llamaba calle El Cabo. En aquel tiempo, este era el centro neurálgico del comercio porteño. Y justo ahí se encontraba el club más concurrido: el Club Inglés o Club Unión, creado por los anglosajones que añoraban sus tradiciones.

Según datos históricos, este fue uno de los incendios más grandes que se ha registrado en Chile. Ocurrió cerca de las 10.30 de la mañana. Enormes lenguas de fuego salieron por la chimenea consumiendo progresivamente las tiendas contiguas hasta llegar a la imprenta de El Mercurio.

Este incendio se produjo en pleno auge de Valparaíso. Eso lo sabe muy bien, Jorge Garín Jiménez, un historiador de la PUC, bombero de la Quinta Compañía de Valparaíso y actual profesor de la Universidad de Valparaíso (UV). El autor de la “Historia General de Bomberos de Valparaíso” (1998) es probablemente quien más sabe de sobre es noble institución.

“Valparaíso fue la muestra de una urbe floreciente. Estaban instalados los europeos, porque sabían que era el primer puerto del Océano Pacifico. Le ganábamos a San Francisco de California. Como el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos permitían pasar a los buques, nos llegaban los productos de la revolución industrial y nosotros vendíamos nuestros minerales”, contextualiza el historiador Jorge Garín. Y agrega: “el puerto era una metrópolis con un comercio bullente. El Presidente de aquella época, Manuel Montt decía que la sociedad completa de Valparaíso era un ejemplo para el país”.

En este crecimiento surgieron, junto con la urbanización, las primeras diez compañías de bomberos. Una necesidad debido al aumento de población y por ende, el aumento de los incendios fortuitos. La institución bomberil fue creada por el intendente Manuel Blanco Encalada, quien fuera diplomático en París, pero que al volver pidió expresamente hacerse cargo de la intendencia porteña. En ese entonces se crearon la bomba Francesa y la que actualmente es la Décima, conocida como “La Americana”, fundada en 1851. El mártir Eduardo Farley pertenecía justamente a esta bomba. “Farley envuelto por el fuego y la caída de una muralla le arrebató la vida. Es el primero y respetado por todo Chile. El mostró sus condiciones y capacidades. Fue un héroe”, dice el historiador, cuyo abuelo perteneció a estas primeras compañías de bomberos.

EL PRIMER HÉROE

Gracias al fuerte viento que corría aquel 13 de noviembre de 1858, el fuego se expandió rápidamente, acabando con cuatro cuadras completas de edificios, desde calle Edwards hasta calle El Cabo, hoy Esmeralda; a Plaza del Orden (hoy Aníbal Pinto) y la calle San Juan de Dios, hoy calle Condell hasta calle de Bellavista, dejando a la vista las cenizas de una parte de la imprenta del Diario El Mercurio, el Banco de Valparaíso y la Fábrica de Muebles “Americana”. Hasta ese día, el puerto no había visto un desastre como aquel, con todo el centro comercial y social completamente carbonizado luego de siete horas de fuego incesante.

La voracidad del incendio estaba superando con creces la capacidad de los bomberos de la primera compañía, que había sido fundada solo siete años antes de este devastador hecho. Para lograr apagar las llamas, decidieron derrumbar una parte del edificio para que los escombros lo ahogaran, pero los fragmentos de materiales, envueltos en fuego, saltaron y expandieron aún más el incendio, que avanzó por la calle de la Ribera y San Juan de Dios.

La magnitud fue tal, que la primera compañía le entregó la tarea a la segunda para que se hiciera cargo. Esto a las 17.30 de la tarde. A esa hora, el Teniente 3º Eduardo Farley de la 1ª Cía. de Hachas Ganchos y Escaleras “Unión”, mientras insistía en combatir el fuego, cayó desde el segundo piso de una de las estructuras. Se rompió la columna y el cráneo, y agonizó dos días completos hasta que encontró la muerte el 15 de noviembre de 1858.

Tras la tragedia, el tránsito fuer cortado entre el puerto y el sector del Almendral, por la gran cantidad de escombros que quedaron del lugar, en el que abundaba el estilo Parisino en sus fachadas. La Décima compañía llevó el nombre de Farley hasta el día de hoy.

Según Garín, el presidente Manuel Montt destacó en ese entonces en innumerables ocasiones el ejemplo que era Valparaíso para el resto del país, por su auge económico y progreso industrial. Pero esta catástrofe era inédita. Luego de esta pérdida, el Presidente, junto a su Ministro del Interior, Antonio Varas, expresaron que en Valparaíso se había “inventado la guerra. Pero una guerra que no tiene muertos, sino heridos por los incendios”.

Además de la placa, la plazuela “El Descanso” lleva su nombre, al igual que la décima compañía de bomberos de Valparaíso. Desde aquella fecha, cada 13 de noviembre se rinde un homenaje a todos los mártires de bomberiles frente al monumento del bombero, en Avenida Brasil.

Tras 156 años de historia, el puerto ha cambiado su paisaje, pero lo que sigue exactamente igual es la lucha contra el fuego, que cada verano amenaza con destruir los edificios y calles que, sin duda, vieron a Farley transitar hasta donde encontró su muerte.


Fuente: http://www.laotravoz.cl/
Marysol Bustamante A.

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Secretario Roberto Price Contreras: 'La Pluma de la Decimotercera…se ha ido'

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Roberto Price o, simplemente “Sir Robert”, al mejor estilo “british”, no solía sonreír. Era más bien serio, pensativo y muy acucioso en sus análisis, razón por la cual siempre o, casi siempre, mantenía una actitud seria ante los eventos de la vida. En este contexto, se hacía sencillamente impensable que “Sir Robert” hiciera alguna broma o se escapara de su bien llevado rol de hombre firme y recto. Grande fue mi sorpresa entonces, cuando una tarde en la que trabajábamos en las hojas de servicio de algunos voluntarios, al ver algunos datos del siempre distinguido voluntario de la Decimotercera, don Oscar del Campo, Sir Robert se pusiera a imitar la voz de Oscar, con iguales gestos y modismos que él ocupaba, situación que para mí fue extraordinaria pues, luego de algunos años trabajando con Roberto, al fin descubría en él una actitud distendida, jocosa; oculta tras esa seria y recta figura de bombero de antaño que hoy, en 2014, se hace casi imposible de encontrar.

Don Roberto Price Contreras, había sido diagnosticado en su juventud con una extraña enfermedad. Era un deterioro progresivo y generalizado de sus músculos, que a temprana edad lo había restringido al uso de muletas y posteriormente a la silla de ruedas. Roberto, se negaba tenazmente a ser derrotado por la enfermedad, desafiándola constantemente ocupando medicamentos alternativos. Nunca permitió que los estragos de esta cruel enfermedad, alteraran su notable, profesional, ejemplar y brillante desempeño en el cargo de Secretario de la Decimotercera, cargo que desempeñó por más de cuarenta años y hasta el fin de su vida.

No era fácil trabajar en secretaría al ritmo de Roberto. Su enfermedad, que muchas veces le demandaba estar horas y horas postrado en una cama soportando fuertes dolores, le permitió desarrollar una inusual habilidad en el cálculo matemático mental. Del mismo modo, tenía una acuciosidad muy especial en sus análisis, dignos de una investigación policial. Quizás por eso, en más de alguna oportunidad me corregía acuñando la frase: “elemental mi querido Watson”, emulando al célebre Arthur Conan Doile en su novela Sherlock Holmes.

Roberto aun no era voluntario cuando la Decimotercera se encontraba en sus primeros años de vida en la avenida Antonio Varas (luego de haber nacido en calle Sta. Beatriz). Este joven de apellido inglés y semblante europeo, mantenía una amistad de hacía muchos años con el Ayudante de la Trece de aquel entonces. En sus tiempos libres, acostumbraba asistir a su amigo Ayudante en los cálculos y confección de los partes y listas de los diferentes actos. Roberto, quién no escondía su admiración por la labor desempeñada por los bomberos, daba por descartada la posibilidad de postular a la Trece más aún, cuando su enfermedad, ya mostraba algunos signos en su delicado cuerpo. Con el tiempo, prácticamente toda la labor en la ayudantía era desarrollada por Roberto, situación que llegó a oídos del Director de la época quién no solo no se opuso a una postulación, sino que además, insistió en que el joven y serio amigo del Ayudante, iniciara a la brevedad los trámites de rigor para ser un voluntario de la Decimotercera. Es en esta forma como don Roberto Price ingresa a la Compañía de Providencia, iniciando además la etapa más maravillosa de su vida, y en la que concentrará toda su energía en llevar a la perfección los libros de la Secretaría de la Trece.

Roberto Price Contreras, Sir Robert, ya inició ese camino que para todos es desconocido. En esa pequeña mesa de mantel blanco, estará por siempre la pluma y el libro esperando el acta de su Secretario. De igual forma, para siempre estará el recuerdo de este hombre de bien que grabó su nombre en la Decimotercera y en la mente y corazón de quienes tuvieron la fortuna de estrechar su mano.


Alejandro Peñaloza Solar
Voluntario de la Sexta.

http://www.bombadecima.cl/
 

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Cuando la rutina se volvió a crisis

Misión de calor abrasador, la pérdida de agua, hornos condenada bomberos

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En las horas antes de morir, la vida de Edward J. Walsh Jr. y Michael R. Kennedy no podría haber sido más común. Corrieron a una falsa alarma en el Back Bay. Hicieron una carrera supermercado con otros dos bomberos para el cercano de Shaw para recoger las pechugas y los muslos por su próxima comida. Kennedy lazed en un sofá negro en la sala de TV arriba estos videojuegos en su teléfono mientras arengaba a un compañero de la estación tratando de ver una película.

Hubo un notable, aunque tal vez no es inusual, elemento para el día: el viento implacable, que soplaba con tanta fuerza que el camión de bomberos lanzó como Walsh y el bombero Dennis Keith esperó fuera de la tienda de comestibles durante el viaje de compras.

"Si tenemos un incendio hoy", dijo Walsh a Keith, "que va a ser otra cosa."


En 14:42, alguien llamó al 911 y reportó humo en un edificio de apartamentos de ladrillo.

En el fragor de la camioneta, ya que corrió por la calle Boylston, Eric Evans tras el volante, Keith llamó a Kennedy, "Mike, ¿qué quieres que haga? ¿Quieres agarrar el hidrante o la tubería? "

Keith ya lo sabía. Kennedy era un buscavidas. Le gustaban los trabajos más duros y ser el primer hombre en el edificio. Ese era el trabajo de Keith ese día. Es lo que se conoce como el hombre de tubería, que coge una manguera y va primero en el edificio en llamas. Pero Keith estaba dispuesto a ceder a su amigo.

"¿Sabes lo que quiero hacer", Kennedy respondió, sonriendo. "Quiero el tubo."

Y así se decidió. Cuando el camión se detuvo a 298 Beacon St., que estaban en un estado de ánimo de luz. No había nada más que una fina nube de humo a la deriva desde el edificio. Algunas personas caminaron casualmente. Un hombre llevaba dos maletas.

"No había nada fuera de lo normal", dijo Keith después. "Fue, como, un incendio típico."

Kennedy arrastró una manguera floja pesada hasta la escalinata y en el edificio. Walsh seguido inmediatamente detrás. Siguieron un pasillo a las escaleras y bajaron.

***

Evaluación de bombero llegó por la radio: "El fuego está en el sótano." La voz fue declinada con un toque de preocupación. "Los ocupantes de la cuarta planta de auto evacuados-off de la escalera de incendios.''

En el exterior, Keith tiró una manguera hacia una boca de unos 150 metros de distancia. La manguera que llevaba alimentaría el camión, que a su vez alimenta a los bomberos en el interior. El camión ya lleva 750 galones. Pero eso habría desaparecido en menos de seis minutos sin agua nueva que vienen de la boca de riego. Keith aún no había llegado a la boca de riego para abrirlo y conectar la manguera y comenzar el flujo de agua cuando una mujer se acercó a él, frenético.

"Ella dijo, 'Hay un apartamento de sótano y alguien podría estar en el sótano," Keith recordó. "Mi primer instinto fue ir a ver si había alguien estaba allí."

Evans - el operador de la bomba, cuyo trabajo consistía en conseguir mangueras conectadas al motor de fuego y hacer que el agua fluyó a los hombres en el interior - dijo Keith ir y dejar la manguera y él adjuntarlo.

"Yo me encargo de él'', dijo Keith Evans le dijo.

Keith agarró una barra de hierro hacha como de la camioneta y corrió hacia el edificio. Se abrió paso a través de dos puertas a nivel de jardín en un apartamento en el sótano.

"Entré en la casa y era como la luz del día'', dijo Keith. "No había nada que muestra humo. Allí no había nada que decir que iba a ser lo que resultó ser ".

Siguió mirando. Una de ellas era clara, y otro. Entonces él golpeó una puerta cerrada caliente al tacto. Había tanto calor, Keith dijo, y su formación le dijo que saliera de golpe. La apertura de una puerta puede liberar una bola de fuego.

Keith se retiró, de salir a conseguir una manguera y los comandantes de alerta externos. Estaba de nuevo en menos de un minuto, dijo. Para entonces, todo había cambiado.

***

Grabaciones de tráfico de radio describen lo que sucedió después. Una voz ahogada contundente, presumiblemente Walsh o Kennedy, llamado desde el sótano. "Alarma contra incendios" la voz gritó, llamando al centro de despacho por su nombre y pidiendo agua en su manguera. "Cargar la línea! Cargue la línea! "

La voz del despachador femenina se mantuvo estable. "Engine 33 hidrantes," ella dijo, "la carga de la línea."

La voz de otro hombre entró por la charla.

"Todo el mundo fuera de la primera planta!", Gritó en la grabación de despacho. "Todo el mundo fuera del primer piso!"

"Cargar la línea", gritó una voz. "Engine 33 cargarla!"

Luego, llegó la llamada que cambiaría el día: "Mayday Motor 33", gritó un hombre. "Mayday, motor 33. Mayday 33 Engine ".

El distribuidor mujer se hizo eco de la convocatoria, con la voz todavía incluso, llevando una firme determinación.

"Motor 33 tiene un primero de mayo," dijo ella. "En el sótano."

***

Motor 22 se lamentó por Dartmouth Street y giró a la izquierda en Beacon. Quentin Lee, de 49 años de edad, el capitán del motor, había oído hablar de la llamada de auxilio por la radio y ahora vio la escena caótica. Habían pasado pocos minutos desde la llamada inicial. Una segunda empresa había llegado. No estaba corriendo y gritando, videoclips de charla frenética por la radio.

Antes de su camioneta, incluso se detuvo, llegó una orden de un líder del comando en la escena: Obtener un "gran línea" - una manguera de dos y media pulgadas capaz de ofrecer 250 galones de agua por minuto - al sótano tan pronto como sea posible.

Lee y otros de su equipo apilados fuera del camión, de transmisión mecánica y máscaras de oxígeno se apresuró lucido y sacaron la manguera hacia una puerta del sótano en la calle, llamando de nuevo al motor para cargar la línea de agua.

Cuando llegaron al edificio, Lee se sintió furioso calor que irradia desde la puerta. La tripulación abrió la puerta y entró en viscosa, humo alquitranado. Era tan negro que podían ver nada, ni entre sí, ni siquiera el fuego. Y el calor. "No lo he hecho en mi carrera, que yo recuerde, había mucho calor en mí", dijo Lee.

Ordenó a sus hombres e intentar otro ataque, por las escaleras de la escalera de entrada a la primera planta y al sótano a través de la escalera interior.

***

"Quiero que todos los miembros de el edificio", dijo un hombre en la grabación de su expedición. "Quiero que todos los miembros fuera del edificio de inmediato."

En algún lugar en el sótano, Walsh y Kennedy lucharon.

"33 está atrapado en el sótano", dijo un hombre. "Estamos en la parte delantera del edificio. Tenemos que conseguir el agua corriente ".

El llamado fue para una tercera alarma.

"Cargar la línea!" Gritó un hombre. "Línea de carga 33 ya!"

Las mangueras de todo habían sido conectados adecuadamente, dijo Keith. Una manguera de bomberos ahora llevaba el agua desde la toma de agua a la camioneta. Otras empresas se habían unido a las mangueras del motor 33 y se bombea agua. Parecía el agua fluía en la línea que va a Walsh y Kennedy en el sótano.

Se estableció un cuarto de alarma.

"Se está poniendo caliente aquí", gritó un hombre en la radio, de acuerdo con las grabaciones de audio. "Engine 33, me estoy quedando sin agua. Me estoy quedando sin agua ".

El distribuidor mujer se mantuvo estable y sonaba tranquilizadora.

"OK 33", dijo. "Vamos a tener un poco de agua."

El distribuidor mujer repitió el mensaje.

"Ellos dicen que no tienen nada de agua y se está poniendo caliente aquí", dijo ella. "Ellos están en el sótano con dirección a la parte delantera del edificio."

La última palabra desde el interior del edificio en el despachado registrada fue ahogada y suplicante.

"Estamos en el sótano", dijo un hombre. "Ven a por nosotros."

"Engine 33", dijo el despachador femenino. "Ya vienen."

Ella se hizo eco de la declaración a través de la radio. "Engine 33 quiere saber si vas a venir a por ellos," dijo.

Un hombre respondió. "Tenemos empresas que viene en la parte delantera de la planta baja en este momento", dijo.

***

Lee, su tripulación a motor 22, y otros bomberos se trasladaron a la primera planta, llevando las grandes manguera. Apuntaron a las escaleras hacia el frente de ellos que conducía al sótano. Unos 20 metros en el interior, Lee y otro bombero tenido poco a la izquierda de oxígeno y tuvo que retirarse a cambiar. Cuando se fueron de nuevo y avanzó de nuevo hacia las escaleras hasta el sótano, Lee hizo una pausa. Podía sentir la temperatura se eleva. "Estoy ordenando chicos para realizar copias de seguridad ya que la temperatura en el edificio - Puedo sentirlo subiendo y subiendo y subiendo," dijo Lee.

Poco a poco se echaron atrás hacia el umbral del edificio, y luego volaron. Una conmoción cerebral como una bomba, el calor y las llamas estallando a través del piso. Lee y sus hombres volaron a sus pies, "las piernas se enredaron, enredan los pies", dijo.

***

"¿Estás ahí Engine 33?'' Pidió al despachador femenino.

Nadie respondió.

Por ahora, decenas de bomberos habían llegado y conectado mangueras al motor 33. Ellos estaban gritando y diciendo a Evans, el operador de la bomba, para enviar más agua. Evans dio más agua, Keith dijo, pero especuló después de que el fuego había quemado la manguera con tacos en por Walsh y Kennedy.

"Ellos estaban allí pidiendo agua", dijo Keith. "Pero estaban ahí abajo con una línea que ya estaba quemado."

En algún momento después de las 3 de la tarde, los bomberos sacaron el cuerpo de Kennedy de la parte posterior del edificio. Lo de ruedas en una camilla, buscando frenéticamente una ambulancia que había sido obligado a aparcar más de 200 metros por la calle del faro para no ser bloqueado en los coches de bomberos.

Al menos dos bomberos trataron de ejecutar dentro del edificio para encontrar Walsh, pero fueron obligados a regresar por sus colegas, quienes los envuelven en abrazos de oso para contenerlos.

En la grabación de despacho, un hombre dijo: "Las empresas van volver a entrar"

"Negativo", respondió otro hombre en la radio. "No hay empresas van en cualquier lugar. Permanezca fuera del edificio ".

El viento fuego como combustible era tan intenso que los puntos calientes se encendieron después de ser bañado por las mangueras. El edificio crujió, levantando el espectro de las vigas de piso pueden ceder.

Los funcionarios se preocuparon acerca de cuando sería lo suficientemente seguro para enviar un equipo de rescatistas dentro. Un subjefe caminaba de un lado a otro, claramente frustrado. Algunos bomberos tuvieron quemaduras en la cara y el cuello. Otros estaban de pie en un profundo charco de agua, el viento gélido mordiendo sus caras.

"Hay decenas de chicos sólo todos de pie hombro con hombro, mirando el edificio, casi con incredulidad que perdieron dos muchachos", dijo el funcionario, que habló a condición de anonimato porque no estaba autorizado a hablar con los medios de comunicación.

A eso de las 19:00, se volvieron a recuperar el cuerpo de Walsh. Un capellán fue con ellos. Los bomberos formaron dos líneas a ambos lados de la camilla fuera del edificio mientras los rescatistas lo sacaron y lo pusieron suavemente sobre ella. Los bomberos escoltaron la camilla de la parte posterior del edificio para Storrow Drive, que había sido cerrada, e izaron su cuerpo sobre una cerca de seis pies. Finalmente, su cuerpo le fue colocado en una ambulancia.

Exhausto, Keith llegó a casa a las 11 pm Abrazó a su 2-años de edad, nieto. Abrazó a su esposa. Keith recordó el momento en apenas unas horas antes, cuando se había dejado Kennedy para tomar su puesto como el primer hombre en el edificio. Se suponía que debía estar en ese edificio.

"¿Por qué yo pensaba''? Keith. "¿Por qué no era yo en esa bolsa para cadáveres?"

Maria Cramer, Eric Moskowitz, y Laura Crimaldi del Estado Mayor Globe contribuyeron a este reportaje
 

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La historia del "Gato" Araya, uno de los 6 fallecidos: Era bombero y había sobrevivido a un megaincendio en 2005

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Tenía 52 años y murió durante el terremoto producto de un infarto al corazón. Fernando Ruiz, su jefe y amigo, lo definió como un hombre "tranquilo, disciplinado, que nunca se metía en problemas". La lista de víctimas fatales la completan otros dos hombres, dos mujeres y una persona que no ha sido identificada.

Uno de los fallecidos es el bombero Nelson Araya Bustos , de 52 años, cuya identidad confirmó el superintendente y presidente regional de Bomberos de Chile en la Región de Tarapacá, Fernando Ruiz Moraga . El funcionario, quien se desempeñaba como bombero de la Compañía de Bomberos «Germania» N° 2 de Iquique, sufrió un infarto al corazón durante el terremoto, el que terminó con su vida.
"Quitadito de bulla"

Según contó Ruiz a "La Segunda", Araya "era un grandioso amigo, al que conocí hace muchos años, siempre sirviendo a la ciudadanía (...) Era un hombre tranquilo, callado, quitadito de bulla, que nunca se metía en problemas". El mandamás de Bomberos aseguró que el funcionario fallecido era "extremadamente disciplinado y obediente, siempre hacía lo que se le pedía".

Hace algunos años Araya había renunciado a Bomberos por la incompatibilidad que se le produjo con su trabajo profesional, pero luego volvió para desempeñarse como conductor de uno de los carros.

Mientras se encargaba de coordinar las múltiples labores y urgencias que surgieron tras el terremoto de anoche, Ruiz recordó que su compañero muerto ya había pasado por un "momento límite" el año 2005, cuando estuvo en grave riesgo tras participar de un operativo de incendio.

Araya, junto a otros tres bomberos, participó en octubre de ese año de un operativo para apagar un enorme incendio que destruyó ocho galpones de la Zona Franca de Iquique, los que se encontraban llenos de productos inflamables y juguetes que habían llegado para abastecer la Navidad de ese año. En el siniestro participaron todas las compañías de Bomberos de la ciudad.

En esa oportunidad, Araya inhaló gran cantidad de humo, por lo que debió ser internado en el Hospital Regional. Ahí permaneció internado largo tiempo, en estado crítico. "Recuerdo que estuvo mucho tiempo peleando entre la vida y la muerte. Nosotros lo acompañamos y sacamos adelante. Nunca perdió el ánimo. Era un luchador", recordó hoy Ruiz.

En esa oportunidad "El Gato" -como le decían sus amigos- debió ser trasladado al Hospital Clínico de la Universidad Católica donde se le efectuaron 4 bypass, debido al infarto que sufrió tras la afección a sus pulmones. Tras un mes en recuperación, Araya agradeció las visitas que le hicieron los voluntarios de la 15ª y 8ª Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago: "Fue muy bonito para mí recibir la visita de los voluntarios. Les agradezco profundamente", dijo en esa ocasión.
Recibirá "los honores correspondientes"

Ya de regreso a Iquique -donde continuó con su recuperación a través de ejercicios y la supervisión con un cardiólogo-, optó por dejar de trabajar apagando incendios... para no poner en riesgo su delicada salud. Fue recién en 2012 que decidió reincorporarse a Bomberos para colaborar con labores administrativas y "choferear".

Según adelantó el superintendente de la institución, Araya recibirá "los honores correspondientes" durante el funeral, "pero lamentablemente por ahora no hemos tenido tiempo para acercarnos a su familia, porque estamos absolutamente sobrepasados con lo sucedido el día de ayer".

El superintendente Ruiz, de hecho, se quejó de la mala coordinación que han mostrado las autoridades locales: "Les han facilitado recursos a casi todas las instituciones, menos a los Bomberos. Estamos haciendo lo imposible por ayudar en todo. Ayer casi se nos incendia el cuartel general, hay miles de problemas (...) Y a todo eso se suma este golpe duro de la muerte de Nelson. Es muy triste".

Fuente: La Segunda

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En cualquier ejercito profesional en donde el enemigo rodea las unidades bajo el mando de un general, ese general es al menos cuestionado en su actuar y mando.
 
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‘La Bomba que no llegó al Incendio …’

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Lunes 14 de diciembre de 1981: el carrobomba de la Quinta Compañía del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa sufre un grave accidente cuando se dirigía a una emergencia. Así lo sintieron los Voluntarios de la Quinta y así informaba la prensa al día siguiente del accidente:

“Una de las situaciones más tristes y fuertes de nuestra historia fue la colisión de nuestro carro Ford con un camión Municipal. En la oportunidad el voluntario Mauricio Kaulen sufre graves heridas en sus piernas (14-12-81). Sin embargo el espíritu quintino, reflejado en este caso en el voluntario Jorge Schueftan, quien con un enorme esfuerzo de tiempo y dinero a pesar de que el carro se dio por perdido, el año 1983, lo entrega a la Compañía completamente reparado.”
(Eduardo Wurgaft W.)


“Tres voluntarios de la Quinta Compañía de Bomberos de Ñuñoa, resultaron lesionados, uno de ellos grave, cuando el vehículo en que concurrían a un llamado en Vicuña Mackenna con Rojas Magallanes, fue interceptado por un vehículo recolector de basura de la Municipalidad de Ñuñoa, cuyo conductor, según los voluntarios, no respetó el toque de sirena con que anunciaba su paso y pedía preferencia.

La esquina de José Pedro Alessandri y Los Alerces, en la comuna de Macul, fue escenario de este accidente que comprometió a cuatro vehículos y una propiedad, en cuya reja quedó incrustado el carro bomba CBN-C5 de Ñuñoa, con su cabina parcialmente destrozada. En ella iban el cuartelero-chofer Juan Romero Díaz y los Voluntarios Eduardo Bogdanic y Mauricio Kaulén. Este último resultó con su pierna izquierda semidestrozada y debió ser trasladado de urgencia hasta la Posta 4 y de allí a la Posta Central.

El Primer Comandante del Cuerpo de Bomberos de Ñuñoa concurrió hasta el lugar del hecho y recibió amplia información de lo acontecido. Carabineros del Tránsito, dispuso la detención del chofer del vehículo municipal. Los conductores de otros dos vehículos que resultaron comprometidos en el accidente, junto al chofer municipal, debieron concurrir hasta la unidad policial para ser sometidos a alcoholemia.

A consecuencias del brusco viraje realizado por el carro bomba y por el camión recolector de basura, el primero se incrustó en la reja y el segundo volcó sobre su costado derecho. El vehículo de bomberos debió evitar además ‘aplastar’ a u Renault 5 y un furgón Subarú, los que estaban detenidos a un costado de José Pedro Alessandri, dando paso al vehículo bomberil.”
(Diario La Segunda, martes 15 de diciembre de 1981).


Colaboración: Eduardo Wurgaft Waisman – Quinta Cía ‘Bomba Israel’


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“Tres voluntarios de la Quinta Compañía de Bomberos de Ñuñoa, resultaron lesionados, uno de ellos grave, cuando el vehículo en que concurrían a un llamado en Vicuña Mackenna con Rojas Magallanes, fue interceptado por un vehículo recolector de basura de la Municipalidad de Ñuñoa, cuyo conductor, según los voluntarios, no respetó el toque de sirena con que anunciaba su paso y pedía preferencia.
 

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Historias Bomberiles: 'El asado que nunca probamos'

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Recuerdo que fue el día sábado 19 de Marzo del año 2005, un día bastante caluroso y como se acostumbraba en la 9ª preparábamos un rico asado tipo 15:00 horas. Para un “nutritivo almuerzo”.

En aquel entonces llevaba un poco más de un año de Voluntario y no habia tenido la oportunidad de combatir un incendio con voluntarios con más de 25 años de servicios, con el pasar de los años te das cuenta que la experiencia a veces te deja más que un curso teórico y práctico…

Al llamado salieron despachadas las maquinas B4-B5 y Q8, recuerdo haber escuchado en aquel entonces en mi moderna “GP300” el 0-4 de la central, que indicaba que se trataba de fuego en edificio departamento, el Capitán de Pompe France declara la Alarma de Incendio llegando al lugar (en aquel entonces los despachos de llamados estructurales todos eran 10-0).

Y ahí quedo el esperado asado sobre la parrilla, cocinándose lentamente mientras el grupo de Voluntarios tripulaba la querida “Chancha” de la Novena (cariñoso apodo a la pieza de material mayor), pie a fondo del acelerador por calle Maturana, Huérfanos, Ricardo Cumming, San pablo hacia la cordillera… de fondo el famoso Hongo! …

Alimentamos a B4 y subimos con un pitón al tercer piso con Jaime Rojas y Leopoldo Santelices (Voluntarios con más de 25 años de servicios), llegamos y un 12 con un gancho corto abre una de las puertas y Flamazo!!!


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Atacamos un par de minutos Y escuchamos que del techo gritan… Reventó!!!

Como mi experiencia en ese entonces no era muy buena, por mí me hubiese quedado tirando agüita como loco, pero me dan la orden de bajar rápido ya que en cualquier momento se nos iba encima parte de la construcción de adobe.

Bajamos los 3 pisos muy rápido y cuando llegamos abajo vemos como habia “reventado” el Incendio, habia fuego por todos lados y decidimos armar por el techo, subimos y atacamos para evitar propagación, de pronto…. No hay agua!!!

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Y vimos como compañeros de la Pompa Italia y otro pitón Novena armado en un 2° techo se envolvían de una densa capa de humo negro, les gritábamos bajen que se nos pasó y no tenemos agua, recuerdo que esos pitoneros estaban de guata sobre el techo y el denso humo los cubría cada vez más.

Cuento corto, el incendio duro más de 4 horas, se quemó un Hotel, tienda de insumos eléctricos y se derrumbó y ahora hay departamentos…

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Nos dan retirada, nuestras cotonas de cuero empapadas advirtiéndonos que tardarían por lo menos 3 días en secar y partimos al cuartel. Entonces uno de los voluntarios riendo dice: quien saco la carne de la parrilla?
Un silencio… nadie se acordó de retirar nuestro esperado almuerzo, fuimos a ver la parrilla y nos dimos cuenta que lo único que habia eran unos trozos de carne carbonizada y fría.

No pudimos disfrutar del esperado asado, pero si disfrutamos haciendo lo que más nos gusta… Apagando Incendios!


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Fuente: Relatos Segundinos - www.segundinos.cl

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Son pocos quienes quieren pasar un verano en Santiago, el calor marca la tónica diaria, la ropa pegada y el sudor se cala en cada paso, en cada palabra y en cada tono que cae… no recuerdo bien, lo que hacía ese día, Enero con cara e’ gallo puesto como farol directo sobre nuestro cuartel… la sala de tenientes de nuestra compañía, es lugar seguro para pasar la tarde… todos en los sillones, echados como jalea… nos interrumpen los tonos de la Bomba Providencia y los inconfundibles de nuestros vecinos de la séptima y de la tercera; cuando la central despacha 10-0-2… nuestras cabezas se miran en la sala y nos decíamos con la mirada… sin cruzar palabra alguna… ¡típico!, una descuido en cocina, una sartén… incluso pensé que lata, un “diez cero olla”, sin prestar la debida atención, por radio nos vamos dando cuenta que algo no era tan típico como siempre...

“Al material mayor que se dirige a Salvador y Providencia se cambia la clave a 10-0-3”… yaaaaaa?… esto no es un edificio, no es un departamento… - es la construcción que se inició con la llegada de una congregación que inició su vida junto con nuestro Cuerpo de Bomberos en 1863, La Iglesia Matriz de las Hermanas de la Divina Providencia…-

El Teniente 2do con voz clara y potente toma su radio portátil acercándola con rapidez… “De orden de 1302, proceda a dar la alarma de incendio”… la central es interrumpida de sus labores y deja caer tonos y timbres que resuenan como hinchada en un estadio en nuestros corazones curtidos… “Incendio, Salvador y Providencia, área 505, BX13, B13, B3, B1 como cascada, B14, B5, Q7, Q6 y H4”. Un pequeño error de la Central, rectificado de inmediato, el carro Haz-Mat de la Pompe France iba como cascada.

Así como en nuestros cuarteles, unos cuantos centenares de años envuelven las paredes y cobijan a las historias de los viejos… esta iglesia, cuartel de lo divino y lo dogmático, ardía en llamas de cólera y fervor… tanto así que muchos decían que era ver al diablo bailando en su interior,… sin duda una fiesta en la cual los Bomberos de Santiago no tenían invitación… no había un free pass, no habían guardias en la entrada… no eran necesarios. El que quería estar ahí dentro, ni con escapularios le darían un cover… si no viene con pitones mejor quédese afuera y haga la fila…

Solo quienes estaban en el lugar sabían lo que ocurría, nadie en sus cuarteles presagiaba que cosas acontecerían… pero una alarma, deja a todos con la radio en la mano.

A los pocos minutos, el Capitán de la 14ª Compañía ordena a la central una segunda alarma de incendio, era lo que nuestra décima esperaba, salían desde nuestro cuartel “La Chancha” B-10 y algunos minutos más tarde “El Tocino” Z-10, Don Diego Velásquez, era Capitán en aquellos años y salió a cargo con su dotación respirando hondo y fuerte,…

… ¡¡los Toros décimos presentíamos que esto era algo que recordaríamos para siempre!!...

No ahondaré en las armadas que revolucionaron el asfalto de Avenida Providencia, sería indescriptible e imposible a mi edad ya mencionar que compañía armó, con cuánto material y con cuántos pitones… sin duda alguna, ya los medios de prensa, hacían lo imposible por tener la mejor toma de lo que sin duda, hasta el día de hoy, no ha habido un símil de aquellas características…

Bomberos de Santiago trabajó en una 6ta Alarma de Incendio, jamás se ha vuelto a repetir algo similar... este era el infierno mismo, no era más que un espectáculo en el que las pupilas no tenían espacio para tanta luz que esta hoguera donaba a sus espectadores; estos valientes hombres, ya aperados en sus uniformes se camuflaban entre el humo y el fuego que no perdona.

Por calle Québec “La Chancha”, se ceñía en sus tiras, estas se incorporaron como toros bravíos, dispuestos al sacrificio, se desplegaron y llegaron a posterior de la Iglesia Matriz, pararon como murallones de concreto la fiesta, aguaron con total soltura y se mantuvieron en perfecta posición de ataque constante... pero el fuego traicionero de la historia del hombre se hacía consolidar, no quería bajar los brazos, se negaba a la tregua… este maldito infeliz que se ha llevado la vida de tantos, pareciera que no quiere más que seguir avanzando… cada vez el desgaste humano era evidente, pero el corazón tenía más para entregar, no se paró en ningún momento, jamás se dejó un pitón en el suelo… no está en la semilla del décimo.

…Había un patio que tenía a un Cristo clavado en la cruz, las llamas se acercaban como aves rapaces sobre éste, lo envolvían y no había forma alguna de mirar más la imagen, decido pitonearlo, aún a sabiendas que había mucho más que apagar que solo un Cristo… el fuego lo empezó a rodear con rapidez… de un momento a otro se esfumó el fuego junto con la cruz, pero el Cristo seguía erguido con algo menos de pintura,… me giro a mi derecha y sigo pitoneando para lograr ingresar. Con mis compañeros seguimos incesantemente el trabajo, apenas nos escuchábamos, le dije a uno de ellos que si quería pitonear, no alcancé a terminar de preguntarle y ya no tenía el pitón en las manos, recién ahí divisé dónde estaba y que tan grande era la magnitud de aquello, sin duda alguna me pregunté... cómo fue que llegué hasta acá… no había forma de ingresar, solo podíamos contener el avance, pero estacados al pasto y la tierra del patio trasero de La Matriz nos mantuvimos. …No sabemos cómo, ni por dónde, una monjita añosa se nos acerca y me dice “¡esto es obra del demonio!, con agua no podrán, no podrán hacer nada”… nos miramos con cara de… ¿qué onda?... y otras cosas más que no mencionaré… entre las pertenencias de aquella religiosa, llevaba consigo una bolsa hecha de cuero, no más grande que nuestras manos, ella la abrió rápidamente y nos muestra unas medallitas de la virgen de los milagros, eran bien sencillas, pero brillantes… nos dice con voz fuerte y segura… ustedes deben lanzarlas al fuego, si quieren apagar el fuego lánzalas, de lo contrario no podrán… si nuestras caras ya eran extrañas, creo que se nos deformaron con esta petición, sin pensarlo mucho, le recibí su bolsa,… pero meditándolo bien, me dije, bueno, si las tiro…

Con total desconfianza arrojé una medalla por la ventana contigua que teníamos,… no pasó nada,… me giro para mirar a la monjita de nuevo,… ella me grita y me dice… ¡“Niño... arrójalas con fe”!... Si bien soy creyente, creo que de la manera en que lo dijo, fue casi imposible resistirme ante tal petitorio, volví a arrojar otra medallita, esta vez, con fe,…

...Inexplicable,… ¡Oh por Dios!, dije... el fuego se hacía pequeño y débil, como un fogata… no entendíamos nada, miramos a la monjita y ya no estaba… esto se hacía confuso, con una muralla de fuego en frente y con nuestras espaldas vacías,… solo me digné a seguir lanzando las medallitas con fe y mi compañero pitoneando con todo el camino despejado por delante avanzamos decididos al acometido, no hubo más que hacer que avanzar y llegar hasta que no nos dieran más las mangueras… ingresamos al infierno, las llamas nos envolvían, pero con las medallitas nos abríamos paso a paso hasta llegar al interior de la iglesia, en el interior ardían las bancas y diversas imágenes, el santo grial enrojecido por el fuego y el calor, hacia un agujero en el altar… tiré tantas medallitas como pude, con los ojos cerrados, pedía en mi interior que esto se acabara… fue increíble, la carga del fuego descendía y cada vez era más fácil trabajar ahí… nunca nos sentimos solos, nunca estuvimos más acompañados que esa tarde,… con nuestros dos pitones éramos dueños del lugar… tanto así que logramos salir por la entrada principal de La Matriz… el fuego cedió y nosotros sentíamos ahora un fuego interior tan grande que teníamos fuerzas para seguir toda la noche…

Ya en la remoción de los escombros, tratábamos de buscar alguna de las medallitas, pero éstas no aparecían por ningún lado, solo nos quedó la bolsa de cuero para el recuerdo, no nos dimos ni cuenta cuando a las 01:47 de la madrugada, se da por finalizado el incendio…

Volveríamos a nuestro cuartel,… pero sin duda, ya no volveríamos como cuando llegamos… nunca más nos sentiríamos solos…



Escrito por “El Sugarra”

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Bomberos Voluntarios Los héroes invisibles de las noticias

Son vecinos de Berisso y Ensenada que tienen años de servicio y se animaron a enfrentar los peligros que sufre la población. Para ellos, cumplir con su tarea es la mayor recompensa

Cuando Gastón Alonso escuchó la sirena no imaginó que esa madrugada quedaría marcada en su memoria a fuego. Como todo lo que pasaría, desde entonces por su vida. Las llamas devoraban una casa y por el Handy, los Bomberos Voluntarios de Ensenada escucharon que adentro podía haber alguien. Cuando llegaron, el fuego ocupaba todo. Con el humo, no se veía nada.

Alonso y tres compañeros buscaban desesperados signos de vida. En una pieza, alcanzó a ver dos cuerpos tendidos en la cama. Ya era tarde, estaban calcinados. Madre e hija murieron como se habían dormido, abrazadas. Esa imagen se selló para siempre en su vida.

“A la noche llegué a casa, me bañé y me fui a acostar con mis hijas”, cuenta ahora Alonso. “Y sentí la necesidad de quedarme con ellas”. Hace un año y medio de tanto insistir en el varón, Alonso fue padre de gemelos. ¿Estarán a sus trece años golpeando las puertas del cuartel igual que papá? No se sabe, “bombero no se hace”, explica Alonso, “se nace”.

Como Alejandro Sabella que llevó su lema “generosidad”, “sentido de pertenencia” y “humildad”, hasta las últimas consecuencias con la selección, Leonardo Curciarello recuerda las cuatro palabras que identifican y definen al bombero: “sacrificio, abnegación, desinterés y valor”, repite de memoria

Los Bomberos Voluntarios es lo más parecido a un súper héroe de historieta que tenemos en este mundo. Ellos, al sonido de la sirena, estén donde estén, olvidarán todo con tal de salvar la vida de sus vecinos. Ellos enfrentan desde las llamas de una casa hasta se sumergen en un pozo estrecho para socorrer una persona. Se meten, como pueden, en la maraña de hierros del automóvil, hasta rescatar una mascota arriba de un árbol o enfrentarse con la muerte.

La historia de los Cuerpos

La Sociedad Bomberos Voluntarios de Ensenada se fundó el 23 de enero de 1896 y es la segunda más antigua del país. En Ensenada de 56.800 personas 100 están en el cuerpo doce son mujeres y según Leonardo Curciarello, segundo jefe del Cuerpo, por el momento “ya no hay más lugar”. La creciente población llevó a la creación de dos puestos destacamentos: Punta Lara en 1967 y El Dique en 1994.

La Sociedad de Bomberos Voluntarios de Berisso nació el 25 de abril de 1924 y ocupa el lugar 16. En 1939 se compró el terreno donde está el cuartel ahora, sobre avenida Genova. El comandante mayor es Ricardo Burgos con 31 años de servicio. En Berisso son 88 123 habitantes y tiene 101 bomberos voluntarios, el mayor número en su historia. Entre los bomberos ya hay diez bomberas: una Villa Zula, cuatro en El Carmen y cinco en estación central. El presidente es Ariel Ochandorena. Asumió en 2011. Su abuelo Juan Antonelli estuvo 42 años en ese lugar y llegó a ser el presidente de la federación argentina de bomberos.

Como Ensenada cuenta con dos destacamentos más: uno en el barrio El Carmen y otro en Villa Zula. En Bomberos Voluntarios uno puede subir de escalafón pero nunca incrementará sus honorarios. Roberto Scafati, segundo jefe en Berisso dice que hoy “el principal ingreso de bomberos sigue siendo la comunidad”.

En 1884 en La Boca se fundó la “Sociedad Pompieri Voluntari della Boca”. Eran doce voluntarios. Fue el 2 de junio; fecha en la cual hoy cse celebra el día del bombero. “Para mí es como festejar mi segundo cumpleaños”, cuenta Gastón Alonso.

En la actualidad, los bomberos voluntarios en Argentina son unos 42.000 entre hombres y mujeres y existen 900 cuerpos a lo largo y ancho del país. Aunque sólo representen al 0,1% de la población.

En los últimos diez años pasaron de participar de 16 jurisdicciones a las 23 provincias. Y se han duplicado la cantidad de voluntarios ya que a comienzos de 2000 eran solo unos 20 mil. El cuerpo de Bomberos Voluntarios interviene en el 85% de las emergencias en todo el país.

Como Alejandro Sabella que llevó su lema “generosidad”, “sentido de pertenencia” y “humildad”, hasta las últimas consecuencias con la selección Argentina, Leonardo Curciarello recuerda las cuatro palabras que identifican y definen al bombero voluntario: “sacrificio, abnegación, desinterés y valor”, repite de memoria.

El futuro

La tecnología cambió todo. Y también cambió el trabajo y el día a día del bombero. Por ejemplo, en algo básico y fundamental como las mangueras. Antes las mangueras eran de lino y cáñamo. En el destacamento de Ensenada hay una torre de 46 metros donde hace tiempo, una vez terminada la tarea, se colgaban las mangueras para secarse. Aún se utiliza aunque ahora esa altura es aprovecha, sobre todo, para hacer las practicas con cuerdas. La tecnología y la calidad de la materia prima cambió y las mangueras ya vienen de silicona con caucho, que, según explica Jonathan Melian -bombero de Ensenada- “las hizo más resistentes”.

Hoy con la tecnología que tienen los bomberos, un incendio de pequeña dimensión -una casa chica- se puede extinguir en una hora.
 

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La calle se mueve

Roberto Scafati dice que en la década del 80, del siglo pasado, las estadísticas indicaban que de 10 llamados, 9 eran por incendio y 1 solo por accidente. “Eso ha cambiado muchísimo”, dice Scafati.

Los bomberos hoy son parte fundamental de la preservación y el cuidado ciudadano en esta vorágine de las ciudades que crecen como hongos. Y sin quererlo, a los bomberos les toca poner orden en el caos. En esta locura vial, según las últimas estadísticas en los accidentes de tránsito local mueren al menos de diez personas por mes.

Lejos de los flashes, detrás de cada accidente, habrá un bombero sacando cuerpos atrapados del auto, apagando el fuego, desviando el tránsito, socorriendo alguna victima y conteniendo a los familiares. Y también les ha tocado enfrentarse a nuevas modalidades vandalicas. Como los “quema coches” que irrumpieron en el escenario regional en 2012 y llevan un promedio anual de 90 vehículos incendiados.

En la calle, “la institución de bomberos es la más representativa y respetada”, afirma el segundo jefe de bomberos de Ensenada. Sin embargo, la violencia social no los esquivó.

“Nos llamaron por un incendio de vivienda, en el barrio El Molino, en Punta Lara. Empezamos a trabajar y sentí que caían unas piedras. “Salí salí”, le gritó Jonathan a su compañero. Había pensado que el techo se derrumbaba. Cuando salieron era a ellos a quienes estaban apedreando.

El incendio de la casa al parecer había sido provocado intencionalmente por los vecinos ya que en ese lugar viviría un supuesto asesino. “Nos habían roto todo el autobomba: vidrios, balizas, puertas y mi compañero terminó con una pierna quebrada”, dice Jonathan Melian y concluye: “Fue un caso terrible”.

Ser bombero es estar en guardia las 24 horas. Como Roberto Scafati que vive todo el año con el Handy prendido. “Es cierto que te aleja de los tuyos pero también te acerca a otros”, reflexiona Roberto pensando en el tiempo que la responsabilidad le quita para poder estar con su familia y amigos. Y para colmo, las vidas que salvan no figuran en las estadísticas.

Un bombero no se jubila, pasa a reserva. De ser necesario esa persona con más de 30 años de servicio activo se quedará en la fuerza para dar la mano que sea. Como Luis Jorge (93) de Berisso. Este bombero tiene 75 años de servicio. 15 menos que toda la historia del cuartel de bomberos de Berisso. Ingresó como cadete el 28 de julio de 1939. Desde su casa, ya casi sordo, sigue pendiente del sonido de la sirena. Cada vez que la escucha llama al cuartel para preguntar “como están los muchachos”.

Una historia de película

Jonathan Melian 34 años, 20 de servicio estuvo diez días en los incendios forestales de Sierra de la Ventana y Torquinst como refuerzo.

En 2006 le entregaron la medalla por “Acto de arrojo” al salvar a un hombre de una vivienda. Ese premio se lo otorgan al bombero que arriesga su vida por salvar otra. Se le entrega una medalla y su nombre queda grabado en una placa donde figuran todos los compañeros que recibieron ese premio. En Ensenada el último había sido en el año 1983.

A él le habían regalado una camiseta de Cambaceres. Le quedaba chica y no le gustaba el color. Ese día fue a cambiarla a un negocio cerca de casa. En 25 de Mayo y Venezuela, la esquina de su hogar, ve un tumulto de vecinos. “De una casa sale humo por las ventanas y debajo de la puerta. Iba con mi señora”.

Andá al cuartel, avisales que hay un incendio y que me metí adentro de la casa. Ah, y traeme el mameluco.

Jonathan le habla a su señora, en pantalón corto y remera.

Los vecinos no saben cómo se llama pero todos lo identifican como bombero: siempre lo ven corriendo cuando suena la sirena. De una patada, abre la puerta. En el cuartel de tanto escuchar a los “viejos” que repiten “nosotros en nuestro tiempo nos poníamos un pañuelo mojado en la boca”. Dentro de la casa se acuerda de esa historia. Saca la remera recién comprada recién, la moja en un balde de agua que estaban tirando los vecinos y se mete con eso. “Habré hecho tres, cuatro, cinco pasos, era peor que estar sin nada. Me recontra ahogué”, se acuerda.

Aunque el humo es irrespirable la casa aún se puede recorrer. Se mete en una habitación y encuentra a un hombre. Lo abraza, lo baja de la cama y cuando intenta sacarlo por el lugar que había entrado un mueble prendido fuego se cae contra la puerta y no puede salir. El hombre pesa 40 kilos más que él. Con la vida pendiendo de un hilo, le clava los dedos entre las costillas y lo arrastra para el lado de la ventana. En ese momento Jonathan vomita por el humo: se ahoga. Al estar en cuero, todo lo que cae le quema la piel.

Entonces sucede el milagro: la primera dotación y pueden sacar al hombre de la casa. La primera ambulancia traslada al señor al Hospital Cestino, Jonathan llega minutos después. “Ahí sentí que Dios rompió la ventana”, hace memoria el bombero.

Te voy a matar, te voy a matar, le gritaba el hombre desde la camilla. Al parecer, había intentando suicidarse.

Él hombre eligió la muerte. Pero él, un héroe de estos tiempos, le dio una segunda oportunidad. A Jonathan le dieron el alta en seguida y volvió al cuartel. A los minutos salió a otro incendio. Como debe ser.

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VICTOR CATO: PRESENTE, MUERTO EN ACTO DE SERVICIO EL 1 DE SEPTIEMBRE DE 1896.

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Del Libro de Guardia.

Jueves 17 de marzo de 1887



“A la una y media de hoi la campana del Cuartel Jeneral daba la señal de alarma en el quinto cuartel: el fuego se había declarado en la calle de San Miguel, número 11, casa del señor Vicente Morelli.

Nuestra Compañía fue la primera en llegar al lugar amagado y dar agua, armando jemelo para atacar el fuego por los dos costados, trepando sobre las murallas colindantes.

Se consiguió mui pronto circunscribir el fuego a sólo la casa del señor Morelli.

En este esforzado trabajo nos demoramos como una hora y media, más o menos, recibiendo momentos después orden del Comandante para que hiciéramos un corto descanso, con el objeto de hacer él con sus ayudantes, un prolijo reconocimiento del edificio incendiado.

Concluido éste, se nos dio la orden de que los respectivos Tenientes Primero y Segundo, entraran al interior de la casa, con el objeto de apagar escombros. Esta nueva orden fue recomendada por el Comandante del Cuerpo al Capitán de nuestra Compañía, en estos términos:

“ordene usted que cada uno de los Tenientes de sección de gallos, entren a apagar escombros a lo más con dos pistoneros”.

La referida orden la recibimos del Capitán tal como está expresada anteriormente, con la agregación de que nos fijaramos en un tabique que estaba un poco desplomado.

Concentrados a este nuevo trabajo, se retiraban algunas Compañías dejándonos a nosotros de guardia.

Después de haber estado apagando escombros en las piezas por espacio de unos veinte minutos, la segunda sección salió al patio. En ese momento dejó de dar agua la bomba.

De improviso, y sin que diera tiempo para abandonar el lugar, se derrumbó con gran ruido un tabique, sepultando bajo los escombros a tres queridos compañeros: Luis Segundo Jonson, Rafael Ramírez y Víctor Cato.

Al ruido producido por el derrumbe, acudimos casi todos los que nos encontrábamos alrededor de la casa, tanto bomberos como paisanos.

En mui corto tiempo pudimos conseguir sacar de entre los escombros a nuestros queridos y nunca olvidados compañeros.

Al compañero Cato se le atendió en la casa del señor Lhanklen, llevándole en seguida al Cuartel por otra comisión de bomberos, donde se le hizo la primera curación por varios doctores.

Después de habérsele hecho en nuestro Cuartel las primeras curaciones al compañero Cato, fue trasladado en camillas por voluntarios de diferentes compañías al Hospital de San Vicente de Paul, quedando a cargo del doctor Prado y al cuidado de un voluntario de nuestra Compañía.

Concluido en parte el arreglo de estas lamentables trajedias, la Compañía fue citada a una reunión especial que tuvo lugar a las nueve P.M. en la que se levantó un acta firmada por los asistentes para autorizar, todos los recursos que fueran necesarios con el objeto de atender a nuestros lamentables compañeros.”



Documento

Jueves 17 de marzo de 1887



Lamentando profundamente como bomberos y como amigos y compañeros de los que han caído en la brecha, debemos aceptar, como aceptamos desde luego con nuestras firmas, las siguientes conclusiones:

1. La curación y atención médica de los compañeros Ramírez, Cato y Johnson, corre de cuenta de la Compañía;

2. De fondos de la Compañía se invertirá hasta la cantidad de cuatrocientos pesos en dichos gastos y en pensión a las familias que tengan la desgracia de perder a alguno de sus miembros;

3. Los que suscribimos, nos comprometemos con nuestra firma a enviar las cantidades que se apuntan para ausiliar a la caja de la Compañía; y

4. Establecemos un turno de tres voluntarios que se reemplazará cada 24 horas, para atender separadamente a cada uno de los compañeros heridos.

Nota: Hay veintiséis firmas.



Libro de Guardia

Viernes 18 de marzo de 1887



A pesar de que nuestras esperanzas por la recuperación de nuestro compañeros se perdían, más o menos a la misma hora tenemos la felicidad de imponernos que el compañero Cato no está mal.

Se ha acordado que entre nosotros se haga un turno en el Cuartel para atender el servicio, como asimismo, se ha comisionado a un voluntario para que esté de centinela al lado del compañero Cato, con el objeto de prohibir hablar con él por el estado de su salud.”



Libro de Guardia

Domingo 24 de abril de 1887


Academia, ejercicio y manifestación en honor de don Víctor Cato.

Terminado este acto, se colocó nuestro material en el primer patio del Cuartel y todo el personal de la Compañía formó calle desde la puerta principal hasta el salón de honor, con el objeto de recibir al hermano restablecido.

Sin embargo nuestro compañero no pudo sanar totalmente y a medida que pasaba el tiempo su salud se deterioraba.



Libro de Guardia

Martes 20 de agosto de 1896


“Todos estos días se han recibido mui malas noticias de nuestro compañero Cato. Su enfermedad parece que llega a su término.”



Libro de Guardia

Domingo 1 de septiembre de 1896



“Hoi a las tres y media de la tarde falleció el Miembro Honorario, don Víctor Cato Velasco.”



En el momento del Incendio y derrumbe, tenía

1 año, 10 meses y 15 días de antigüedad como bombero, y transcurrieron 9 años, 5 meses con 15 días hasta el momento de su partida.

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Incendio – 7º cuartel


Santiago a fines de la década de los sesenta y mediados de la siguiente era una ciudad agradable, amistosa a pesar que ya en algunas vías, después de las seis de la tarde aparecían las primeras congestiones vehiculares, especialmente en dirección al oriente;

Andrés Bello o Costanera, Diagonal Paraguay, Irene Morales con Alameda por citar algunos puntos conflictivos.

La lentitud del flujo que habitualmente se presentaba en un cruce complicado tenía una explicación, era habitual que al trolley bus que circulaba por ese lugar, al virar para tomar dirección al oriente, se le desgancharan los toma corriente o “suspensores” como se les denominaba popularmente, produciendo la consiguiente congestión.. En honor a la verdad tales situaciones no eran para nada comparable a los “tacos” que se producen hoy en día, no, simplemente el flujo vehicular era más lento.

En ese tiempo no se hablaba de “contaminación del aire” y el tráfico lo dirigía Carabineros del Tránsito que usaba su tradicional uniforme, guantes, terciado, cinturón, todos de color blanco y el tradicional pito.

El aceleramiento de los santiaguinos no era tanto, y entre los bomberos siempre existía el tiempo para tomar un café en el Haití de calle Ahumada, lugar donde se quedaba al día con todas las últimas novedades de la Institución. Era común ver en ese café a las once de la mañana, después de almuerzo o al término de la jornada de la tarde a bomberos de distintas Compañías, no resultando extraño encontrarse de tarde en tarde con un Comandante u Oficial General. Siempre había tiempo para gozar de la conversación, y terminado el café “re’contra” conversado, los distintos contertulios partían caminando a sus cuarteles.

Uno de ellos al llegar a su cuartel, y cumpliendo con lo que era casi una tradición, subió hasta el casino para disfrutar de una paila de huevos con queso y un té, más la grata convivencia con sus compañeros.

Flamante, en la Sala de Maquinas, estaba la vieja Mack que reemplazaba a la bomba titular que estaba en el taller. Como conductor estaba el Maquinista, porque el cuartelero estaba con su día libre.

La amena charla en la mesa de los bomberos fue suspendida al escucharse el familiar repicar del directo, solo un corto campanilleo. Al volver el Maquinista, después de haber contestado, avisó, llamado completo, Marcoleta y Carmen.

¡Lo van a dar! gritó alguien, pero nadie le contestó pues ya todos partían en loca carrera hasta la terraza para mirar hacia el lugar del llamado. Un “callampón” gigante se divisaba hacia el poniente… ¡lo van a d…! empezó a gritar alguien siendo interrumpido con el sonido de la “caída” de los timbres, ¡lo habían dado!

No terminaba de escucharse por los parlantes el sonido intermitente del “chancho” y la voz de la operadora, “Marcoleta y Carmen, 7º cuartel” cuando la vieja y noble Mack ya estaba en la calle con sirena y papí funcionando y una dotación de diez bomberos.

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Ahora empieza el drama, pintoresco, anecdótico, por decir lo menos.

Uno de los tripulantes, bastante robusto, por no decir “guatón”, y ubicado en el asiento del costado izquierdo de la parte trasera (el carro bomba era abierto) bloqueaba totalmente la cajonera que llevaba los uniformes. Él, guardián nocturno, había dejado su “mono” en la máquina y se vestía tranquilamente impidiendo al resto sacar los uniformes de dotación máquina.

En medio del sonido del papí, la sirena, los garabatos que recibía el gordo para que se parara y habiendo avanzado unas tres cuadras, el motor de la bomba se detuvo y con el vuelo paró frente a un paradero de micro, que a esa hora, 19,30 m/m. concentraba a docenas de personas que esperaba locomoción.

El Maquinista conductor, sin perder la calma, grita hacia atrás, ¡a empujar!

La escena era increíble, bomberos a medio vestir empujando una bomba cuyo papí no dejaba de sonar, “callampón” a la vista. Pero no era todo, a los bomberos se sumaron a empujar todos los que esperaban micro.

El esfuerzo de todos dio resultado, unos tosidos del motor y de nuevo, ¡tripular, y al incendio!

Al parecer, el contratiempo mecánico desconcentró al conductor, pues después de haber avanzado un par de cuadras intentó virar hacia la izquierda encontrándose de frente con muchos autos: la calle tenía sentido del tránsito contrario al que pretendía entrar. Un bombero gritó hacia delante, ¡baja no más, pocos metros más allá hay una calle que va en paralelo a ésta! (por cierto no es el lenguaje que ocupó).

Efectivamente, a unos veinte metros había una calle angosta y por ahí se avanzó, para encontrarse con otra, más estrecha, y con autos estacionados a ambos lados.

¿Pasamos?, fue la pregunta que todos se hicieron. El conductor, con frialdad increíble y poniéndose de pie para conducir mejor contestó, ¡sí, pasamos!…en un lento avance, todos en silencio, escuchaban como las ruedas de los pollos de la bomba (estaban en los costados) dejaban su marca en las puertas y tapabarros de los autos estacionados…pero se llegó hasta la puerta misma del incendio.

La anecdótica historia continúa.

Detenida la bomba, el bombero a cargo gritó ¡tierra! Cada uno de los que tripulaba sabía lo que tenía que hacer, pero antes, había que uniformarse. En plena calle, muy iluminada por las llamas del incendio que consumía “por los cuatro costados” a una vieja y tradicional mueblería, los bomberos empezaron a sacarse la ropa, pero sin previo aviso la bomba partió con rumbo desconocido.

En plena calle y frente a cientos de espectadores figuraban nuestros personajes sin camisa, otros en calzoncillos, unos con cotona y casco, pero sin pantalón, etc. Debe haber parecido para los espectadores un espectáculo circense.

A medio vestir y con prendas en sus manos corrieron detrás de la bomba que estacionó un par de cuadras más allá para armar a grifo.

Las risas, las bromas no fueron impedimento para que a los pocos minutos estos bomberos estuvieran, debidamente uniformados, unos sobre el techo, y otros al interior combatiendo el fuego pitón en mano.

Ya en la madrugada, y mientras se recogía el material las bromas del recuerdo de lo vivido brotaba por todas partes y en cada uno de los bomberos quedaba esa íntima satisfacción del deber cumplido.



Tuto / Guillermo del Canto Lazo

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NO FUE DECLARADO MARTIR.

Del diario del Comandante Anselmo Hevia (Escritura de la época)

Cuerpo de Bomberos de Santiago
Febrero 27 de 1890.-
Incendio, 3er Cuartel:

A las 11.05 P.M. dio aviso la Policía de haberse declarado un incendio en la Mercería de la sucesión Briceño, calle del Puente N°5G i 5F. Se dio la alarma i las bombas acudieron con suma presteza al lugar indicado.

Desde el primer momento se notó que no había agua en ninguna de las acequias de todo el barrio entre la Plaza de Armas i el río. Corría sin embargo, en cantidad insignificante en la acequia que hai entre la calle de las Rosas i San Pablo i allí armó la bomba de palanca de la 3ª Compañía que solo pudo funcionar irregularmente.

La 4ª Compañía se encontraba con su bomba descompuesta i colocó sus mangueras en la válvula de agua potable del Cuartel Jeneral, llevando el agua hasta el incendio en cantidad insignificante.

Como el fuego tomaba cuerpo i el agua no llegaba, se ordenó a la 5ª Compañía i a la 3ª de vapor que armaran sus bombas en el río Mapocho, pero solo pudo hacerlo la 3ª colocando cuatro tiras de chorizo.

Por esta falta de agua, el fuego, que pudo ser estinguido en la misma Mercería donde apareció, no pudo menos que comunicarse a la casa N°7 perteneciente a D. Daniel Alcalde, i amenazaba propagarse al Almacén del Sr. Granello, sin que fuera posible evitarlo, a pesar de los trabajos de aislamiento ejecutados por las Compañías de Hachas i del esfuerzo de los bomberos.

Cuando el fuego apareció ya en el interior del Almacén del Sr. Granello por unas ventanillas que tiene en la división con el edificio incendiado, hubo necesidad de atacarlo, acarreando el agua en baldes durante una larga hora que demoró en llegar el agua del río o correr por las acequias vecinas al lugar amagado.

Una vez que hubo agua, pudo sitiarse el fuego con toda facilidad, hasta dejarlo casi completamente estinguido mui cerca de las 2 de la madrugada del día siguiente, hora en que se ordenó que regresaran a sus cuarteles las bombas de palanca 1ª, 3ª i 4ª de vapor i 7ª de hachas, retirándose la 5ª Compañía media hora más tarde i quedando de guardia la 2ª i la 8ª que se retiraron a las 4 de la mañana, después de apagar completamente los escombros.

Se quemó por entero la Mercería de la sucesión Briceño, sin que fuera posible salvar los objetos introducidos en ella; Sufrió deterioros el Almacén contiguo N°5E, que ocupa la Botonería de D. Manuel J. Gómez, pero quedó intacta la mercadería, aunque mojada; Se quemaron tres piezas del edificio de altos de la casa N°7 i sufrieron deterioros dos piezas de la parte baja, pero se salvaron totalmente los muebles i objetos que había en ella.

Es digno de todo elogio el esfuerzo hecho por los bomberos, sin distinción de Compañía alguna i faltando el agua, solo debido a ese esfuerzo ha podido tomar el incendio tan pocas proporciones.

Del material del Cuerpo solo sufrió la 4ª Compañía la quebradura de una de las ruedas de su bomba.

Solo hai una desgracia que lamentar: Cuando el auxiliar de la 6ª Compañía, don Elías Marticorena se dirijía presuroso por la Plazuela de la Recoleta a cumplir con su deber, fue atropellado por un coche del servicio público, que le causó una herida seria en el vientre, muriendo a consecuencia de ella a las 8 de la mañana en el Hospital de San Vicente de Paul, donde recibió toda clase de atenciones. Asistió el 2º Comandante i el cuerpo trabajó bajo las órdenes del que suscribe.

Marzo 2 de 1890.-
Funerales:

Con el objeto de acompañar al Cementerio Jeneral los restos del auxiliar de la 6ª Compañía don Elías Marticorena, atropellado por un coche del servicio público cuando se dirijía al último incendio, se citó al Cuerpo a las 9 ½ A.M. de hoi. Formado el Cuerpo con la banda de música de Cazadores, se puso en marcha el cortejo, saliendo del Cuartel Jeneral i tomó por las calles de Santo Domingo, San Antonio, Recoleta, Avenida del Rosario i del Cementerio. Al darse sepultura al cadáver, el voluntario de la 6ª don Justo Arteaga pronunció un discurso. Terminado el acto, se despidió el cortejo i se ordenó dispersar las Compañías en la puerta del Cementerio.
 

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Son muchos años pero igual duele, pero duele mas el olvido
 

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EMELINA DE RUBÉN DARÍO

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Las Bombas comenzaron a funcionar admirablemente, distribuyéndose con tino e inteligencia la magna tarea bajo la dirección de su hábil jefe. Pero, a pesar de que los primeros instantes se trató de contener el fuego, bien poco se consiguió al principio.

La confusión era terrible. A las voces de mando de los jefes, mezclábanse los gritos de angustia de las víctimas, los potentes latidos de las bombas a vapor, el ruido que hacían los muebles que desde los balcones se arrojaban y el chisporrotear de las maderas que, al devorador incendio, ofrecían abundante pábulo.

El fuego había tomado desde el principio, gran incremento, y ya, de en medio de la espesa columna de humo que en un extremo del edificio se destacaba, salpicada de innumerables chispas, veíase aparecer aterradora llama que, por instantes tomaba mayor ensanche.

Estallaban los vidrios de las ventanas, dando paso a rojas lenguas que lamían el muro ennegrecido, al mismo tiempo que caían con estrépito las vigas. Enganchadas las escaleras, subían por ellas los voluntarios.

Estimulado por la brisa, el fuego había empezado a abarcar muy basta extensión, lo que en realidad habría sucedido si no se adoptan, con la debida oportunidad, medidas para cortarlo y circunscribirlo al extremo de la manzana por donde había empezado.

De pronto oyeron los gritos de ¡Socorro! ¡Socorro! Lanzados desde uno de los balcones del segundo piso, que ya se veían cercados por las llamas.

Rápidos como el rayo, seis intrépidos voluntarios fijaron una escalera en el balcón amagado y, uno tras otro, ascendieron dos de éstos.

Llegados a lo alto de la escalera, la persona que había prorrumpido en aquellos desgarradores gritos y que era una mujer, exclamó, dirigiéndose al primero que había llegado:

-¡ Por Dios, Salvadla! ¡ Un tabique nos ha separado de súbito, y no se que hacer para liberarla! ¡ Dejadme aquí hasta que la hayas encontrado! ¡ o más bien, ayúdame a salvarla!.

El voluntario a quien iban dirigidas estas palabras, pregunto:

- ¿Dónde se halla? Señaladme la dirección.

- Del otro lado, en el fondo... ¡ Corred, por Dios! ¡ No os cuidéis de mi!... Pero, no... ¡ Seguidme! ¡ Yo os mostraré el camino!...

Por toda respuesta, el voluntario, que indudablemente era un oficial superior, hizo al que le habría seguido, y que se hallaba en el balcón, una señal.

Tomó este en sus brazos a la cuitada, a pesar de sus protestas, y descendió con ella, en tanto que su compañero y jefe se precipitaba hacia el interiora realizar, si era posible, su arriesgada empresa.

A pesar del crepitante ruido de las vigas que crujían a su alrededor, pudo, al fin, escuchar a la distancia algo como un débil gemido...

Avanzó en la dirección de donde ese gemido partía; más, ¡ Oh, desgracia! En ese momento cayó parte de la muralla, dejándolo incomunicado con el exterior y casi ahogado por el calor y el humo, siguió avanzando, no obstante hasta llegar a la puerta de la habitación en cuyo interior se oían los alaridos de terror de una mujer...

Dio un vigoroso empellón a la puerta; cedió ésta y presentóse a su vista un cuadro conmovedor.

En un aposento, a uno de cuyos extremos alcanzaban ya las llamas y que estaba lleno de humo, discurría, loca de espanto y desesperación, una hermosa joven a medio vestir y con el cabello en confuso desorden

- ¡ Salvadme! – Exclamó - ¡ Me muero!

El voluntario echó a su alrededor una mirada y un profundo pavor pareció apoderarse de todo su ser.

¿Por dónde encontraría una senda, ahora que de todos lados le rodeaba el voraz elemento?

Al cabo de un instante de terrible vacilación, decidió volver por donde había venido, pues, a medida que avanzaba al interior del edificio, comprendía que se aproximaba al foco del incendio.

Envolvió rápidamente, con el cobertor del lecho, a la joven, a fin de disimular lo ligero de su traje y tomóla en sus brazos en el momento mismo en que ésta, abrumada de terror y sofocación se desmayaba.

Volvió con su preciosa carga al punto de partida; mas, cuando no había llegado aun a medio camino, una viga le cayó sobre el hombro izquierdo, produciéndole una herida que a punto estuvo de postrarle en tierra.

Un ¡ Ay ! Sofocado fue todo lo que l dolor arrancó de el valiente bombero, y cobrando nueva energía, continuó su interrumpida marcha en medio de un calor abrazados y sintiéndose casi ahogado por el humo.

Se hallaba en el aposento por donde entrado, el cual estaba casi destruido por los escombros de la muralla que hacia el interior había caído.

El esforzado voluntario se sintió desfallecer; rodeábanle por todas partes el humo; las llamas, que ya se divisaban próximas, estaban a punto de cerrarle el paso, ; le tocaban casi, cuando un chorro bien dirigido desde el lienzo de muralla que aún quedaba en pie, por un momento desvió la dirección de las llamas, aunque aumentando el espesor del humo.

Esto vino a infundirle nuevas esperanzas y a reanimarle un tanto, permitiéndole dar voces, si bien por acento apagado ya por la asfixia.

Alcanzaron a oírle dos de sus compañeros, uno de los cuales gritó

- ¡Animo, Teniente Gavidia! ¡ Coged la cuerda!

Reanimado por la voz de aliento, pudo el heroico voluntario apoderarse del cable que le habían echado, cogiéndole primero con la mano derecha; en seguida, cuidando de que la joven, que aun continuaba desmayada en sus brazos, se sostuviera sobre el izquierdo, con lo cual la enlazaba, pudo, recurriendo a un resto de presencia de ánimo, utilizar también su siniestra y llegar, no si esfuerzo, a la parte superior de la muralla, donde lo recibieron sus compañeros.

Casi desfallecido, con serio empero la entereza suficiente para descender a sus propios pies la escalera, sin abandonar a aquella presa que acababa de arrancar a la muerte.

Un estrepitoso ¡HURRA!, lanzado por sus compañeros al divisarlo en lo alto de la escalera vino a infundirle nuevo aliento y pudo llegar hasta el fin y depositar a la joven en brazos de la afligida compañera, que había implorado por la salvación de su amiga, pasando por el más acerbo de los dolores en el transcurso de cinco minutos de tremenda incertidumbre.

Cumplido que tubo el Teniente Gavidia su misión, ni aún alcanzó a darse cuenta de las calurosas expansiones de gratitud que le dirigía la compañera de la joven a quien había salvado, ni de las atronadoras manifestaciones de sus compañeros, pues hubo de recurrir al auxilio de dos de estos, en cuyos brazos cayó desfallecido por el dolor y por la sangre que manaba de su herida y extremado por los esfuerzos sobrehumanos que la había impuesto se generosa tarea.

Pocas horas después, el incendio había sido sofocado merced a los esfuerzos combinados de los bomberos, distinguiéndose en aquella ocasión la Tercera Compañía, de que formaban parte los dos personajes que acabamos de presentar al lector.




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Emelina es la primera obra que Rubén Darío escribió en Chile, y también la primera obra que lleva por héroe a un personaje arquetípico de Valparaíso: el bombero. la novela es un folletín repleto de aventuras escritas en un curioso estilo por dos jóvenes protagonistas de su tiempo. Uno de ellos sería considerado el gran poeta de la lengua española en la primera mitad del siglo XX: Rubén Darío. el otro es buen exponente de la intelectualidad progresista de la época, la divulgación de cuya obra se vio truncada pues perteneció a los vencidos en la Revolución de 1891: Eduardo Poirier. Asesinatos, amores, incendios, festejos, mentiras, duelos e intrigas en las ciudades más internacionales del siglo XIX: Londres, París, Bruselas, Valparaíso...

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Milobombero

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Ya hay precedentes, nunca es tarde para hacer justicia. Seria interesante que algún Sextino nos ilustrara sobre la vida del Voluntario ELIAS MARTICORENA.
Son muchos años pero igual duele, pero duele mas el olvido

Tengo entendido que José Gabriel Rojas, tambien auxiliar de la sexta, sí fue declarado mártir y recordado hasta el día de hoy.

Por cierto hemos sido ingratos con los auxiliares, no se enseña sobre su figura en los cursos de historia de los bomberos, no se consideran mártires y varias otras faltas que se comenten en contra de la memoria de estos hombres, que hacían el trabajo duro, pero que eran discriminados por no pagar cuotas.

Don Antonio Márquez hablo de Jose Gabriel Rojas en su blog. http://antoniomarquezallison.blogspot.com/2011/08/jose-gabriel-rojas-miranda-auxiliar.html
 
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