La historia del incendio que consumió un millón de libros
La Biblioteca Central de Los Ángeles (EEUU) ardió durante siete horas el 29 de abril de 1986. Pero la noticia fue eclipsada porque al otro lado del planeta otro siniestro era el centro de atención: el desastre nuclear de Chernóbil. Los detalles ahora se narran en el libro La biblioteca en llamas, de Susan Orlean.
Una pérdida irreparable es poco decir. En la Biblioteca Central de Los Ángeles, en Estados Unidos, había por ejemplo, un volumen de El Quijote, de 1860, con ilustrado de Gustave Doré. Una de las páginas de la Biblia, de 1635, de Coverdale, que fue la primera traducción completa al inglés moderno y uno de los Folios de las obras de Shakespeare.
¿Qué más? Se estimaba que por lo menos había dos millones de libros, manuscritos, revistas, mapas, periódicos, atlas y discos. Además, de cuatro mil documentales, programas teatrales y 250 mil fotografías de la ciudad y 21 mil libros sobre deportes y nueve mil libros de economía. Y mucho más.
Pero el martes 29 de abril de 1986, prácticamente un millón de libros fueron consumidos por las llamas debido al incendio que afectó a la biblioteca pública, diseñada por el arquitecto Bertram Goodhue e inaugurada en 1926, ubicada en el centro de Los Ángeles, en la esquina de la calle Quinta con Flower, aprovechando la pendiente de un cerro conocido antaño como Normal Hill.
“Cuando ardió la biblioteca yo vivía en Nueva York. (…) El incendio de la Biblioteca Central no fue un asunto de escasa importancia… Fue un incendio gigantesco y furibundo que ardió durante más de siete horas y que alcanzó temperaturas que rondaron los mil grados centígrados. Más de un millón de libros ardieron o resultaron dañados”, anota la periodista y escritora Susan Orlean en su libro La biblioteca en llamas, editada por Temas de hoy, del grupo editorial Planeta. “La mayor pérdida en una biblioteca pública en la historia de EEUU”, apunta la también creadora de El ladrón de orquídeas, novela adaptada al cine por Spike Jonze en 2002.
Fuegos cruzados
Asistieron todas las compañías de bomberos de Los Ángeles. La evacuación fue efectiva al momento de comenzar las llamas: el edificio quedó desocupado en ocho minutos. Eran 400 trabajadores. Al momento del siniestro 50 bomberos sufrieron quemaduras. La biblioteca ardió durante siete horas y 38 minutos. Era el 29 de abril de 1986.
Sin embargo, el diario The New York Times entre sus titulares llevaba una de las mayores tragedias ambientales del siglo XX. “Los soviéticos declaran haber sufrido un accidente en una central nuclear”. La noticia apuntaba al accidente sucedido el 26 de abril, en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, en el norte de Ucrania, entonces parte de la URSS, a 18 km de la ciudad de Chernóbil y a 17 km de la frontera con Bielorrusia.
Recién el 30 de abril la prensa se refirió a la tragedia de Los Ángeles. Pero solo apuntaba a los detalles básicos: 22 personas resultaron heridas por el fuego y se desconocían las causas aún del incendio. Así fue como el siniestro de una biblioteca quedaba eclipsado ante el desastre nuclear de Chernóbil.
Se destinaron 19 investigadores para saber el origen del incendio. Se ofrecieron US$ 20 mil de recompensa a quien diera alguna pista. En las noticias locales comenzó a repetirse la palabra “intencional”.
Una semana después de los hechos, el diario Los Angeles Times informaba que “El jefe de bombero declara que el incendio de la biblioteca fue intencionado”. Incluso la policía tenía a un sospechoso que describió como “un hombre rubio de unos treinta años al que los empleados vieron cerca del punto de origen del incendio…”.
Ese hombre rubio era Harry Peak. Tenía 28 años. En febrero de 1987 la policía llegó a su hogar para arrestarlo.
La Biblioteca Central de Los Ángeles (EEUU) ardió durante siete horas el 29 de abril de 1986. Pero la noticia fue eclipsada porque al otro lado del planeta otro siniestro era el centro de atención: el desastre nuclear de Chernóbil. Los detalles ahora se narran en el libro La biblioteca en llamas, de Susan Orlean.
Una pérdida irreparable es poco decir. En la Biblioteca Central de Los Ángeles, en Estados Unidos, había por ejemplo, un volumen de El Quijote, de 1860, con ilustrado de Gustave Doré. Una de las páginas de la Biblia, de 1635, de Coverdale, que fue la primera traducción completa al inglés moderno y uno de los Folios de las obras de Shakespeare.
¿Qué más? Se estimaba que por lo menos había dos millones de libros, manuscritos, revistas, mapas, periódicos, atlas y discos. Además, de cuatro mil documentales, programas teatrales y 250 mil fotografías de la ciudad y 21 mil libros sobre deportes y nueve mil libros de economía. Y mucho más.
Pero el martes 29 de abril de 1986, prácticamente un millón de libros fueron consumidos por las llamas debido al incendio que afectó a la biblioteca pública, diseñada por el arquitecto Bertram Goodhue e inaugurada en 1926, ubicada en el centro de Los Ángeles, en la esquina de la calle Quinta con Flower, aprovechando la pendiente de un cerro conocido antaño como Normal Hill.
“Cuando ardió la biblioteca yo vivía en Nueva York. (…) El incendio de la Biblioteca Central no fue un asunto de escasa importancia… Fue un incendio gigantesco y furibundo que ardió durante más de siete horas y que alcanzó temperaturas que rondaron los mil grados centígrados. Más de un millón de libros ardieron o resultaron dañados”, anota la periodista y escritora Susan Orlean en su libro La biblioteca en llamas, editada por Temas de hoy, del grupo editorial Planeta. “La mayor pérdida en una biblioteca pública en la historia de EEUU”, apunta la también creadora de El ladrón de orquídeas, novela adaptada al cine por Spike Jonze en 2002.
Fuegos cruzados
Asistieron todas las compañías de bomberos de Los Ángeles. La evacuación fue efectiva al momento de comenzar las llamas: el edificio quedó desocupado en ocho minutos. Eran 400 trabajadores. Al momento del siniestro 50 bomberos sufrieron quemaduras. La biblioteca ardió durante siete horas y 38 minutos. Era el 29 de abril de 1986.
Sin embargo, el diario The New York Times entre sus titulares llevaba una de las mayores tragedias ambientales del siglo XX. “Los soviéticos declaran haber sufrido un accidente en una central nuclear”. La noticia apuntaba al accidente sucedido el 26 de abril, en la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, en el norte de Ucrania, entonces parte de la URSS, a 18 km de la ciudad de Chernóbil y a 17 km de la frontera con Bielorrusia.
Recién el 30 de abril la prensa se refirió a la tragedia de Los Ángeles. Pero solo apuntaba a los detalles básicos: 22 personas resultaron heridas por el fuego y se desconocían las causas aún del incendio. Así fue como el siniestro de una biblioteca quedaba eclipsado ante el desastre nuclear de Chernóbil.
Se destinaron 19 investigadores para saber el origen del incendio. Se ofrecieron US$ 20 mil de recompensa a quien diera alguna pista. En las noticias locales comenzó a repetirse la palabra “intencional”.
Una semana después de los hechos, el diario Los Angeles Times informaba que “El jefe de bombero declara que el incendio de la biblioteca fue intencionado”. Incluso la policía tenía a un sospechoso que describió como “un hombre rubio de unos treinta años al que los empleados vieron cerca del punto de origen del incendio…”.
Ese hombre rubio era Harry Peak. Tenía 28 años. En febrero de 1987 la policía llegó a su hogar para arrestarlo.
La historia del incendio que consumió un millón de libros - La Tercera
La Biblioteca Central de Los Ángeles (EEUU) ardió durante siete horas el 29 de abril de 1986. Pero la noticia fue eclipsada porque al otro lado del planeta otro siniestro era el centro de atención: el desastre nuclear de Chernóbil. Los detalles ahora se narran en el libro La biblioteca en...
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