CHIGUAYANTE
Para Ricardo Cisternas, un joven mexicano que por circunstancias de la vida es comandante del Cuerpo de Bomberos de la sureña ciudad chilena de Chiguayante, el terremoto del 27 de febrero pasado es la prueba más extrema que ha vivido. Cisternas, oriundo del Distrito Federal y quien llegó a Chile en 1989, pensó que esa aciaga madrugada sería una jornada más de guardia al mando de los 90 bomberos de las tres compañías a su cargo en Chiguayante, una ciudad-dormitorio colindante con Concepción. "El mexicano" o "El cuate", como lo llaman sus amigos, nunca imaginó que a las 03:34 horas del sábado antepasado, un movimiento telúrico de 8.8 grados Richter con epicentro muy cerca de esta ciudad pondría a prueba sus conocimientos y su temple. Eso lo supo en pleno movimiento telúrico, cuando el violento movimiento causaba estragos en Chiguayante, Concepción y varias ciudades de las regiones del Maule y Bio Bio, en el sur de Chile, donde quedó un panorama de devastación sin precedentes. Cisternas, cuyos padres chilenos vivieron exiliados en México a partir de 1973, salió esa madrugada a la calle a enfrentar la más grave emergencia de su vida bomberil pese a que el carro de su compañía estaba destruido, los equipos dañados y el cuartel inhabitable. "El cuate", de 30 años, aseveró en declaraciones a Notimex que "la ciudad estaba a oscuras. Sólo se escuchaba el lamento de los heridos, el estallido de los vidrios y la caída de los muroS; en el ambiente se percibía el terror de la gente que corría por las calles". "Nunca en mi vida había sentido tal sensación, aunque como bomberos estamos preparados para eso, estudiamos para eso, pero esto fue el caos", dijo, aún conmovido por los minutos vividos en su modesta Comandancia en Chiguayante Sur. Recién nueve días después del devastador terremoto tuvo su primer día libre y viajó a Concepción junto a su joven compañera Pamela Vásquez, de 22 años, quien también es bombero, y su pequeña hija Yeanny, de dos años y medio, para encontrarse con sus amigos. De hablar pausado, y con un acento mexicano perdido excepto por uno que otro modismo asimilado al habla chilena, Cisternas dice estar orgulloso de su nacionalidad mexicana y habla de México como "mi país", aunque asegura que se quedará en Chile tras la experiencia. "Más que nada me quedo por mi familia, si no hace rato me habría ido a México. Pero siempre he considerado hacer patria acá, con la salvedad de que somos de otro país, pero podemos ser un aporte a la comunidad que servimos. Además, acá echamos raíces", comentó. También, aseguró, "como comandante de Bomberos tengo responsabilidad con mucha gente y tengo muchas cosas por determinar acá en Chiguayante". Su padre, Emilio Cisternas, de 67 años y ex dirigente sindical, es otro de los motivos que tiene para quedarse en Chile, "pero México sigue presente en mi corazón", lo cual queda de manifiesto con el brillo que aparece en sus ojos cuando se refiere a su patria. Con emoción, Cisternas recuerda su natal Viaducto Piedad, en el Distrito Federal, donde vivió y cursó la primaria, además de confesarse admirador de los mexicanos Pedro Fernández, Café Tacuba y Maná. Mientras, este técnico en telecomunicaciones, que cursa el segundo año en Ingeniería en Administración de Empresas, no olvida las necesidades de sus bomberos y pide a México, en el marco de las actuales circunstancias, que apadrine a los voluntarios de Chiguayante. "En una de esas mi embajada, mi país, nos puedan apadrinar y nosotros podamos representar a México en Concepción", concluye Cisternas con una mirada triste por lo que le tocó vivir durante el terremoto de febrero pasado.
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