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Sabido es que la larga y angosta faja de territorio que tiene Chile no sólo conlleva diversos climas, sino que además la diversidad de desastres propios de la naturaleza, amén de otras calamidades producto de negligencia humana.
Es así como la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), del Ministerio del Interior, definió las 16 peores tragedias que conmocionaron a los chilenos en los últimos 50 años y los aprendizajes que dejaron.
Alberto Maturana, ex director de la Onemi, explica que el terremoto de Valdivia le enseñó al mundo que Chile es el país más sísmico del planeta y con las magnitudes más fuertes: "La necesidad obligó a formar ingenieros en construcciones antisísmicas". Fue además la primera toma de conciencia nacional de que el país debía tener un organismo preparado para asumir tales emergencias naturales. Así se forjó la creación de la "Oficina", un grupo especial y permanente en el Ministerio del Interior del cual nace la Onemi, con otro terremoto en 1965, explica la actual directora, Carmen Fernández.
Nuevas normas
Sobre el terremoto del domingo 3 de marzo de 1985 en la zona central, el profesor Maturana explica que la fuerte sacudida en la capital obligó a las autoridades a instalar una red de sismógrafos en toda esta zona. Carmen Fernández acota que las normas de construcción se actualizaron y se hicieron más exigentes desde entonces para evitar el daño y colapso estructural, especialmente en edificios y viviendas.
La erupción del volcán Hudson en 1991 significó una contaminación ambiental de proporciones por los residuos de flúor diseminados, lo que mató ganado y comprometió la vida vegetal de la zona por 40 años.
En cambio, el aluvión de Antofagasta de 1991 obligó a la construcción de obras civiles capaces de mitigar estos fenómenos, como las piscinas de decantación que se hicieron en el alto Peñalolén, Copiapó y en la misma Antofagasta, entre otros lugares.
Dos años más tarde se produjo otro aluvión en la quebrada de Macul , que mostró la transformación del canal Las Perdices en un verdadero río por las crecidas. "Eso obligó a la entubación de los canales, lo que ha resultado bien", precisa Maturana.
En cuanto al terremoto "blanco" de 1995 , la directora Fernández explica que esa emergencia golpeó a la agricultura y a la ganadería desde la Patagonia hasta Coquimbo. "Los fenómenos de La Niña y El Niño empezaron a ser estudiados con mayor profundidad por la Dirección Meteorológica y las universidades para informar y prevenir a la comunidad".
Un desastre distinto fue el incendio químico de 1995 en Lo Espejo , que forzó a la Onemi a trabajar con la Asociación de Industriales Químicos y Bomberos en el manejo y control de productos y sustancias tóxicas.
El doctor Maturana afirma que el peor año, a su juicio, fue 1997, porque al país le tocó padecer el fenómeno de El Niño entre mayo y junio, con la Panamericana cortada en 57 puntos, y más tarde en octubre sufrir el terremoto de Punitaqui. Carmen Fernández coincide en que el 97 fue el año más complejo, porque, además de las inundaciones y el terremoto, hubo severos incendios forestales en el verano y más inundaciones a fines de ese año en el norte de Chile por los deshielos.
El incendio en las Torres del Paine tuvo una repercusión internacional por el daño a una reserva de la biosfera, dice el profesor Maturana, pero recordó que los incendios forestales en Valparaíso fueron peores, ya que casi llegan a la refinería de Concón.
Sobre el terremoto de Huara en 2005 y el de Tocopilla en 2007, ambos destacan que el país ha mejorado la solidez de sus construcciones a tal punto que esos fuertes sismos provocaron una baja mortalidad, prácticamente bajo los dos dígitos.
En cuanto a la erupción del volcán en Chaitén , el ex director destaca que el país recogió la experiencia de evacuar en un corto plazo a una población de 5 mil personas para llevarlas a lugares más seguros. Carmen Fernández agrega que la lección del Chaitén es además estudiar a fondo los 500 volcanes de Chile.
Onemi busca mejorar estándar de calidad de las construcciones
La directora de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), Carmen Fernández, expresó que el país ha avanzado en forma considerable en los últimos 50 años, pero aún se está lejos para que las estructuras como viviendas y puentes en general soporten terremotos grados 8 o 9 de la escala Richter.
En materia de inundaciones, como en Santiago, la autoridad de la Onemi recuerda que la ciudad se anegaba con 10 milímetros no hace muchos años, mientras que ahora soporta bien en términos generales 30 milímetros. "Aspiramos a que Santiago tolere 50 o 60 milímetros", expresó Fernández.
Fuente
www.emol.com
Sabido es que la larga y angosta faja de territorio que tiene Chile no sólo conlleva diversos climas, sino que además la diversidad de desastres propios de la naturaleza, amén de otras calamidades producto de negligencia humana.
Es así como la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), del Ministerio del Interior, definió las 16 peores tragedias que conmocionaron a los chilenos en los últimos 50 años y los aprendizajes que dejaron.
Alberto Maturana, ex director de la Onemi, explica que el terremoto de Valdivia le enseñó al mundo que Chile es el país más sísmico del planeta y con las magnitudes más fuertes: "La necesidad obligó a formar ingenieros en construcciones antisísmicas". Fue además la primera toma de conciencia nacional de que el país debía tener un organismo preparado para asumir tales emergencias naturales. Así se forjó la creación de la "Oficina", un grupo especial y permanente en el Ministerio del Interior del cual nace la Onemi, con otro terremoto en 1965, explica la actual directora, Carmen Fernández.
Nuevas normas
Sobre el terremoto del domingo 3 de marzo de 1985 en la zona central, el profesor Maturana explica que la fuerte sacudida en la capital obligó a las autoridades a instalar una red de sismógrafos en toda esta zona. Carmen Fernández acota que las normas de construcción se actualizaron y se hicieron más exigentes desde entonces para evitar el daño y colapso estructural, especialmente en edificios y viviendas.
La erupción del volcán Hudson en 1991 significó una contaminación ambiental de proporciones por los residuos de flúor diseminados, lo que mató ganado y comprometió la vida vegetal de la zona por 40 años.
En cambio, el aluvión de Antofagasta de 1991 obligó a la construcción de obras civiles capaces de mitigar estos fenómenos, como las piscinas de decantación que se hicieron en el alto Peñalolén, Copiapó y en la misma Antofagasta, entre otros lugares.
Dos años más tarde se produjo otro aluvión en la quebrada de Macul , que mostró la transformación del canal Las Perdices en un verdadero río por las crecidas. "Eso obligó a la entubación de los canales, lo que ha resultado bien", precisa Maturana.
En cuanto al terremoto "blanco" de 1995 , la directora Fernández explica que esa emergencia golpeó a la agricultura y a la ganadería desde la Patagonia hasta Coquimbo. "Los fenómenos de La Niña y El Niño empezaron a ser estudiados con mayor profundidad por la Dirección Meteorológica y las universidades para informar y prevenir a la comunidad".
Un desastre distinto fue el incendio químico de 1995 en Lo Espejo , que forzó a la Onemi a trabajar con la Asociación de Industriales Químicos y Bomberos en el manejo y control de productos y sustancias tóxicas.
El doctor Maturana afirma que el peor año, a su juicio, fue 1997, porque al país le tocó padecer el fenómeno de El Niño entre mayo y junio, con la Panamericana cortada en 57 puntos, y más tarde en octubre sufrir el terremoto de Punitaqui. Carmen Fernández coincide en que el 97 fue el año más complejo, porque, además de las inundaciones y el terremoto, hubo severos incendios forestales en el verano y más inundaciones a fines de ese año en el norte de Chile por los deshielos.
El incendio en las Torres del Paine tuvo una repercusión internacional por el daño a una reserva de la biosfera, dice el profesor Maturana, pero recordó que los incendios forestales en Valparaíso fueron peores, ya que casi llegan a la refinería de Concón.
Sobre el terremoto de Huara en 2005 y el de Tocopilla en 2007, ambos destacan que el país ha mejorado la solidez de sus construcciones a tal punto que esos fuertes sismos provocaron una baja mortalidad, prácticamente bajo los dos dígitos.
En cuanto a la erupción del volcán en Chaitén , el ex director destaca que el país recogió la experiencia de evacuar en un corto plazo a una población de 5 mil personas para llevarlas a lugares más seguros. Carmen Fernández agrega que la lección del Chaitén es además estudiar a fondo los 500 volcanes de Chile.
Onemi busca mejorar estándar de calidad de las construcciones
La directora de la Oficina Nacional de Emergencia (Onemi), Carmen Fernández, expresó que el país ha avanzado en forma considerable en los últimos 50 años, pero aún se está lejos para que las estructuras como viviendas y puentes en general soporten terremotos grados 8 o 9 de la escala Richter.
En materia de inundaciones, como en Santiago, la autoridad de la Onemi recuerda que la ciudad se anegaba con 10 milímetros no hace muchos años, mientras que ahora soporta bien en términos generales 30 milímetros. "Aspiramos a que Santiago tolere 50 o 60 milímetros", expresó Fernández.
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