Disculpen que ponga el tema histórico sobre el edificio en cuestión cuando ardio de otra forma
Combate de la Aduana de Iquique
19 de Febrero 1891
Las tropas que asomaron en las alturas que rodean Iquique al amanecer/del día 19, venían al mando del coronel José María Soto, el mismo jefe que había conducido a Robles los refuerzos que le permitieron vencer en Huara. A raíz del triunfo, había solicitado a su superior que le permitiera recuperar a Iquique. Aunque Robles se opuso al principio, acabó cediendo; pero, en vez de emprender la operación personalmente con todas sus fuerzas, confió a Soto, a quien conocía como a sus propias manos, una columna de 250 hombres y 5 caballos. Aunque le recomendó que llevara un cañón y una ametralladora, Soto llegó sin ellos a Iquique. A pesar de que los reflectores de los buques alumbraban las alturas, Soto creyó tomar de sorpresa a la guarnición, y avanzó sin precauciones de ninguna naturaleza hasta la plaza Prat, donde recibió un certero fuego de fusilería que clareó stis filas y lo obligó a cambiar de táctica tomando posesión de los edificios que rodean la aduana.
A las 7 A.M. desembarcó el comandante Pairoa, del Taltal, con 40 hombres, con lo cual los defensores de la aduana aumentaron nominalmente a 80 hombres. pues además de ser tropas bisoñas venían armadas de rifles Beaumont. en buena parte descompuestos.
A las 8 A. M. los cañones del "Blanco" y de la "Esmeralda" empezaron a demoler materialmente los edificios que ocupaba Soto, obligándolo a abandonarlos, para situarse detrás de la aduana. interponiéndola entre sus tiradores y los buques pero dejando tropas apostadas en los desembarcaderos.
A las 9 A. M. empezaron a escasear las municiones a los defensores de la aduana. A esa hora ya estaban fuera de combate el comandante Pairoa y los tenientes Gajardo y Pacheco. Los defensores sólo contestaban con uno que otro disparo espaciado. cuando a las 11.30 A. M. llegó a la aduana un destacamento de 30 marineros que reavivó la defensa. Al mismo tiempo, desembarcaron 40 reclutas del Chañaral armados de fusiles Manlincher con municiones de carabina. que no prestaron otro servicio que calar bayonetas en las puertas y atender a los heridos.
A las 12, el incendio de unos galpones con salitre amenazó comunicarse a la aduana, que. aunque era edificio de piedra contenía mercaderías inflamables. Las municiones se agotaron nuevamente. El humo impedía que desde el "Blanco" se percibieran las señales de semáfora con que se las pedía. Merino Jarpa resolvió abandonar el edificio y batirse a la bayoneta en las casas con las tropas ya mermadas de Soto. En este trance los marineros Hidalgo y Venegas se ofrecieron para ir a bordo a pedir municiones, y aunque el último estaba herido en una pierna nadaron hasta que una chalupa de la isla los recogió. A las 2 P. M. los defensores de la aduana recibieron agua. víveres y municiones para sostenerse hasta el día siguiente.
A esa misma hora surgió otro peligro. Los incendios causados por las bombas de la escuadra empezaban a extinguirse, sin que el fuego se hubiera propagado a la aduana. cuando estalló otro en los edificios vecinos, obra de Soto según Merino Jarpa, y efecto retrasado de los disparos de la armada, según Bañados Espinosa. Esta vez las llamas empezaron a lamer los muros de la aduana pero había en los altos un depósito de agua salada y con ella se refrescaron los muros y se inundó el segundo piso. A las 3.30 llegaba otro refuerzo de municiones. Alas 4 P. M. el fuego había consumido cuatro manzanas y la aduana quedaba aislada de la ciudad. Su captura sin artillería se había hecho imposible.
Minutos más tarde. se presentaron en el edificio de la aduana el comandante de la "Warspite" y el coronel Soto, con bandera de parlamento. El primero expuso que con autorización del comandante en jefe de la escuadra y del coronel Soto, allí presente, proponía un armisticio hasta las 12 M. del día siguiente, 20 de febrero, a fin de apagar los incendios e impedir que se quemara todo el pueblo. A pesar de que Soto venía en un estado de excitación que casi costó la vida a Merino Jarpa y que hacía ilusorio todo lo que se pactara, éste, comprendiendo lo que iba a ocurrir, aceptó.
Al pactar el armisticio, Soto, cuyas tropas estaban ya reducidas a 50 hombres, quiso ganar tiempo para que llegaran los refuerzos que había pedido premiosamente a Robles. Merino Jarpa, por su lado, esperaba que le llegaran refuerzos de Pisagua y daba por hecho que el resto del destacamento de Soto y los refuerzos enviados por Robles se disolverían en el desorden que se había producido en la ciudad.
Tal como lo previó Merino Jarpa, en la mañana del día 20, Soto no contaba con más fuerzas que 130 soldados, 100 que acababan de llegar del interior y 30 de los 250 que se habían batido el día antes, mientras los congresistas estaban en situación de enviar a tierra fuertes refuerzos. Ya en sana salud, Soto se dio cuenta de su situación yen la mañana del 20 propuso a Merino un arreglo directo, que no llegó a pactarse, ofreciendo devolver en prenda de amistad. al guardiamarina Jorge Mery, el único prisionero o herido de Huara que, según aserto de los opositores, libró del repase que se siguió a la batalla. No encontrando acogida su proposición en el jefe constitucionalista, se dirigió a bordo de la "Warspite", a conferenciar con el almirante Hotham. Allí se concertó una reunión con los jefes congresistas, que dio por resultado el siguiente pacto:
"1°. Las fuerzas que están al mando del señor coronel Soto se retirarán con todos los honores de la guerra a la caleta de Cavancha, quedando la plaza en poder de la escuadra";
"2°. En este lugar la división entregará las armas y los ciudadanos que la componen quedarán en libertad para permanecer en Iquique o retirarse donde les parezca más conveniente en un transporte que al efecto pondrá a su disposición el jefe de la escuadra";
"So. La escuadra abonará un sueldo para los jefes, oficiales y tropa de la división";
"4°. Se acordó hacer extensivos estos acuerdos a la división del señor coronel Eulogio Robles, si él los acepta por su parte."
"Firmado: Jorge Montt. - Waldo Silva. - Gregono Urrutia. - Manuel Salinas. - Baltasar Camplllo. - José María Soto. Testigos: Charles Hotham. Royal Admiral. Hedwarth Zambtoll, capitán."
Merino Jarpa tuvo 27 muertos y 22 heridos y Soto, 80 bajas. Al imponerse del pacto, acudieron a Cavancha a entregar sus armas y percibir sus sueldos, además de los 130 hombres que quedaban a Soto, como 80 dispersos. De aquí que Merino Jarpa diga que se rindieron 210 soldados. El capitán Alberto Arriagada y numerosos soldados tomaron servicio en el ejército constitucionalista. Los demás se dispersaron.