El fuego (XXII) El “seguro” en los incendios
De la preocupación del hombre por su futuro, nace la necesidad de su previsión y el "seguro" ejerce de paliativo a esta preocupación. En Seguros hay que distinguir dos grandes grupos o modalidades: "seguros sobre personas" y "seguros sobre cosas" y aquí no se aseguran las cosas en si, sino el interés que une al contratante con la cosa en riesgo. y que será el objeto del seguro. La única obligación por parte del asegurado, será mantener la vigencia de su póliza contratada, mediante el pago de la prima, para que el seguro sea efectivo.
El vocablo "seguro", de la voz latina securus, tiene dos partes: "se" contracción de "sine" (sin) y "curus" (cuidado) que equivale etimológicamente a "sin cuidado". En el marco histórico, el seguro aparece en Barcelona en 1435, de un edicto en las Ordenanzas de dicha ciudad, por el cual se regula por primera vez en la historia el seguro marítimo. Este edicto sería introducido en la edición de 1494 del libro "Llibre del Consolat del Mar" y este primer seguro lo motivó la expansión mercantil catalana que precisaba de una prevención especial para los riesgos del mar. Por aquella época los catalanes comerciaban con casi todos los países europeos y mantenían cónsules en los puertos más importantes. En el siglo XV aparece el "seguro de vida" para las personas libres, seguro que se contrataba con motivo de viajes, dotes, préstamos, venta de censales, etc... y le siguió el "seguro para el artesanado". En el siglo XVI se generalizó también en Cataluña la práctica del seguro contra el pedrisco.
El primer "seguro de incendios" para mercancías surge en Burgos en 1516. En aquella época la ciudad era próspera por un comercio exterior muy activo.
La exportación de lana a Nantes, La Rochela, Bruselas, Amberes, Brujas, etc., era de gran auge y los cargamentos los recibían otros tantos comerciantes burgaleses residentes en aquellas ciudades, que con el tiempo acumularon verdaderas fortunas. De Bilbao partían los navíos cuyo puerto, desde 15 14, era el de mayor tráfico desde Bayona a Sevilla y en sus astilleros se construían excelentes buques de línea. A través de los colonos burgaleses, sus compatriotas de la península se especializaron también en operaciones de crédito, armamento de naves y seguros contra incendios. Este seguro fue exigido por los comerciantes, que recibían las mercancías, a raíz de la postura de la Iglesia, que mantenía vigente la condena del Papa Gregorio IX (1230) contra los préstamos navieros "a la gruesa", por considerar usura cualquier tipo de interés. El principal puerto del comercio de Castilla era Brujas en Flandes y su antepuerto de Slvis que formaban por entonces la capital económica de la Europa atlántica. Aunque los documentos de 1267 ya mencionan la presencia de comerciantes vascos y castellanos en aquella ciudad, tan sólo en 1484, descargaron en Slvis, 150.000 balas de lana a 10 ducados la bala y en 1545 unas 450 mil balas ya a 16 ducados la unidad, aumentando equitativamente la prima del "seguro de incendios".
En 1835 aparece en Barcelona el "seguro de incendios" para edificios. El 30 de Abril de aquel año se reunió en la Casa Consistorial un grupo de propietarios de fincas urbanas, formando una Compañía aseguradora hoy vigente, con el nombre de "Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios de Barcelona". Su Finalidad era dotar de mayor protección a los edificios asegurados, ya que por aquel entonces la brigada de bomberos a cargo del Municipio de la ciudad, atravesaba por circunstancias difíciles propias de la época. De común acuerdo los bomberos pasaron a depender de la Mutua contra Incendios y cuando un edificio no estaba asegurado, el Ayuntamiento abonaba la retribución correspondiente, reclamando a su vez a los propietarios, los gastos de extinción.
De la misma forma, el Ayuntamiento asignaba a un concejal-delegado para asistir a todas las reuniones de dicha entidad que tratasen de cuestiones relacionadas con el servicio de incendios. En 1864 se funda La Catalana, nombre genérico (de la "Sociedad Catalana de Seguros contra Incendios", hoy una de las primeras del país, y en 1865, el Ayuntamiento de Barcelona volvía a hacerse cargo del servicio de bomberos, después de treinta años de excelente labor por parte de la Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios de Barcelona. Por esta misma época se dan en Inglaterra las páginas más negras en la historia de las organizaciones contra incendios.
Tras el gran incendio de Londres en 1666, las Sociedades de Seguros reorganizan sus propios cuerpos de bomberos, ya que desde 1595, las principales Compañías londinenses ofrecen como incentivo para sus negociaciones, la protección de las propiedades por sus bomberos. Para los que deseaban asegurar sus casas esto era importante pero también lo era para los aseguradores, que a pesar del coste de las brigadas, suponía menores desembolsos por siniestro.
De 1820 a 1832 la rivalidad entre las brigadas de bomberos de las diferentes Compañías de Seguros llega al máximo. Las calles de Londres son a diario escenario de espectáculos deprimentes y bochornosos. Cada Compañía colocaba en las fachadas de sus edificios asegurados unas placas, que servían de distintivo, para que sus bomberos supiesen cuando debían actuar o dejar el fuego para la competencia. Ocurría con frecuencia, que en el barrio o zona donde se declaraba un incendio, los edificios estaban asegurados por distintas Compañías, lo que suponía la chispa que desencadenaba la tragedia. Verdaderas batallas libraban los bomberos en medio de la calle para apoderarse de las "tomas de agua", esgrimiendo en la lucha los mismos útiles que debían emplear para sofocar el fuego y otros la emprendían contra las bombas de sus rivales hasta dejarlas inservibles. Mientras el fuego lo consumía todo y la refriega terminaba con numerosos heridos.
Al fin, los, aseguradores llegaron a la conclusión de que la labor de estos hombres resultaba inútil y optaron por unificarlos. Diez de las más importantes Compañías de Seguros constituyeron en 1832 la " London Fire Engine Establishment", hasta que el 22 de Junio de 1861 un grave incendio ocurrido en la calle Tooley, cuyas pérdidas se calcularon en 2 millones de libras esterlinas, obligó al gobierno inglés a encomendar la responsabilidad de proteger la ciudad de Londres, a la Junta Metropolitana de Obras Públicas. En 1904, este nombre fue modificado por el de Brigada de Bomberos de Londres, dependiente del Municipio de la ciudad.
El "seguro de incendios" es hoy, más que nunca una necesidad vital. En el actual sistema de vida, nos priva atentar contra nuestro propio bienestar y el de la comunidad que formamos. Es también un sentido de responsabilidad ante la familia, en nuestra obligación protegerla y asegurar su futuro. Las primas de seguros no deben verse como un gasto, ya que nos libera de la preocupación del riesgo. Vivimos en nuestras casas continuamente expuestos al incendio.
Convivimos de forma estable, con infinidad de cosas factibles de iniciar el fuego y por su misma proximidad, nos sentimos indiferentes. Una mayoría de personas ven en el fuego una amenaza próxima y aunque admiten el riesgo, lo adjudican preferentemente a los demás, inconsciencia muy generalizada. En unas oficinas comerciales, por ejemplo, el jefe o propietario completará el mobiliario con "hilo musical" y plantas tropicales, pero raramente se le ocurrirá añadir un extintor.
La práctica del "seguro de incendio" debería
generalizarse, porque constituye una necesidad de primer orden. Contando siempre en que se tenga algo que proteger y otro algo con que pagar el precio de esta protección.
De la preocupación del hombre por su futuro, nace la necesidad de su previsión y el "seguro" ejerce de paliativo a esta preocupación. En Seguros hay que distinguir dos grandes grupos o modalidades: "seguros sobre personas" y "seguros sobre cosas" y aquí no se aseguran las cosas en si, sino el interés que une al contratante con la cosa en riesgo. y que será el objeto del seguro. La única obligación por parte del asegurado, será mantener la vigencia de su póliza contratada, mediante el pago de la prima, para que el seguro sea efectivo.
El vocablo "seguro", de la voz latina securus, tiene dos partes: "se" contracción de "sine" (sin) y "curus" (cuidado) que equivale etimológicamente a "sin cuidado". En el marco histórico, el seguro aparece en Barcelona en 1435, de un edicto en las Ordenanzas de dicha ciudad, por el cual se regula por primera vez en la historia el seguro marítimo. Este edicto sería introducido en la edición de 1494 del libro "Llibre del Consolat del Mar" y este primer seguro lo motivó la expansión mercantil catalana que precisaba de una prevención especial para los riesgos del mar. Por aquella época los catalanes comerciaban con casi todos los países europeos y mantenían cónsules en los puertos más importantes. En el siglo XV aparece el "seguro de vida" para las personas libres, seguro que se contrataba con motivo de viajes, dotes, préstamos, venta de censales, etc... y le siguió el "seguro para el artesanado". En el siglo XVI se generalizó también en Cataluña la práctica del seguro contra el pedrisco.
El primer "seguro de incendios" para mercancías surge en Burgos en 1516. En aquella época la ciudad era próspera por un comercio exterior muy activo.
La exportación de lana a Nantes, La Rochela, Bruselas, Amberes, Brujas, etc., era de gran auge y los cargamentos los recibían otros tantos comerciantes burgaleses residentes en aquellas ciudades, que con el tiempo acumularon verdaderas fortunas. De Bilbao partían los navíos cuyo puerto, desde 15 14, era el de mayor tráfico desde Bayona a Sevilla y en sus astilleros se construían excelentes buques de línea. A través de los colonos burgaleses, sus compatriotas de la península se especializaron también en operaciones de crédito, armamento de naves y seguros contra incendios. Este seguro fue exigido por los comerciantes, que recibían las mercancías, a raíz de la postura de la Iglesia, que mantenía vigente la condena del Papa Gregorio IX (1230) contra los préstamos navieros "a la gruesa", por considerar usura cualquier tipo de interés. El principal puerto del comercio de Castilla era Brujas en Flandes y su antepuerto de Slvis que formaban por entonces la capital económica de la Europa atlántica. Aunque los documentos de 1267 ya mencionan la presencia de comerciantes vascos y castellanos en aquella ciudad, tan sólo en 1484, descargaron en Slvis, 150.000 balas de lana a 10 ducados la bala y en 1545 unas 450 mil balas ya a 16 ducados la unidad, aumentando equitativamente la prima del "seguro de incendios".
En 1835 aparece en Barcelona el "seguro de incendios" para edificios. El 30 de Abril de aquel año se reunió en la Casa Consistorial un grupo de propietarios de fincas urbanas, formando una Compañía aseguradora hoy vigente, con el nombre de "Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios de Barcelona". Su Finalidad era dotar de mayor protección a los edificios asegurados, ya que por aquel entonces la brigada de bomberos a cargo del Municipio de la ciudad, atravesaba por circunstancias difíciles propias de la época. De común acuerdo los bomberos pasaron a depender de la Mutua contra Incendios y cuando un edificio no estaba asegurado, el Ayuntamiento abonaba la retribución correspondiente, reclamando a su vez a los propietarios, los gastos de extinción.
De la misma forma, el Ayuntamiento asignaba a un concejal-delegado para asistir a todas las reuniones de dicha entidad que tratasen de cuestiones relacionadas con el servicio de incendios. En 1864 se funda La Catalana, nombre genérico (de la "Sociedad Catalana de Seguros contra Incendios", hoy una de las primeras del país, y en 1865, el Ayuntamiento de Barcelona volvía a hacerse cargo del servicio de bomberos, después de treinta años de excelente labor por parte de la Sociedad de Seguros Mutuos contra Incendios de Barcelona. Por esta misma época se dan en Inglaterra las páginas más negras en la historia de las organizaciones contra incendios.
Tras el gran incendio de Londres en 1666, las Sociedades de Seguros reorganizan sus propios cuerpos de bomberos, ya que desde 1595, las principales Compañías londinenses ofrecen como incentivo para sus negociaciones, la protección de las propiedades por sus bomberos. Para los que deseaban asegurar sus casas esto era importante pero también lo era para los aseguradores, que a pesar del coste de las brigadas, suponía menores desembolsos por siniestro.
De 1820 a 1832 la rivalidad entre las brigadas de bomberos de las diferentes Compañías de Seguros llega al máximo. Las calles de Londres son a diario escenario de espectáculos deprimentes y bochornosos. Cada Compañía colocaba en las fachadas de sus edificios asegurados unas placas, que servían de distintivo, para que sus bomberos supiesen cuando debían actuar o dejar el fuego para la competencia. Ocurría con frecuencia, que en el barrio o zona donde se declaraba un incendio, los edificios estaban asegurados por distintas Compañías, lo que suponía la chispa que desencadenaba la tragedia. Verdaderas batallas libraban los bomberos en medio de la calle para apoderarse de las "tomas de agua", esgrimiendo en la lucha los mismos útiles que debían emplear para sofocar el fuego y otros la emprendían contra las bombas de sus rivales hasta dejarlas inservibles. Mientras el fuego lo consumía todo y la refriega terminaba con numerosos heridos.
Al fin, los, aseguradores llegaron a la conclusión de que la labor de estos hombres resultaba inútil y optaron por unificarlos. Diez de las más importantes Compañías de Seguros constituyeron en 1832 la " London Fire Engine Establishment", hasta que el 22 de Junio de 1861 un grave incendio ocurrido en la calle Tooley, cuyas pérdidas se calcularon en 2 millones de libras esterlinas, obligó al gobierno inglés a encomendar la responsabilidad de proteger la ciudad de Londres, a la Junta Metropolitana de Obras Públicas. En 1904, este nombre fue modificado por el de Brigada de Bomberos de Londres, dependiente del Municipio de la ciudad.
El "seguro de incendios" es hoy, más que nunca una necesidad vital. En el actual sistema de vida, nos priva atentar contra nuestro propio bienestar y el de la comunidad que formamos. Es también un sentido de responsabilidad ante la familia, en nuestra obligación protegerla y asegurar su futuro. Las primas de seguros no deben verse como un gasto, ya que nos libera de la preocupación del riesgo. Vivimos en nuestras casas continuamente expuestos al incendio.
Convivimos de forma estable, con infinidad de cosas factibles de iniciar el fuego y por su misma proximidad, nos sentimos indiferentes. Una mayoría de personas ven en el fuego una amenaza próxima y aunque admiten el riesgo, lo adjudican preferentemente a los demás, inconsciencia muy generalizada. En unas oficinas comerciales, por ejemplo, el jefe o propietario completará el mobiliario con "hilo musical" y plantas tropicales, pero raramente se le ocurrirá añadir un extintor.
La práctica del "seguro de incendio" debería
generalizarse, porque constituye una necesidad de primer orden. Contando siempre en que se tenga algo que proteger y otro algo con que pagar el precio de esta protección.