Si logra visualizar este panorama, seguramente podrá coincidir conmigo: Malvinas fue una verdadera gesta y los "chicos de la guerra" lejos de serlo, fueron soldados que soportaron estoicamente las inclemencias de las islas y pelearon hasta agotar sus energías y municiones. Y por favor, no es necesario que me crea, sólo hace falta leer alguna bibliografía inglesa y descubrirá la bravura de nuestros hombres.
La logística pretende acompañar al soldado para que nada le falte, comida, agua, calzado, remedios, munición, baño y algunos rubros para su bienestar (cigarrillos, chocolates, etc.) y todo aquello que puede necesitar para cumplir con su tarea. Claro que Malvinas nos presentó una realidad bastante diferente, bastante cruel.
Es importante destacar que no todos padecieron las mismas penurias, algunos más, otros no tanto. Aquí cuento lo que nos tocó vivir a nosotros, soldados, suboficiales y oficiales del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano; lo que cada día de la guerra nos fue enseñando y lo que hicimos para sobrevivir y más aún, para mantener nuestro entusiasmo y trabajar, en algunos casos, las 24 horas.
Como siempre ocurre con el tiempo transcurrido, haciendo que la historia vaya alimentando mitos, nos obliga a habilitar la memoria y poder escudriñar así aquellos días y darnos cuenta que eran eso, "sólo mitos".
Por eso a nosotros nos resulta reconfortante contar y escribir la historia desde la experiencia directa de la guerra, desde el papel de protagonista que sin duda da por el piso cualquier historia fantástica que aún hoy se continúa tejiendo.
Hoy, si me permite, quiero confirmarle que para las tropas inglesas, no fue un paseo, sufrieron tanto como nosotros. Los libros ingleses lo confirman. Y si no es adicto a la lectura, bastará con que vea la película "La dama de hierro", en los 10 minutos que dura Malvinas en el filme, usted podrá comprender el verdadero dolor que produce la guerra.
Basta con observar la cantidad de muertos y heridos, los hombres con "pie de trinchera", las peleas por encontrar un calzado argentino y poder desprenderse de las botas de combate que no eran las adecuadas para Malvinas, con este panorama, le puedo confirmar y sin temor a equivocarme que los soldados ingleses no la pasaron bien. Y peor aún, tampoco hoy la están pasando bien, a juzgar por la cantidad de suicidios que provocó la posguerra (según un informe publicado en el diario La Nación, superan los 350 casos).
Lamentablemente también a nosotros nos llegó este flagelo de la guerra, más de 400 hombres perdieron la vida, después del 14 de junio, según el último dato vertido desde el mismo Gobierno.
¿Qué nos espera?
En todos los auditorios que he recorrido, desde Misiones hasta Río Gallegos, me preguntaron lo mismo: ¿Es verdad que la comida llegaba fría?
Señora, señor, nosotros estuvimos ahí y esto que va a leer no me lo contó nadie, lo vivimos en carne propia. ¿Quiere saber la respuesta?
¡Sí! Es verdad, en muchos casos la comida llegaba fría.
Ahora les ruego, pregúntenme, ¿por qué?
Entonces puedo contarle cómo organizamos en nuestro Regimiento 3 el racionamiento de nuestros soldados y cuadros. Recuerde que teníamos que alimentar a 1000 hombres en un frente de 10 kilómetros que daba al mar, así que ante este panorama nos vimos obligados a tomar una decisión que nos parecía la más adecuada, a la hora de distribuir la comida.
Las tropas que estaban cerca del Rancho (lugar donde se prepara el racionamiento) venían caminando hasta el lugar y retiraban su ración, algunos de manera individual y otros por equipos, el resto del Regimiento, unos 400 hombres que habían ocupado posiciones a más de tres kilómetros de Puerto Argentino, eran abastecidos por nosotros con un camión que trasladaba una cocina rodante. Este sector del Regimiento fue quien más sufrió la escasez de medios.
Nuestras cocinas rodantes, sólo podrían transitar por el camino y no a campo traviesa, y era necesario que el soldado se acercase con su cilindro de acero inoxidable y retirara la cantidad de raciones para todo su grupo. Desde ahí caminaba en algunos casos más de 2000 metros hasta llegar a las posiciones donde ansiosos esperaban sus compañeros, en un ambiente geográfico como el de Malvinas, con lluvia, viento y frío.
Se podrá imaginar que era casi imposible que la comida pudiera llegar caliente.
Logística es un área muy sensible y afecta rápidamente la moral del soldado cuando las cosas no salen como uno las planifica. Y Malvinas demostró, una vez más, que esta área es un engranaje importante dentro de la maquinaria militar.
Tuvimos muchos problemas logísticos, es verdad, pero en nuestro caso, los fuimos solucionando con creatividad, con sentido común, y lo logramos, claro que no con la calidad que exigían las circunstancias.
Este panorama que le estoy presentando, lejos de pretender ser la historia de un gran fracaso, quiero pedirle que se anime a verlo de una manera diferente, como la historia de un gran éxito, porque mis 30 soldados, cuatro suboficiales y yo lo vimos así y le ruego aquí una cuota de indulgencia en estos párrafos.
Porque cuando no había agua, el soldado Lievana siempre encontraba una canilla en Puerto Argentino, aunque las agujas del reloj marcaran las dos de la mañana. Usted sabe muy bien que sin agua, nada es posible, menos aún preparar comida para 1000 hombres.
Porque cuando nos quedamos sin leña y después sin "maderitas" de las que habían adornado las prolijas cercas de los kelpers, el soldado Olate, hacía fuego con tierra. Si, leyó bien, fuego con tierra.
Olate se levantaba a las dos de la mañana para comenzar el fuego, para lograr hervir el agua y tener una rica sopa "fuerte" a las nueve de la mañana, para eso, su faraónica obra consistía en empapar cada trozo de tierra (turba) en gasoil y ponerlas debajo de las ollas, para luego encenderlas.
Esa turba daba un fuego, que no era el fuego que queríamos, pero era lo único que había.
Porque el entusiasmo que había en nuestro equipo de trabajo era contagioso quizás por la personalidad del soldado Albornoz, o el soldado Salomón, que se sumaban al esfuerzo y espíritu que cada suboficial, a su manera sabía transmitir.
Nuestro equipo de trabajo cocinó "hasta el último día", como lo recuerdo en aquel campo de prisioneros en el aeropuerto de Puerto Argentino, los soldados ingleses y algunos periodistas se acercaban a ver nuestra humeante cocina rodante preparando una comida. Cocinamos hasta cuando no teníamos los medios, como nos pasó cuando recién pisamos emocionados nuestras islas Malvinas.