Version Peruana de los Comabates Navales de Iquique y Punta Gruesa

Nacho

Comandante de Guardia
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Dejo con ustedes la version Peruana de los Comabates Navales de Iquique y Punta Gruesa
Relato de Molina sobre Iquique



La siguiente relación del combate de Iquique, aparece mutilada en la recopilación del primer tomo de Pascual Ahumada en los párrafos finales, con el siguiente texto "De esta narración está suprimida la última parte por ser de poco interés y hallarse escrita bajo la impresión que produjo en los peruanos la pérdida de la Independencia."


Pero la versión completa fue publicada originalmente en el diario El Comercio, y aparece en el Libro Las Dos Esmeraldas, de Benjamin Vicuña Mackenna.


"Relación del Combate de Iquique, publicada en "El Comercio" de esa ciudad, por su redactor don Modesto Molina, testigo presencial.


Con el objeto de que nuestros .lectores puedan comunicar al exterior algunos detalles sobre el combate de ayer, nos apresuramos a dar el presente boletin.

A las 7 y 15 de la mañana se avistaron dos buques que venían del norte, a los cuales todos suponían ser enemigos. Uno de ellos avanzó hacia el oeste del puerto, tomando poco después rumbo al fondeadero.


En el acto se pusieron en movimiento la Esmeralda, la Covadonga y el transporte Lamar que sostenían el bloqueo de este puerto.
Como los dos buques que asomaron despedían mucho humo, sospecharon, sin duda, los bloqueadores que eran de los suyos. Sin embargo, para cerciorarse más, se dirigieron hacia el que veían entrar por el oeste.


Reconocido que fue el Huáscar, que era el primero que hizo proa a nuestro puerto, la Covadonga se acercó al transporte Lamar y le dio orden de irse al sur a toda máquina. El Lamar con toda fuerza tomó el rumbo que se le había indicado.


Mientras esto tenía lugar, el Huáscar izando un hermoso pabellón peruano, disparaba el primer cañonazo sobre la Esmeralda, que a su regreso, después de reconocer nuestros buques, se entró al fondeadero para impedir que el Huáscar, por no dañar a la población, le hiciese fuego.


La Independencia avanzó hacia el sur, con el objeto de impedir que la Covadonga, que tiene muy buen andar, se le escapase. Fue entonces cuando se trabó un combate recio por nuestra parte y desesperado por la del enemigo, que ha demostrado un heroísmo espartano.


Jaqueada la Esmeralda por el Huáscar, que la perseguía en las ligeras evoluciones que ella hacía, entre nuestra rada y el Colorado, único trayecto que pudo recorrer, porque no tenía escape, ni al norte ni al sur, el monitor le hacía fuego por elevación, a fin de lograr que la corbeta se rindiese. Que desde el principio fue ese el objeto del valiente comandante señor Miguel Grau, lo prueban las bombas y balas rasas que reventaron en el cerro de Huantaca, y en el que está frente a la casa del señor Williamson.


La Esmeralda sostenía el fuego con un tesón admirable, haciendo certeras punterías a flor de agua y por elevación; pero el Huáscar le respondía de tarde en tarde a fin de no dañarla. En uno de los movimientos de la corbeta chilena, se puso frente y muy cerca de la estación del ferrocarril. Entonces el señor general Buendía que, para todo caso hizo colocar la artillería de campaña por ese punto, ordenó que rompiese ésta el fuego sobre el buque chileno, y que igual cosa hiciesen los soldados. En efecto, las cuatro piezas de a 9 empezaron a hacer un fuego pronto y certero, al cual contestó la corbeta con una andanada y con tiros de fusilería tan sostenidos, que parecían los de dos ejércitos numerosos que se baten encarnizadamente.


Después de sesenta cañonazos de tierra, más o menos, se consiguió desalojar a la Esmeralda, que buscaba, siempre haciendo fuego, la salvaguardia de la población para no perderse.
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Mientras tanto, la Covadonga huía y huía a toda máquina hacia el sur, recibiendo los constantes tiros que la Independencia le hacía y correspondiéndolos con denuedo y buen éxito. Hubo un momento en que se creyó perdida la Covadonga. Entonces hizo rumbo al interior de la caleta de Molle, siempre combatiendo.


Mal manejada la Independencia, no conocedor, sin duda, su comandante de esa bahía y sus malos bajos, y, por otra parte, deseando tomar el buque sin causarle grave daño, emprendió su persecución.


Pero sucedió que, en vez de tomar rectamente al sur para ganarle la vanguardia a la Covadonga, que, dentro de Molle, tenía que describir una semicircunferencia para verse fuera de la ensenada, el blindado peruano tomó la retaguardia y emprendió la persecución del buque enemigo, el cual, muy pegado a la costa, daba todo su andar a la máquina para lograr la fuga. Tanto se acercó a la playa, que la guarnición que está en Molle le hizo fuego de fusilería, al que la Covadonga contestó inmediatamente.
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El combate entre el Huáscar y la Esmeralda había tomado más calor, haciéndose ya insostenible por parte del buque chileno, cuyas averías principiaban a ser de consideración.


Fue entonces cuando el comandante Grau vio llegado el momento supremo.
Fuera de tiro de cañón la Covadonga, que huía sin que pudiera darle caza la Independencia, y viendo que se prolongaba el combate, decidió ponerle fin con un acto de heroísmo.


Cuando la Esmeralda estaba frente al Colorado, al norte de este puerto, le arremetió el Huáscar con su espolón, descargándole antes dos cañonazos que inutilizaron algunas piezas del enemigo. La corbeta principió a hacer agua. Al habla ambos buques, el comandante Grau intimó rendición a la Esmeralda; pero el jefe de la corbeta chilena se negó a arriar su bandera.


Viendo el señor Grau que era inútil toda consideración, arremetió por segunda vez con su buque a la Esmeralda, que entonces, como anteriormente, no había cesado de descargar sus cañones.


En este segundo choque se desconectó el eje de la maquinaria de la corbeta chilena y una bala del monitor le mató treinta y seis hombres.


Era preciso que se diese fin a un drama tan sangriento y que no reconoce ejemplo en la historia del mundo.
Así fue.


A una evolución de la Esmeralda, en que se presentó hacia el suroeste su costado de estribor, le acometió por tercera vez el Huáscar con su ariete, descargándole dos cañonazos. Uno de éstos le llevó por completo la proa, por la cual principió a hundirse.


Fue en este tercer choque cuando el comandante Prat de la Esmeralda, saltó, revólver en mano, sobre la cubierta del Huáscar gritando: ¡Al abordaje, muchachos! Lo siguieron un oficial Serrano, que llegó hasta el castillo, en donde murió, un sargento de artillería y un soldado. Todos estos quedaron en la cubierta muertos. Prat llegó hasta el torreón del comandante, junto al cual estaba el teniente S. Velarde, sobre el que hizo tres disparos, que le causaron la muerte.


Entonces un marinero acertó a Prat un tiro de Comblain en la frente, destapándole completamente el cráneo, cuyos sesos quedaron desparramados sobre cubierta.
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Mientras esas sangrientas escenas tenían lugar sobre la cubierta del Huáscar, la Esmeralda desaparecía. En efecto, se inclinó hacia estribor, que fue por donde el ariete la cortó, y algunos segundos después se hundió siempre de proa. El pabellón chileno fue el último que halló tumba en el mar.


La Esmeralda era una especie de almacén o depósito de la escuadra chilena en que se encontraba víveres, armamento, municiones y otros recursos de todo género. No es, pues, extraño que después de haberse hundido, se haya visto a flote cajones de distintas clases y tamaños.


Al hundirse la Esmeralda un cañón de popa, por el lado de estribor, hizo el último disparo, dando la tripulación vivas a Chile.


El combate concluyó a las 11.45 A.M.
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Después de la catástrofe, que apagó los gritos de entusiasmo con que desde el principio eran saludados los tiros del Huáscar por el pueblo y el ejército, siguió el estupor y el silencio en todos.


La impresión que en los habitantes de Iquique produjo el hundimiento del buque enemigo pudo más que la alegría, y la apagó.


¡Tremendo misterios del corazón humano!
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Mientras que al norte de Iquique el triunfo ponía fin a un espantoso drama, al sur tenía lugar otro inesperado.


Forzando su máquina la Independencia, pudo dar caza a la Covadonga, que iba completamente destrozada. Se puso al alcance de ella frente a Punta Grande, que dista como nueve millas y algo más de este puerto. A pesar de su mal estado, la Covadonga hacía fuego de cañón y de rifle. Entonces el comandante Moore resolvió pasarla por ojo, e hizo que su buque orzara para verificar la operación. Desgraciadamente cuando esta maniobra tenía lugar, el blindado chocó por el costado de babor en una roca, abriéndolo e inclinándolo de ese lado. En el acto se esparció el desaliento y la confusión. Se echaron botes para salvar la gente, y la que no tuvo embarcaciones, se arrojó a nado para ganar la playa.


Debemos hacer constar para la historia un hecho que habla muy en alto en favor de nuestra proverbial generosidad y que será un nuevo baldón para Chile. Mientras que en nuestra bahía el Huáscar arrió todas sus embarcaciones para socorrer a los náufragos de la Esmeralda que a gritos pedian auxilio, del Covadonga se hacia fuego de rifles y ametralladoras sobre los botes y la gente que nadando tomaban la playa, después de abandonar la Independencia.
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Luego que el Huáscar tomó a los prisioneros que, en número de cerca de cuarenta, pudieron salvarse, se dirigió al Sur en persecucion de la Covadonga y en auxilio del blindado. Cuando ésta vió a nuestro monitor, cesó en la infame tarea de asesinar náufragos y tomó la fuga.


Siendo imposible salvar a la Independencia se le puso fuego.
Hasta el momento mismo de entrar este numero en prensa, arde todavia el casco de ese buque, cuya gente vino por tierra anoche a este puerto.


El comandante Moore: el segundo y algunos otros oficiales y empleados del blindado, pasaron al Huáscar, el cual regresó a este puerto anoche a las siete, dejando poco después nuestro fondeadero sin rumbo conocido.
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Al fugar el trasporte Lamar Lintes que nuestros buques entrasen a la bahia e hiciesen el primer disparo, izó el pabellón americano. Por esta razon se dice que el comandante Grau no lo persiguió.



Al abordar los prisioneros chilenos las embarcaciones que fueron en su auxilio, dieron un ¡viva a1 Perú! y encomiaron el valor y generosidad de los peruannos para con los rendidos.
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El oficial don Guillermo Garcia y Garcia de la Independencia, murió después de encallada ésta, a consecuencia de dos tiros de comblain que se le hicieron de la Covadonga.



Han sido heridos el capitán de fragata don Ramón Freire y tres hombres de mar del Huáscar.
Entre los prisioneros sabemos que están el teniente 1° segundo comandante de la corbeta Luis Uribe.
Teniente Francisco Sánchez.
Guardias-marinas; Arturo Wilson, Arturo Fernaudez, Vicente Zegers.
Cirujano, Cornelio Guzman.
Practicante, Juan O. Goñi.
Subtenieutes, Antonio D. Hurtado, German Segarra.
Pasajero, Agustín Cabrera.



A estos individuos se les ha alojado en el cuartel de la Compañia “Salvadora”, y el resto de la tripulación está a cargo de la Columna de Gendarmes.



No es exacto que estén incomunicados; por el contrario, se les ha ofrecido la libertad, pero ellos no han aceptado por temor a sufrir desaires del pueblo.
Eso piensan, porque no conocen el carácter generoso y magnánimo de sus apresadores.
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Desde que asomaron los buques y principió el combate, el ejército se colocó en sus posiciones con una celeridad y entusiasmo que acusan moralidad, disciplina y el tradicional pundonor de nuestros soldados.


El señor general Buendia, general en jefe del ejército, recorrió la linea de la playa entusiasmando a los soldados y dictando medidas oportunas para prevenir las emergencias que tiene la guerra en casos dados.


Los comandantes generales de division estaban también en sus puestos
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Hemos procurado hacer esta narración lo mas exacta posible, recordando lo que con toda calma hemos visto, y tomando la palabra de varios oficiales de marina, actores en este primer hecho de armas en la guerra a que injustamente nos ha provocado Chile.


Por la redacción,
MODESTO MOLINA.
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Imagen óleo del pintor Thomas Somerscales.
Articulo Gentileza de Jonatan Saona
 

Gekko-Kamen

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6 May 2009
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Buena buena .. tal y como fue ... falto decir que el marino quien disparo contra Prat fue azotado en el mástil por Grau y que desde tierra se bombardeo a la Esmeralda... todo lo demás concorde a la realidad.
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Buena buena .. tal y como fue ... falto decir que el marino quien disparo contra Prat fue azotado en el mástil por Grau y que desde tierra se bombardeo a la Esmeralda... todo lo demás concorde a la realidad.

Un detalle, si bien es cierto la intención de Grau de castigar al marinero Mariano Portales (de raza negra segun cintan algunos relatos), por haberle disparado al Capitan Arturo Prat encontrandose ya herido ( lo que resalta las virtudes de este Marino y Caballero Peruano), la oficialidad del Huascar encabezados por Otoya lograron evitar la pena argumentando que se trataba de una accion de guerra y que Prat habia dado cuenta del Tte. Velarde por lo que el castigo no se llevo a efecto.
 

CFlamma

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10 Nov 2007
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2
4
Nótese la forma respetuosa y noble con que el autor se refiere a sus rivales.
 

piriguin

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1 Feb 2009
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Es de lo mas "serio" que he leído de la historiografia peruana, pero hay grandes detalles: se dice que Prat abordó al Huascar al tercer espolonazo, y que fue seguido por Serrano. Todos sabemos que saltó al primero acompañado de Aldea y Ugarte. Serrano saltó al segundo con doce marinos, siendo todos acribillados.
También habla que los peruanos "ofrecieron la libertad los náufragos" (¿?) esto es una muestra de lo distorsionado del periodismo de guerra peruano de la época, creen Uds. que siendo oficiales enemigos se los iba a liberar así como así???... es mas , fueron considerados un valioso "trofeo de guerra"
Fuera de estos detalles, me parece lo mas cercano a la realidad que he visto del combate de Iquique escrito por peruanos
 

CFlamma

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10 Nov 2007
1.665
2
4
De los aproximadamente 50 sobrevivientes de la "Esmeralda" tomados prisioneros, la mayoría fueron liberados por tropas chilenas al tomar Iquique. Los restantes, conducidos a la sierra peruana, fueron progresivamente intercambiados por prisioneros peruanos.

Estos últimos, en cartas enviadas a familiares y luego por su relato personal, hablan muy bien del trato recibido en Iquique, pero señalan que estuvieron en malas condiciones en la sierra, más que nada por el clima y las condiciones físicas de cautiverio y muy ocasionalmente de malos tratos (burlas o humillaciones).

Nunca he sabido que se hablende dejar en libertad a los sobrevivientes los primeros días y naturalmente suena raro.

Y, hay que mencionar que todos los chilenos que les tocó tener algún contacto con el Almirante Grau, hablan de él como un perfecto caballero (todos nos acordamos de su carta a la viuda del Capitán Prat). Incluso el comandante del "Matías Cousiño" (un transporte chileno) le envíó una caja de vino por su conducta en el combate del 10 de julio de 1879 (definitivamente, otros tiempos).
 

piriguin

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1 Feb 2009
832
17
4
De los aproximadamente 50 sobrevivientes de la "Esmeralda" tomados prisioneros, la mayoría fueron liberados por tropas chilenas al tomar Iquique. Los restantes, conducidos a la sierra peruana, fueron progresivamente intercambiados por prisioneros peruanos.

Estos últimos, en cartas enviadas a familiares y luego por su relato personal, hablan muy bien del trato recibido en Iquique, pero señalan que estuvieron en malas condiciones en la sierra, más que nada por el clima y las condiciones físicas de cautiverio y muy ocasionalmente de malos tratos (burlas o humillaciones).

Nunca he sabido que se hablende dejar en libertad a los sobrevivientes los primeros días y naturalmente suena raro.

Y, hay que mencionar que todos los chilenos que les tocó tener algún contacto con el Almirante Grau, hablan de él como un perfecto caballero (todos nos acordamos de su carta a la viuda del Capitán Prat). Incluso el comandante del "Matías Cousiño" (un transporte chileno) le envíó una caja de vino por su conducta en el combate del 10 de julio de 1879 (definitivamente, otros tiempos).

No recuerdo ahora el nombre, pero se que Grau era cuñado de un Capitán de fragata de la Armada de Chile durante la Guerra, que comandó un buque, no recuerdo -tampoco- si la Ohiggins o la Magallanes. Ojala algún forista mas informado pueda confirmar el apellido del oficial chileno.
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Un segundo relato Peruano

Relato de Benito Neto



Relación del Combate de Iquique enviada a "La Patria de Lima", por su corresponsal don Benito Neto, Testigo presencial en la bahía


Iquique, mayo 23 de 1879
Señor director:


Con la misma ansiedad y vehemencia con que los griegos al sacar en suerte el nombre del héroe que debía luchar con Héctor, imploraban a Júpiter que hiciera que el elegido fuera el rey Miceno o el formidable Ayax; rogábamos nosotros a Dios, hace ya cinco días que apareciera por este puerto cualquiera de nuestras divisiones navales, pues la ocasión no podía ser mas propicia para vengar en dos buques enemigos las cobardes y aleves agresiones de su escuadra.



Por cierto que la división que más ansiábamos era la primera, compuesta del Huáscar y la Independencia.


Así pues, calculen ustedes, cual no sería el gozo y asombro que me produciría el tropel y vocerío de las gentes que, en la mañana del 21, corrían por las calles vivando al Perú y anunciando la llegada de nuestra escuadra.


¿Será verdad? ¿no estaré soñando? ¿no es alucinación de mis sentidos?. Todo esto me repetía yo, confundido, atolondrado, mientras salvaba el trayecto que media desde mi alojamiento al muelle.


¡Qué inesperada y grandiosa realidad la que descubrieron mis ojos al llegar allí! ¡Dentro de la bahía donde desde el 5 de abril se enseñoreaba insolente la enseña pirática de Chile, estaban ahora nuestros hermanos, nuestra bandera, la patria, en fin!


¡Y qué alegría, qué entusiasmo causaba al pueblo lo que tenía a la vista; aquello era delirio, frenesí!


Mientras tanto el Huáscar y la Independencia en cuyas popas flameaba un anchísimo paño bicolor, avanzaban lenta y majestuosamente hacia el centro de la bahía, por distintos puntos. Los buques chilenos voltejeaban de un lado a otro buscando escapatoria, sobre todo la Esmeralda, que era la mas acorralada.


La Covadonga enderezaba su proa hacia la isla como resuelta a encallarse.


El vapor transporte chileno Lamar, que había encontrado salida, huía con bandera norteamericana.
(Siempre la piratería¡)


Ninguno de nuestros buques le sigue, se ocupan sólo de los de guerra.


La Independencia toma a su cargo a la Covadonga y el Huáscar a la Esmeralda; el cañoneo se hace cada vez mas nutrido, particularmente de parte del enemigo. El primero de los buques de éste, pegándose muchísimo a tierra, logra salvar la isla y escapar con rumbo al sur. Pero ¿dónde irá que no le de caza nuestra fragata?.


Así acontece. A poco que anda, la Independencia la obliga a virar y buscar amparo en la caleta de Molle.


En estos momentos la lucha desesperada de la Esmeralda con nuestro monitor, absorbe la atención de todos los que presenciaron aquel duelo sangriento.


Otro incidente; la llegada al Huáscar de la lancha que conduce al capitán de puerto señor Salomé Porras, acompañado del patriota sargento mayor del batallón de GG.NN. Iquique número 1, señor Manuel A. Loayza, y de la otra que lleva a su bordo al inteligente práctico Mr Chekly. Ambas embarcaciones cruzan bajo los fuegos de cañón y fusilería del enemigo.


El peligro, los azares del combate tienen la misma poderosa atracción del abismo, la cual para algunos temperamentos suele ser irresistible.


La riesgosa expedición de las referidas lanchas, despierta en muchos el deseo de repetirla, entre los cuales se encuentra este servidor de ustedes. Por fortuna, igual deseo le asalta al comandante del resguardo, teniente coronel Mariano Tirado, y a mi colega el corresponsal de El Comercio señor Salvador Gómez Córdova. No quedó en proyecto la cosa.


Media hora después, estábamos en plena mar y en pleno combate, conquistando el derecho de poder decir: "hemos visto de cerca los hechos".


Confieso ingenuamente que una vez que me vi metido de bobilis bobilis en la safaboca, empecé como a sentir remordimiento, la lucha arreciaba de minuto en minuto; pero ¡qué diantres! ya era tarde para regresar a tierra. Con que así, no hubo mas que marchar adelante.


Próximos nos encontrábamos al Huáscar, y viendo la mejor manera de escapar el bulto a los fuegos de los nuestros y de la Esmeralda, cuando aquel se lanzó rápido sobre ésta, que le recibió presentándole la proa después de haber descargado todos sus cañones de babor.


El espolonazo fue recio pero no causó gran efecto.


La Esmeralda maniobró con dirección a la población, con el intento marcado de evitar que el Huáscar, ante el peligro de dañar a aquella, le hiciera fuego.


Pero no contaba con la huéspeda de los cañonazos certeros que descargó sobre ella nuestra artillería de tierra.


El buque chileno contestó con bombas y andanadas de metralla. Pero esto en vez de amilanar, avivó el entusiasmo de los soldados de las baterías, viéndose aquel en la necesidad de alejarse de la playa y afrontarse de nuevo con el monitor.


Después de cambiar algunos tiros, lanzóse otra vez impetuoso sobre el enemigo; la Esmeralda pretendió evitar el golpe del espolón, pero no anduvo tan feliz como en la primera, sin embargo, no fue grande el daño.


Trabóse entonces un terrible y encarnizado combate a boca de jarro de ametralladoras y fusilería, una densa nube de humo envolvía a los dos buques.


¡Qué momento de ansiedad y de angustia infinita para los que contemplábamos aquello!


De pronto de la torre del monitor salen dos fogonazos, al mismo tiempo que de la proa de la Esmeralda se levantan por los aires multitud de objetos que a primera vista parecen trozos de madera.


Inmediatamente de hacer estos dos disparos, sin retardo ni de un minuto, precipítase el Huáscar sobre el centro del costado de estribor del buque enemigo, cuyo caso cruje, su arboladura tiembla y bambolea...¡buques, cañones y tripulantes se hunden en el abismo!


Eran las doce y diez minutos pm. Lo último que desaparece en las aguas es el pabellón chileno. No se oye el más leve grito ni clamor alguno de socorro. Todo permanece mudo, tétrico, pavoroso; ni siquiera resuenan los vítores con que en los campos de batalla se saluda el triunfo, a todos nos tiene anonadados el horror de aquella tremenda escena.


¡Dios mío, maldita sea la guerra! ¡Cuántos sacrificios de vidas, cuántas lágrimas, cuántos infortunios en tan breve instante!


¡Qué transición! No ha mucho todo estrago me parecía poco para castigar las ofensas, las crueldades de nuestros injustos enemigos; y he aquí, que al ver la decisión, el heroísmo que han mostrado al sucumbir, siento opreso, dolorosamente angustiado el corazón.


Pero qué extraño es que yo, simple espectador de la tragedia, experimente tal emoción, cuando los mismos que con admirable entereza y denuedo acaban de vengar los ultrajes inferidos al país, les veo haciendo los más nobles y heroicos esfuerzos por salvar a los náufragos, con grave riesgo de la vida que ha respetado la metralla arrojada por esos a quienes procuran salvar de una muerte segura.



Esta acción hidalga y caballeresca no requiere comentarios; con narrarla basta para que quede glorificada la conducta de nuestros bravos marinos.


Sí; glorifiquemos una y mil veces ese proceder humano, esa sublime abnegación de los vencedores.



¿Qué mayor triunfo y gloria podíamos ambicionar que obligar a nuestros enemigos con actos de generosidad e hidalguía hasta el punto de hacerlos prorumpir en vítores a los valientes, a los generosos peruanos, como aconteció con los náufragos de la Esmeralda al trepar sobre la cubierta del Huáscar?


¿Puede darse una victoria más completa?


¡Y qué lección tan tremenda la que recibían los bombardeadores de puertos indefensos!


En el instante mismo que en esta bahía admirábamos enorgullecidos tales hechos, léase lo que ocurría al sur de la caleta de Molle, en la punta denominada Grueso.


Acosada por la persecusión de la Independencia, la Covadonga se precipitó sobre dicha punta, en el momento que nuestro buque, marchando a toda fuerza, estaba próximo a darle el golpe de espolón.


La Covadonga salvó milagrosamente de los arrecifes, pero la Independencia encalló, destrozándose los fondos, a tal extremo, que el mar invadió sus compartimentos inutilizando por completo todos sus pertrechos de guerra.


Apercibida por el buque chileno la situación del nuestro; se detiene en su fuga, y en seguida retrocede.


¿Acaso qué? preguntarán ustedes. Por ventura a auxiliarlo?



Oh¡ no; todo lo contrario!! A cañonear, a ametrallar a la tripulación que se encontraba imposibilitada para toda defensa!!


Hubiera concluido con aquella sin la presencia oportuna del Huáscar, a la vista del cual emprendió de nuevo su fuga la Covadonga.


¡Qué horrible contraste!


Mientras que los náufragos de la Esmeralda recibían de parte de nuestros marinos todo género de socorros y consideraciones, los de la Independencia eran cobardemente asesinados por los chilenos.


He ahí, en dos episodios daguerrotipados el carácter, la índole de dos pueblos.
El uno altivo, caballeresco y humano: el otro alevoso, rastrero y cobarde.
¡Miserables!


La catástrofe de la pérdida de la Independencia, es un hecho, en mi humilde concepto, enteramente casual.


La roca contra la cual chocó no está señalada en el mapa, y además el hecho de haberse lanzado por allí la Covadonga alejó toda sospecha de la existencia de aquella.


Ah¡ si en vez de haber tenido en los tiempos de paz a nuestros buques pudriéndose en la bahía del Callao, los hubiera mandado el gobierno a estudiar nuestra costa, no tendríamos que lamentar tales desgracias!


Siempre la falta de previsión!


Nunca nos cansaremos de repetir a nuestros colegas, que tengan presente que los hechos de hoy serán la historia mañana, por consiguiente conviene cuidar de no ser adulterados ni forjar fantasías.


No es cierto lo afirma el citado boletín del colega, que el comandante Prat saltara sobre la cubierta del Huáscar, gritando ¡al abordaje, muchcachos! ni menos que fuera quien dió muerte al teniente Velarde.


Cuando nuestro monitor dio el último espolonazo a la Esmeralda, Prat que se encontraba en el puente saltó sobre la proa de aquel sin mas arma que su espada: allí fue muerto por una de tantas balas.
Su cuerpo cayó junto a la torre.
Contaba de edad 31 años, natural de Santiago, casado.


La muerte a pesar de que había sido terrible, pues la bala le vació el cráneo, no había cambiado los rasgos de su fisonomía, que debió haber sido simpática.


En el bolsillo de la levita se le encontró una carta, unos escapularios, los retratos de su esposa y dos niñitos.


Tenía a más una libreta de apuntes donde pude leer una larga lista de nombres de personas que me son conocidas en Montevideo y Buenos Aires, donde fue el año próximo pasado en comisión secreta del gobierno de Chile.


Sobrada razón tuvieron los diarios argentinos para denunciarlo como espía.
Así lo prueban los apuntes de su libreta.


He aquí la copia de un telegrama hecho desde Montevideo con fecha 12 de diciembre a don Domingo Gana en Santiago.
"Duelas compró aguardientes primera clase en Francia"


Ahora, vean ustedes, la traducción según la clave que se encuentra consignada en la misma libreta.
Duelas significa gobierno argentino.
Y aguardiente, remplazaba a buques.


¡Qué lealtad de gente! ¡Y esto pasaba en momentos en que el gobierno de Chile entonaba su pecavit delante de la cancillería argentina.


Dejo a mis antiguos colegas, los periodistas del Plata la tarea de comentar estas perfidias.


El combate de la Esmeralda con el Huáscar podría haber terminado pocos momentos después de la llegada de éste. Si duró éste tres horas y media, fue sólo por la imposibilidad en que se encontró para maniobrar en la bahía por temor de los torpedos.


La aseveración del capitán del puerto al respeto, no carecía de fundamento, pues no hacía muchos días que los buques chilenos habían estado ensayando algo que por la explosión parecía torpedos.


A bordo del pontón de Stanley, se ha hallado una gran cantidad de dinamita.


Luego, motivo suficiente había para creer que nos hubieran preparado alguna celada.
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No es cierto tampoco aquello que asegura el boletín de El Comercio de Iquique, que los de la Esmeralda se hundieron haciendo fuego con los cañones de popa y dando vivas a Chile.


Fué tan instantánea la catástrofe, que apenas tuvieron tiempo algunos para arrojarse al mar.


A los que se quedaron sobre cubierta, les fue imposible salir a la superficie, pues el remolino que produjo el buque al hundirse, se los tragó a todos.







Tomado del blog de Jonatan Saona http://gdp1879.blogspot.com/2011/05/relato-de-benito-neto.html#ixzz1Mj22zMKn