Ode à Valparaiso de Pablo Neruda
VALPARAÍSO,
qué disparate eres,
qué loco, puerto loco,
qué cabeza con cerros,
desgreñada,
no acabas de peinarte,
nunca tuviste tiempo de vestirte,
siempre te sorprendió la vida,
te despertó la muerte, en camisa,
en largos calzoncillos con flecos de colores,
desnudo con un nombre
tatuado en la barriga,
y con sombrero,
te agarró el terremoto,
corriste enloquecido,
te quebraste las uñas,
se movieron
las aguas y las piedras,
las veredas,
el mar, la noche, tú dormías en tierra,
cansado de tus navegaciones,
y la tierra, furiosa,
levantó su oleaje
más tempestuoso
que el vendaval marino,
el polvo te cubría los ojos,
las llamas quemaban tus zapatos,
las sólidas casas de los banqueros
trepidaban como heridas ballenas,
mientras arriba
las casas de los pobres
saltaban al vacio
como aves prisioneras
que probando las alas
se desploman.
Pronto, Valparaíso, marinero,
te olvidas de las lágrimas,
vuelves a colgar tus moradas,
a pintar puertas verdes,
ventanas amarillas,
todo lo transformas en nave,
eres la remendada proa
de un pequeño, valeroso navío.
La tempestad corona con espuma
tus cordeles que cantan
y la luz del océano
hace temblar camisas y banderas
en tu vacilación indestructible.
Estrella oscura eres de lejos,
en la altura de la costa
resplandeces
y pronto entregas
tu escondido fuego, el vaivén
de tus sordos callejones,
el desenfado de tu movimiento,
la claridad de tu marinería.
Aquí termino, es esta oda,
Valparaíso, tan pequeña
como una camiseta desvalida,
colgando en tus ventanas harapientas
meciéndose en el viento del océano,
impregnándose de todos los dolores de tu suelo,
recibiendo
el rocío de los mares, el beso
del ancho mar colérico
que con toda su fuerza
golpeándose en tu piedra
no pudo derribarte,
porque en tu pecho austral
están tatuadas la lucha,
la esperanza,la solidaridad y la alegría
como anclas
que resisten las olas de la tierra.
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