Víctimas de incendio perdieron todo en siniestro
Repartidos en casas de diferentes vecinos y amigos han debido afrontar su aciago destino las familias que la tarde del lunes, en cuestión de minutos, vieron reducirse a escombros y cenizas lo construido durante toda una vida.
SAN FELIPE.- Repartidos en casas de diferentes vecinos y amigos han debido afrontar su aciago destino las familias que la tarde del lunes, en cuestión de minutos, vieron reducirse a escombros y cenizas lo construido durante toda una vida.
Son doce personas, entre niños y adultos, los que de un momento a otro ven trastocadas sus vidas por el sino de la desgracia.
Como ya informáramos en nuestra edición de ayer, por causas que se desconocen, a eso de las 16 horas se desató un incendio en la calle Regalado Hernández de la población San Felipe, afectando las casas números 47 y 51.
La peor parte la llevó la vivienda 47, propiedad de la señora Berta Suazo, donde el fuego arrasó con todo: techo, cielo, muebles, electrodomésticos, ropa, todo. No hubo nada, absolutamente nada, que pudieran rescatar, salvo lo que llevaban puesto.
Ayer al medio día visitamos el lugar, donde pudimos conversar con Berta Suazo, 77 años de edad, viuda desde hace 13 años. Sus viejos y cansados ojos, enrojecidos por el llanto, dejan traslucir la angustia y la desesperación: «Lo perdimos todo, todo», nos dice, al tiempo que nos invita a pasar a lo que hasta el lunes era su hogar, destruido por un incendio "mentiroso", que a juzgar por la fachada de la casa, no causó gran daño…
Pero eso es solo por fuera. Por dentro la realidad impacta. Solamente las paredes, cubiertas de hollín, permanecen en pie. Todo lo demás ha sido arruinado, destruido, arrasado, devastado por el fuego. Muebles, puertas, ventanas, son solo un conjunto de tizones esparcidos por doquier, mientras la techumbre yace en el suelo, convertida en escombro. Las pocas planchas de zinc que aún se mantienen en lo alto, lucen prácticamente fundidas, cubriendo a medias las cerchas carbonizadas que se resisten a caer para terminar de sepultar los televisores, radios y otros enseres que permanecen en las distintas habitaciones, los que fueron destruidos totalmente en el siniestro.
Reparar todo esto cuesta una millonada. Sólo el retiro de los escombros demandará sumas que la familia no tendrá posibilidad de asumir.
«Lo perdimos todo, todo», repite la señora Berta. «Mire usted, no se salvó nada, nada… yo soy viuda, qué voy a hacer. Ayúdeme mijito lindo, por favor ayúdeme».
La señora Berta estalla en desolador llanto. El fuego se llevó también su sueldo, 150 mil pesos recibidos recién el viernes y que había dejado en un cajón del closet en su habitación. Conmovidos por la escena, nos comprometemos a hacer pública su desgracia, a intentar por todos nuestros medios de despertar la solidaridad y comprensión de nuestros lectores, empresarios y autoridades. Algo habrá que hacer, pues las ocho personas que vivían en la vivienda, entre ellos un bebé de 3 meses y dos niños de 10 y 14 años, han quedado totalmente desamparados, dependen solamente de la ayuda y el apoyo que están brindando los vecinos que les han cobijado y alimentado, pero todos sabemos que ese apoyo y esa ayuda no serán eternas; la solidaridad, a la larga, igual desgasta, pues el tiempo causa estragos en ella, tanto o más que en la belleza o la gratitud.
La razón de tanta destrucción ya es conocida, la vivienda se encontraba sin moradores, pues la única ocupante en ese momento, la señora Silvia Madariaga, estaba en la acera de enfrente cuando se inició el incendio que destruyó la casa a puertas cerradas.
En todo caso, quienes deseen ayudar con lo que sea a esta familia, llámese ropa usada, colchones, algún mueble, materiales de construcción, etc., pueden hacerlo a través de la señora Toyita, una vecina que vive en Regalado Hernández 64, a quien pueden contactar al fono 916638.
LA CASA VECINA
La vivienda contigua, la número 51, en tanto, también resultó con cuantiosos daños, pero sus moradores se encontraban en casa al momento del siniestro. Coraly Saa colgaba ropa en el patio, mientras su marido, Héctor González, estaba almorzando. Al percatarse de lo sucedido comenzaron a mover los muebles, unos hacia el patio, otros a la calle, pero prácticamente salvaron todo, a excepción de una cama a la que alcanzó el fuego.
Claro que en el salvataje muchas cosas se rompieron, se dañaron o inutilizaron, aclara Héctor González, quien nos enseña un par de muebles que están en el patio, salvados del fuego pero mojados. Se trata de maderas aglomeradas, prensadas, que con el agua quedarán inutilizables.
También nos muestra los daños de la techumbre que fueron totales, a la vez que nos enseña el tipo de instalación eléctrica con que contaba la vivienda, confeccionada de acuerdo a las normas de seguridad, todo por sobre los muros y con cables debidamente protegidos en canaletas. «Aquí no hubo ningún cortocircuito», nos señala.
Más adelante y siempre interesado en aclarar que el origen del incendio no estuvo en su casa, Héctor González nos enseña la salamandra, instalada en una galería contigua al patio. Ni siquiera alcanzó a tiznarse: «Algunos andaban diciendo que el fuego se inició por la salamandra, pero mire usted, está intacta».
Nos marchamos. Pensamos en que el drama de Héctor González -quien solo arrendaba la vivienda-, si bien es duro, no se compara con la suerte de la familia vecina, donde hacia el interior de la vivienda Bomberos aún trabaja en descubrir el origen y causa del fuego. Claro que a esta altura poco importa en realidad donde comenzó ni por qué se inició. Lo más probable es que el informe concluya que fue un cortocircuito o una falla eléctrica, tal vez alguna otra razón que desconocemos, pero de donde sacaron eso de la salamandra es todo un misterio.
Fuente: Diario El Trabajo
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Repartidos en casas de diferentes vecinos y amigos han debido afrontar su aciago destino las familias que la tarde del lunes, en cuestión de minutos, vieron reducirse a escombros y cenizas lo construido durante toda una vida.
SAN FELIPE.- Repartidos en casas de diferentes vecinos y amigos han debido afrontar su aciago destino las familias que la tarde del lunes, en cuestión de minutos, vieron reducirse a escombros y cenizas lo construido durante toda una vida.
Son doce personas, entre niños y adultos, los que de un momento a otro ven trastocadas sus vidas por el sino de la desgracia.
Como ya informáramos en nuestra edición de ayer, por causas que se desconocen, a eso de las 16 horas se desató un incendio en la calle Regalado Hernández de la población San Felipe, afectando las casas números 47 y 51.
La peor parte la llevó la vivienda 47, propiedad de la señora Berta Suazo, donde el fuego arrasó con todo: techo, cielo, muebles, electrodomésticos, ropa, todo. No hubo nada, absolutamente nada, que pudieran rescatar, salvo lo que llevaban puesto.
Ayer al medio día visitamos el lugar, donde pudimos conversar con Berta Suazo, 77 años de edad, viuda desde hace 13 años. Sus viejos y cansados ojos, enrojecidos por el llanto, dejan traslucir la angustia y la desesperación: «Lo perdimos todo, todo», nos dice, al tiempo que nos invita a pasar a lo que hasta el lunes era su hogar, destruido por un incendio "mentiroso", que a juzgar por la fachada de la casa, no causó gran daño…
Pero eso es solo por fuera. Por dentro la realidad impacta. Solamente las paredes, cubiertas de hollín, permanecen en pie. Todo lo demás ha sido arruinado, destruido, arrasado, devastado por el fuego. Muebles, puertas, ventanas, son solo un conjunto de tizones esparcidos por doquier, mientras la techumbre yace en el suelo, convertida en escombro. Las pocas planchas de zinc que aún se mantienen en lo alto, lucen prácticamente fundidas, cubriendo a medias las cerchas carbonizadas que se resisten a caer para terminar de sepultar los televisores, radios y otros enseres que permanecen en las distintas habitaciones, los que fueron destruidos totalmente en el siniestro.
Reparar todo esto cuesta una millonada. Sólo el retiro de los escombros demandará sumas que la familia no tendrá posibilidad de asumir.
«Lo perdimos todo, todo», repite la señora Berta. «Mire usted, no se salvó nada, nada… yo soy viuda, qué voy a hacer. Ayúdeme mijito lindo, por favor ayúdeme».
La señora Berta estalla en desolador llanto. El fuego se llevó también su sueldo, 150 mil pesos recibidos recién el viernes y que había dejado en un cajón del closet en su habitación. Conmovidos por la escena, nos comprometemos a hacer pública su desgracia, a intentar por todos nuestros medios de despertar la solidaridad y comprensión de nuestros lectores, empresarios y autoridades. Algo habrá que hacer, pues las ocho personas que vivían en la vivienda, entre ellos un bebé de 3 meses y dos niños de 10 y 14 años, han quedado totalmente desamparados, dependen solamente de la ayuda y el apoyo que están brindando los vecinos que les han cobijado y alimentado, pero todos sabemos que ese apoyo y esa ayuda no serán eternas; la solidaridad, a la larga, igual desgasta, pues el tiempo causa estragos en ella, tanto o más que en la belleza o la gratitud.
La razón de tanta destrucción ya es conocida, la vivienda se encontraba sin moradores, pues la única ocupante en ese momento, la señora Silvia Madariaga, estaba en la acera de enfrente cuando se inició el incendio que destruyó la casa a puertas cerradas.
En todo caso, quienes deseen ayudar con lo que sea a esta familia, llámese ropa usada, colchones, algún mueble, materiales de construcción, etc., pueden hacerlo a través de la señora Toyita, una vecina que vive en Regalado Hernández 64, a quien pueden contactar al fono 916638.
LA CASA VECINA
La vivienda contigua, la número 51, en tanto, también resultó con cuantiosos daños, pero sus moradores se encontraban en casa al momento del siniestro. Coraly Saa colgaba ropa en el patio, mientras su marido, Héctor González, estaba almorzando. Al percatarse de lo sucedido comenzaron a mover los muebles, unos hacia el patio, otros a la calle, pero prácticamente salvaron todo, a excepción de una cama a la que alcanzó el fuego.
Claro que en el salvataje muchas cosas se rompieron, se dañaron o inutilizaron, aclara Héctor González, quien nos enseña un par de muebles que están en el patio, salvados del fuego pero mojados. Se trata de maderas aglomeradas, prensadas, que con el agua quedarán inutilizables.
También nos muestra los daños de la techumbre que fueron totales, a la vez que nos enseña el tipo de instalación eléctrica con que contaba la vivienda, confeccionada de acuerdo a las normas de seguridad, todo por sobre los muros y con cables debidamente protegidos en canaletas. «Aquí no hubo ningún cortocircuito», nos señala.
Más adelante y siempre interesado en aclarar que el origen del incendio no estuvo en su casa, Héctor González nos enseña la salamandra, instalada en una galería contigua al patio. Ni siquiera alcanzó a tiznarse: «Algunos andaban diciendo que el fuego se inició por la salamandra, pero mire usted, está intacta».
Nos marchamos. Pensamos en que el drama de Héctor González -quien solo arrendaba la vivienda-, si bien es duro, no se compara con la suerte de la familia vecina, donde hacia el interior de la vivienda Bomberos aún trabaja en descubrir el origen y causa del fuego. Claro que a esta altura poco importa en realidad donde comenzó ni por qué se inició. Lo más probable es que el informe concluya que fue un cortocircuito o una falla eléctrica, tal vez alguna otra razón que desconocemos, pero de donde sacaron eso de la salamandra es todo un misterio.
Fuente: Diario El Trabajo
