[IMGA]http://diario.elmercurio.com/FOTOS/2009/08/18/6X9AGLHHAFC4_3Resized225.jpg[/IMGA]Jacqueline Serrano es voluntaria de la 5° Compañía de Bomberos de Melipilla. O por lo menos, lo era hasta que un golpe en la cabeza la dejó con una amnesia que la hace olvidar todo lo que sucede en cosa de horas. Alguna vez fue scout, estudió Ingeniería en Prevención de Riesgos, tuvo un pololo y fue feliz. Ahora no recuerda nada de eso y no reconoce a su familia si deja de verla por unos días. Para ella, todos los días es como partir de cero.
Leyla Hales Suez
_¿De su vida anterior al accidente, recuerda algo?
-Sí, de ayer.
Jacqueline Serrano está sentada en un sillón de su casa. De polerón blanco y jeans, cada vez que responde una pregunta mira antes a su hermana, Elizabeth, porque no sabe qué responder. Habla despacio, con inseguridad. Hoy no es un buen día. La mayoría de sus días no son buenos. Vive casi encerrada en su casa porque se angustia al salir a la calle y, a veces, también se desorienta cuando sube al segundo piso de su casa. En la noche, ya no recordará haber dado esta entrevista ni menos reconocerá a la periodista y ni a la fotógrafa que estuvieron con ella.
Su casa está en Bollenar, un pueblo a 14 kilómetros al norte de Melipilla. Es un pueblo chico, donde todos se conocen y saben lo que le pasó a Jacqueline. Ahí vive junto a sus papás, Elizabeth y sus hijos, Antonella y Álvaro. La casa tiene dos pisos, pero ella circula casi siempre por el primero. Se orienta bien en ese espacio y no tiene problemas para reconocer a los miembros de la familia que viven con ella. Si los deja de ver uno o dos días ya no sabe quiénes son. De la puerta para afuera no reconoce nada.
A sus 26 años no recuerda nada de su pasado y su presente se borra en cosa de horas. Tampoco cree que tenga un futuro. Después de sufrir un golpe en la cabeza en 2002 mientras realizaba un ejercicio con la 5° Compañía de Bomberos de Melipilla, para recolectar fondos para la Teletón, su memoria dejó de funcionar. De ese accidente poco y nada se sabe. Los únicos que recuerdan lo que pasó ese día decidieron no hablar sobre el episodio.
-Dijeron muchas cosas y puras tonteras. Que ella se había lanzado, que se le había caído el gorro, que se había tirado, nada concreto. Sus compañeros guardaron silencio. Nosotros aún no sabemos realmente lo que pasó -se queja Elizabeth Serrano (18), estudiante de Medicina Veterinaria.
El informe de bomberos decía que se había tirado del carro a recoger algo.
-No estaba firmado, tenía rayones y cuando preguntamos quién lo había escrito se tiraban la pelota; por eso, siempre he pensado que algo raro hubo. O la empujaron o la atropelló el carro-bomba -cuenta Luis Serrano (28), su hermano mayor.
Jacqueline habla por primera vez en toda la entrevista y apenas se escucha lo que dice. Sus ojos verdes miran el suelo.
-No he vuelto más a la compañía.
Pasado
El 29 de noviembre de 2002, la familia Serrano Salinas estaba en su casa viendo la Teletón cuando un cadete de bomberos llegó a dar la mala noticia: Jacqueline había tenido un accidente y se la habían llevado al Hospital San José de Melipilla.
-Cuando llegué al hospital no me dejaron entrar a verla, estaba lleno de carabineros, pero como yo era suboficial de Ejército pasé no más. Entonces vi a un hombre esposado, que me empezó a gritar que lo perdonara, que no había sido su intención -cuenta Luis.
Era el chofer del carro-bomba en que viajaba Jacqueline.
Luis entró a la sala de observación donde tenían a su hermana. Estaba sola, inconsciente, con la cara morada y sufría convulsiones. Luis pensó que estaba muerta. Por el gran hematoma que tenía en el tórax, uno de los doctores que la atendió horas más tarde en el Hospital del Trabajador pensó que el carro-bomba le había pasado por encima. Luis hasta el día de hoy cree lo mismo.
Estuvo 21 días en coma, tres meses internada, tuvo cuatro intervenciones y salió del hospital con una placa de titanio en la cabeza y los doctores asegurando que estaba todo bien. Al principio así fue: Jacqueline continuó con su vida, retomó sus estudios de Ingeniería en Prevención de Riesgos y volvió a vivir con su pareja en Santiago. Tomaba 14 pastillas diarias para evitar los ataques de epilepsia y otras secuelas del accidente.
A principio de 2004 las cosas cambiaron.
-Cuando venía los fines de semana me contaba que se perdía en Santiago, se quedaba en blanco y le venían ataques de pánico. Pensé que eran los nervios; nunca me imaginé lo que le estaba pasando -cuenta Luisa Salinas, su mamá.
Jacqueline no pudo seguir estudiando, ya que no retenía nada. Congeló la carrera y se puso a trabajar en una empresa constructora. Pero cada día le costaba más recordar cosas simples, como la dirección de su casa; por eso se deprimía y lloraba mucho. Su mamá piensa que empezó a darse cuenta de que tenía un problema grave con su memoria, pero no quería asumirlo.
Tenía un cuadro de depresión severo y le daba por cortarse el pelo sola, dejándoselo bien corto. Hasta que no aguantó más.
-En el 2005 fue la primera vez que intentó suicidarse. Ella no sabía que estaba embarazada de la Antonella y nosotros tampoco -explica su mamá, al mismo tiempo que Jacqueline, quien está posando para las fotos, pregunta: "¿Por qué dicen que me traté de suicidar?".
Después de este episodio, Jacqueline volvió a la casa de sus papás a Bollenar y su pareja desapareció de la faz de la Tierra. En la casa, su familia le muestra fotos, le cuentan de su vida anterior, de sus logros, pero su memoria inicia un viaje sin retorno.
-Repetía mucho las mismas preguntas, se demoraba en contestar, y como no se acordaba se ponía a llorar. Yo me di cuenta de que algo pasaba porque cuando salía con ella y sus amigos la saludaban, ella me preguntaba quiénes eran y por qué la saludaban. Pero como el doctor había dicho que estaba bien, a nosotros nos costó asumir que tenía un problema con su memoria -cuenta su mamá.
Después del primer intento de suicidio, vinieron dos más. El último fue el año pasado, cuando esperaba a su segundo hijo, Álvaro, que ahora tiene cinco meses. De esta relación tampoco habla.
-Nosotros todos los días le recordamos las cosas, le contamos sobre su pasado, pero se le olvidan. Es como empezar todos los días de cero -se lamenta Luisa.
Presente
-¿Que hice hoy día? -le pregunta en la noche Jacqueline a su hermana Elizabeth, que está acostada a su lado.
-Te levantaste, le hiciste la papa a la Antonella y al Álvaro, hiciste el aseo, ayudaste en la cocina y en la tarde jugaste con los niños.
-¿Y cuándo vino la abuela?
-El fin de semana pasado.
Todas las noches es lo mismo. Su hermana dice que necesita mantener una rutina diaria, para darle orden a su vida.
-No puedo hacer nada sin la ayuda de mi mamá y mi hermana; cuando le preparo la papa a mis hijos no sé si le pongo mucho de algo, pero después tienen problemas estomacales. Debe ser que le echo mucha leche a lo mejor -explica Jacqueline.
-Cuando llega alguien que yo no reconozco y me dicen que es mi abuela, igual yo le digo: ¡hola, cómo está! Siempre hago eso, cuando alguien me saluda, pero de verdad no tengo idea quién es, después tengo que preguntar. Es para evitar que piensen que estoy loca.
Elizabeth la semana pasada se llevó a sus sobrinos Antonella y Álvaro por unos días. Cuando volvieron Jacqueline no tenía idea quiénes eran. Tampoco se acuerda de los primeros años de vida de sus hijos, de la edad que tienen, ni la primera palabra que dijeron. Nada.
-Eso es súper complicado porque me van a preguntar: ¿cómo era yo cuando chico?, y entonces, yo qué les voy a decir. Por eso trato de anotar las cosas, bueno, las anota mi hermana porque a mí me cuesta escribir y leer. Pero no es lo mismo leer un diario que contarle lo que uno siente.
Jacqueline no pregunta por el papá de sus hijos. Tampoco le gusta que le pregunten por él. Cuando le muestran fotos de él, se ríe, no cree que haya sido su pareja.
Por recomendación del doctor tiene un cuaderno donde anota las cosas que ha hecho durante el día y otras cosas importantes, como la fecha de cumpleaños de sus hijos, lugares que ha visitado y la carrera que estudió. En una de las hojas se lee: "La yerba San Juan mejora la memoria". Elizabeth se apura en aclarar que no es cierto.
Ahora, por sugerencia de su mamá, también empezó a rayar las paredes de su pieza. El doctor le dijo que sacara fotos a lugares y personas para ayudarla a recordar, pero no puede hacerlo porque no tiene una cámara.
-¿Quieren conocer mi pieza? -pregunta Jacqueline entusiasmada.
La habitación está pintada de un color entre rosado y naranjo. Allí hay una cama de dos plazas donde duerme junto a Elizabeth. Como tiene problemas para dormir a veces se levanta y da vueltas por la casa. Incluso una vez salió a la calle y se perdió. Ahora cierran la puerta con llave.
En la pared hay diplomas del Cuerpo de Bomberos, de algunos cursos de capacitación, algunos papeles con lista de cosas por hacer, y se puede leer escrito con lápiz pasta en una de las paredes:
6 de agosto 2006: "nace Antonella"
18-04-09: "Antonella dice vocales"
18 de septiembre de 1982: "mi cumpleaños"
También hay una pizarra blanca donde está escrita la receta para hacer arroz.
Jacqueline muestra unas placas que están colgadas, que tienen grabadas su nombre, dirección, teléfono de su mamá, sexo y fecha de nacimiento, en caso de que se pierda. Aunque ya casi no sale.
-Me da miedo salir de mi casa. Me gustaría harto salir a la calle y no encontrarme en un ambiente diferente, porque cuando salgo no reconozco el lugar y eso me angustia.
En la noche ve televisión, y trata de repasar lo que hizo en el día, hasta donde su memoria se lo permite.
-Cuando me cuentan cosas sobre mí es como si estuviera mirando un diario, porque no logro encajar eso en mi vida. Es como si eso no me hubiera pasado a mí.
La familia Serrano Salinas es unida, pero este golpe los ha afectado a todos.
-Para nosotros ha sido atroz. Lo que más me preocupa es que ella salió sana de mi casa, a hacer una obra de caridad para la Teletón, y mira en el estado en que quedó. Yo nunca me imaginé que iba a pasar algo así. Si no hubiera ido no estaría en las condiciones en que está -dice su mamá.
Una de las cosas que más le duelen a su mamá son las humillaciones que tiene que soportar Jacqueline.
-Como no saben que tiene una discapacidad, se ríen de ella cuando no puede responder algo, y ver eso es muy doloroso para uno. Además, hemos golpeado muchas puertas para que nos ayuden, pero no ha pasado nada.
Pasado
De chica tenía buenas notas, era alegre, inteligente, participaba de scout y le gustaba ayudar a las personas. De muchos amigos, Jacqueline siempre se llevó mejor con los hombres, por lo mismo no le costó integrarse a un ambiente machista como el del Cuerpo de Bomberos. De hecho, fue la primera mujer de la 5° Compañía de Melipilla cuando ingresó a los 10 años. Toda su familia era voluntaria hasta su accidente; después se retiraron.
Era respetada por sus compañeros, tenía una personalidad fuerte y no se achicaba cuando tenía que discutir con el resto. Era una líder innata, recuerda su mamá.
-Se llevaban súper bien con ella, la querían, aunque algunos la envidiaban porque como estudiaba Prevención de Riesgos y hacía cursos, sabía más, por eso tenía problemas con algunos. Incluso estuvo a cargo de la brigada (voluntarios más pequeños) -comenta Luis.
Dice su familia que ella daba todo por los bomberos, pasaba la mayoría del tiempo en la compañía. No era buena para carretear y tampoco le gustaba tomar ni bailar. Vivía por la bomba y su equipo.
De esa Jacqueline queda poco. La mayor parte del tiempo está triste, amigos ya no le quedan, y difícilmente se puede tener una personalidad fuerte y decidida cuando no se sabe quién es. Su mamá cree que cambió totalmente después del accidente.
-Decía que iba a tener hijos cuando fuese una profesional, tenía metas y quería llegar muy lejos. Ella se da cuenta de que tuvo una vida muy diferente antes del accidente, porque nosotros le contamos. Cuando pregunta si era feliz, yo le digo que sí. Ella sabe que fue feliz por las fotos, por sus diplomas y por lo que le contamos -asegura su mamá.
Pero Jacqueline no logra recordar nada de su pasado.
-Todos los días soy una persona nueva, pero yo sé que sí tuve un pasado y eso me duele, me duele no recordar. Pienso que voy en retroceso, no sé. Me afectan mucho las cosas que me pasan, pienso que me sale todo mal. Como hoy día, que estoy más triste, porque yo pensé que un abogado me iba a ayudar -apenas puede terminar de hablar.
-¿Le pregunta a su hermana qué cosas le gustaba hacer antes del accidente?
-¿Te pregunto eso?-dice mirando a su hermana. Ella le responde que sí, que siempre está preguntando cómo era antes, qué le gustaba hacer y cosas por el estilo. Pero cuando me responden igual se me olvida después.
Su hermana Elizabeth dice que en la noche es cuando más preguntas hace.
-Hay veces que pregunta por qué hice esto o lo otro, y siempre pregunta por qué me pasó esto a mí. Muchas veces no cree las cosas que le digo sobre su pasado.
-¿Qué cosas hace durante el día?
-El aseo, veo tele cuando estoy con mi hermana, nada más.
-¿Juega con sus hijos?
-¿Juego con ellos?-le pregunta a su hermana.
-Sí, sí juegas con ellos.
-¿Hay momentos en el día en que está contenta?
-Sí, yo creo que sí.
-¿Qué le gustaría mejorar en su vida?
-Me gustaría ser independiente. Me gustaría tener un poco más de libertad, no sé si poder salir a la calle porque ahora me da terror. Me gustaría poder trabajar.
-¿Le gustaría volver a ser como antes?
-No sé cómo era antes, así que no sé si me gustaría. Pero me gustaría aunque fuera un poquito ser como una persona normal.
-¿Y volver a la compañía como voluntaria?
-No, no creo.
-¿Le trae malos recuerdos?
-No tengo recuerdos. No sé si algún día tuve amigos porque ahora no me visita nadie. No tengo contacto con nadie.
Elizabeth dice que sí tenía amigos, o "se decían sus amigos", corrige. Ellos nunca más se aparecieron, cuando la ven en la calle no la saludan, y los mismos bomberos también hacen lo mismo.
-¿En serio? -pregunta Jacqueline. Elizabeth la mira y no responde.
Futuro
Como Jacqueline no sale sola de su casa, su mamá y su hermana se turnan para llevarla a los controles con el psiquiatra Pablo González del hospital Félix Bulnes, que es el único que la ha seguido tratando hasta la fecha. Muchos de los doctores que la han visto "la dejan botada", dice su familia, porque no logran dar con un buen diagnóstico.
-Ella tiene amnesia orgánica, que es un problema que afecta los recuerdos pasados, presentes, la creación de nuevos recuerdos y la obtención de éstos, lo que sugiere una lesión en el hipocampo -explica el doctor González.
Él junto a otros doctores del Félix Bulnes tienen programado ingresarla pronto para hacerle exámenes y averiguar cuáles son las zonas del cerebro que no funcionan, y así poder armar un sistema de rehabilitación especial para ella.
Lo que necesita Jacqueline, explican Elizabeth y su madre, es que la vea un neurocirujano, porque tienen que revisarle la placa que aún está en su cabeza. Han pedido ayuda en muchas partes sin buenos resultados; por eso, agradecen la dedicación del doctor González y del equipo del Félix Bulnes.
-A mí me gustaría que si existe Dios, me ayudara un poco. No le pido a la vida que me dé cosas, sino que me entregue herramientas para poder desenvolverme. Porque, por ejemplo, cuando intento hacerle la papa a la Antonella se la hago mal, ella me dice que le falta azúcar y mi mamá se la tiene que volver a hacer.
Jacqueline ya no recuerda que esto lo contó hace mucho rato, cuando comenzó esta entrevista.
Su mamá piensa que Jacqueline no tiene ninguna cosa que le dé sentido a su vida para estar feliz, por eso llora tanto y se angustia.
-Yo, de verdad, hubiese preferido que me pasara cualquier cosa; haber quedado en silla de ruedas a quedar así, porque no sé si tuve un pasado y no sé si voy a tener un futuro, estoy como en el aire. Eso es lo que me produce más angustia.
Al día siguiente de nuestra visita, su hermana Elizabeth le cuenta a Jacqueline que el día anterior vinieron de una revista a entrevistarla. Ella no recuerda nada.
Paciente HM
El doctor Jorge González, médico cirujano especialista en neurología y jefe del Programa de Memoria del Departamento de Neurología de la Pontificia Universidad Católica, explica que Jacqueline tiene amnesia retrógada y anterógrada, lo que significa que no puede almacenar nuevos recuerdos ni tampoco recuperar los pasados.
"Este tipo de secuelas es frecuente en traumatismos encéfalo-craneanos en el lóbulo temporal de cierta intensidad, que es donde se encuentra el hipocampo encargado de almacenar los recuerdos. También es posible que la epilepsia que ella tiene haya ido generando más daño en el hipocampo",
afirma.
Para González, lo extraño de este caso es el deterioro tan extremo que tiene Jacqueline en su memoria. "Hay muchos casos así, pero no tan severos. Lo que pasa es que son llamativos y pocos son estudiados". Que sea tan grave indica que pueden estar dañados los dos hipocampos, piensa el especialista.
El primer paciente con un problema similar al de Jacqueline se estudió en los años 50 y es conocido en el mundo científico como "paciente HM". Él era epiléptico y a los 20 años le sacaron uno de los hipocampos, por lo que se vio afectada su capacidad para almacenar nuevos recuerdos. No registraba el paso del tiempo y no reconocía a nadie, pero a diferencia de ella, sí tenía recuerdos de su vida anterior a la operación.
El doctor afirma que este tipo de daño es irreversible y que los pacientes se pueden manejar con libretas donde registren lo que hacen y los detalles importantes que deberían recordar, pero es muy poco probable que puedan recuperar su memoria.
Leyla Hales Suez.
Noticia de la Revista Ya de El Mercurio
Leyla Hales Suez
_¿De su vida anterior al accidente, recuerda algo?
-Sí, de ayer.
Jacqueline Serrano está sentada en un sillón de su casa. De polerón blanco y jeans, cada vez que responde una pregunta mira antes a su hermana, Elizabeth, porque no sabe qué responder. Habla despacio, con inseguridad. Hoy no es un buen día. La mayoría de sus días no son buenos. Vive casi encerrada en su casa porque se angustia al salir a la calle y, a veces, también se desorienta cuando sube al segundo piso de su casa. En la noche, ya no recordará haber dado esta entrevista ni menos reconocerá a la periodista y ni a la fotógrafa que estuvieron con ella.
Su casa está en Bollenar, un pueblo a 14 kilómetros al norte de Melipilla. Es un pueblo chico, donde todos se conocen y saben lo que le pasó a Jacqueline. Ahí vive junto a sus papás, Elizabeth y sus hijos, Antonella y Álvaro. La casa tiene dos pisos, pero ella circula casi siempre por el primero. Se orienta bien en ese espacio y no tiene problemas para reconocer a los miembros de la familia que viven con ella. Si los deja de ver uno o dos días ya no sabe quiénes son. De la puerta para afuera no reconoce nada.
A sus 26 años no recuerda nada de su pasado y su presente se borra en cosa de horas. Tampoco cree que tenga un futuro. Después de sufrir un golpe en la cabeza en 2002 mientras realizaba un ejercicio con la 5° Compañía de Bomberos de Melipilla, para recolectar fondos para la Teletón, su memoria dejó de funcionar. De ese accidente poco y nada se sabe. Los únicos que recuerdan lo que pasó ese día decidieron no hablar sobre el episodio.
-Dijeron muchas cosas y puras tonteras. Que ella se había lanzado, que se le había caído el gorro, que se había tirado, nada concreto. Sus compañeros guardaron silencio. Nosotros aún no sabemos realmente lo que pasó -se queja Elizabeth Serrano (18), estudiante de Medicina Veterinaria.
El informe de bomberos decía que se había tirado del carro a recoger algo.
-No estaba firmado, tenía rayones y cuando preguntamos quién lo había escrito se tiraban la pelota; por eso, siempre he pensado que algo raro hubo. O la empujaron o la atropelló el carro-bomba -cuenta Luis Serrano (28), su hermano mayor.
Jacqueline habla por primera vez en toda la entrevista y apenas se escucha lo que dice. Sus ojos verdes miran el suelo.
-No he vuelto más a la compañía.
Pasado
El 29 de noviembre de 2002, la familia Serrano Salinas estaba en su casa viendo la Teletón cuando un cadete de bomberos llegó a dar la mala noticia: Jacqueline había tenido un accidente y se la habían llevado al Hospital San José de Melipilla.
-Cuando llegué al hospital no me dejaron entrar a verla, estaba lleno de carabineros, pero como yo era suboficial de Ejército pasé no más. Entonces vi a un hombre esposado, que me empezó a gritar que lo perdonara, que no había sido su intención -cuenta Luis.
Era el chofer del carro-bomba en que viajaba Jacqueline.
Luis entró a la sala de observación donde tenían a su hermana. Estaba sola, inconsciente, con la cara morada y sufría convulsiones. Luis pensó que estaba muerta. Por el gran hematoma que tenía en el tórax, uno de los doctores que la atendió horas más tarde en el Hospital del Trabajador pensó que el carro-bomba le había pasado por encima. Luis hasta el día de hoy cree lo mismo.
Estuvo 21 días en coma, tres meses internada, tuvo cuatro intervenciones y salió del hospital con una placa de titanio en la cabeza y los doctores asegurando que estaba todo bien. Al principio así fue: Jacqueline continuó con su vida, retomó sus estudios de Ingeniería en Prevención de Riesgos y volvió a vivir con su pareja en Santiago. Tomaba 14 pastillas diarias para evitar los ataques de epilepsia y otras secuelas del accidente.
A principio de 2004 las cosas cambiaron.
-Cuando venía los fines de semana me contaba que se perdía en Santiago, se quedaba en blanco y le venían ataques de pánico. Pensé que eran los nervios; nunca me imaginé lo que le estaba pasando -cuenta Luisa Salinas, su mamá.
Jacqueline no pudo seguir estudiando, ya que no retenía nada. Congeló la carrera y se puso a trabajar en una empresa constructora. Pero cada día le costaba más recordar cosas simples, como la dirección de su casa; por eso se deprimía y lloraba mucho. Su mamá piensa que empezó a darse cuenta de que tenía un problema grave con su memoria, pero no quería asumirlo.
Tenía un cuadro de depresión severo y le daba por cortarse el pelo sola, dejándoselo bien corto. Hasta que no aguantó más.
-En el 2005 fue la primera vez que intentó suicidarse. Ella no sabía que estaba embarazada de la Antonella y nosotros tampoco -explica su mamá, al mismo tiempo que Jacqueline, quien está posando para las fotos, pregunta: "¿Por qué dicen que me traté de suicidar?".
Después de este episodio, Jacqueline volvió a la casa de sus papás a Bollenar y su pareja desapareció de la faz de la Tierra. En la casa, su familia le muestra fotos, le cuentan de su vida anterior, de sus logros, pero su memoria inicia un viaje sin retorno.
-Repetía mucho las mismas preguntas, se demoraba en contestar, y como no se acordaba se ponía a llorar. Yo me di cuenta de que algo pasaba porque cuando salía con ella y sus amigos la saludaban, ella me preguntaba quiénes eran y por qué la saludaban. Pero como el doctor había dicho que estaba bien, a nosotros nos costó asumir que tenía un problema con su memoria -cuenta su mamá.
Después del primer intento de suicidio, vinieron dos más. El último fue el año pasado, cuando esperaba a su segundo hijo, Álvaro, que ahora tiene cinco meses. De esta relación tampoco habla.
-Nosotros todos los días le recordamos las cosas, le contamos sobre su pasado, pero se le olvidan. Es como empezar todos los días de cero -se lamenta Luisa.
Presente
-¿Que hice hoy día? -le pregunta en la noche Jacqueline a su hermana Elizabeth, que está acostada a su lado.
-Te levantaste, le hiciste la papa a la Antonella y al Álvaro, hiciste el aseo, ayudaste en la cocina y en la tarde jugaste con los niños.
-¿Y cuándo vino la abuela?
-El fin de semana pasado.
Todas las noches es lo mismo. Su hermana dice que necesita mantener una rutina diaria, para darle orden a su vida.
-No puedo hacer nada sin la ayuda de mi mamá y mi hermana; cuando le preparo la papa a mis hijos no sé si le pongo mucho de algo, pero después tienen problemas estomacales. Debe ser que le echo mucha leche a lo mejor -explica Jacqueline.
-Cuando llega alguien que yo no reconozco y me dicen que es mi abuela, igual yo le digo: ¡hola, cómo está! Siempre hago eso, cuando alguien me saluda, pero de verdad no tengo idea quién es, después tengo que preguntar. Es para evitar que piensen que estoy loca.
Elizabeth la semana pasada se llevó a sus sobrinos Antonella y Álvaro por unos días. Cuando volvieron Jacqueline no tenía idea quiénes eran. Tampoco se acuerda de los primeros años de vida de sus hijos, de la edad que tienen, ni la primera palabra que dijeron. Nada.
-Eso es súper complicado porque me van a preguntar: ¿cómo era yo cuando chico?, y entonces, yo qué les voy a decir. Por eso trato de anotar las cosas, bueno, las anota mi hermana porque a mí me cuesta escribir y leer. Pero no es lo mismo leer un diario que contarle lo que uno siente.
Jacqueline no pregunta por el papá de sus hijos. Tampoco le gusta que le pregunten por él. Cuando le muestran fotos de él, se ríe, no cree que haya sido su pareja.
Por recomendación del doctor tiene un cuaderno donde anota las cosas que ha hecho durante el día y otras cosas importantes, como la fecha de cumpleaños de sus hijos, lugares que ha visitado y la carrera que estudió. En una de las hojas se lee: "La yerba San Juan mejora la memoria". Elizabeth se apura en aclarar que no es cierto.
Ahora, por sugerencia de su mamá, también empezó a rayar las paredes de su pieza. El doctor le dijo que sacara fotos a lugares y personas para ayudarla a recordar, pero no puede hacerlo porque no tiene una cámara.
-¿Quieren conocer mi pieza? -pregunta Jacqueline entusiasmada.
La habitación está pintada de un color entre rosado y naranjo. Allí hay una cama de dos plazas donde duerme junto a Elizabeth. Como tiene problemas para dormir a veces se levanta y da vueltas por la casa. Incluso una vez salió a la calle y se perdió. Ahora cierran la puerta con llave.
En la pared hay diplomas del Cuerpo de Bomberos, de algunos cursos de capacitación, algunos papeles con lista de cosas por hacer, y se puede leer escrito con lápiz pasta en una de las paredes:
6 de agosto 2006: "nace Antonella"
18-04-09: "Antonella dice vocales"
18 de septiembre de 1982: "mi cumpleaños"
También hay una pizarra blanca donde está escrita la receta para hacer arroz.
Jacqueline muestra unas placas que están colgadas, que tienen grabadas su nombre, dirección, teléfono de su mamá, sexo y fecha de nacimiento, en caso de que se pierda. Aunque ya casi no sale.
-Me da miedo salir de mi casa. Me gustaría harto salir a la calle y no encontrarme en un ambiente diferente, porque cuando salgo no reconozco el lugar y eso me angustia.
En la noche ve televisión, y trata de repasar lo que hizo en el día, hasta donde su memoria se lo permite.
-Cuando me cuentan cosas sobre mí es como si estuviera mirando un diario, porque no logro encajar eso en mi vida. Es como si eso no me hubiera pasado a mí.
La familia Serrano Salinas es unida, pero este golpe los ha afectado a todos.
-Para nosotros ha sido atroz. Lo que más me preocupa es que ella salió sana de mi casa, a hacer una obra de caridad para la Teletón, y mira en el estado en que quedó. Yo nunca me imaginé que iba a pasar algo así. Si no hubiera ido no estaría en las condiciones en que está -dice su mamá.
Una de las cosas que más le duelen a su mamá son las humillaciones que tiene que soportar Jacqueline.
-Como no saben que tiene una discapacidad, se ríen de ella cuando no puede responder algo, y ver eso es muy doloroso para uno. Además, hemos golpeado muchas puertas para que nos ayuden, pero no ha pasado nada.
Pasado
De chica tenía buenas notas, era alegre, inteligente, participaba de scout y le gustaba ayudar a las personas. De muchos amigos, Jacqueline siempre se llevó mejor con los hombres, por lo mismo no le costó integrarse a un ambiente machista como el del Cuerpo de Bomberos. De hecho, fue la primera mujer de la 5° Compañía de Melipilla cuando ingresó a los 10 años. Toda su familia era voluntaria hasta su accidente; después se retiraron.
Era respetada por sus compañeros, tenía una personalidad fuerte y no se achicaba cuando tenía que discutir con el resto. Era una líder innata, recuerda su mamá.
-Se llevaban súper bien con ella, la querían, aunque algunos la envidiaban porque como estudiaba Prevención de Riesgos y hacía cursos, sabía más, por eso tenía problemas con algunos. Incluso estuvo a cargo de la brigada (voluntarios más pequeños) -comenta Luis.
Dice su familia que ella daba todo por los bomberos, pasaba la mayoría del tiempo en la compañía. No era buena para carretear y tampoco le gustaba tomar ni bailar. Vivía por la bomba y su equipo.
De esa Jacqueline queda poco. La mayor parte del tiempo está triste, amigos ya no le quedan, y difícilmente se puede tener una personalidad fuerte y decidida cuando no se sabe quién es. Su mamá cree que cambió totalmente después del accidente.
-Decía que iba a tener hijos cuando fuese una profesional, tenía metas y quería llegar muy lejos. Ella se da cuenta de que tuvo una vida muy diferente antes del accidente, porque nosotros le contamos. Cuando pregunta si era feliz, yo le digo que sí. Ella sabe que fue feliz por las fotos, por sus diplomas y por lo que le contamos -asegura su mamá.
Pero Jacqueline no logra recordar nada de su pasado.
-Todos los días soy una persona nueva, pero yo sé que sí tuve un pasado y eso me duele, me duele no recordar. Pienso que voy en retroceso, no sé. Me afectan mucho las cosas que me pasan, pienso que me sale todo mal. Como hoy día, que estoy más triste, porque yo pensé que un abogado me iba a ayudar -apenas puede terminar de hablar.
-¿Le pregunta a su hermana qué cosas le gustaba hacer antes del accidente?
-¿Te pregunto eso?-dice mirando a su hermana. Ella le responde que sí, que siempre está preguntando cómo era antes, qué le gustaba hacer y cosas por el estilo. Pero cuando me responden igual se me olvida después.
Su hermana Elizabeth dice que en la noche es cuando más preguntas hace.
-Hay veces que pregunta por qué hice esto o lo otro, y siempre pregunta por qué me pasó esto a mí. Muchas veces no cree las cosas que le digo sobre su pasado.
-¿Qué cosas hace durante el día?
-El aseo, veo tele cuando estoy con mi hermana, nada más.
-¿Juega con sus hijos?
-¿Juego con ellos?-le pregunta a su hermana.
-Sí, sí juegas con ellos.
-¿Hay momentos en el día en que está contenta?
-Sí, yo creo que sí.
-¿Qué le gustaría mejorar en su vida?
-Me gustaría ser independiente. Me gustaría tener un poco más de libertad, no sé si poder salir a la calle porque ahora me da terror. Me gustaría poder trabajar.
-¿Le gustaría volver a ser como antes?
-No sé cómo era antes, así que no sé si me gustaría. Pero me gustaría aunque fuera un poquito ser como una persona normal.
-¿Y volver a la compañía como voluntaria?
-No, no creo.
-¿Le trae malos recuerdos?
-No tengo recuerdos. No sé si algún día tuve amigos porque ahora no me visita nadie. No tengo contacto con nadie.
Elizabeth dice que sí tenía amigos, o "se decían sus amigos", corrige. Ellos nunca más se aparecieron, cuando la ven en la calle no la saludan, y los mismos bomberos también hacen lo mismo.
-¿En serio? -pregunta Jacqueline. Elizabeth la mira y no responde.
Futuro
Como Jacqueline no sale sola de su casa, su mamá y su hermana se turnan para llevarla a los controles con el psiquiatra Pablo González del hospital Félix Bulnes, que es el único que la ha seguido tratando hasta la fecha. Muchos de los doctores que la han visto "la dejan botada", dice su familia, porque no logran dar con un buen diagnóstico.
-Ella tiene amnesia orgánica, que es un problema que afecta los recuerdos pasados, presentes, la creación de nuevos recuerdos y la obtención de éstos, lo que sugiere una lesión en el hipocampo -explica el doctor González.
Él junto a otros doctores del Félix Bulnes tienen programado ingresarla pronto para hacerle exámenes y averiguar cuáles son las zonas del cerebro que no funcionan, y así poder armar un sistema de rehabilitación especial para ella.
Lo que necesita Jacqueline, explican Elizabeth y su madre, es que la vea un neurocirujano, porque tienen que revisarle la placa que aún está en su cabeza. Han pedido ayuda en muchas partes sin buenos resultados; por eso, agradecen la dedicación del doctor González y del equipo del Félix Bulnes.
-A mí me gustaría que si existe Dios, me ayudara un poco. No le pido a la vida que me dé cosas, sino que me entregue herramientas para poder desenvolverme. Porque, por ejemplo, cuando intento hacerle la papa a la Antonella se la hago mal, ella me dice que le falta azúcar y mi mamá se la tiene que volver a hacer.
Jacqueline ya no recuerda que esto lo contó hace mucho rato, cuando comenzó esta entrevista.
Su mamá piensa que Jacqueline no tiene ninguna cosa que le dé sentido a su vida para estar feliz, por eso llora tanto y se angustia.
-Yo, de verdad, hubiese preferido que me pasara cualquier cosa; haber quedado en silla de ruedas a quedar así, porque no sé si tuve un pasado y no sé si voy a tener un futuro, estoy como en el aire. Eso es lo que me produce más angustia.
Al día siguiente de nuestra visita, su hermana Elizabeth le cuenta a Jacqueline que el día anterior vinieron de una revista a entrevistarla. Ella no recuerda nada.
Paciente HM
El doctor Jorge González, médico cirujano especialista en neurología y jefe del Programa de Memoria del Departamento de Neurología de la Pontificia Universidad Católica, explica que Jacqueline tiene amnesia retrógada y anterógrada, lo que significa que no puede almacenar nuevos recuerdos ni tampoco recuperar los pasados.
"Este tipo de secuelas es frecuente en traumatismos encéfalo-craneanos en el lóbulo temporal de cierta intensidad, que es donde se encuentra el hipocampo encargado de almacenar los recuerdos. También es posible que la epilepsia que ella tiene haya ido generando más daño en el hipocampo",
afirma.
Para González, lo extraño de este caso es el deterioro tan extremo que tiene Jacqueline en su memoria. "Hay muchos casos así, pero no tan severos. Lo que pasa es que son llamativos y pocos son estudiados". Que sea tan grave indica que pueden estar dañados los dos hipocampos, piensa el especialista.
El primer paciente con un problema similar al de Jacqueline se estudió en los años 50 y es conocido en el mundo científico como "paciente HM". Él era epiléptico y a los 20 años le sacaron uno de los hipocampos, por lo que se vio afectada su capacidad para almacenar nuevos recuerdos. No registraba el paso del tiempo y no reconocía a nadie, pero a diferencia de ella, sí tenía recuerdos de su vida anterior a la operación.
El doctor afirma que este tipo de daño es irreversible y que los pacientes se pueden manejar con libretas donde registren lo que hacen y los detalles importantes que deberían recordar, pero es muy poco probable que puedan recuperar su memoria.
Leyla Hales Suez.
http://diario.elmercurio.com/2009/08/18/ya/reportaje/noticias/117E09AA-65CD-4A4A-B395-6049559EFF16.htm?id={117E09AA-65CD-4A4A-B395-6049559EFF16}
Noticia de la Revista Ya de El Mercurio