PARTES E INFORMES OFICIALES DEL CAPITÁN DE CORBETA CARLOS CONDELL DE LA HAZA, COMANDANTE DE LA "COVADONGA" SOBRE EL COMBATE NAVAL DE IQUIQUE Y PUNTA GRUESA.
*****************COMANDANCIA GENERAL DE MARINA
*****************COMANDANCIA GENERAL DE MARINA
Valparaíso, junio 4 de 1879.
Elevo a Us. el parte que he recibido hoy del comandante de la goleta Covadonga sobre el combate de Iquique, documento del cual se ha dejado copia en secretaría.
Dios guarde a Us.
E. ALTAMIRANO
Al señor Ministro de Marina.
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COMANDANCIA DE LA CAÑONERA "COVADONGA"
Antofagasta, mayo 27 de 1879.Tengo la honra de dar cuenta a Us. del combate que ha tenido lugar entre este buque y la Esmeralda, que quedaron sosteniendo el bloqueo de Iquique, después de la partida del buque almirante y el resto de la escuadra, con los blindados peruanos Huáscar e Independencia.
Eran las 6 y media de la mañana del 21, cuando encontrándonos de guardia fuera del puerto, avistamos al norte dos humos, los que poco después reconocimos ser de los dos blindados antedichos. Inmediatamente lo comunicamos a la Esmeralda, quien nos puso señal de "seguir sus aguas", poniéndonos acto continuo en son de combate y saliendo afuera para batirnos. Las ocho de la mañana sonaban cuando una bala del blindado Huáscar dio en medio de nuestros dos buques, que se encontraban al habla. Enseguida, poniendo la proa el blindado Huáscar a la Esmeralda y la Independencia al Covadonga empezó el combate, rompiendo nosotros los fuegos. Vista la superioridad del enemigo, así como también la treintena de botes que se destacaban de la playa en auxilio de nuestros enemigos, y comprendiendo que por más esfuerzos que hiciéramos dentro del puerto nos era difícil, sino imposible, vencer o escapar a un enemigo diez veces más poderoso que nosotros, resolví poner proa al sur, acercándome lo más posible a tierra. Mientras tanto, la Esmeralda quedaba batiéndose dentro del puerto. Durante cuatro horas consecutivas soportamos los fuegos que el blindado Independencia nos hacía sostenidamente, habiendo recibido varios que nos atravesaron de banda a banda el palo de trinquete y nos rompieron las jarcias del palo mayor y palo trinquete y el esquife con sus pescantes, que se fue al agua. Tres veces se nos acercó enfilándonos de popa con su espolón para echarnos a pique. En las dos primeras no se atrevió, sea por temor de no encontrar agua para su calado o por el nutrido fuego de cañón y de fusil que le hacíamos, contestándonos ellos lo mismo, y además con ametralladoras desde las cofas. La tercera tentativa parece que era decisiva y a 250 metros de nuestra popa recibió algunos balazos con cañones de a 70, que lo obligaron a gobernar a tierra y vararse en un bajo que nosotros pasamos rozando. Gobernamos a ponernos por la popa, donde no podía hacernos fuego. Al pasar por el frente le metimos dos balas de cañón de a 70 que ellos nos contestaron con tres tiros sin tocarnos.
Saludamos con un ¡hurra! la arriada del estandarte y pabellón peruanos que dicho blindado hacía tremolar en sus topes, viendo remplazada estas insignias por la bandera de parlamento. Púseme al habla con el comandante rendido, quien, de viva voz, me repitió lo que ya me había indicado el arrío de su pabellón, pidiéndome al mismo tiempo un bote a su bordo, lo que no pude verificar, no obstante mis deseos porque el blindado Huáscar, que había quedado en el puerto, se nos aproximaba. Intertanto, la tripulación de la Independencia abandonaba el buque y se refugiaba en tierra, parte en botes y parte a nado.
Trabajando nuestra máquina con sólo cinco libras de presión, y el buque haciendo mucha agua a causa de los balazos que recibió, creí aventurado pasar a bordo del buque rendido. Proseguí, pues, mi retirada al S. llevando la convicción de que la Independencia no saldría de allí.
El Huáscar, que como hemos dicho, quedó batiendo dentro del puerto a la Esmeralda, se nos acercaba a toda fuerza de máquina. Tomé mis precauciones para empeñar un segundo combate, que por lo desventajoso de nuestra situación parecía imposible evitar, pues carecíamos de balas sólidas y la gente estaba rendida después de cinco o seis horas de sostenido combate con ambos buques enemigos. Momentos después y cuando dicho blindado estaba como a seis millas de nuestra popa y por la cuadra del vencido, lo vi dirigir su proa en auxilio de la Independencia. Este retraso en su marcha permitió que avanzáramos un tanto más, lo necesario para distinguirlo nuevamente, minutos después, y como a diez millas, siempre en nuestra persecución.
Con la caída del día y la oscuridad de la noche, perdimos de vista al enemigo; y tratando de aprovechar la brisa que soplaba en esos momentos, hice rumbo al oeste. Proseguí navegando con ese rumbo hasta las doce de la noche, hora en que, creyendo que el Huáscar hubiese cesado en su propósito, me dirigí hacia tierra gobernando convenientemente.
Recalamos a Tocopilla, adonde el buque recibió, con auxilio de carpinteros enviados de tierra, las reparaciones más urgentes, tapando los balazos a flor de agua; y proseguí al sur en la mañana del 24 tocando en Cobija a las 2 y media P. M., donde recibimos al vapor del norte que condujo al contador a Antofagasta y a los heridos, con la comisión de verse con el general en jefe para pedirle un vapor que fuera a encontrarnos, pues el buque no andaba más de dos millas y seguía haciendo mucha agua. A veinte millas de Antofagasta recibimos el remolque del vapor Rímac, que nos condujo a este puerto, donde fondeamos a las 3 A. M. del 26.
Supongo que U. S. tendría desde ayer datos de la acción.
Terminaré este parte lamentando la pérdida de nuestro compañero el doctor don Pedro R. 2º Videla, que dejó de existir horas después del combate a consecuencia de una bala que le llevó los dos pies; y en el equipaje, la muerte del grumete Blas 2º Téllez y del mozo Felipe Ojeda. Hubo cinco heridos, pero no graves, entre los cuales se cuenta el contador del buque, que recibió dos balazos.
Hago una especial recomendación del teniente 1º don Manuel J. Orella, cuyo valor, serenidad en su puesto, y resolución a bordo han sido ejemplares. A la vez recomiendo particularmente el buen desempeño del ingeniero 2º don Emilio Cuevas bajo cuya dirección está la máquina.
Los oficiales, tanto de guerra como mayores, se condujeron valientemente y cada cual estuvo siempre a la altura de su deber y de su honor, como oficial y como chileno. Respecto a la tripulación, supo cumplir con su deber; y hubo momentos tales, de entusiasmo, que cada cual manifestó que estaba resuelto a morir, obedeciendo al generoso sentimiento patriótico de no entregar el buque.
Por el próximo vapor comunicaré a U. S. más extensamente detalles sobre el combate.
Al querer dar término a la presente el Huáscar que entra del sur a las 12 y media P. M. empeña el combate con nuestro buque y los cañones de tierra, y en este momento (las 6 h. 45 m.) cesa el fuego, pues el Huáscar se hace afuera.
A bordo no ocurre novedad y como siempre la oficialidad y tripulación corresponden a la confianza de la patria.
Dios guarde a U. S.
CARLOS CONDELL
Al señor Comandante General de la Marina.
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Antofagasta, mayo 25 de 1879.
El comandante de la goleta Covadonga desde Cobija, con fecha de ayer me dice lo siguiente:
El 21 hubo combate en el puerto de Iquique entre el buque de mi mando y la Esmeralda, que habían quedado sosteniendo el bloqueo del puerto después de la salida del resto de nuestra escuadra al norte, verificada cuatro días antes, con los blindados peruanos Huáscar e Independencia. El primero empeñó combate con la Esmeralda y el segundo con nosotros y duró éste cuatro horas y media, habiéndose batido la Esmeralda en el puerto y nosotros fuera de él. A las 12 hs. 30 ms. varó la Independencia diez millas al sur de Iquique y momentos después acosada por nuestros certeros disparos arrió su estandarte y pabellón; izando en su lugar la bandera de parlamento y repitiéndome de viva voz el comandante rendido, lo que ya con la arriada del pabellón nos había indicado. No pude tomar posesión de la presa, porque el Huáscar venía en nuestra persecución.
Con muy severas averías tanto en el casco como en la arboladura, arribé el 23 a Tocopilla, donde hice reparar algunas de ellas. El buque iba yéndose a pique.
La máquina en muy mal estado. No podemos andar más de tres millas. Creo muy conveniente nos envíe un vapor para que nos remolque.
En breves momentos sigo viaje a esa; en el camino esperaré el refuerzo que indico. La señal para reconocernos será cuatro destellos largos. Iré pegado a costa.
Esmeralda a pique.
Mis pérdidas son tres muertos, entre ellos el doctor, y seis heridos.
A mi llegada a esa daré a U.S. más pormenores.
Dios guarde a U. S.
JUSTO ARTEAGA
Al señor Ministro de Marina.