Parte Oficial del Combate Naval de Iquique

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Parte oficial del segundo Comandante de la Esmeralda Luis Uribe.
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Iquique , mayo 29 de 1879.

Tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. que el 21 del presente , después de un sangriento combate de cuatro horas con el monitor peruano Huáscar , la Esmeralda fue echada a pique al tercer ataque de espolón del enemigo . El honor de la bandera ha quedado a salvo , pero desgraciadamente tenemos que lamentar la perdida de tres de sus más valientes defensores : el capitán Arturo Prat , el teniente Serrano y el guardiamarina Riquelme.
Como a las 07 :00 AM. del día indicado divisamos dos humos al norte . Inmediatamente se puso el buque en son de combate . A las ocho se reconoció al Huáscar y poco después a la fragata Independencia . Se hicieron señales a la Covadonga de venir al habla y el capitán Prat le ordeno tomar poco fondo e interponerse entre la población y los fuegos del enemigo . Al movernos para tomar la misma situación , se nos rompieron dos calderos y el buque quedó con un andar de dos a tres millas . A las ocho treinta la acción se hizo general . La Covadonga se batía con la Independencia , haciendo al mismo tiempo rumbo al sur y la Esmeralda contestaba los fuegos del Huáscar y se colocaba frente a la población a distancia de 200 metros de la playa.
Desde esta posición batíamos al enemigo ; nuestros tiros , que al principios eran inciertos , fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y el casco del Huáscar sin causarle el más leve daño.
Los tiros de este ultimo pasaban en su mayor parte por alto y varios fueron a herir a la población . Nuestra posición era pues , ventajosa ; pero como se nos hiciera fuego de tierra con cañones de campaña , matándonos tres individuos e hiriéndonos otros tantos , el capitán Prat se vio obligado a ponerse fuera de su alcance.
En este momento , 10:00AM. una granada del Huáscar penetro en el costado de babor y fue a romper a estribor , cerca de la línea de agua , produciendo un pequeño incendio que fue sofocado a tiempo . Mientras tanto el Huáscar se había acercado como seiscientos metros y a esta distancia continuo la acción cerca de una hora sin recibir otra avería que la que dejo indicada . Viendo el Huáscar el poco efecto de sus tiros , puso proa a la Esmeralda .
Nuestro poco andar impidió a nuestro comandante Prat evitar el ataque del enemigo ; su espolón vino a herir el costado de babor frente al palo de mesana y los cañones de su torre , disparados a toca penoles antes y después del choque , hicieron terribles estragos en la marinería.
El capitán Prat , que se encontraba en la toldilla desde el principio del combate , salto a la proa del Huáscar dando al mismo tiempo la voz de " al abordaje " desgraciadamente , el estruendo producido por la batería al hacer fuego sobre el Huáscar , impidió a muchos oír la voz de nuestro valiente comandante ; y de los que se encontraban en la toldilla con el , solo el sargento pudo seguirlo , tal fue la ligereza con que se retiro la proa del Huáscar de nuestro costado.
El suscribe se encontraba en el castillo de proa y desde ahí tuve el sentimiento de ver al bravo capitán Prat caer herido de muerte combatiendo al pie mismo de la torre del Huáscar.
.Inmediatamente me fui a la toldilla y tome el mando del buque . Mientras tanto , nos batíamos casi a boca de jarro , sin que nuestros tiros hicieran el menor efecto . En cambio , las granadas del enemigo hacían terribles estragos ; la cubierta y entre puente se hallaban sembrados de cadáveres.
Volvió el Huáscar a embestir con el espolón directamente al centro de este buque . Goberné para evitar el choque ; pero la Esmeralda andaba tan poco , que no fue posible evitarlo y recibió el segundo espolonazo por el lado de estribor . Esta vez , el teniente Serrano que se encontraba en el castillo , salto a la proa del Huáscar seguido de doce individuos . En la cubierta de este ultimo no se veía ningún enemigo con quien combatir ; pero de sus torres y parapetos de popa salía mortífero fuego de fusiles y ametralladoras.
El valeroso teniente Serrano y casi todos los que lo siguieron sucumbieron a los pocos pasos. Desde esta posición batíamos al enemigo ; nuestros tiros , que al principio eran inciertos , fueron mejorando y varias granadas reventaron en la torre y casco del Huáscar sin causarle el más leve daño.
La ligereza con que se retiraba de nuestro costado la proa del Huáscar y el poco andar de la Esmeralda para colocarse a su costado , único modo como habría podido pasar todo el mundo a la cubierta del enemigo , hacia imposible todo abordaje.
Por este tiempo nuestra tripulación había disminuido enormemente . Teníamos más de cien hombres fuera de combate , la santa Bárbara inundada y la máquina había dejado de funcionar . Los pocos cartuchos que quedaban sobre cubierta sirvieron para hacer la ultima descarga al recibir el tercer ataque de espolón del enemigo.
El guardia marina don Ernesto Riquelme , que durante toda la acción se porto como un valiente , disparo el ultimo tiro: no se le vio más ; se supone que fue muerto por una de las ultimas granadas del Huáscar .
Pocos momentos después de recibir el tercer espolonazo , se hundió la Esmeralda con todos sus tripulantes y con su pabellón izado al palo de mesana , cumpliendo así los deseos de nuestro malogrado comandante , quien al principar la acción dijo :
" Muchachos, la contienda es desigual . Nunca se ha arriado nuestra bandera al enemigo; espero ,pues, no sea esta al ocasión de hacerlo. Mientras yo este vivo, esa bandera flameara en su lugar y aseguro que , si muero , mis oficiales sabrán cumplir con su deber."
Los botes del Huáscar recogieron del agua a los sobrevivientes y en la tarde del mismo día fuimos desembarcados en Iquique en calidad de prisioneros.
Acompaño a V.S. una relación de la oficialidad y tripulación que ha salvado y que se hallan presos en este puerto.
Al señor Comandante General de Marina.
Luis Uribe


 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Nómina de los Héroes de la Esmeralda


Adrián Guzmán Lavell Grumete Prisionero - Pasa al Huáscar
Agustín Báez Marinero 1º Muerto en Iquique
Agustín Coloma Marinero 2º Prisionero
Agustín Oyarzún Uribe Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huásscar
Agustín Vásquez Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Alejandro Díaz Román Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Alejandro Horvath Fogonero 1º Muerto en Iquique
Alejandro Uribe Grumete Muerto en Iquique
Amador Aranguez Quintanilla Marinero 2º Muerto en Iquique
Andrés Brown Cárdenas Marinero 1º Muerto en Iquique
Andrés Pávez Sepúlveda Fogonero 2º Prisionero - Pasa al Huáscar
Angel Custodio Barrera López Marinero 2º Herido (Muere a bordo del Huáscar) Antonio Barreda Herido (Hospital de Iquique)
Antonio Dionisio Hurtado Rojas Subteniente Artillería de Marina Prisionero - Pasa al Huáscar
Antonio Espino N. Grumete Muerto en Iquique
Antonio Ruiz Velero 2º Muerto en Iquique
Antonio Tapia Grumete Muerto en Iquique
Arsenio Canave Meriño Soldado Artillería de Marina Salta al abordaje, muere a bordo del Huáscar
Arturo E. Wilson Navarrete Guardiamarina Prisionero - Pasa al Angamos
Arturo Fernández Vial Guardiamarina Prisionero - Pasa al Huáscar
Arturo Prat Chacón Capitán de Fragata Muerto en Iquique
Avelino Vásquez Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Baldomero Orrego Guzmán Marinero 2º Muerto en Iquique
Baltasar Leiton Grumete Muerto en Iquique
Bartolo Mesa Núñez Fogonero 2º Muerto en Iquique
Bartolomé Ramos Muñoz Marinero 2º Herido (Muere Junio 1879 en Hospital de Iquique)
Bartolomeo Rossi Fogonero 2º Prisionero
Benjamín Reyes Ovalle Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Bernardino Valenzuela Acuña Marinero 2º Muerto en Iquique
Buenaventura Castellano Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Candelario Apablaza Carbonero Muerto en Iquique
Candelario Gómez Marinero 2º Muerto en Iquique
Carlos Araneda Torres Fogonero 2º Muerto en Iquique
Carlos Cota Mesa Marinero 2º Muerto en Iquique
Catalino Guerra Cuello Patrón de Bote Muerto en Iquique
Ceferino Carrasco Palma Grumete Muerto en Iquique
Ceferino Pérez Jiménez Grumete Muerto en Iquique
Charles Moore Marinero 1º Prisionero - Pasa a la Pilcomayo
Constantino Micalbin Escarleto Contramaestre 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Cornelio Guzmám Cirujano 1º Prisionero
Crispín Reyes Cabo 2º Artillería de Marina Muerto en Iquique
Cruz Rosales Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Custodio Leiva Grumete Muerto en Iquique
Daniel Mendoza Jara Marinero 2º Muerto en Iquique
David Soto Marinero 2º Muerto en Iquique
Demetrio George Capitán de Altos Prisionero - Pasa al Amazonas
Desiderio Domínguez Navarrete Fogonero 2º Prisionero - Pasa al Abtao
Dionisio Manterola Ingeniero 3º Muerto en Iquique
Eduardo Cornelio Cornelius Timonel Prisionero - Pasa al Huáscar
Eduardo Hyatt Ingeniero 1º Muerto en Iquique
Elías Aránguiz Pedrero Timonel Prisionero a Hospital de Iquique - Pasa al Huáscar
Elías Araujo Herido (Hospital de Iquique)
Ernesto Riquelme Venegas Guardiamarina Muerto en Iquique
Esteban Barrios González Marinero 1º Prisionero
Esteban Despots Marinero 2º Muerto en Iquique
Evangelio Bono Capitán de Altos Prisionero - Pasa al Huáscar
Evaristo Riquelme Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Excequiel Avila Parraguez Ayudante de Condestable Muerto en Iquique
Félix Tomás Ruedas Montalva Despensero Muerto en Iquique
Florencio Ascencio Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Francisco 2º Sánchez Alvarajedo Teniente 1º Prisionero - Pasa a la Chacabuco
Francisco Acuña Cáceres Marinero 2º Muerto en Iquique
Francisco Godoy Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Francisco Mattos Ayudante de Condestable Muerto en Iquique
Francisco Santiago Indo Herrero 1º Muerto en Iquique
Francisco Ugarte Fogonero 2º Herido (Muere en el Hospital de Iquique el 09 de Agosto de 1879)
Gabriel Urra Fogonero 1º Muerto en Iquique
Gaspar Cabrales Tambor Artillería de Marina Muerto en Iquique
Germán Gregorio Sepúlveda Vilches Grumete Muerto en Iquique
Gregorio Almazabal Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Gregorio Araya Aburto Marinero 2º Muerto en Iquique
Gregorio Morales Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Grorge Fouguod Capitán de Altos Muere en el Huáscar
Guillermo Serey Collante Cocinero Muerto en Iquique
Gumesindo González Soldado Artillería de Marina Prisionero
Ignacio Serrano Montaner Teniente 2º Muerto en Iquique
Ildefonso Alvarez Marinero 1º Muerto en Iquique
Isidoro Gómez Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Jacinto Ampuero Capitán de Altos Muerto en Iquique
Jesús Miranda Grumete Muerto en Iquique
Joaquín Castillo Ruiz Marinero 2º Muerto en Iquique
John Lassen Marinero 1º Muerto en Iquique
Jorge 2º Quinteros Ruiz Grumete Muerto en Iquique
José María Alvarez Grumete Sobreviviente - Pasa al Abtao
José Abdón Figueroa Carbonero Muerto en Iquique
José Agustín Coloma Marinero 2º Herido (Hospital de Iquique)
José Alarcón Romero Patrón de Bote Prisionero - Pasa al Huáscar el 27 de Febrero de 1880
José Alegría Fuentes Marinero 2º Muerto en Iquique
José Angel Rojas Cárdenas Mozo de Cámara Muerto en Iquique
José Antonio Barrera Soldado Artillería de Marina Herido (Muere en Hospital de Iquique el 19/08/79)
José Baltasar Briceño Cordero Grumete Muerto en Iquique
José Barría Hernández Marinero 1º Muerto en Iquique
José Betancur Marinero 1º Muerto en Iquique
José Brígido Pérez Sandoval Grumete Muerto en Iquique
José Bustos Vera Cocinero Muerto en Iquique
José Concha Ramírez Marinero 1º Muerto en Iquique
José Cruzat Sangrador Muerto en Iquique
José de la Cruz Cea Nareira Marinero 1º Muerto en Iquique
José del Carmen Monsalve Marinero 2º Prisionero - Pasa al Angamos
José del Carmen Núñez Henríquez Marinero 2º Muerto en Iquique
José Dolores Díaz Avila Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
José Donaire Fogonero 2º Prisionero - Pasa al Huáscar
José Elías Huerta Ruiz Marinero 2º Muerto en Iquique
José Emilio Amigo Amigo Grumete Sobrevivio y regreso a Chile
José Fructuoso Vargas Uribe Mecánico Prisionero - Pasa al Huáscar
José Gutierrez de la F. Ingeniero 4º Muerto en Iquique
José Ignacio Guzmán Jorquera Marinero 2º Muerto en Iquique
José Jesús Hernández Parra Grumete Muerto en Iquique
José Lorenzo Escobar Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
José Luis Barrera López Marinero 2º Prisionero
José Luis Torres Andrade Marinero 2º Muerto en Iquique
José Manuel Concha Grumete Prisionero - Pasa al Huáscar
José Manuel Meneses Rugg Mayordomo Prisionero - Pasa a la Pilcomayo
José Manuel Ramírez Urtubia Carbonero Muerto en Iquique
José Manuel Rodríguez Albornoz Timonel Prisionero - Pasa al Amazonas
José María Del Rio Valenzuela Carpintero 1º Muerto en Iquique
José María Márquez Calixto Calafate 2º Muerto en Iquique
José María Rodríguez Mozo de Cámara Prisionero - Pasa al Huáscar
José Mercedes Gutiérrez Saavedra Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
José Mercedes Muñoz Herrera Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
José Muñoz Contreras Soldado Artillería de Marina Prisionero - Pasa a la Chacabuco
José Pereira Sepúlveda Mayordomo Muerto en Iquique
José Ramírez Oliva Carpintero 2º Muerto en Iquique
José Reyes Grumete Muerto en Iquique
José Vicente Valdivia Escobar Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
José Vicente Vergara Torres Soldado Artillería de Marina Prisionero - Pasa al Huáscar
Juan 2º Vargas Fuentes Grumete Muerto en Iquique
Juan A. Torres Mecánico Muerto en Iquique
Juan Agustín Cabrera Gacitúa Ingeniero Civil Prisionero
Juan Agustín Torres Mendoza Marinero 1º Muerto en Iquique
Juan Antonio Carrasco Alvarado Maestre de Señales Muerto en Iquique
Juan Araya Grumete Muerto en Iquique
Juan Bautista Segura Palomino Fogonero 2º Muerto en Iquique
Juan Campusano Báez Mayordomo Muerto en Iquique
Juan Casanova González Marinero 2º Prisionero
Juan de D. Cruz Grumete Muerto en Iquique
Juan de Dios Aldea Fonseca Sargento 2º Artillería de Marina Herido en Iquique (Muere el 24 a causa de heridas)
Juan de Dios Morales Orrego Marinero 2º Pasa a la Magallanes
Juan de Dios Pradena Pérez Marinero 2º Muerto en Iquique
Juan Francisco Mancilla Soldado Artillería de Marina Prisionero - Pasa al Blanco Encalada
Juan Germán Segura González Ayudante de Cirujano Prisionero
Juan Hernández Cárdenas Marinero 1º Muerto en Iquique
Juan Mayorga Capitán de Altos Muerto en Iquique
Juan O. Goñi Contador Prisionero - Pasa al Huáscar
Juan Ponce Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Juan Riveros Leiva Fogonero Muerto en Iquique
Justino Aguilar Rivera Patrón de Bote Muerto en Iquique
León P. Claret Maestre de Víveres Muerto en Iquique
Luciano Bolados Grumete Prisionero
Luis Ugarte Rivadeneira Marinero 2º Herido - Prisionero - Pasa al Huáscar
Luis Uribe Orrego Teniente 1º Prisionero - Comandante Pilcomayo
Manuel A. Ortiz Marinero 1º Muerto en Iquique
Manuel Arias Nova Marinero 1º Muerto en Iquique
Manuel Díaz Soldado Artillería de Marina Prisionero - Pasa al Toltén
Manuel Hernández Grumete Muerto en Iquique
Manuel Muñoz Ortiz Timonel Muerto en Iquique
Manuel Palmillo Torres Marinero 1º Muerto en Iquique
Manuel Ruiz Grumete Muerto en Iquique
Manuel Soto Ulloa Capitán de Altos Muerto en Iquique
Manuel Vera Fogonero Muerto en Iquique
Marcolín Figueroa Mecánico Muerto en Iquique
Marcos Molina Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Marcos Rojas Donoso Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Martín Jaque Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Matías Matamala Torres Guardián 1º Prisionero - Pasa a la Pilcomayo
Mercedes Alvarez Grumete Prisionero - Pasa al Huáscar el 27 de Febrero de 1880
Nicanor Bustos Cabo de Luces Muerto en Iquique
Nicanor Guerra Rojas Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Nicanor Navas Pérez Soldado Artillería de Marina Prisionero - Pasa al Blanco Encalada
Nicasio Miranda Uribe Fogonero 2º Muerto en Iquique
Nicasio Valenzuela Soldado Artillería de Marina Prisionero
Norberto Escobar Rivera Mozo de Cámara Muerto en Iquique
Pantaleón Cortés Gallardo Grumete Muerto en Iquique
Pedro Aros Marinero 2º Prisionero - Pasa al Huáscar y luego al Loa
Pedro Barrios Capitán de Altos Muerto en Iquique
Pedro Chamorro Marinero 2º Muerto en Iquique
Pedro Estamatópoli Mascobeli Fogonero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Pedro Manríquez Leal Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Pedro Pereira Grumete Muerto en Iquique
Ramón Díaz Castillo Fogonero 2º Muerto en Iquique
Ramón Fuentes Parra Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Ramón Rodríguez Guardián 2º Prisionero - Pasa al Abtao
Roberto Vergara Abarca Carbonero Muerto en Iquique
Rosso Bartolomero Fogonero 2º Prisionero
Ruperto Canales Torres Marinero 2º Muerto en Iquique
Salvador Galán Sarmiento Grumete Muerto en Iquique
Samuel Machacado Grumete Muerto en Iquique
Santiago Romero Gamboa Marinero 2º Muerto en Iquique
Santiago Salinas Grumete Prisionero - Pasa a la Magallanes
Secundino Castillo Marinero 2º Muerto en Iquique
Serafín Romero Gamboa Marinero 1º Prisionero - Pasa al Huáscar
Tiburcio del Carmen Garay Ahumada Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique
Timoteo Avaria Marinero 2º Muerto en Iquique
Tomás Blanco Pulo Capitán de Altos Prisionero
Tomás Garcés Chandía Marinero 2º Prisionero - Pasa al Huáscar
Valentín Salgado Molina Cabo de Luces Muerto en Iquique
Venancio Díaz Grumete Muerto en Iquique
Vicente Caballero Mena Grumete Muerto en Iquique
Vicente Castro Oróstegui Coronado Cabo 2º Artillería de Marina Muerto en Iquique
Vicente Equabil Condestable 2º Prisionero - Pasa al Huáscar
Vicente Mutilla Ingeniero 2º Muerto en Iquique
Vicente Zegers Recasens Guardiamarina Prisionero
Victoriano Mayorga Alvarado Marinero 2º Muerto en Iquique
Wenceslao Vargas Rojas Grumete Prisionero - Pasa al Huáscar
Zacarías Bustos Grumete Prisionero
Zoilo Tapia Soldado Artillería de Marina Muerto en Iquique​
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Carta de A. Wilson



Carta del guardiamarina Arturo Wilson Navarrete a su amigo Vicente Santa Cruz


Iquique, mayo 23 de 1879.
Querido Vicente:


Hoy hemos tenido oportunidad de escribir y la aprovecho para darte noticias mías.


El 21 hemos tenido un sangriento combate entre el blindado peruano Huáscar y la Esmeralda, donde yo me encontraba embarcado, que duró cinco horas, echándonos a pique el blindado peruano después de tres espolonazos.


Datos y comentarios no me es posible dártelos: sólo puedo decirte que la Esmeralda se ha hundido, pero con gloria, quedando apenas 50 de 200 hombres que habíamos a su bordo. He escapado qué se yo cómo, pues hasta ahora no me doy cuenta de ello. Nos desembarcaron en este puerto, donde permanecemos prisioneros de guerra, buenos y sanos.

Las autoridades peruanas nos han tratado con amabilidad y consideración, pero después del bloqueo de este puerto no hay casi recursos, así es que sólo tenemos un traje de marinero. La escuadra andaba afuera desde algunos días y aún no llega.


ARTURO WILSON
En este momento nos comunican la orden de embarcarnos en el Chalaco para llevarnos al norte, no sabemos a qué punto.



Tomado del blog de Jonatan Saona http://gdp1879.blogspot.com/2011/05/carta-de-wilson.html#ixzz1No7W4yQM
 

Nacho

Comandante de Guardia
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Miembro Regular
Carta de Francisco Sánchez



Iquique, mayo 23 de 1879.


Querido hermano:
Estoy en salvo y mi salud es buena.


El 21 del presente, estando la Esmeralda y la Covadonga sosteniendo el bloqueo de este puerto, en la madrugada fuimos sorprendidos por dos humos que luego reconocimos ser el monitor Huáscar y el blindado Independencia. Tú comprenderás el efecto que nos produjeron semejantes huéspedes.


A las 8.30 A.M. comenzó el combate y concluyó para nosotros a las una y minutos. La Esmeralda esta vez no desmintió el glorioso lema que la acompañaba y sucumbió al tercer espolonazo que le embistió el Huáscar. Desapareció de la superficie con su tricolor izado.


Muertos, 160; de ellos, 80 más o menos puestos fuera de combate por las balas y el resto ahogados.

El buque desapareció con la gente al pie de los cañones, y la última expresión de nuestros tripulantes fue la de ¡Viva Chile!


Los que salvamos fuimos tomados medio ahogados por los botes del Huáscar, completamente desnudos una gran parte. De los 42 salvados hay ocho oficiales, siete perecieron.


El bravo comandante Prat, teniente Ignacio Serrano y quince hombres, más o menos, fueron muertos en el Huáscar, únicos que alcanzaron a abordarlo.


El guardiamarina E. Riquelme se ahogó.


Los cuatro ingenieros, dos mecánicos, maestre de víveres y cinco o seis más murieron de una sola granada.


En el Huáscar fuimos muy bien atendidos y desembarcados ese mismo día. En tierra hemos sido visitados por los señores oficiales del ejército peruano.


Las autoridades militares y civiles nos han guardado muchas consideraciones, y estamos muy agradecidos.


El anciano general en jefe Buendía se ha hecho notable por su digna conducta.


FRANCISCO 2º SÁNCHEZ A.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Carta de Luis Uribe




Iquique, mayo 23 de 1879
Señor Jacinto Chacón.


El día 21 del presente fuimos atacados por el Huáscar. Después de cuatro horas de combate, la Esmeralda se fue a pique al tercer espolonazo del Huáscar. El pobre Arturo ha muerto como un héroe; cayó al pie de la torre del Huáscar. Su memoria ha sido respetada y encomiada por amigos y enemigos. Quédele el consuelo de que ha muerto como un valiente y que las autoridades de este puerto lo han enterrado con todos los honores que merecían su valor y su rango.


He pedido su traje de marino, que enviaré a usted cuando me sea posible.
Yo, los oficiales y marineros sobrevivientes, en número de cincuenta, fuimos recogidos del agua por los botes del Huáscar y en la actualidad estamos prisioneros en Iquique y perfectamente atendidos por las autoridades peruanas. Ellas han tenido la amabilidad de permitirnos escribir a Chile y librar así a nuestras familias de angustias.


Cuando me sea posible y esté con el ánimo más tranquilo daré a usted pormenores.
………………………………………………………………………………..


Su afectísimo hijo,
LUIS URIBE
_____________

Iquique, Junio 15 de 1879


Señor don Juan Manuel Uribe
Querido tío:


Usted debe estar ya al cabo del combate de Iquique i de algunos de sus detalles. Como se puede decir que he revivido, desde que se nos dio a todos por muertos, deseo también que reviva nuestra ininterrumpida correspondencia.
Principiaré, como es natural dándole algunos detalles referentes al hundimiento de la vieja Esmeralda i la milagrosa escapada de su sobrino.
Como todos saben, el combate de Iquique duró cuatro i media horas. Lo que sucedió en este tiempo es lo que deseo que UD. sepa.
Al reconocer al Huáscar i la Independencia, ya puede UD. suponer lo que pasó por mí. De acuerdo con el comandante se tomaron las medidas conducentes para incendiar o echar el buque a pique en caso necesario.
A las 8 hs. 30 ms. la acción se hizo general. No se puede UD. imaginar el entusiasmo de nuestros marinos; cada tiro que acertábamos al Huáscar era saludado con un ¡viva Chile! La primera granada del enemigo, que nos acertó, entró por mi camarote, barrió con todo lo había dentro, pasó por la cámara de oficiales llevándose sillas, mesas, etc., i fue a romper al otro lado abriendo un boquete de uno i medio metros. Yo me encontraba en ese momento inspeccionado el pasaje de grandas i como a cuatro pasos de mi camarote. Un momento no más que hubiese tardado el proyectil, no estaría ahora con la pluma en la mano.


Pero subamos a cubierta.
Hace cerca de dos horas que combatimos i sólo tenemos tres o cuatro muertos; esto es porque las punterías del enemigo son nada certeras. El lo conoce, i cansado ya de nuestra resistencia nos embiste con su espolón. El capitán ya de nuestra resistencia nos embiste con su espolón. El capitán Prat quiso evitarlo; pero la vieja Esmeralda andaba como una mosca en el alquitrán, i recibió el espolonazo a babor frente al puente. Los cañones del Huáscar disparados a boca de jarro, antes i después del ataque, barrieron nuestras baterías.
Como UD. sabrá, el capitán Prat saltó a la cubierta del enemigo i murió allí como un héroe. Yo me encontraba en el castillo de proa, desde donde vi. caer muerto a nuestro valiente comandante. Inmediatamente me fui al puente i tomé el mando del buque.
¡¡Considere mi situación!! Me encontraba mandando un buque agujereado i haciendo agua; i con el Huáscar por delante, que desde una distancia de 100 metros hacía terribles estragos sobre nosotros. Nadie caía herido; todos eran horriblemente mutilados i a los pocos minutos la sangre corría por la cubierta. Pero nuestra gente no desmayaba ni abandonaba sus cañones.
Por un momento el Huáscar paró sus fuegos, como dándonos tiempo para reflexionar i rendirnos; no hacía más que aumentar nuestra agonía, desde que nadie pensó en arriar la bandera que flameaba en el pico de mesana.


Viendo pues el Huáscar que no nos imponía, nos embistió por segunda vez con su espolón. Por amor propio quise evitarlo, i si no lo conseguí del todo, al menos, no nos echó a pique tampoco. Sin embargo, quedando en un estado lamentable: la Santa-Bárbara se inundó i la máquina dejó de funcionar. Cuando el ingeniero me avisó esto último, me crucé de brazos. No había más que hacer que arriar la bandera o esperar que el buque se fuese a pique. Los pocos cartuchos que quedaban en cubierta sirvieron para hacer la última descarga cuando el Huáscar, viendo que aún estábamos a flote, nos dio el golpe de gracia. Ya era tiempo, la cubierta se hallaba sembrada de cadáveres destrozados: era aquello un espectáculo horrible de cráneos, brazos, piernas, etc., sembrados por todas partes.


Una granada se llevó como trece individuos, entre ellos los cuatro ingenieros; i creo que fue la última la que pasó por debajo del puente i barrió con los timoneles i otros que había allí cerca. Un poco más alto el tiro i su sobrino estaría a la fecha en el otro mundo.
Pocos minutos después de recibir el tercer espolonazo, la vieja Esmeralda se hundió para siempre en las aguas de Iquique i con ella los que tuvimos la suerte de escapar de las balas.


Después de tragar un poco de agua me encontré a flote, sin saber cómo, porque ha de saber UD. que nado como piedra.
Del agua fuimos recogidos por los botes del Huáscar i desembarcados en este puerto en calidad de prisioneros.
Cuándo nos darán la libertad? Este es un problema que deseamos se resuelva cuanto antes.



Mis recuerdos a su familia i a los amigos de Copiapó.
LUIS URIBE
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Carta de Zegers



CARTA DEL GUARDIAMARINA VICENTE ZEGERS A SU PADRE
Iquique, mayo 28 de 1879.


Querido papá:


No sé si esta carta pueda llegar a sus manos; sin embargo confío en ello, y deseando que usted esté al cabo de lo realmente sucedido el 21 del presente, trataré de hacerle una descripción del desigual combate habido entre el blindado peruano Huáscar y nuestra débil pero gloriosa corbeta Esmeralda. Es natural que no relate muchos de los incidentes de esta horrible tragedia: más ello es natural, debido en parte al olvido y en parte a lo sensible que me es relatar escenas terribles que es necesario verlas para comprenderlas; sin embargo, trataré de ser lo más explícito posible, y espero que usted quedará satisfecho con mi relación.


Como le he dicho en mis cartas anteriores, con motivo de la salida de la escuadra quedamos como sostenedores del bloqueo el Covadonga y nosotros. Vivíamos tranquilos cumpliendo nuestro cometido y sin sospechar siquiera una sorpresa por parte del enemigo, cuando en la mañana del miércoles 21 avistamos por el norte dos buques que resultaron ser los blindados peruanos Huáscar e Independencia. Inmediatamente avisado nuestro querido comandante de la proximidad del enemigo, ordenó tocar generala con una calma digna de todo elogio.

Era natural que al ver nuestra gente la inmensa superioridad del enemigo hubiera desmayado o perdido su entusiasmo. Sin embargo, no sucedió así, y al oírse el toque del corneta todo el mundo corrió a sus puestos, con la sonrisa en los labios, la esperanza en el corazón y con el placer que se experimenta al defender la patria querida.


Mientras esto sucedía a bordo, el Covadonga se alistaba en son de combate y se ponía en movimiento.


Casi al mismo tiempo el comandante nuestro tocó el botón de la máquina para hacer nosotros lo mismo; más aún no había dado dos vueltas el hélice, cuando una de nuestras calderas se rompió, quedando en consecuencia con una y con un andar de dos millas. La situación no podía ser más difícil; más nadie parecía comprenderla, pues sólo se veía en los semblantes el entusiasmo y el deseo de combatir.


Eran las 8.40 y el Covadonga pasaba inmediato a nosotros, cuando el Huáscar hizo su primer disparo, el cual cayó exactamente entre la proa de aquel y la popa de nosotros. En aquel instante se sintió un unísono viva Chile lanzado por las tripulaciones de ambos buques, y poco después el comandante, poniéndose al habla con el capitán Condell, jefe del Covadonga, le ordenaba conservarse en fondo, manifestando así su plan, que era interponerse entre los fuegos del enemigo y la población para que los proyectiles de aquel fueran a herir a ésta.


Apenas habían pasado algunos instantes cuando el Covadonga rasgó el aire con su primer disparo, el que fue saludado con un ¡¡hurra!! general. En aquel momento el combate era sostenido por nuestros buques y el Huáscar; la Independencia avanzaba sin hacer todavía uso de sus cañones. Poco se demoró la Esmeralda en seguir el ejemplo de su compañera, pues una descarga hecha por la batería de estribor hizo conocer al enemigo que a bordo todos estaban resueltos a morir antes que rendirse. Vino a fortalecer el propósito de nuestros tripulantes la voz del comandante, que se expresó en estos términos:


“Muchachos: la contienda es desigual, pero ánimo y valor. Hasta el presente ningún buque chileno ha arriado jamás su bandera; espero, pues, que no sea esta la ocasión de hacerlo. Por mi parte yo os aseguro que mientras viva tal cosa no sucederá, y después que yo falte, quedan mis oficiales, que sabrán cumplir con su deber”.


Al mismo tiempo se sacó la gorra y prorrumpió en un ¡viva Chile! que fue varias veces repetido por nuestra gente llena de entusiasmo.


Sería necesario que usted se hubiera hallado antes en un caso semejante para comprender el entusiasmo que es capaz de despertar un viva a la patria, lanzado por un jefe querido, en aquellos supremos instantes. La aseguro que a muchos les vi las lágrimas en los ojos.


¡Serían cerca de las nueve cuando la Independencia empezó a ayudar al Huáscar en su obra de exterminio! Los proyectiles llovían, pero hasta aquel instante a nadie herían, y un humo intenso cubría el lugar del combate. La Covadonga, allegada siempre a la orilla, trataba de dar vuelta a la isla para pasar al otro lado y dividir así el combate entre buque y buque, lo que consiguió seguida de cerca por la Independencia. Causaba no sé qué impresión ver a aquel enorme e imponente blindado combatiendo con nuestra pequeña cañonera. Combatían dos cañones de a 70 contra uno de a 300, ocho de 150 y 18 de a 70. Por nuestra parte seguíamos batiéndonos con el Huáscar, y mientras las balitas de nuestros pequeños cañones rebotaban en el costado de éste sin dejar ni aún el rastro, los proyectiles que él nos lanzaba pasaban más o menos cerca, perdiéndose inmediatos a la población. En aquellos instantes nos batíamos por defender la honra de nuestra nación y cumplir como buenos, más nos hallábamos completamente seguros de que aquel combate entre fuerzas tan inmensamente desiguales no podría terminar sino con el exterminio de nuestro querido y glorioso buque.


Nos habíamos acercado mucho a tierra y nos creíamos seguros de los espolonazos, cuando una lluvia de balas de cañón y rifle lanzadas desde tierra nos hizo comprender que nos batíamos con dos enemigos, los blindados y el ejército, quienes nos tomaban entre dos fuegos.


La primera sangre que corrió fue causada por estos disparos; una de las granadas dio en el estómago a uno de los sirvientes de un cañón, matándolo en el acto, y otra hirió en un brazo a un muchacho, que al ver correr su propia sangre gritó: ¡Viva Chile!


Pocos momentos después y casi a las dos horas de combate, el Huáscar nos acertaba su primer balazo, el cual, penetrando por babor, salió por estribor, llevándole la pierna a uno, abriendo un agujero como de un metro cuadrado y declarando un pequeño incendio que fue sofocado a tiempo por la gente destinada a ese objeto.


Como continuaran hostilizándonos desde tierra, hicimos sobre ellos cinco disparos de cañón, al mismo tiempo que los rifleros hacían un fuego graneado sin interrupción, que era también contestado, causando bajas entre nuestras gentes. Yo me hallaba próximo a la amurada de estribor junto con el teniente Uribe, cuando una granada dio en ella, abriéndola, lanzando lejos el cabillero e hiriendo a un sirviente del cañón en que yo estaba. En estos momentos se acercó a mí el teniente Serrano y me dijo: - “Vamos a la cámara a tomar la última copa”. Lo seguí, y allí, después de darme un abrazo, me dijo algunas palabras que indicaban lo resuelto que se encontraba para todo.


Subía por la escotilla a cubierta, impresionado por sus palabras, cuando encontré a un mecánico que también me abrazó, diciéndome: -“Señor Zegers, ¡adiós! ¡No hay que darse hasta el último!”. Le aseguro, querido papá, que aquellas escenas eran de partir el alma a cualquiera. Me causaban no sé qué impresión ver la firmeza con que esperaban la muerte todos aquellos hombres que sin esperanza se batían por defender la patria, dejando algunos esposas y otros madres completamente abandonadas. Le aseguro que mientras viva nunca olvidaré las palabras de Serrano, una de las personas a quien debo más.


Cuando salí a cubierta, el combate se encontraba en lo más recio. La Esmeralda por librarse de los fuegos de tierra se había hecho un poco más al norte, lo que hacía que el Huáscar le disparara sin cesar, causando los más terribles estragos. No se veía ni atendía a heridos, porque sólo se encontraban cuerpos mutilados sin señales de vida. Yo me dirigí a un cañón e hice varios disparos hasta que el cabo me dijo: -“Señor, deme a mí la rabiza porque hasta aquí no he tirado casi nada”. Se la di, y me fui a otro cañón de popa que pronto quedó fuera de combate.


Me dirigí de nuevo a proa, y al pasar por el cañón que había ocupado antes, vi en cubierta el cadáver mutilado del cabo que me había pedido la rabiza: una granada del Huáscar le había volado la cabeza y parte de los hombros, no dejando sino restos cauterizados que humeaban todavía.


Seguí mi camino a proa, y allí encontré a mi compañero Riquelme que con un valor digno de todo elogio disparaba sin cesar. Me dio la mano y me dijo: -“Si la suerte nos es adversa a uno de los dos, espero que ambos sabremos cumplir como amigos y compañeros”.


Agregó algunas otras palabras y continuó con su tarea después que yo le hube prometido cumplir con lo que me pedía.


Subí al castillo, donde me refresqué con un poco de agua con coñac que tenía el teniente Uribe y enseguida me fui de nuevo a popa, donde me ocupé en disparar con varios cañones.


Hasta aquel momento no había perecido ningún oficial y a todos los veía en sus puestos, hasta algunos oficiales mayores que, como el contador, se ocupaban en ayudar a animar la gente con su palabra.


El señor comandante con su acostumbrada calma seguía dando órdenes, que eran inmediatamente cumplidas, excepto las que se referían a la máquina pues ésta apenas se movía. En su rostro no se veía sino la serenidad y el buen tino, junto con el deseo de morir con honra antes que rendirse.


Eran las doce, y parece que el enemigo se hallaba disgustado de nuestra resistencia, pues deseando concluir pronto, viró un poco y nos puso su proa perpendicular a nuestro costado, dando al mismo tiempo toda la fuerza a su máquina, demostrando así su deseo de hacernos rendir o partirnos en dos. Al ver esto la gente, en lugar de abandonar sus puestos y buscar su salvación, cargó inmediatamente la artillería y esperó en esta posición.


En este momento yo me hallaba a proa. El enemigo se encontraba ya cerca cuando se sintió una descarga terrible producida por nuestros cañones, que concentrados dispararon sobre el enemigo sin causar más que rasguños.


Al mismo tiempo los rifleros de las cofas hacían sobre la cubierta un fuego graneado que no hacía gran daño, pues casi todo el mundo se ocultaba abajo.


Pocos instantes después y a pesar de habernos movido lo que la máquina nos permitía, sentimos un choque horrible que el Huáscar daba a la Esmeralda en la parte de popa, a babor. Al mismo tiempo el comandante gritó: ¡Al abordaje, muchachos! precipitándose él el primero sobre la cubierta del enemigo; más desgraciadamente la voz no fue bien oída y el Huáscar mandó atrás. Se desprendió inmediatamente, no alcanzando a pasar nadie más que él y el sargento de la guarnición que era el que estaba más inmediato. Usted puede comprender cuál sería la situación de nuestro bravo comandante al verse acompañado de un solo hombre sobre la cubierta del Huáscar. Los que lo vieron de cerca dicen que, poniéndose pálido y demostrando en los ojos el fuego patrio que lo animaba, se adelantó seguro hacia la torre del comandante, ¡Dios sabe con qué objeto! más desgraciadamente no pudo realizar su deseo, porque en aquel mismo instante recibió un balazo en la cabeza que lo dejó muerto sobre cubierta.


Mientras tanto el sargento había recibido diez o doce balazos y sentado sobre una bita, se balanceaba profiriendo palabras entrecortadas. En esta posición fue como lo tomaron prisionero.


Debo hacer constar aquí un hecho que nos causó en el entrepuente numerosas bajas. Al dar el Huáscar su espolonazo, disparó a boca de jarro los dos cañones de su torre, cuyos proyectiles fueron a penetrar en el entrepuente causando los más horribles estragos.


Era cosa que partía el alma ver los restos humanos que por todas partes cubrían la cubierta de este departamento. Mientras el Huáscar se retiraba, nuestra gente acudía de nuevo a los cañones y rompía otra vez el fuego con más viveza que nunca. Sabíamos que nuestros proyectiles no debían causar daño al enemigo, más nos consolaba el pensar que ellos eran suficientes para demostrar que la tripulación de la Esmeralda sabía defenderse hasta el último momento, salvando así ilesas las gloriosas tradiciones del buque que pisaba.


Al ver el teniente 1º señor Uribe que el comandante había faltado, se fue de proa a popa a ocupar su puesto, y mandando llamar al ingeniero1º, le ordenó que tuviera las válvulas listas para echar el buque a pique tan pronto como se le ordenase. Venía yo de popa cuando encontré al teniente Serrano, quien me dijo: “Tengo que comunicarte una gran desgracia: ¡nuestro comandante ha muerto!”. No sé realmente lo que pasó por mí al oír aquella noticia; pero ella me hizo comprender que era necesario perecer como él antes que arriar nuestro glorioso pabellón, que orgulloso flameaba en el pico de mesana.


Comuniqué yo esta triste noticia a mi compañero Riquelme, que fue el primero que encontré haciendo de cabo de un cañón, y fue tal su exaltación al oírme, que saltando del castillo a cubierta, gritó: -“¡Muchachos! ¡Nuestro comandante ha muerto! Corramos, que es necesario vengarlo”. Al oír nuestra gente aquellas palabras, se conocía que palpitaba de entusiasmo a la sola idea de saltar al abordaje sobre la cubierta del Huáscar.


Serían las 12.30 y el enemigo como a 300 metros continuaba sus disparos sin interrupción, causándonos inmensas baja con cada una de sus granadas. Usted comprende que a esa distancia era imposible errar tiro. Mientras tanto, se alistaba para darnos la segunda embestida, y al mismo tiempo nosotros gobernábamos para evitarla; pero desgraciadamente el buque apenas se movía el segundo choque tuvo lugar diez veces más terrible que el primero, disparándonos como en aquella las dos piezas de su torre. Al juntarse los dos buques, el teniente Serrano, revolver y espada en mano, gritó ¡al abordaje! y la gente se lanzó al castillo con este objeto; más el comandante Grau, que tal vez preveía esto, hizo inmediatamente atrás; sólo alcanzó a saltar Serrano acompañado de doce valientes más. Yo los vi cuando avanzaban por el castillo del Huáscar, bajando enseguida a la cubierta y acercándose a la torre al pie de la cual recibió el teniente Serrano un balazo que lo tendió en cubierta, alcanzando a decir a los que tenía al lado: “¡Yo muero! pero no hay que darse, muchachos”.


Los valientes trataron de cumplir con esta orden, pero o fueron muertos a bala o quedaron sin cartuchos que poder disparar.


Ametralladoras situadas a popa barrían con todos.


La Esmeralda, que había recibido sin gran daño el primer espolonazo, sufrió inmensamente con el segundo, empezando a hacer agua por la proa, lo que hizo que se anegara la santabárbara y apagaran los fuegos de la máquina. Casi al mismo tiempo subieron sobre cubierta el condestable y el ingeniero 1º, ambos a avisar al teniente 1º lo que pasaba en sus departamentos. Bajaba el 2º de la toldilla a decir lo ocurrido, cuando vino una granada que lo hizo desaparecer.


Escenas como éstas se repetían a cada momento, pasando desapercibidas a causa del estruendo de los cañonazos y del fuego que dominaba a la gente.


Como usted ve, el buque quedaba lo mismo que una boya, sin gobierno y sin máquina y esperando por momentos hundirse con todos sus tripulantes; sin embargo de esto, el entusiasmo de los pocos que quedaban en cubierta no desaparecía, y tres o cuatro cañones que aún tenían cartuchos seguían disparando para sostener hasta el último instante la enseña del poder naval en el Pacífico.


El Huáscar no cesaba sus fuegos, y la dirección que tomaba nos hizo comprender que aprovechándose de nuestra completa inmovilidad, no haría tardar mucho su tercer espolonazo.


En efecto, era la una y minuto cuando sentimos el tercer choque, más terrible aún que el anterior, sintiendo al mismo tiempo las detonaciones producidas por los terribles cañones del enemigo, que esta vez produjeron estragos mucho mayores que los anteriores; una granada penetró por estribor, debajo de la toldilla, mutilando horriblemente a unos y matando instantáneamente a otros. En aquel lugar se encontraban muchos muchachos de doce a catorce años, ayudantes de timonel, que quedaron vivos pero horriblemente heridos, lanzando por este motivo alaridos capaces de enternecer al hombre de corazón más duro.


Un cabo de la guarnición llamado Reyes, que sabía tocar la corneta, al ver que el buque había sucumbido, la tomó y siguió tocando ataque con una firmeza admirable hasta que vino una granada que le voló la cabeza.


Si esto era terrible, querido papá, aún falta lo peor. Se hallaban en la sala de armas, listos para subir a cubierta, los ingenieros Mutilla, Manterola y Gutiérrez, que habían abandonado la máquina por estar llena de agua, junto con los mecánicos Torres y Jaramillo, el sangrador, el maestre de víveres, el despensero y dos carpinteros, cuando vino una granada que los destrozó a todos, no dejando vivo sino a Segura, que también estaba con ellos y que no sabe darse cuenta del modo cómo ha salvado.


Igual suerte corrieron diez infelices heridos que se hallaban acostados después de haber recibido la primera cura.


El buque se hundía rápidamente de proa; sin embargo, aún se oían algunos disparos que indicaban que todo el mundo permanecía en sus puestos.


En aquellos supremos instantes estábamos casi todos los oficiales en la toldilla y decidieron esperar que el buque se sumergiera. Ya la proa desaparecía bajo las aguas, cuando se sintió un último tiro, al mismo tiempo que un ¡viva Chile! lanzado por los pocos sobrevivientes, demostraba a los observadores de aquella horrible tragedia, el valor de que eran capaces los hijos de nuestra noble tierra.


Casi inmediatamente el buque se hundió con todas sus banderas: la de jefe al tope de mesana, la de guardia en el trinquete, el gallardete al mayor y dos nacionales al pico de mesana, pues se había tomado la precaución de izar otra por si acaso faltaba la primera…


Tal fue el fin de la gloriosa Esmeralda, que hasta el último instante supo conservar sus honrosos antecedentes, prefiriendo sucumbir antes que arriar su pabellón.


Cuando el buque se hundió yo estaba en la toldilla y casi al mismo instante sentí hundirse el buque bajo mis pies y el torbellino inmenso que formó el buque al desaparecer bajo las aguas…


Permanecí por algunos instantes sin saber lo que me pasaba, y Dios sólo sabe cómo salvé. Cuando saqué la cabeza fuera del agua, vi al Huáscar y una especie de nata formada por cincuenta o sesenta cabezas junto con diferentes trozos de madera, restos del buque.


Yo, que como usted no ignora, sé nadar, traté de irme a tierra, y junto con dos marineros que sabía eran buenos nadadores, nos prometimos ayudarnos mutuamente.


Yo veía cerca al Huáscar y veía también sus botes que trataban de salvar a los náufragos, más no sé qué instinto me obligaba a huir de ellos; pero el bote avanzaba con gran ligereza y pronto sentí sobre mi cabeza la voz de un oficial que me decía subiera al bote. No teniendo otra cosa que hacer, subí y allí encontré a varios otros compañeros que ya habían sido recogidos. Pregunté por Riquelme, y tuve el gran sentimiento de saber que había perecido. Recogimos a varios otros, y pronto llegamos a bordo, donde fuimos bien recibidos.


Allí permanecimos cuatro horas, viniéndonos enseguida a tierra, donde permanecemos como prisioneros de guerra. Nos tratan bien. Estamos alojados en el cuartel de bomberos.


VICENTE ZEGERS R.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Gracias nacho por recordarnos ésta gesta heroica con información certera, que sin duda nuestra 2da. Bomba Esmeralda http://www.segundinos.cl/ mantiene vivo a su ejemplar voluntario.

No

Relato del Cirujano de la Esmeralda Dr. Cornelio Guzmán
Relato49.jpg
Una hora antes del combate toda la tripulación estaba en sus puestos y lista para romper el fuego. No se trataba de considerar la desigualdad de la contienda y la posibilidad del triunfo; se pensaba solamente en que los azares de la guerra colocaba a un grupo de chilenos en la situación mas brillante y difícil que es posible imaginar: dos blindados poderosos y veloces al frente de dos pequeños barcos de madera que enarbolaban la bandera tricolor. Primer torneo en que la desigualdad de las armas solo se podría equilibrar con el temple de los corazones. Toda la tradición gloriosa de la Marina chilena debía dar en esta ocasión sus frutos.
La sección de sanidad estaba instalada en la cámara de Guardias Marinas y la formaba el siguiente personal: el contador señor Oscar Goñi, el ayudante de cirujano señor German Segura, el despensero, el maestro de víveres, el practicante y boticario Castilla y cuatro enfermeros. A estos se agrego el ingeniero civil don Juan Agustín Cabrera, que en comisión del Gobierno se encontraba a bordo en calidad de pasajero, mientras pudiera regresar al sur. Este caballero pregunto al comandante Prat en que podría servir, quien le contesto: "Vaya Ud. a agregarse a la ambulancia". El señor Cabrera, que mas tarde fue mi muy apreciado amigo, encontró que carecía de condiciones para servir a los heridos, y por otra parte, el sitio en que estábamos nos obligaba a permanecer en la mas completa ignorancia de todo lo que pasaba en cubierta. Solicito entonces permiso para ir a hablar con el comandante. Esta vez se le ordeno que tomara un rifle. Mas tarde el contador fue llamado para atender a la destrucción de la correspondencia y de toda la documentación. De este modo mi personal quedo reducido en dos valores menos.
Se siente un cañonazo a distancia. En nuestro barco hay silencio sepulcral. El comandante Prat en el puente de mando, alza su voz para hablar a la tripulación, que estaba al pie de sus cañones. Yo desde mi puesto divisaba al comandante, que pálido y vestido de media parada, pronuncio con voz firme y clara su inolvidable arenga. Al escuchar a este hombre, todo mi cuerpo se conmovió, y me pareció oír una sentencia de gloria y muerte. Inmediatamente, el corneta dio la orden de romper el fuego, primero a estribor y después a babor. Ya este cañoneo terrible no ira disminuyendo sino hasta que los cañones se vayan inutilizando por su propio uso y también por los destrozos que el enemigo cause al buque.
Los primeros heridos que nos llegan lo han sido por metrallas lanzadas por el enemigo desde tierra. Todos son gravísimos, pues los cascos de granada les han penetrado en el cráneo, en el tórax, o en los miembros. Mas tarde van llegando los heridos por los cañones de a 300 del Huáscar. En este caso las mutilaciones son enormes y no hay vendaje posible; y hay tantos que no tenemos camas suficientes.
Las horas van avanzando, y ya nos llegan heridos a rifle, pues la distancia que separa las naves ha disminuido, y los destrozos son cada vez mas considerables. En medio de mi confusión sobreviene un accidente. Una granada de los grandes cañones del Huáscar ha penetrado en la cámara de oficiales y producido un incendio cuyo humo invade mi recinto y nos envuelve en una atmósfera irrespirable, molesta y penosa para los heridos. Afortunadamente la brigada de incendio trabajo con tanto orden y eficacia que muy pronto el foco de fuego fue extinguido. Luego se produce el primer ataque al espolón, conmoviendo nuestras naves y haciéndola crujir hasta los últimos remaches. Yo, que era novicio a bordo, no supe explicarme que cataclismo se había producido.
Un rumor corre por el entrepuente, rumor que se confirma: "El comandante Prat ha muerto"..."El teniente Uribe ocupa su puesto."
Este primer espolonazo ha sido dado en la vecindad del puente de mando, el espolón, penetrando en el costado del buque, ha quedado incrustado por algunos momentos, y en esta situación inesperada, Prat, llevado por esa fuerza irresistible que enciende el alma de los héroes grita. "¡ Al abordaje !", y salta el primero sobre la cubierta del enemigo, llevando en alta su espada de combate.
Mas, su voz es apagada por un estruendo de los cañones y no pudo ser oído en la confusión del combate. Solo el sargento Aldea y otro marinero(*), cuyo nombre ha quedado ignorado, acompañan a comandante a pisar la cubierta del Huáscar.
El cañoneo y el fuego de rifles no se interrumpe. En cubierta hay muchos heridos graves que no es posible transportar por falta de gente. Oigo decir que en cubierta se están organizando dos brigadas de abordaje; una, la de proa, al mando del teniente Serrano, la de popa al mando del teniente Sánchez. El oficial de entrepuente, Fernández Vial, me da a entender que el buque se ira pronto a pique, y que este listo.
En este momento el personal de las maquinas principia a abandonar sus puestos, porque el buque se esta inundando. El primer ingeniero ha muerto en cubierta al ir a comunicar al comandante el estado de su sección. El segundo ingeniero, señor Manterola, se me acerca y después de haberme mirado fijamente, me dice: "Doctorcito, yo quiero mucho a los médicos, una hermana mía es casada con el doctor Zorrilla, no se separe de mi porque el buque se va a hundir y yo soy un gran nadador".
Se produjo el segundo espolonazo, pareciéndome que el buque se habría y se despedazaba. Subí a cubierta y vi que el centinela que defendía la escotilla estaba muerto; mire al Huáscar, que estaría a unos 50 metros de distancia, y vi un grupo de marineros chilenos en el castillo de proa con sus armas en las manos; vi al teniente Serrano cuando con su espada levantada avanzaba hacia la torre enemiga.
Casi inmediatamente después de abandonar la cámara de Guardias Marinas estallo una granada, matando a todos los heridos, personal de ingenieros, mecánicos y fogoneros que habían llegado a la ambulancia. A mi generoso protector señor Manterola no lo vi mas. El único que sobrevivió de los que estaban conmigo fue mi ayudante Segura.
Avanzando sobre cubierta trate de orientarme, pues los cañones desmontados, los mamparos destruidos, la arboladura despedazada, la gran cadáveres horriblemente mutilados, la sangre mezclada al agua de las tinas de combate, que corría y se movía en cada vaivén del buque, todo aquel horrible cuadro que presentaba el aspecto de un matadero, hacia difícil la marcha. Por fin llegue al castillo de popa. Ahí estaba el comandante Uribe, que con revolver hacia fuego a una persona que se asomaba detrás de la torre del Huáscar, único ser viviente que se divisaba en el blindado peruano.
Toda la "Guardia de la bandera" ha muerto. El guardia marina Vicente Zegers, esta al pie de la bandera de combate, sólo y como un defensor heroico de nuestro pabellón. Aun dispara nuestra nave uno que otro cañonazo. El Huáscar se ha alejado un poco, pero continua haciendo fuego con sus grandes cañones. De repente observamos que el enemigo se dirige a toda fuerza de maquina hacia nosotros, como un toro furioso que embiste y al llegar dispara simultáneamente los cañones de su torre produciendo un formidable y ultimo choque. Me pareció que mi buque partía por mitad, y una ola inmensa nos cubrió y sumergió. No puedo decir hasta que profundidad hemos llegado. Yo, que soy gran nadador, nade con el intento de llegar a la superficie y de salir de la oscuridad en que me encontraba; luego vi una luz y una claridad. Miro a mi alrededor y veo que varias cabezas emergían casi al mismo tiempo, y también aparecían flotando una gran cantidad de tablones rotos, coyes y tinas de combate; sirviéndonos todo esto de ayuda para no sumergirnos nuevamente. Los sobrevivientes formábamos un circulo que permitía vernos las caras y reconocernos. Nos contamos, somos 37; en la mañana éramos 210.
El Huáscar queda como a 100 metros de distancia, y la ciudad de Iquique, bastante lejos. En esta critica situación permanecimos largo rato, tal vez media hora. Sin embargo, nunca dudamos que el buque enemigo nos socorriera. Efectivamente, se nos explico después que la tardanza en socorrernos fue debida a la compostura de los botes, destrozados por nuestros proyectiles.
Conducidos al Huáscar, y mientras desfilábamos los oficiales a la cámara del comandante Grau, vimos tendido sobre cubierta el cadáver de Prat. El guardia marina Zegers, que va junto a mi, le descubre el rostro, cubierto con un faldón de su levita, y yo pude ver una profunda herida por arma de fuego en la parte mas alta de su hermosa frente.
Una vez encerrados en la camada del comandante, se nos proveyó de un saco y de un pantalón de marinero, pues estábamos casi desnudos. Se nos dijo que el comandante Grau vendría a vernos. Efectivamente, a poco rato llega un marino de cierta corpulencia, no muy grande, ancho de espalda, de rostro tostado por la vida de mar, patillas a la española donde aparecen algunas canas. Ciñe espada, pero su aspecto es el de capitán de un buque mercante. Nos saluda con ademán cordial, nos felicita por nuestra conducta, y recordó que a alguno de nosotros había conocido en otra época en el Callao. Notando que estábamos sin zapatos, ordeno se nos proveyera.
Hemos quedado solos; el Huáscar se pone en marcha a toda fuerza con rumbo al sur. En estos instantes nos llamaron la atención unos quejidos y lamentos. Alguno de los nuestros creyó reconocer en ellos la voz de Serrano.
Como continuaran los quejidos, nuestro jefe, el teniente Uribe, se apresuro a solicitar la audiencia de algún oficial a fin de disipar nuestras sospechas y temores. Vino uno de ellos y dijo que efectivamente había un oficial chileno gravemente herido; y después de algunas consultas con sus superiores se accedió a lo solicitado, es decir, que el medico chileno fuera a atender a su compatriota.
Acompañado de mi ayudante Segura, fuimos conducidos a la cámara de oficiales, donde se me hizo esperar. Luego llego un oficial y me pregunto si yo era medico; y como viera que yo tenia el traje de marinero, penetro a su camarote y volvió con un vetón de brin blanco con insignias de oficial, de su uso personal. Me dice que mientras el vuelva vea a los heridos que hay en la cámara.
Tendido en la mesa de oficiales y cubierto con una sabana, esta el cadáver del teniente Velarde, oficial de señales del Huáscar, herido mortalmente por una bala que le rompió la arteria femoral en la región del triangulo de Escarpa. En los camarotes de los oficiales, encontré dos marineros negros, heridos, al parecer gravemente, y que ya estaban vendados.
Mientras tanto el tiempo pasaba y yo no podía ver a Serrano. Me dirigí inútilmente a los centinelas de los pasillos, mas estos nada sabían y les estaba prohibido hablar. después de una larga media hora de espera, un marinero nos conduce nuevamente al recinto donde están nuestros compañeros, a quienes referí todo lo ocurrido.
Para nosotros fue inexplicable esta cruel conducta, esta negativa injustificada a proporcionar un consuelo a un herido, que aunque fuera enemigo, ya tal vez seria un moribundo.
Pasando los años, ha corrido la voz, de origen peruano, que Serrano, mortalmente herido, concentro sus ultimas fuerzas y prendió fuego al camarote que lo encerraba. Esta seria entonces la única explicación para negarle la atención medica que al principio, sin dificultad, se había concedido.
Durante este tiempo, el Huáscar, que marchaba a toda fuerza de maquina con rumbo al sur, se detuvo algún rato. Esta detención correspondía a los momentos en que los buques enemigos se comunicaban en el sitio en que el blindado Independencia había encontrado su tumba: Punta Gruesa.
La pericia y resistencia desesperada con que el comandante Condell sostuvo ese desigual combate, le dio el hermoso triunfo, y corono con todo éxito la jornada del 21 de Mayo.
El Huáscar continuo su ruta al sur, persiguiendo con tenacidad y furia a la Covadonga, que victoriosa de la Independencia buscaba las aguas de Chile. La persecución parece abandonada, pues el Huáscar toma rumbo al norte. Nosotros no sabemos donde estamos e ignoramos lo ocurrido en Punta Gruesa.
El barco se detiene; Grau llega nuevamente a nuestro recinto no tan cordial como antes: la imagen de la Independencia varada lo tiene anonadado.
Nos dice que se ve obligado a dejarnos en Iquique, donde no estaremos muy bien, pues tiene que expedicionar al sur. "Alístense para bajar a los botes". Nosotros estamos listos ya que no poseemos mas que nuestros cuerpos.
Estando en los botes, el teniente Uribe mira a su alrededor en la bahía, y no divisando a la Independencia, pregunta por ella. Un oficial dice: "Luego llegara"
En el trayecto hacia el muelle de Iquique anocheció; desembarcamos en medio de un gran gentío que ocupaba todo el largo del muelle. Como los prisioneros llevábamos uniformes de marineros peruanos, el publico no se dio cuenta de lo que ocurría. Sin embargo, casi al termino de nuestro trayecto hay un altercado, un tumulto: creyéndolo chileno, han atacado de hecho al oficial peruano que nos acompañaba; creo que fue el teniente Díaz Canseco, quien murió mas tarde en la toma del Huáscar. Nosotros instintivamente nos agrupamos y apuramos el paso hasta llegar al edificio de la aduana, donde estaba el Estado Mayor. Desde ahí hemos oído grandes voces y gritos de la muchedumbre, que solo en ese instante se imponía que chilenos prisioneros pisaban suelo peruano. Los gritos de "¡Mueran los chilenos!" resonaban varias veces.
Se nos ha conducido a un grande y elegante salón; llegan algunos jefes, nos saludan y se retiran.. Estando yo en un extremo del salón, se me acerca un caballero que tiene aspecto de extranjero, me conversa con nerviosidad de las impresiones del día, me dice que toda la ciudad ha presenciado el combate y que el no puede todavía borrar de su vista el espectáculo de la destrucción a cañonazos de un barco que poco a poco lo ven desmantelarse, perforarse sus costados y desaparecer por ultimo de la superficie del mar. "Nosotros hemos creído, nos dice, que nadie ha podido salvar de semejante catástrofe, y por esta razón no hemos enviado embarcaciones a socorrerlos". Observando que yo no tenia camisa se despidió y al poco rato volvió entregándome un pequeño paquete: era una camisa.
Muy avanzada la noche fuimos conducidos entre dos filas de soldados, a un galpón de zinc que servia de cuartel a la compañía de bomberos "Austriaca2. Estamos incomunicados y rodeados de guardias. Nuestras camas son simples jergones; nos acostamos vestidos.
La jornada ha terminado, solo los oficiales estamos juntos; la marinería prisionera no la volveremos a ver mas.
Ahora vamos a experimentar las amarguras y tristezas de los prisioneros de guerra. La patria la divisamos muy lejos, y nadie podrá saber el fin de nuestra prisión.
La suerte de la Covadonga la creíamos igual a la nuestra, y como no había prisioneros, supusimos muertos a todos sus tripulantes.
El día 22 de mayo continuaron las visitas y saludos de los jefes del ejercito; entre estos llega uno de los jefes del batallón peruano Zepita, que dice: "Yo saludo a ustedes, que han sabido defender a su patria, mientras tanto ese infame More nos pierde la Independencia". Con semejante noticia quedamos trastornados. Muy pronto sabemos mas detalles: la Independencia varada y la Covadonga, aunque averiada, sigue viaje al sur.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Comprendemos inmediatamente el valor y la importancia de nuestro inmortal 21 de Mayo: la mitad de la Escuadra peruana esta destruida. Desde este momento quedamos felices y tranquilos; nada nos importaba la buena o mala suerte que nos depare el destino.
Sabemos que el sargento Aldea, que había recibido 12 balazos y a quien se le había amputado un brazo en el hospital de la ciudad, había muerto al amanecer del día 22; que el teniente Serrano había muerto el mismo día 21 de Mayo a las 3 de la tarde a consecuencia de una herida en el abdomen. Los cadáveres de Prat, de Aldea y de Serrano, fueron recogidos por el presidente de la Sociedad de Beneficencia Española, el señor Eduardo Llanos, quien les dio humilde sepultura en el cementerio de la ciudad.
El día 23 de mayo al amanecer, unos discretos y misteriosos golpecitos en el zinc de uno de los costados de nuestra prisión, nos llama la atención. Por un pequeño espacio abierto se nos introdujo, con mucho sigilo, unos cuantos panes y un tarro de leche condensada. Mas tarde supimos que la mano generosa que nos llevaba este primer alimento, ya que nada habíamos comido, era una señora chilena.
después de medio día llego a visitarnos el coronel Velarde, jefe del Estado Mayor. En la conversación pudo imponerse que nosotros no recibimos alimentos desde nuestra llegada. Inmediatamente salio, y pocos instantes después se nos servia comida preparada en el Club Social de la ciudad.
A fines del mes de Mayo, el general Prado, Presidente del Perú, que visitaba sus tropas, vino a vernos. Penetro a caballo en nuestro galpón, diciendo que por tener reumatismo en un pie no podía desmontarse. Reconoció al Guardia marina Wilson, a quien había conocido en Chile. Talvez como resultado de esta visita, fuimos trasladados algunos días después a una pieza del mismo edificio a donde llegamos la noche del 21.
En los primeros días de junio, el Cónsul ingles en Iquique nos entrego dinero que nuestro Gobierno nos enviaba. Con alguna dificultad principiamos a comprarnos ropa.
Siempre estamos incomunicados y encerrados en una sola pieza. El teniente Uribe ha conseguido algunas novelas inglesas que nos lee en altavoz y con tanta facilidad como si estuviera en castellano. Este es nuestro único pasatiempo.
En el transcurso de este mes hemos recibido correspondencia de Chile. Los primeros periódicos chilenos que pudimos leer fueron remitidos ocultamente por el almacén español "La Joven América". Era tanta la emoción que nos dominaba, que nadie pudo leerlos en voz alta, pues los sollozos apagaban las palabras.
Hemos recibido la primera visita del Jefe del Ejercito peruano, señor General Buendía. Hombre culto y agradable que trataba de ayudarnos en lo que podía. Nos refirió que en la campaña del año 38 había servido como capitán del regimiento chileno "Carampangue", a las ordenes del general Bulnes. Entre otras atenciones, recuerdo que nos mandaba por las noches agua resacada de su uso personal, pues la que nosotros bebíamos y la que bebía todo el pueblo, era salobre: La Escuadra chilena, que bloqueaba el puerto, impedía funcionar la resacadora. también nos visitaba el coronel Velarde, jefe del Estado Mayor. Este distinguido jefe, viendo una noche que no teníamos ropa de cama, nos mando frazadas, compradas con su peculio particular.
Entre penalidades y tristezas se va pasando el tiempo. A fines de este mes de Junio se recibió una carta y una orden del presidente Prado para que el guardia marina Wilson fuera trasladado a Arequipa. El joven oficial rehusó la generosa oferta declarando que quería compartir la suerte de sus compañeros y no separarse de ellos.
En la noche del 10 de Julio se sintió un fuerte cañoneo en la bahía, y algunos disparos cayeron en la población. Como a las dos de la mañana llego a nuestra pieza el general Buendía, un tanto agitado. Nos dice que con motivo del cañoneo el pueblo se ha amotinado y pedido nuestras cabezas. Ha sido necesario reforzar la guardia. Nos dice: "La situación de ustedes no es segura, he telegrafiado al presidente Prado para que los aleje de esta plaza. No estoy tranquilo pensando que bajo mi mando fuera a atacarse a los prisioneros de guerra. también les declaro que la canalla que me rodea me impide ser generoso con ustedes. Me llaman el general chileno, porque vengo a visitarlos.
A fines del mes en curso supimos la llegada del Presidente de Bolivia a Iquique. habíamos oído toques de diana y marchas militares que resonaban en el campamento peruano. Era el general Daza que revistaba las tropas, compuestas, según decían de 15.000 hombres.
Se nos anuncio que el general vendría a visitarnos, y muy pronto vimos llegar a un militar de aspecto ordinario, cubierto de bordados, de pantalón blanco y botas, grande de cuerpo, colorin, pecoso y rostro manchado, al parecer, por la viruela.
Venia acompañado de numeroso sequito, entre los cuales se encontraba un joven oficial que había sido compañero de Wilson en un colegio en Valparaíso. Daza nos saludo, nos miro con atención y nos pregunto si estábamos bien de salud y como se nos trataba; agregando: "Si ustedes hubieran estado en Bolivia, yo los habría tratado muy bien". Al retirarse el general con todo su Estado Mayor, el oficial amigo de Wilson quedo el ultimo, y volviéndose hacia nosotros, dijo sonriendo: "No le crean al general, si el los pilla los habría guillotinado".
Habiendo suspendido el bloqueo del puerto la Escuadra chilena, se noto gran movimiento en la ciudad; y una noche fuimos despertados de improviso, recibiendo orden de levantarnos y salir de nuestra pieza. Como dormíamos medio vestidos no tardamos en estar listos y ponernos en marcha entre dos filas de soldados, que nos condujeron al muelle y de ahí al transporte de guerra peruano Chalaco. Fuimos recibido con toda amabilidad por el comandante Reygada, quien nos condujo al elegante salón del vapor y nos dijo: "Aquí estamos entre camaradas, están ustedes en su casa". después de tres meses era la primera noche que dormíamos entre sabanas.
Y comenzó para nosotros una larga peregrinación. Pasando por el Callao y Lima, transmontamos la cordillera con un frío glacial y a 5000 metros de altura y llegamos a Tarma, en plena sierra, pequeña ciudad destinada a servirnos de prisión. Ahí encontramos al señor coronel don Manuel Bulnes con todos sus oficiales del Regimiento Carabineros de Yungay, prisioneros del Rimac.
A mediados de diciembre se nos da la gran noticia de que ha terminado nuestro largo y triste cautiverio, que hemos sido canjeados por prisioneros del Huáscar, y un tren directo nos conduce al Callao donde nos embarcamos en el vapor Bolívar, que nos condujo a Chile.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
CARTA DE ARTURO FERNADEZ VIAL

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"Señor José Carlos Fernández. Querido papá: El 21 del presente a las 8:40 principiamos a combatir con el "Huáscar". La "Covadonga", que nos acompañaba, hacía igual cosa con la "Independencia". Después de cuatro horas de un sangriento combate, en el que no faltó un solo episodio de las guerras marítimas, la "Esmeralda" se hundió en el abismo, y de los 200 tripulantes salvamos 60.

Entre los muertos está nuestro valiente capitán Prat; murió al pie de la torre del "Huáscar" y fue el primero en el abordaje. El teniente Serrano murió en el segundo espolonazo, también sobre la cubierta del "Huáscar".

Ponga en conocimiento de la señora Bruna Venegas que su hijo Ernesto ha muerto como saben hacerlo los héroes. Hasta el momento soy prisionero en Iquique y ya nos alistamos para partir al norte. Ánimo y confianza.

Adiós. Hasta la vuelta. Un abrazo a todos. Su hijo. Arturo".
 

piriguin

Bombero Activo
Miembro
Miembro Regular
1 Feb 2009
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Comprendemos inmediatamente el valor y la importancia de nuestro inmortal 21 de Mayo: la mitad de la Escuadra peruana esta destruida. Desde este momento quedamos felices y tranquilos; nada nos importaba la buena o mala suerte que nos depare el destino.
Sabemos que el sargento Aldea, que había recibido 12 balazos y a quien se le había amputado un brazo en el hospital de la ciudad, había muerto al amanecer del día 22; que el teniente Serrano había muerto el mismo día 21 de Mayo a las 3 de la tarde a consecuencia de una herida en el abdomen. Los cadáveres de Prat, de Aldea y de Serrano, fueron recogidos por el presidente de la Sociedad de Beneficencia Española, el señor Eduardo Llanos, quien les dio humilde sepultura en el cementerio de la ciudad.
El día 23 de mayo al amanecer, unos discretos y misteriosos golpecitos en el zinc de uno de los costados de nuestra prisión, nos llama la atención. Por un pequeño espacio abierto se nos introdujo, con mucho sigilo, unos cuantos panes y un tarro de leche condensada. Mas tarde supimos que la mano generosa que nos llevaba este primer alimento, ya que nada habíamos comido, era una señora chilena.
después de medio día llego a visitarnos el coronel Velarde, jefe del Estado Mayor. En la conversación pudo imponerse que nosotros no recibimos alimentos desde nuestra llegada. Inmediatamente salio, y pocos instantes después se nos servia comida preparada en el Club Social de la ciudad.
A fines del mes de Mayo, el general Prado, Presidente del Perú, que visitaba sus tropas, vino a vernos. Penetro a caballo en nuestro galpón, diciendo que por tener reumatismo en un pie no podía desmontarse. Reconoció al Guardia marina Wilson, a quien había conocido en Chile. Talvez como resultado de esta visita, fuimos trasladados algunos días después a una pieza del mismo edificio a donde llegamos la noche del 21.
En los primeros días de junio, el Cónsul ingles en Iquique nos entrego dinero que nuestro Gobierno nos enviaba. Con alguna dificultad principiamos a comprarnos ropa.
Siempre estamos incomunicados y encerrados en una sola pieza. El teniente Uribe ha conseguido algunas novelas inglesas que nos lee en altavoz y con tanta facilidad como si estuviera en castellano. Este es nuestro único pasatiempo.
En el transcurso de este mes hemos recibido correspondencia de Chile. Los primeros periódicos chilenos que pudimos leer fueron remitidos ocultamente por el almacén español "La Joven América". Era tanta la emoción que nos dominaba, que nadie pudo leerlos en voz alta, pues los sollozos apagaban las palabras.
Hemos recibido la primera visita del Jefe del Ejercito peruano, señor General Buendía. Hombre culto y agradable que trataba de ayudarnos en lo que podía. Nos refirió que en la campaña del año 38 había servido como capitán del regimiento chileno "Carampangue", a las ordenes del general Bulnes. Entre otras atenciones, recuerdo que nos mandaba por las noches agua resacada de su uso personal, pues la que nosotros bebíamos y la que bebía todo el pueblo, era salobre: La Escuadra chilena, que bloqueaba el puerto, impedía funcionar la resacadora. también nos visitaba el coronel Velarde, jefe del Estado Mayor. Este distinguido jefe, viendo una noche que no teníamos ropa de cama, nos mando frazadas, compradas con su peculio particular.
Entre penalidades y tristezas se va pasando el tiempo. A fines de este mes de Junio se recibió una carta y una orden del presidente Prado para que el guardia marina Wilson fuera trasladado a Arequipa. El joven oficial rehusó la generosa oferta declarando que quería compartir la suerte de sus compañeros y no separarse de ellos.
En la noche del 10 de Julio se sintió un fuerte cañoneo en la bahía, y algunos disparos cayeron en la población. Como a las dos de la mañana llego a nuestra pieza el general Buendía, un tanto agitado. Nos dice que con motivo del cañoneo el pueblo se ha amotinado y pedido nuestras cabezas. Ha sido necesario reforzar la guardia. Nos dice: "La situación de ustedes no es segura, he telegrafiado al presidente Prado para que los aleje de esta plaza. No estoy tranquilo pensando que bajo mi mando fuera a atacarse a los prisioneros de guerra. también les declaro que la canalla que me rodea me impide ser generoso con ustedes. Me llaman el general chileno, porque vengo a visitarlos.
A fines del mes en curso supimos la llegada del Presidente de Bolivia a Iquique. habíamos oído toques de diana y marchas militares que resonaban en el campamento peruano. Era el general Daza que revistaba las tropas, compuestas, según decían de 15.000 hombres.
Se nos anuncio que el general vendría a visitarnos, y muy pronto vimos llegar a un militar de aspecto ordinario, cubierto de bordados, de pantalón blanco y botas, grande de cuerpo, colorin, pecoso y rostro manchado, al parecer, por la viruela.
Venia acompañado de numeroso sequito, entre los cuales se encontraba un joven oficial que había sido compañero de Wilson en un colegio en Valparaíso. Daza nos saludo, nos miro con atención y nos pregunto si estábamos bien de salud y como se nos trataba; agregando: "Si ustedes hubieran estado en Bolivia, yo los habría tratado muy bien". Al retirarse el general con todo su Estado Mayor, el oficial amigo de Wilson quedo el ultimo, y volviéndose hacia nosotros, dijo sonriendo: "No le crean al general, si el los pilla los habría guillotinado".
Habiendo suspendido el bloqueo del puerto la Escuadra chilena, se noto gran movimiento en la ciudad; y una noche fuimos despertados de improviso, recibiendo orden de levantarnos y salir de nuestra pieza. Como dormíamos medio vestidos no tardamos en estar listos y ponernos en marcha entre dos filas de soldados, que nos condujeron al muelle y de ahí al transporte de guerra peruano Chalaco. Fuimos recibido con toda amabilidad por el comandante Reygada, quien nos condujo al elegante salón del vapor y nos dijo: "Aquí estamos entre camaradas, están ustedes en su casa". después de tres meses era la primera noche que dormíamos entre sabanas.
Y comenzó para nosotros una larga peregrinación. Pasando por el Callao y Lima, transmontamos la cordillera con un frío glacial y a 5000 metros de altura y llegamos a Tarma, en plena sierra, pequeña ciudad destinada a servirnos de prisión. Ahí encontramos al señor coronel don Manuel Bulnes con todos sus oficiales del Regimiento Carabineros de Yungay, prisioneros del Rimac.
A mediados de diciembre se nos da la gran noticia de que ha terminado nuestro largo y triste cautiverio, que hemos sido canjeados por prisioneros del Huáscar, y un tren directo nos conduce al Callao donde nos embarcamos en el vapor Bolívar, que nos condujo a Chile.

Nacho de quien es este relato?
 

LAGUNINO

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
23 Ene 2008
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Excelente aporte estimado. Mis felicitaciones.

Fraternales saludos