[FONT=Arial, Helvetica, sans-serif]Ola de suicidios ahora golpea a Salamanca: van siete casos en tres meses
[/FONT]Cuando el padre Arístides Miranda ofició los servicios religiosos del cuarto caso en Salamanca, en Tongoy ya había ocurrido el séptimo. La conexión fue inevitable. A partir de entonces el párroco le ha pedido a la comunidad “tomar cartas en el asunto”, pero con el tiempo se dio cuenta de que con homilías en misa no bastaba. Ahora lo que pide derechamente es ayuda.
Porque en Salamanca (que como Tongoy, curiosamente, también pertenece a la Cuarta Región) ya van siete casos de suicidio en apenas tres meses, algo que no se había visto en la zona desde 1995, cuando también hubo una seguidilla. “Hay una sicosis en la comunidad, una sicosis de tristeza y preocupación porque los padres piensan que el próximo suicida va a ser su hijo. Aquí hay dolor, hay angustia. Aquí todo el mundo habla de una ola de suicidios”, cuenta el padre Miranda.
A diferencia de Tongoy, todo indica que ninguno de los suicidas de Salamanca eran amigos entre sí, por lo que se descarta cualquier tipo de pacto de muerte, y la edad de ellos es de un promedio mayor. Las razones por las que tomaron sus decisiones también parecen ser distintas. “Por lo que he podido recabar, la mayoría lo hizo por problemas sentimentales, como celos o desilusiones amorosas”.
Como lo fue el primer caso, ocurrido el 30 de junio. Aquel día Cristián Muñoz Aguilera, de 19 años, se despidió de su madre en Salamanca y partió a La Serena, donde vivía por motivos de estudio. Su madre, intuyendo algo raro en el comportamiento de su hijo, viajó detrás de él. Cuando llegó a la casa donde se alojaba, lo encontró colgando de una viga.
Particularmente impactante fue el caso de Raúl Becerra, de 32 años. El 11 de agosto el joven visitó el cuartel de Bomberos y se despidió de sus compañeros, como si fuese a emprender un largo viaje, pensaron ellos. Antes había dejado una carta de despedida a sus padres. Carabineros lo encontró colgando de un árbol cerca de un sector de tratamiento de aguas servidas. Supuestamente no soportó una infidelidad de su novia.
Las chicas también
Los dos últimos casos han sido mujeres. El 24 de agosto en el sector de El Consuelo, fue hallada muerta, también autoeliminada por ahorcamiento, Claudia Ávalos Calderón, de 29 años, motivada por problemas sentimentales; mientras que el domingo 7 de septiembre, Paula Rocco, de 17 años, que la noche anterior había compartido con aparente normalidad con sus amigos, fue encontrada a la mañana siguiente por su familia colgando en su propia casa.
“La mayoría de estos jóvenes han dado señales, signos a los cuales hay que estar atentos”, cuenta el padre Miranda. “Todos ellos se han despedido de alguna manera y los días previos a su fallecimiento se han vuelto muy introvertidos, se aíslan bastante”.
El párroco cree que en la ciudad es necesaria una intervención similar a la que hubo en Tongoy, donde un equipo de profesionales relacionados con la salud mental llegó al lugar para evitar más tragedias. “También influye la falta de esperanzas que hay acá. Para los jóvenes, en Salamanca no hay futuro. Si la familia no tiene para mandar a su hijo a estudiar afuera, se queda aquí enclaustrado, sin salida”. En eso sí que se parece a Tongoy.
Fuente: Lun.com
[/FONT]Cuando el padre Arístides Miranda ofició los servicios religiosos del cuarto caso en Salamanca, en Tongoy ya había ocurrido el séptimo. La conexión fue inevitable. A partir de entonces el párroco le ha pedido a la comunidad “tomar cartas en el asunto”, pero con el tiempo se dio cuenta de que con homilías en misa no bastaba. Ahora lo que pide derechamente es ayuda.
Porque en Salamanca (que como Tongoy, curiosamente, también pertenece a la Cuarta Región) ya van siete casos de suicidio en apenas tres meses, algo que no se había visto en la zona desde 1995, cuando también hubo una seguidilla. “Hay una sicosis en la comunidad, una sicosis de tristeza y preocupación porque los padres piensan que el próximo suicida va a ser su hijo. Aquí hay dolor, hay angustia. Aquí todo el mundo habla de una ola de suicidios”, cuenta el padre Miranda.
A diferencia de Tongoy, todo indica que ninguno de los suicidas de Salamanca eran amigos entre sí, por lo que se descarta cualquier tipo de pacto de muerte, y la edad de ellos es de un promedio mayor. Las razones por las que tomaron sus decisiones también parecen ser distintas. “Por lo que he podido recabar, la mayoría lo hizo por problemas sentimentales, como celos o desilusiones amorosas”.
Como lo fue el primer caso, ocurrido el 30 de junio. Aquel día Cristián Muñoz Aguilera, de 19 años, se despidió de su madre en Salamanca y partió a La Serena, donde vivía por motivos de estudio. Su madre, intuyendo algo raro en el comportamiento de su hijo, viajó detrás de él. Cuando llegó a la casa donde se alojaba, lo encontró colgando de una viga.
Particularmente impactante fue el caso de Raúl Becerra, de 32 años. El 11 de agosto el joven visitó el cuartel de Bomberos y se despidió de sus compañeros, como si fuese a emprender un largo viaje, pensaron ellos. Antes había dejado una carta de despedida a sus padres. Carabineros lo encontró colgando de un árbol cerca de un sector de tratamiento de aguas servidas. Supuestamente no soportó una infidelidad de su novia.
Las chicas también
Los dos últimos casos han sido mujeres. El 24 de agosto en el sector de El Consuelo, fue hallada muerta, también autoeliminada por ahorcamiento, Claudia Ávalos Calderón, de 29 años, motivada por problemas sentimentales; mientras que el domingo 7 de septiembre, Paula Rocco, de 17 años, que la noche anterior había compartido con aparente normalidad con sus amigos, fue encontrada a la mañana siguiente por su familia colgando en su propia casa.
“La mayoría de estos jóvenes han dado señales, signos a los cuales hay que estar atentos”, cuenta el padre Miranda. “Todos ellos se han despedido de alguna manera y los días previos a su fallecimiento se han vuelto muy introvertidos, se aíslan bastante”.
El párroco cree que en la ciudad es necesaria una intervención similar a la que hubo en Tongoy, donde un equipo de profesionales relacionados con la salud mental llegó al lugar para evitar más tragedias. “También influye la falta de esperanzas que hay acá. Para los jóvenes, en Salamanca no hay futuro. Si la familia no tiene para mandar a su hijo a estudiar afuera, se queda aquí enclaustrado, sin salida”. En eso sí que se parece a Tongoy.
Fuente: Lun.com