Modernizar bomberos
Editorial Diario La Estrella de Iquique 25 septiembre 2007
Nuevamente incendios de envergadura, como el caso del Hotel en Pucón y las dos manzanas destruidas en La Tirana, han evidenciado las limitaciones que enfrenta Chile en prevención y control de siniestros de este tipo en zonas urbanas y rurales.
En cuanto a prevención, las normas que rigen las nuevas construcciones otorgan a éstas mayores niveles de seguridad, pero las construcciones más antiguas y de personas de escasos recursos no cuentan, en su mayoría, con los estándares requeridos. Asimismo, las revisiones y recomendaciones que realizan bomberos hoy son un mero trámite, puesto que no significan obligatoriedad ni su cumplimiento.
En cuanto al control de incendios, la trama urbana, los cierres, las áreas verdes y la mala costumbre local de estacionar vehículos en cualquier parte, muchas veces dificultan el acceso a bomberos, incluso en zonas de reciente urbanización o construcción. A esto se suman las conocidas deficiencias en equipamiento y dotación de voluntarios.
Chile cuenta con 308 cuerpos de bomberos, equivalente a más de mil compañías que reúnen a unos 35 mil voluntarios. En nuestra ciudad son cerca de 600 voluntarios con 9 compañías.
En la experiencia comparada, la dotación chilena por cada 100 mil habitantes (alrededor de 230) es casi un 60 por ciento más baja que la de EE.UU. (alrededor de 380), por ejemplo. Además, los aportes e ingresos anuales que perciben los cuerpos de bomberos al año ascienden a unos 1.100 pesos por voluntario, cifra indicativa de sus dificultades para adquirir equipamiento, especialmente carrobombas.
A diferencia de otros países, en los que coexisten bomberos pagados con voluntarios, éstos últimos son el ciento por ciento en Chile, lo cual es motivo de natural orgullo. Pese a los escasos medios, son admirables sus altos niveles de profesionalismo. Cabe preguntarse, sin embargo, si este modelo de organización es el adecuado para la población y los niveles de exigencia actuales. Los hechos indican cada vez más reiteradamente que se requiere repensar la organización actual, para incrementar la dotación y los implementos de los bomberos, al mismo tiempo de profesionalizarla y modernizarla en materia de estatutos y atribuciones legales.
Es preciso evaluar medidas que permitan atraer a más personas a esa profesión -si fuere necesario, mediante una remuneración congruente con los riesgos que ella conlleva- y aumentar sustancialmente los ingresos del sistema -mediante incentivos tributarios a donaciones, por ejemplo-. Ciertamente, la propia institución bomberil chilena, que ya cuenta en su seno con un núcleo de administración remunerada, es la más indicada para proponer al país reformas que incorporen gradualmente una estructura complementaria del ejemplar voluntariado que hoy la distingue.
Editorial Diario La Estrella de Iquique 25 septiembre 2007
Nuevamente incendios de envergadura, como el caso del Hotel en Pucón y las dos manzanas destruidas en La Tirana, han evidenciado las limitaciones que enfrenta Chile en prevención y control de siniestros de este tipo en zonas urbanas y rurales.
En cuanto a prevención, las normas que rigen las nuevas construcciones otorgan a éstas mayores niveles de seguridad, pero las construcciones más antiguas y de personas de escasos recursos no cuentan, en su mayoría, con los estándares requeridos. Asimismo, las revisiones y recomendaciones que realizan bomberos hoy son un mero trámite, puesto que no significan obligatoriedad ni su cumplimiento.
En cuanto al control de incendios, la trama urbana, los cierres, las áreas verdes y la mala costumbre local de estacionar vehículos en cualquier parte, muchas veces dificultan el acceso a bomberos, incluso en zonas de reciente urbanización o construcción. A esto se suman las conocidas deficiencias en equipamiento y dotación de voluntarios.
Chile cuenta con 308 cuerpos de bomberos, equivalente a más de mil compañías que reúnen a unos 35 mil voluntarios. En nuestra ciudad son cerca de 600 voluntarios con 9 compañías.
En la experiencia comparada, la dotación chilena por cada 100 mil habitantes (alrededor de 230) es casi un 60 por ciento más baja que la de EE.UU. (alrededor de 380), por ejemplo. Además, los aportes e ingresos anuales que perciben los cuerpos de bomberos al año ascienden a unos 1.100 pesos por voluntario, cifra indicativa de sus dificultades para adquirir equipamiento, especialmente carrobombas.
A diferencia de otros países, en los que coexisten bomberos pagados con voluntarios, éstos últimos son el ciento por ciento en Chile, lo cual es motivo de natural orgullo. Pese a los escasos medios, son admirables sus altos niveles de profesionalismo. Cabe preguntarse, sin embargo, si este modelo de organización es el adecuado para la población y los niveles de exigencia actuales. Los hechos indican cada vez más reiteradamente que se requiere repensar la organización actual, para incrementar la dotación y los implementos de los bomberos, al mismo tiempo de profesionalizarla y modernizarla en materia de estatutos y atribuciones legales.
Es preciso evaluar medidas que permitan atraer a más personas a esa profesión -si fuere necesario, mediante una remuneración congruente con los riesgos que ella conlleva- y aumentar sustancialmente los ingresos del sistema -mediante incentivos tributarios a donaciones, por ejemplo-. Ciertamente, la propia institución bomberil chilena, que ya cuenta en su seno con un núcleo de administración remunerada, es la más indicada para proponer al país reformas que incorporen gradualmente una estructura complementaria del ejemplar voluntariado que hoy la distingue.