Pablo Herreros primatólogo Madrid España
El pasado viernes se ha producido el séptimo tiroteo registrado en una escuela de Estados Unidos en lo que va de año. En la matanza, 28 personas perdieron la vida a consecuencia de los disparos de un chico de 20 años de edad llamado Adam lanza. Estos terribles sucesos se están convirtiendo en algo común durante la última década, afectando a sociedades de todo el mundo. Los homicidas frenéticos ('spree killers', en inglés), definidos por la literatura como aquellos que asesinan a varias personas durante el mismo episodio y en un corto periodo de tiempo, ocupan un lugar inquietante en las ciencias del comportamiento, por el peligro que suponen para la sociedad, debido al carácter aleatorio y desenfrenado de sus delitos.
Según un estudio comparado realizado entre asesinos frenéticos y otros tipos, a partir de una muestra de 654 condenados de Estados Unidos, los primeros resultaron ser más violentos. Los asesinos frenéticos comienzan a matar sin saber dónde llegarán y hacen pocos esfuerzos por no ser capturados, al contrario de otros, quienes tienen un objetivo concreto y planeado. Curiosamente, el 40% de ellos nunca había sido arrestado antes, lo que hace aún más complicado adelantarse a este tipo de sucesos.
A pesar de que no es fácil concluir un diagnóstico sobre la personalidad de Lanza hasta que la policía revele más datos, algo en lo que coinciden varios ex-compañeros del agresor es que tenía graves problemas a la hora de relacionarse. En una tipología realizada por el FBI, se caracteriza a los asesinos frenéticos como impulsivos y sociópatas: un tipo de personalidad que dificulta la adaptación a la vida en sociedad, a la cual suelen culpar de su aislamiento y vacío emocional. Con el tiempo, este sentimiento puede acabar por transformarse en un comportamiento destructor. El problema es que estos perfiles se construyen a posteriori y no nos ayudan a predecir quién es un potencial asesino.
Un elemento en común a varios asesinos de este tipo es el sentimiento de frustración, el cual no son capaces de controlar. La mayor parte de los seres humanos deseamos cosas que nunca obtendremos. Ser capaz de gestionar adecuadamente esta rabia que conlleva vivir puede que sea una de las claves para que no demos el salto hacia la locura, como Lanza sí hizo. La familia es clave en este proceso de aprendizaje por el que todos debemos pasar.
Aunque la madre también es víctima de lo sucedido, favorecía una cultura de las armas en su propio hogar. Todas las empleadas en el tiroteo eran legales y estaban a su nombre. También acostumbraba llevar a sus hijos a campos de tiro para entrenar. Las armas por sí solas no son responsables de lo ocurrido, pero su posesión, en un gran porcentaje de los hogares norteamericanos, no ayuda a que las consecuencias de este tipo de acontecimientos sean de menor alcance.
Un debate que siempre surge en este tipo de tragedias es si uno nace asesino o se hace por causas del entorno. Por un lado, los biólogos evolutivos creen que se debe a lesiones en el sistema límbico y el lóbulo frontal, ya sea de nacimiento o debido a infecciones. Las personas con estas zonas dañadas, tienen más tendencia a la agresividad, ya que estas son las partes del cerebro que interviene en el autocontrol y en la regulación de la vida en sociedad. Otros, creen que se debe a factores ambientales, como la experiencia vital, la educación y otros elementos que forman parte del contexto. Lo más probable, como casi todo lo relacionado con la conducta, es que se deba a una combinación de ambos tipos de factores.
Tras los sucesos similares ocurridos en la escuela de Columbine en 1999, en el que 13 personas resultaron muertas por disparos en una escuela, se realizó un estudio sobre responsabilidad colectiva percibida en el entorno. Los investigadores querían saber a qué atribuían los habitantes del pueblo lo sucedido, ya que los asesinos habían sido víctimas de abusos en la escuela por parte de otros chicos. Aunque los autores fueron dos adolescentes que se suicidaron en la biblioteca, la comunidad, que incluía a padres y amigos, se sentía responsable debido a su estrecha relación personal con ellos. El hecho de que el asesinato de Connecticut también haya sido perpetrado por un familiar relacionado directamente con la escuela, es probable que traiga consecuencias emocionales similares.
Por muchos estudios e investigaciones que realicemos, los asesinos frenéticos y múltiples seguirán siendo un misterio para la ciencia. Puede que nunca alcancemos una respuesta satisfactoria y que todo intento de estudio no sea más que una estrategia para proporcionar una falsa sensación de control. Como cree la experta en asesinatos de este tipo Shirley Lynn Scott, los asesinos en serie son los agujeros negros de la mente humana. Son tan normales y tan invisibles que nos aterrorizan porque reflejan la parte más oscura del ser humano.
extraido del blog "Yo mono"
El pasado viernes se ha producido el séptimo tiroteo registrado en una escuela de Estados Unidos en lo que va de año. En la matanza, 28 personas perdieron la vida a consecuencia de los disparos de un chico de 20 años de edad llamado Adam lanza. Estos terribles sucesos se están convirtiendo en algo común durante la última década, afectando a sociedades de todo el mundo. Los homicidas frenéticos ('spree killers', en inglés), definidos por la literatura como aquellos que asesinan a varias personas durante el mismo episodio y en un corto periodo de tiempo, ocupan un lugar inquietante en las ciencias del comportamiento, por el peligro que suponen para la sociedad, debido al carácter aleatorio y desenfrenado de sus delitos.
Según un estudio comparado realizado entre asesinos frenéticos y otros tipos, a partir de una muestra de 654 condenados de Estados Unidos, los primeros resultaron ser más violentos. Los asesinos frenéticos comienzan a matar sin saber dónde llegarán y hacen pocos esfuerzos por no ser capturados, al contrario de otros, quienes tienen un objetivo concreto y planeado. Curiosamente, el 40% de ellos nunca había sido arrestado antes, lo que hace aún más complicado adelantarse a este tipo de sucesos.
A pesar de que no es fácil concluir un diagnóstico sobre la personalidad de Lanza hasta que la policía revele más datos, algo en lo que coinciden varios ex-compañeros del agresor es que tenía graves problemas a la hora de relacionarse. En una tipología realizada por el FBI, se caracteriza a los asesinos frenéticos como impulsivos y sociópatas: un tipo de personalidad que dificulta la adaptación a la vida en sociedad, a la cual suelen culpar de su aislamiento y vacío emocional. Con el tiempo, este sentimiento puede acabar por transformarse en un comportamiento destructor. El problema es que estos perfiles se construyen a posteriori y no nos ayudan a predecir quién es un potencial asesino.
Un elemento en común a varios asesinos de este tipo es el sentimiento de frustración, el cual no son capaces de controlar. La mayor parte de los seres humanos deseamos cosas que nunca obtendremos. Ser capaz de gestionar adecuadamente esta rabia que conlleva vivir puede que sea una de las claves para que no demos el salto hacia la locura, como Lanza sí hizo. La familia es clave en este proceso de aprendizaje por el que todos debemos pasar.
Aunque la madre también es víctima de lo sucedido, favorecía una cultura de las armas en su propio hogar. Todas las empleadas en el tiroteo eran legales y estaban a su nombre. También acostumbraba llevar a sus hijos a campos de tiro para entrenar. Las armas por sí solas no son responsables de lo ocurrido, pero su posesión, en un gran porcentaje de los hogares norteamericanos, no ayuda a que las consecuencias de este tipo de acontecimientos sean de menor alcance.
Un debate que siempre surge en este tipo de tragedias es si uno nace asesino o se hace por causas del entorno. Por un lado, los biólogos evolutivos creen que se debe a lesiones en el sistema límbico y el lóbulo frontal, ya sea de nacimiento o debido a infecciones. Las personas con estas zonas dañadas, tienen más tendencia a la agresividad, ya que estas son las partes del cerebro que interviene en el autocontrol y en la regulación de la vida en sociedad. Otros, creen que se debe a factores ambientales, como la experiencia vital, la educación y otros elementos que forman parte del contexto. Lo más probable, como casi todo lo relacionado con la conducta, es que se deba a una combinación de ambos tipos de factores.
Tras los sucesos similares ocurridos en la escuela de Columbine en 1999, en el que 13 personas resultaron muertas por disparos en una escuela, se realizó un estudio sobre responsabilidad colectiva percibida en el entorno. Los investigadores querían saber a qué atribuían los habitantes del pueblo lo sucedido, ya que los asesinos habían sido víctimas de abusos en la escuela por parte de otros chicos. Aunque los autores fueron dos adolescentes que se suicidaron en la biblioteca, la comunidad, que incluía a padres y amigos, se sentía responsable debido a su estrecha relación personal con ellos. El hecho de que el asesinato de Connecticut también haya sido perpetrado por un familiar relacionado directamente con la escuela, es probable que traiga consecuencias emocionales similares.
Por muchos estudios e investigaciones que realicemos, los asesinos frenéticos y múltiples seguirán siendo un misterio para la ciencia. Puede que nunca alcancemos una respuesta satisfactoria y que todo intento de estudio no sea más que una estrategia para proporcionar una falsa sensación de control. Como cree la experta en asesinatos de este tipo Shirley Lynn Scott, los asesinos en serie son los agujeros negros de la mente humana. Son tan normales y tan invisibles que nos aterrorizan porque reflejan la parte más oscura del ser humano.
extraido del blog "Yo mono"