Fotografía de 1929 de la barraca de la Compañía Maderera Villanueva, en la esquina de Alameda con Libertad. Fue en el incendio de este edificio, el 14 de noviembre de 1933, que Antonio Secchi encontraría la muerte y la gloria.
En la Alameda Bernardo O'Higgins, a la altura de las calles Abate Molina y Libertad, se encuentra en el bandejón central una curiosa instalación rodeada de un florido jardín de colores, conocida como la Pompa Italiana o la Pompa Italia, allí junto a la Estación Metro Unión Latinoamericana.
Con alusiones evidentes a la simbología patria itálica, homenajea a la 11ª Compañía de Bomberos de Santiago de Chile, más conocida como la Pompa Italia. Esta compañía fue fundada en 1914 por iniciativa del ciudadano-italiano Ricardo Federicci Botto, tomando el número 11 que había dejado libre una anterior compañía de bomberos fundada en 1893, pero disuelta dos décadas más tarde por razones disciplinarias. Su idea era que el grupo estuviese compuesto exclusivamente por ciudadanos italianos o descendientes directos de ellos.
Fue el 14 de noviembre de 1933, cuando la compañía se aproximaba a cumplir 20 años de existencia, que sucedió la tragedia; una que enlutaría a los bomberos de Santiago entregándole un nuevo mártir a sus glorias, pero un espejo más de rectitud y de servicio. Este suceso motiva la presencia del monumento en tal lugar, próximo a un nuevo aniversario, por estos días.
En horas de la noche de ese día de primavera, se realizaba una reunión en el Cuartel de la Pompa Italia, ubicada entonces en calle Unión Americana, con objeto de aprobar el presupuesto para el año siguiente. Por esa razón, el recinto estaba lleno de bomberos y funcionarios.
Cerca de las 22 horas, los concurrentes fueron advertidos de la presencia de un siniestro resplandor a pocas cuadras de allí, por la Alameda de las Delicias, por lo que se pusieron de inmediato en alerta.
El lugar que estaba siendo consumido por el fuego era la barraca de la Compañía Maderera Villanueva, situada en un gran edificio de dos pisos situado en Alameda 2775, justo en la esquina con la calle Libertad. Esta empresa pertenecía al industrial Etelvino Villanueva González y era una de las más importantes en su rubro en todo Chile. Con unos 15 metros de altura, la construcción había sido adquirida a la Maderera Malvoa pocos años antes, en 1927, y en su interior había no sólo el material altamente combustible de sus bodegas, especialmente maderas nacionales de raulí y lingue, sino también carísimas maquinarias adquiridas en Europa y otros equipos.
Al confirmarse la noticia del incendio, el Capitán Humberto Raglianti decidió no perder tiempo y envió directamente al lugar siniestrado a los integrantes de "La 11", aún vestidos de civiles, entre los que estaba el joven voluntario Alberto Secchi Dachenna.
Al llegar allí constataron que el fuego se había apoderado de prácticamente la totalidad de la planta baja del edificio y comenzaba a avanzar a la segunda, mientras cientos de curiosos se acercaban a mirar la infernal escena. Los funcionarios de orden y seguridad intentaban mantener a la gente lejos del área de peligro.
El acceso a la barraca estaba cerrado por una cortina metálica. Según constaría en las actas de guardia, Secchi y el Teniente Wenceslao creyeron escuchar lamentos y gritos de auxilio desde el interior del edificio, por lo que trataron desesperadamente de botar o doblar esta cortina, embistiéndola con golpes de hombro. Alguien llegó con un hacha y así lograron romper el candado que la cerraba, logrando levantarla y abrir el acceso al edificio en llamas. Atrás de la cortina había un camión ya alcanzado por el fuego y las llamas se extendían por toda la planta.
MUERTE DEL PRIMER MARTIR DE "LA 11"
El Capitán Raglianti dio la orden de organizarse en grupos y colocarse los uniformes, por lo que los voluntarios fueron y volvieron del cuartel por turnos. Como Secchi estaba en el primer grupo en salir, también fue primero en regresar. Pero como continuaba informándose que había gente atrapada adentro, a casi media hora de combate contra las llamas, muchos voluntarios ingresaron al edificio.
Raglianti advirtió el peligro de esta decisión y ordenó la salida de los bomberos, pues el segundo piso ya estaba siendo devorado por el fuego.
Sin embargo, justo en ese momento, parte de la planta superior y la fachada de la barraca se derrumbaron hacia la calle, cayendo sobre los voluntarios que no habían alcanzado a abandonarla o que se encontraban al frente, incluido el heroico Antonio Secchi y su compañero Deuville. Para peor, los escombros ardientes cortaron o bloquearon muchas de las mangueras, y el sistema eléctrico del desmoronado edificio comenzó a lanzar peligrosas descargas que amenazaban la vida de los rescatistas de las compañías que asistieron al siniestro.
En unos 15 minutos, lograron ser sacados de las ruinas los voluntarios heridos. Sin embargo, las lesiones con que fue encontrado Secchi eran demasiado graves: su cara había sido destruida, su cráneo había sufrido fractura con hundimiento y también tenían amputación traumática de un pie, además de las múltiples quemaduras. Había sucedido que, mientras apuntaba la manguera al fuego, uno de los postes de alumbrado (suponemos que aquél observable en la fotografía que reproducimos de la barraca) le había caído encima arrastrado por el derrumbe de la fachada, atrapándolo y arrancándole la vida antes de lograr retroceder. Las heridas eran tales que no podía ser reconocido por sus propios compañeros. Sólo pudo ser identificado en la Asistencia Pública, donde se constató que ya estaba fallecido al momento de ser retirado de entre los escombros.
Sus restos fueron recibidos por sus superiores, siendo llevados para las exequias al mismo cuartel de la Pompa Italia, que despedía así a su primer mártir. Irónicamente, cuando los voluntarios lograron controlar el incendio hacia las 2 de la mañana del día 15, regresaron al cuartel a llorar a su difunto camarada de aguas y hachas.
Desde allí, su ataúd fue trasladado hasta el Cuartel General, donde recibió el velorio y luego el funeral de un héroe nacional. Sus restos fueron cremados y confiados a la sociedad Mutuo Socorro Italia.
Retrato de Antonio Secchi Dachenna (Fuente imagen: vigilidelfuoco.cl)
CATONNI Y GIAVERINI, LOS MÁRTIRES DE 1991
Por mucho tiempo, Secchi fue el único mártir de la Pompa Italia, hasta que el trágico año de 1991 le cobró la vida a otros dos héroes.
El voluntario Claudio Cattoni Arriagada, Primer Capitán de la Squadra Giovanile, sufrió un grave accidente el 20 de diciembre de 1990, cuando una pesada cornisa se derrumbó sobre personal de la compañía que extinguía un incendio en Catedral con Chacabuco, hasta donde se dirigió desde otro siniestro menor declarado cerca de Morandé con Moneda. El fatídico accidente fue registrado por las cámaras de una estación de televisión. Irónicamente, ese día la compañía celebraba la entrega de los Premios a la Constancia para sus voluntarios más antiguos.
Luego de varios días de terrible agonía, Cattoni fallece el 3 de enero siguiente, en la Clínica Dávila. Tenía 33 años, era ingeniero y padre de una hermosa familia.
Pocos meses después de esta tragedia, el 7 de junio de 1991, el voluntario Carlo Giaverini Faúndez pierde la vida en un accidente digno del más cruel capricho del destino, cuando le cayó encima un pesado ascensor de escalera, que estaba trabado a unos cuatro metros de altura. Giaverini había comenzado a subir por la escala para soltar el elevador durante unos ejercicios realizados en el Parque O'Higgins, entre la 7ª y la 11ª Compañías, que estaban siendo grabados por un equipo de televisión. Fue justo en esta acción cuando se destrabó de súbito el ascensor con dos funcionarios dentro, descendiendo velozmente y golpeándolo, como si el demonio del infortunio hubiese soplado sobre él.
Al menos, la agonía de Giaverini fue más breve que su camarada Catonni, quizás el único consuelo para sus camaradas y seres queridos. Falleció a las pocas horas en el Hospital de Neurocirugía, a los 59 años de edad. Sólo cuatro días antes había recibido el Premio a la Constancia, por sus cinco años de servicio en la compañía.
Retrato de Claudio Cattoni (Fuente imagen: vigilidelfuoco.cl)
Retrato de Carlo Giaverini (Fuente imagen: vigilidelfuoco.cl)
Al cumplirse el cincuentenario de la muerte de Secchi, y acumulando ya tres mártires, la Pompa Italia decidió organizarse con la Municipalidad de Santiago para instalar la columna conmemorativa de la Alameda, a un costado del trágico incendio de 1933.
El monumento fue inaugurado solemnemente el 14 de noviembre de 1993. Se trata de una columna poligonal metálica, de unos dos metros y medio de altura. En su parte alta se observan los colores de la bandera italiana, y en su parte central hay dos placas conmemorativas aludiendo al sitio histórico que representa éste, el lugar donde Secchi ofrendó su vida.
El jardín floral que rodea a la instalación tenía, según nuestros recuerdos, los colores de la bandera italiana. Por alguna razón, sin embargo, las flores blancas ahora son amarillas, así que semejaría más a la bandera de Bolivia o Etiopía. Dos placas de mármol, sin embargo, nos recuerdan que estamos frente a un monumento a la Pompa Italia: uno de ellos con los nombres de los mártires (que, esperamos, se quede sólo en tres) y otro reproduciendo los siguientes versos de Rubén Darío:
Gloria a aquél que sucumba en la lucha,
Valeroso, sublime, esforzado.
Gloria a aquél que al deber consagrado,
Salva vidas, riquezas, hogar.
Y el recuerdo del fiel compañero
En el alma viril del bombero,
Nunca, nunca se puede borrar.
Año a año, el Cuerpo de Bomberos de Santiago y la valerosa Pompa Italiana realizan ceremonias en torno a este monumento, celebrando la memoria de sus voluntarios caídos en tan noble tarea.Valeroso, sublime, esforzado.
Gloria a aquél que al deber consagrado,
Salva vidas, riquezas, hogar.
Y el recuerdo del fiel compañero
En el alma viril del bombero,
Nunca, nunca se puede borrar.
Extractado de: http://urbatorium.blogspot.com/