Las calles donde vive el miedo
Niños convencidos de que los "honores" a los narcotraficantes muertos son tan válidos como los entregados a un héroe militar, pobladores asaltados por muchachos vecinos que han visto crecer, bomberos que no pueden apagar el fuego en la casa de los criminales, un puñado de carabineros que se enfrentan a la ley de los narcos y jóvenes que confeccionan armas hechizas en sus casas.
Laguna Sur esquina La Estrella. Sector Pudahuel Sur, al otro lado de la Ruta 68.
Ahí, justo en la esquina de la parroquia Santa María del Sur, al lado de una imagen de la Virgen que está elevada y a resguardo en la vereda, la noche del 11 de septiembre cayó herido de muerte el cabo Cristián Vera después de que un balazo cruzara el cielo poblacional y se incrustara en su cabeza.
Hoy, muchos de sus vecinos apenas se atreven a hablar, pero jamás a revelar sus nombres ni tomarse fotos. Dicen que en Pudahuel Sur se ha impuesto la ley de los narcos. Incluso en los funerales. "Acá si se muere un carabinero o un vecino cualquiera, no se lo puede velar con tranquilidad; en cambio, a los narcos les rinden honores", revela una dirigenta vecinal. La rutina ya es conocida por el vecindario: cuando los narcotraficantes tienen a un "caído" entre sus filas, lo pasean en la carroza y disparan al aire por varias cuadras como si se despidieran de un mártir.
Algunos padres de familia -cuentan en la población- esconden a sus niños en las casas; otros, lamentablemente, los sacan a la reja a mirar el espectáculo. Como un ejemplo.
"Angustiados" que salen a colgar
La intersección donde cayó el cabo Vera es el centro de actividades de la complicada población y es comandada por dos grandes locales comerciales: "Ganadera La Reinita" y "Fiambrerías Del Río".
En otro punto de la esquina se levanta el "Centro Comercial Laguna Sur", un lugar con varios puestos comerciales que considera peluquería, farmacia, local de internet, restaurante de comida china, un puesto de accesorios para automóviles, amasandería y un local con productos de un molino.
Un poco más allá, la roja pagoda del restaurante "Fu Yu Lou" se levanta como curiosa muestra del amor de los vecinos por la comida oriental.
La intersección de Laguna Sur y La Estrella es algo así como la Plaza Italia de la población: es su centro más vivo, el de mayor comercio y el punto central de los desórdenes que se repiten con creciente furia cada 11 de septiembre y en el día del joven combatiente.
El barrio es casi "incaminable" entre las 5 y las 8 de la mañana, y luego desde las 5 de la tarde en adelante. Ir y volver del trabajo o de la escuela siempre es una proeza. En cualquier esquina, "un angustiado" por drogas puede "colgarlos", quitarles la mercadería que llevan o pedirles las "catimbas" (zapatillas) con pistola hechiza en mano.
"Acá había una señora que trabajaba con un carrito en el cementerio. El otro día le robaron el carrito, la mercadería, la plata y hasta los dulces", señala una dirigenta vecinal.
Jóvenes que conocen a sus vecinas desde niños les roban el pan, la bicicleta o se meten a sus casas a robarles el computador. Una nueva compra puede durar una semana.
Movilidad social de narcos
Pudahuel Sur es un espacio que nació de viejas viñas y áreas rurales, pero en 15 años pasó de tener 20 mil a 100 mil habitantes. Un crecimiento explosivo.
Junto a esa expansión, eso sí, también se multiplicaron la falta de oportunidades, la pobreza, el hacinamiento, el delito y las drogas.
"Tal como en otras poblaciones complicadas de la capital como La Legua, el Castillo y San Gregorio, en viviendas básicas donde por espacio deberían vivir 4 o 5 personas viven 10", señala el jefe de Seguridad de la municipalidad de Pudahuel, Lino Gualter.
Caldo de cultivo para la violencia intrafamiliar. En Pudahuel, según cifras del Ministerio Público, el año 2006 la violencia sin ningún móvil económico de por medio fue de 41%.
Las veredas por donde camina la gente son estrechísimas y en mal estado. Si va una mamá empujando un coche, los que la enfrentan deben salir y pisar una polvareda que suele levantarse aún más con las brisas de la naciente primavera.
En la zona, el comercio es una muestra de la vida de limitaciones que existe.
Se suele comprar poco, justo para pasar la jornada.
"Acá, como en otras poblaciones, somos gente de esfuerzo, los únicos que se dan lujos son los narcos", cuenta un vecino. En el sector se ha impuesto incluso un nuevo tipo de movilidad social. Hay historias de boca a boca de gente que "progresa" gracias a la droga. "En una familia de las más pobres, una señora con varios hijos quedó viuda, así que entró al narcotráfico. En un año sacó auto y arregló la casa".
Caminando por sus calles y pasajes, lo que más aparecen son niños y mujeres jóvenes con panzas de varios meses de embarazo. Para ellos, incluso, "la formación" como delincuente puede comenzar muy temprano. "Hemos encontrado niños de seis años que reparten pasta base entregada por sus propias madres. Son burreros", revelan efectivos de Carabineros. Incluso han encontrado menores con armas hechizas que confeccionan en sus propias casas con un par de tubos de fierro y cartuchos de escopeta. (Ver recuadro)
Todo eso, mezclado con pasajes estrechos, iluminación que flaquea en la noche y casas que suelen servir de comercio informal o para otras actividades. En algunas residencias se anuncian pequeños carteles con arriendos de disfraces, otra puede cobijar un minúsculo templo evangélico y poco más allá aparecer una casa que en su portón oscuro entrega la posibilidad de jugar de Play Station a 500 pesos o Xbox a 700 pesos. Con un detalle, todas las viviendas por estos días están embanderadas con el emblema nacional.
Tampoco faltan en las casas antenas de televisión satelital. La razón es simple: como existe carencia de espacios para el esparcimiento, la entretención debe concentrarse hacia el interior de los hogares.
La complicada existencia en estas tierras hasta pareciera ser refrendada por los límites naturales de Pudahuel Sur: un canal maloliente con una arteria bautizada como "Callejón de los perros".
En día de feria en la enorme arteria Estrella Sur son alrededor de 5 cuadras que se encargan de cobijar a una multitud de puestos de ventas. Ahí se encuentran desde carros de pescados hasta paños en el suelo con variedad de películas pornos pirata.
En esos lugares ya están apareciendo graffitis y rayados de pandillas de jóvenes que marcan su territorio y que ante cualquier conflicto se enfrentan a tiros. Dos ya son famosas: "Los intocables" y "Los indeseables". Siempre enfrentados a muerte.
"Por estos días se han calmado las cosas después de la muerte del carabinero, y con los patrullajes algunos andan más escondidos", dice una vecina.
Como sea, los pobladores, aunque solidarizan con carabineros y repudian la muerte del cabo Vera, también critican la dureza con que se les ha tratado. Algunos aseguran que la conmoción es porque murió un uniformado, pero que no habría sucedido mucho si es que el muerto hubiese sido un poblador.
SUBCOMISARÍA PUDAHUEL SUR: Patrullajes riesgosos entre narcos, adolescentes "soldados" y niños "burreros"
El 11 de septiembre, día en que murió el cabo Vera de un tiro en la cabeza, el sargento segundo Omar Quinteros estuvo presente en el enfrentamiento. Tras el asesinato, cuando venía de vuelta con sus compañeros por las oscuras y violentas calles de la población, decidió que todos los uniformados se pusieran a cantar el himno de Carabineros. Muy fuerte. La gente comenzó a salir a las calles para darles café y panes con queso. Así, mientras recibían el pésame de parte de los vecinos.
El sargento Quinteros, de la única comisaría de Pudahuel Sur, se ve obligado a tener doble personalidad. Como estudió administración hotelera, les hace por las tardes clases de protocolo a las vecinas de sectores conflictivos, pero también ha debido enfrentarse con los tiros de los delincuentes y hacerse respetar.
Cuando sale a la calle, las señoras le dicen "Omarcito"; para los narcotraficantes es conocido como "un paco choro".
Quinteros ya tiene técnicas bien aprendidas. Cuando hay enfrentamientos armados, en medio de las balaceras o las piedras, les grita a los delincuentes que ya conoce y los llama por el nombre para que sepan que están identificados. Algunos delincuentes reaccionan y gritan desde algún rincón: "No pasa naa, tío, no estoy haciendo naaa". Eso sucede con los más amigables. Otros, simplemente, siguen atacando.
Cuando se los vuelve a encontrar, les habla casi en coa: "Te barseaste el otro día; ¿te creí muy chorito? ¿Querí quedarte a la sombra?". Sólo así puede ser respetado y temido en el sector.
En la subcomisaría de Pudahuel Sur sólo cuentan con 55 Carabineros para 100 mil habitantes. Eso implica un carabinero cada mil 818 habitantes.
Y las cifras son alarmantes. En el sector reciben al mes cerca de 400 denuncias por violencia intrafamiliar, robos y agresiones, entre otros delitos. Por ello, por el recinto pasan más de 100 detenidos en un solo mes. Incluso con la escasa dotación con la que cuentan requisan por lo menos 5 armas a la semana.
Ya saben que los narcotraficantes no son simples delincuentes. En la población Laguna Sur los narcos conocen las leyes y tienen guardias personales, más conocidos como "soldados". Pero no sólo los proveen de dinero y droga, sino también de armas. "Acá se encuentra mucha arma hechiza y pistolas", señala la policía.
Un soldado puede ser cualquier adolescente que se encarga de proteger al narco o cuidarle la casa cuando no está. Por esa labor, claro, cada soldado recibe una remuneración que puede ser pagada en dinero, o bien, en el caso de un consumidor de droga, con mercancía. No son bajos los sueldos: un soldado puede recibir por lo bajo 300 mil pesos al mes.
En el sector hay familias completas que se dedican al microtráfico. Niños de seis o siete años actúan como "burreros".
En un patrullaje de rutina, la población se altera. Basta que se suban dos efectivos de Carabineros para que empiece a sonar la radio. Alerta de robo en uno de los pasajes del sector. Suben la velocidad. Entran y salen por los pasajes para llegar a tiempo. Una de las vecinas se les acerca asustada diciendo que había dos tipos sospechosos revisando las casas, pero que ya se dieron a la fuga.
El patrullaje sigue. Entran a uno de los sectores más conflictivos de Pudahuel Sur. Grupos de jóvenes con vistosas zapatillas, jockeys y lentes oscuros los miran desafiantes sin decir una sola palabra. Ya por la noche reciben piedras o silbidos de pifia.
Los efectivos comentan que hay pasajes completos dominados por los narcos. Entran en uno. Pese a que no hay mayor preocupación por las casas que lucen descuidadas, sin pintar, y con algo de basura en sus fachadas, sí se ven afuera largas filas de autos del año tales como Peugeot 206 o camionetas doble cabina. "Al narco le gusta presumir de su auto o de sus zapatillas. Mientras más caro, mejor. Y los que consiguen las cosas comprándolas son siempre 'agilaos'", cuentan.
En una esquina aparece un auto de los llamados enchulados. Una especie de convertible, con alerón, llantas plateadas y tubo de escape a la vista. "Ése es un narco", señalan. Y comienzan a acercarse. El auto se escabulle rápido al ritmo del reggaetón por entre los pasajes.
Otro factor que reconocen es la preparación que tienen los narcos. "se informan, leen la prensa para ver si salieron en alguna parte y copian el actuar de pandillas de otras poblaciones".
Ya se han formado dos grupos de pandillas. "Los intocables" y "Los indeseables". Son grupos de jóvenes de entre 15 y 20 años. Siempre marcan su territorio con graffitis o a plumón.
"Entre poblaciones compiten, así que si algunos ven que en una población aparecieron "Los Guarenes" o "Los Philips", ellos también quieren tener un grupo y ser más duros todavía".
Y nunca dejan de ser desafiantes. Pese a que en enero de este año personal de Carabineros logró detener in fraganti a una banda con un camión robado y armados, al día siguiente estaban libres. Uno de ellos, para demostrar su "valentía" fue a la misma subcomisaría a preguntar por una licencia de conducir perdida.
8ª COMPAÑÍA DE BOMBEROS: "Se necesitan héroes"
La 8ª Compañía de Bomberos, que se ocupa de resguardar buena parte de Pudahuel sur, apenas está a una cuadra del lugar donde balearon al carabinero Vera.
El cuartel es un lugar sencillo, pero bien cuidado.
La directora es una mujer, y el capitán, Juan Uribe -en una curiosa coincidencia-, es el hermano de la directora.
Uribe trabaja en la Municipalidad de Cerro Navia y cada día, después del laburo, se dirige a su querida compañía.
Ahí lleva 8 años y, como jefe operacional, conoce bien lo que es trabajar en un sector complicado como Pudahuel sur.
Bajo su mando están los 25 voluntarios que se dedican de manera preferente a rescates en accidentes de tránsito en la ruta 68 y a siniestros que se registran en las casas de los intrincados y atemorizantes pasajes de la zona.
Dotados de un carro -que por estos días está siendo reparado-, el capitán se lamenta con amargura del robo que la compañía acaba de sufrir la noche anterior.
"Entraron y cortaron un tubo de cobre que estaba junto a un depósito de gas que tenemos. Se llevaron toda la cañería, pero lo grave es que en el corte pudieron producir una explosión enorme. Pero la desesperación de los adictos es tan grande que no ven el peligro de sus acciones", comenta con cierta resignación Juan Uribe.
No ha sido, en todo caso, el único robo o incidente que ha sufrido el lugar: una vez les robaron en plena tarde todo un pedazo de reja externa y en otra ocasión un auto robado se incrustó en los muros después de protagonizar una loca carrera de huida de la policía.
Para los bomberos de esta población la vida no es sencilla.
Y uno de los problemas más serios es el hecho de lidiar con un número de voluntarios que no ha crecido durante años.
"Es muy difícil decirle a un joven de la población, que toma cerveza en la calle, que usa el pelo largo, que es adicto y que tiene piercings, que cambie esa vida por una más responsable y donde tiene que obedecer órdenes. Es casi imposible", explica el capitán.
A ello se suman las complicaciones operativas en una zona salpicada de narcotraficantes.
Hace poco tuvieron una experiencia que da cuenta de cómo el tráfico es preferible a la seguridad.
Fue en un pasaje, cuando los vecinos vieron que desde una casa salía humo y fuego.
Alertados, Bomberos llegó al lugar, pero no pudieron entrar a la residencia a apagar el incendio.
Aunque la madre pedía que entraran, dos hijos jóvenes se opusieron y alejaron a los voluntarios con dureza del lugar.
"Era evidente que era un lugar de tráfico. No querían que viéramos nada y prefirieron el incendio a nuestra ayuda", relata el mandamás de la compañía.
Eso sí, tras la muerte del carabinero, las cosas han cambiado para la 8ª Compañía.
Algo resignados, ahora pusieron un simple cartel pintado con plumón en la parte externa, donde pusieron "Se necesitan héroes".
Después de años sin postulantes, ahora las cosas han cambiado y ya hay 17 aspirantes que lo único que sueñan es integrarse al cuerpo bomberil.
"Es muy difícil decirle a un joven de la población, que toma cerveza en la calle, que usa el pelo largo, que es adicto y que tiene piercings, que cambie esa vida por una más responsable. Es casi imposible".
ESCUELA PUERTO FUTURO: El refugio escolar
Por fuera, el recinto de educación municipal tiene cierta estética de centro de reclusión con esa estructura rectangular alta y con ventanales protegidos con gruesos barrotes.
En las salas del establecimiento, 879 niños se reparten desde prekinder hasta 8° básico.
El lugar es sencillo, pero trata de mantenerse lo más pulcro posible, aunque los directivos, cansados de los rayados en sus paredes externas, han contactado a las Brigadas Ramona Parra para que ellas les pinten un gran mural y así dejar de estar lavando semana a semana el frontis.
En las salas de la Escuela 1738, los espacios suelen estar atestados por un promedio de 42 niños por curso.
Hijos de pobladores, estos pequeños suelen estar marcados por la pobreza, las carencias y el desafecto.
"A la escuela y a los niños nos falta de todo: papel, cartulina... Por ejemplo, los lápices de colores llegan en bolsas de los que han gastado los niños de otros establecimientos", explica Manuel Muñoz, el director del recinto.
Los apoderados de los niños son madres solas, abuelos, feriantes y obreros de la construcción.
"Es cierto, también hay niños con padres alcohólicos, delincuentes y metidos en el tema de la droga, pero son una minoría", explica el mandamás de la escuela.
El desamparo amoroso de los niños sí que es evidente.
Y el mejor ejemplo lo dio una madre que hace un tiempo llegó a la oficina del director a comentarle que por primera vez en su vida, y tras una visita de la hija al sicólogo, la niña la había abrazado fuerte y besado dos veces.
Por eso es que los profesores suelen convertirse en objeto de cariño de los pequeños.
Es cierto: entre las vestimentas de los niños han encontrado cadenas, cuchillos y hasta armas, pero también es cierto que todos en la escuela bailan folclor: un grupo grande participa en la orquesta juvenil municipal, y a fin de año los peques se pelean por cantar villancicos.
Como sea, entre los alumnos se expresan costumbres y pensamientos que tienen que ver con el crudo mundo en el cual están insertos.
Así, por ejemplo, hace un tiempo, tras la muerte de un poderoso narcotraficante del sector, y luego de los "honores" al cuerpo que incluían disparos al aire, los profesores debieron esforzarse en convencer a los niños que esos "honores" no corresponden y que los adecuados tienen que ver con otros "héroes".
También se expanden otras costumbres, como la del silencio, la de no delatar bajo ninguna circunstancia.
Por eso, ante cualquier situación irregular, los niños de la escuela suelen mantener riguroso silencio. Todo porque delatar, al igual como sucede en sus pasajes, está prohibido.
Los profesores han debido esforzarse en convencer a los niños que los "honores" a los narcotraficantes no corresponden.
JUNTA DE VECINOS 33-F: Esfuerzo de pobladores
Viviana Cancino es una mujer de cara redonda, ojos claros y pelo largo color cobrizo.
Lleva 15 años instalada en medio de una de las zonas más complicadas de Pudahuel sur.
Su casa se levanta en un angosto pasaje y la residencia, aunque humilde, se muestra cuidada y aseada.
Es una expresión de cómo se vive por acá: pocos metros cuadrados que han sido agrandados por los propios vecinos, más el agregado de un segundo piso que sirve para cobijar a las numerosas familias que viven en cada casa del sector.
Hasta hace poco, en el hogar de Viviana vivían 9 personas, pero dos hijas se casaron, por lo que ahora "sólo" quedan 7 residentes.
"Me molesta que se nos vea feo por culpa de algunos. Por favor, ponga que acá somos gente buena, trabajadora y que lleva años de esfuerzo tratando de sacar adelante a sus hijos", pide con cierto aire de favor la jefa vecinal.
Sin lugares donde divertirse, los únicos espacios que quedan para cobijar a los pobladores son las iglesias que proliferan en la zona y las sedes sociales.
De hecho, Viviana Cancino lleva años de vida como mormona.
Bajo el mando de la mujer hay cerca de 500 familias, las que se reúnen una vez al mes en la sede vecinal para tratar distintos asuntos.
Con sus años de experiencia en la zona, tiene claras las complicaciones de la población: cesantía, alcoholismo, violencia intrafamiliar, delincuencia, escasa movilización y drogadicción.
De hecho, para Viviana Cancino uno de los peores flagelos que enfrentan los vecinos de la población es el de la violencia doméstica. Tanto, que ella misma se ha encargado de ejercer como monitora en el tema en varios talleres dirigidos a mujeres del sector.
Pese a los esfuerzos de Viviana por sacar adelante a su familia, el entorno y las complejidades de una zona peligrosa no ayudan a ese sacrificio.
Por ejemplo, hace referencia a los "angustiados", drogadictos que al verse sin dinero hacen lo que sea con tal de obtener dinero para seguir con el vicio.
"No importa que sean vecinos, que uno los haya conocido de chicos, igual te van a asaltar con tal de conseguir plata", explica la mujer.
Una situación de inseguridad que se repite para fechas como el 11 de septiembre o el día del combatiente.
Esos días, las familias se preparan con anticipación para jornadas donde el vandalismo campea.
"Compramos velas y las tareas de los niños se hacen el día antes. A las 7 ya estamos todos encerrados. Por eso sería estupendo que el Gobierno interviniera la población. La gente de trabajo estaría muy agradecida", comenta en tono de petición.
Preparativos de guerra: "Compramos velas y las tareas de los niños se hacen el día antes. A las 7 ya estamos todos encerrados".
PARROQUIA SANTA MARÍA DEL SUR: La isla de la fe
El recinto católico más importante de Pudahuel sur es una construcción de techo alto y paredes interiores color amarillo claro, algunas de las cuales han sido severamente atacadas por la humedad.
Las bancas son de madera oscura y los calefactores que intentan espantar el frío de los creyentes tienen la precaución de tener los balones de gas a resguardo gracias al amarre de gruesas cadenas.
La parroquia está justo en el kilómetro cero de la zona poblacional, por lo que hace las veces de "plaza" en un área donde los espacios verdes no se ven.
Levantado el año 1996, el recinto está a cargo desde hace cuatro años del padre Francisco Javier Herrera, un hombre joven, de hablar pausado y rostro bonachón.
La parroquia es una entidad especialmente activa, con misa diaria a las 20 horas, rezo diario del rosario y especial devoción por la Virgen.
"Nuestros creyentes son gente pobre, sencilla y de esfuerzo. Muchos pobladores vienen del sur o crecieron acá, cuando estos terrenos aún eran viñas, por lo que mantienen ciertas costumbres de campo, como venir bien vestidos a la primera misa del domingo y con una flor para la Virgen", explica el sacerdote mientras no deja de acariciar un rosario que mantiene en su mano izquierda.
En la parroquia, las imágenes del Padre Hurtado, San José y la Virgen son grandes y están al alcance de los fieles. Y la razón es simple: la gente necesita tocarlos y hablarles de cerca.
Los servicios espirituales más solicitados por los pobladores tienen que ver con los velatorios que se hacen en las casas y las bendiciones a las nuevas residencias de los vecinos que llegan al sector.
También existen muchas parejas convivientes de años y con varios hijos que piden que se las case.
En las misas, más que dinero como ofrenda, los pobladores llevan alimentos que son dejados en unas canastas para luego ser repartidos en el sector.
En cuatro años, al padre Herrera nunca le ha pasado nada en sus recorridos por la población. De hecho, no es raro que los muchachos del sector le entreguen "protección".
"Vaya no más padre, que nosotros le cuidamos el auto...", le suelen decir cuando se estaciona en alguno de los cientos de recónditos pasajes que cobija Pudahuel sur.
El párroco, eso sí, reconoce los problemas del lugar: desempleo, drogadicción, alcoholismo, delincuencia y violencia intrafamiliar.
"Es una mezcla de todos. Ninguno sobresale respecto de los otros", aclara.
Mientras afuera de la parroquia una imagen de la Virgen se ha convertido en lugar de procesión y animita -ahí mismo el cabo Vera cayó herido de muerte-, la rabia de los mensajes dejados por pobladores y niños dejan en claro la ira que existe.
Y para ello no escatiman en dureza en dejar sus escritos, aunque ahí mismo esté la Virgen.
"Maricón cobarde. Espero que te sequen en la cárcel...", se lee con crudeza en un papel con figuritas de Disney.
Las bancas de la iglesia son de madera oscura y los calefactores que intentan espantar el frío de los creyentes tienen la precaución de tener los balones de gas a resguardo gracias al amarre de gruesas cadenas.
Fuente: Diario El Mercurio
Niños convencidos de que los "honores" a los narcotraficantes muertos son tan válidos como los entregados a un héroe militar, pobladores asaltados por muchachos vecinos que han visto crecer, bomberos que no pueden apagar el fuego en la casa de los criminales, un puñado de carabineros que se enfrentan a la ley de los narcos y jóvenes que confeccionan armas hechizas en sus casas.
Laguna Sur esquina La Estrella. Sector Pudahuel Sur, al otro lado de la Ruta 68.
Ahí, justo en la esquina de la parroquia Santa María del Sur, al lado de una imagen de la Virgen que está elevada y a resguardo en la vereda, la noche del 11 de septiembre cayó herido de muerte el cabo Cristián Vera después de que un balazo cruzara el cielo poblacional y se incrustara en su cabeza.
Hoy, muchos de sus vecinos apenas se atreven a hablar, pero jamás a revelar sus nombres ni tomarse fotos. Dicen que en Pudahuel Sur se ha impuesto la ley de los narcos. Incluso en los funerales. "Acá si se muere un carabinero o un vecino cualquiera, no se lo puede velar con tranquilidad; en cambio, a los narcos les rinden honores", revela una dirigenta vecinal. La rutina ya es conocida por el vecindario: cuando los narcotraficantes tienen a un "caído" entre sus filas, lo pasean en la carroza y disparan al aire por varias cuadras como si se despidieran de un mártir.
Algunos padres de familia -cuentan en la población- esconden a sus niños en las casas; otros, lamentablemente, los sacan a la reja a mirar el espectáculo. Como un ejemplo.
"Angustiados" que salen a colgar
La intersección donde cayó el cabo Vera es el centro de actividades de la complicada población y es comandada por dos grandes locales comerciales: "Ganadera La Reinita" y "Fiambrerías Del Río".
En otro punto de la esquina se levanta el "Centro Comercial Laguna Sur", un lugar con varios puestos comerciales que considera peluquería, farmacia, local de internet, restaurante de comida china, un puesto de accesorios para automóviles, amasandería y un local con productos de un molino.
Un poco más allá, la roja pagoda del restaurante "Fu Yu Lou" se levanta como curiosa muestra del amor de los vecinos por la comida oriental.
La intersección de Laguna Sur y La Estrella es algo así como la Plaza Italia de la población: es su centro más vivo, el de mayor comercio y el punto central de los desórdenes que se repiten con creciente furia cada 11 de septiembre y en el día del joven combatiente.
El barrio es casi "incaminable" entre las 5 y las 8 de la mañana, y luego desde las 5 de la tarde en adelante. Ir y volver del trabajo o de la escuela siempre es una proeza. En cualquier esquina, "un angustiado" por drogas puede "colgarlos", quitarles la mercadería que llevan o pedirles las "catimbas" (zapatillas) con pistola hechiza en mano.
"Acá había una señora que trabajaba con un carrito en el cementerio. El otro día le robaron el carrito, la mercadería, la plata y hasta los dulces", señala una dirigenta vecinal.
Jóvenes que conocen a sus vecinas desde niños les roban el pan, la bicicleta o se meten a sus casas a robarles el computador. Una nueva compra puede durar una semana.
Movilidad social de narcos
Pudahuel Sur es un espacio que nació de viejas viñas y áreas rurales, pero en 15 años pasó de tener 20 mil a 100 mil habitantes. Un crecimiento explosivo.
Junto a esa expansión, eso sí, también se multiplicaron la falta de oportunidades, la pobreza, el hacinamiento, el delito y las drogas.
"Tal como en otras poblaciones complicadas de la capital como La Legua, el Castillo y San Gregorio, en viviendas básicas donde por espacio deberían vivir 4 o 5 personas viven 10", señala el jefe de Seguridad de la municipalidad de Pudahuel, Lino Gualter.
Caldo de cultivo para la violencia intrafamiliar. En Pudahuel, según cifras del Ministerio Público, el año 2006 la violencia sin ningún móvil económico de por medio fue de 41%.
Las veredas por donde camina la gente son estrechísimas y en mal estado. Si va una mamá empujando un coche, los que la enfrentan deben salir y pisar una polvareda que suele levantarse aún más con las brisas de la naciente primavera.
En la zona, el comercio es una muestra de la vida de limitaciones que existe.
Se suele comprar poco, justo para pasar la jornada.
"Acá, como en otras poblaciones, somos gente de esfuerzo, los únicos que se dan lujos son los narcos", cuenta un vecino. En el sector se ha impuesto incluso un nuevo tipo de movilidad social. Hay historias de boca a boca de gente que "progresa" gracias a la droga. "En una familia de las más pobres, una señora con varios hijos quedó viuda, así que entró al narcotráfico. En un año sacó auto y arregló la casa".
Caminando por sus calles y pasajes, lo que más aparecen son niños y mujeres jóvenes con panzas de varios meses de embarazo. Para ellos, incluso, "la formación" como delincuente puede comenzar muy temprano. "Hemos encontrado niños de seis años que reparten pasta base entregada por sus propias madres. Son burreros", revelan efectivos de Carabineros. Incluso han encontrado menores con armas hechizas que confeccionan en sus propias casas con un par de tubos de fierro y cartuchos de escopeta. (Ver recuadro)
Todo eso, mezclado con pasajes estrechos, iluminación que flaquea en la noche y casas que suelen servir de comercio informal o para otras actividades. En algunas residencias se anuncian pequeños carteles con arriendos de disfraces, otra puede cobijar un minúsculo templo evangélico y poco más allá aparecer una casa que en su portón oscuro entrega la posibilidad de jugar de Play Station a 500 pesos o Xbox a 700 pesos. Con un detalle, todas las viviendas por estos días están embanderadas con el emblema nacional.
Tampoco faltan en las casas antenas de televisión satelital. La razón es simple: como existe carencia de espacios para el esparcimiento, la entretención debe concentrarse hacia el interior de los hogares.
La complicada existencia en estas tierras hasta pareciera ser refrendada por los límites naturales de Pudahuel Sur: un canal maloliente con una arteria bautizada como "Callejón de los perros".
En día de feria en la enorme arteria Estrella Sur son alrededor de 5 cuadras que se encargan de cobijar a una multitud de puestos de ventas. Ahí se encuentran desde carros de pescados hasta paños en el suelo con variedad de películas pornos pirata.
En esos lugares ya están apareciendo graffitis y rayados de pandillas de jóvenes que marcan su territorio y que ante cualquier conflicto se enfrentan a tiros. Dos ya son famosas: "Los intocables" y "Los indeseables". Siempre enfrentados a muerte.
"Por estos días se han calmado las cosas después de la muerte del carabinero, y con los patrullajes algunos andan más escondidos", dice una vecina.
Como sea, los pobladores, aunque solidarizan con carabineros y repudian la muerte del cabo Vera, también critican la dureza con que se les ha tratado. Algunos aseguran que la conmoción es porque murió un uniformado, pero que no habría sucedido mucho si es que el muerto hubiese sido un poblador.
SUBCOMISARÍA PUDAHUEL SUR: Patrullajes riesgosos entre narcos, adolescentes "soldados" y niños "burreros"
El 11 de septiembre, día en que murió el cabo Vera de un tiro en la cabeza, el sargento segundo Omar Quinteros estuvo presente en el enfrentamiento. Tras el asesinato, cuando venía de vuelta con sus compañeros por las oscuras y violentas calles de la población, decidió que todos los uniformados se pusieran a cantar el himno de Carabineros. Muy fuerte. La gente comenzó a salir a las calles para darles café y panes con queso. Así, mientras recibían el pésame de parte de los vecinos.
El sargento Quinteros, de la única comisaría de Pudahuel Sur, se ve obligado a tener doble personalidad. Como estudió administración hotelera, les hace por las tardes clases de protocolo a las vecinas de sectores conflictivos, pero también ha debido enfrentarse con los tiros de los delincuentes y hacerse respetar.
Cuando sale a la calle, las señoras le dicen "Omarcito"; para los narcotraficantes es conocido como "un paco choro".
Quinteros ya tiene técnicas bien aprendidas. Cuando hay enfrentamientos armados, en medio de las balaceras o las piedras, les grita a los delincuentes que ya conoce y los llama por el nombre para que sepan que están identificados. Algunos delincuentes reaccionan y gritan desde algún rincón: "No pasa naa, tío, no estoy haciendo naaa". Eso sucede con los más amigables. Otros, simplemente, siguen atacando.
Cuando se los vuelve a encontrar, les habla casi en coa: "Te barseaste el otro día; ¿te creí muy chorito? ¿Querí quedarte a la sombra?". Sólo así puede ser respetado y temido en el sector.
En la subcomisaría de Pudahuel Sur sólo cuentan con 55 Carabineros para 100 mil habitantes. Eso implica un carabinero cada mil 818 habitantes.
Y las cifras son alarmantes. En el sector reciben al mes cerca de 400 denuncias por violencia intrafamiliar, robos y agresiones, entre otros delitos. Por ello, por el recinto pasan más de 100 detenidos en un solo mes. Incluso con la escasa dotación con la que cuentan requisan por lo menos 5 armas a la semana.
Ya saben que los narcotraficantes no son simples delincuentes. En la población Laguna Sur los narcos conocen las leyes y tienen guardias personales, más conocidos como "soldados". Pero no sólo los proveen de dinero y droga, sino también de armas. "Acá se encuentra mucha arma hechiza y pistolas", señala la policía.
Un soldado puede ser cualquier adolescente que se encarga de proteger al narco o cuidarle la casa cuando no está. Por esa labor, claro, cada soldado recibe una remuneración que puede ser pagada en dinero, o bien, en el caso de un consumidor de droga, con mercancía. No son bajos los sueldos: un soldado puede recibir por lo bajo 300 mil pesos al mes.
En el sector hay familias completas que se dedican al microtráfico. Niños de seis o siete años actúan como "burreros".
En un patrullaje de rutina, la población se altera. Basta que se suban dos efectivos de Carabineros para que empiece a sonar la radio. Alerta de robo en uno de los pasajes del sector. Suben la velocidad. Entran y salen por los pasajes para llegar a tiempo. Una de las vecinas se les acerca asustada diciendo que había dos tipos sospechosos revisando las casas, pero que ya se dieron a la fuga.
El patrullaje sigue. Entran a uno de los sectores más conflictivos de Pudahuel Sur. Grupos de jóvenes con vistosas zapatillas, jockeys y lentes oscuros los miran desafiantes sin decir una sola palabra. Ya por la noche reciben piedras o silbidos de pifia.
Los efectivos comentan que hay pasajes completos dominados por los narcos. Entran en uno. Pese a que no hay mayor preocupación por las casas que lucen descuidadas, sin pintar, y con algo de basura en sus fachadas, sí se ven afuera largas filas de autos del año tales como Peugeot 206 o camionetas doble cabina. "Al narco le gusta presumir de su auto o de sus zapatillas. Mientras más caro, mejor. Y los que consiguen las cosas comprándolas son siempre 'agilaos'", cuentan.
En una esquina aparece un auto de los llamados enchulados. Una especie de convertible, con alerón, llantas plateadas y tubo de escape a la vista. "Ése es un narco", señalan. Y comienzan a acercarse. El auto se escabulle rápido al ritmo del reggaetón por entre los pasajes.
Otro factor que reconocen es la preparación que tienen los narcos. "se informan, leen la prensa para ver si salieron en alguna parte y copian el actuar de pandillas de otras poblaciones".
Ya se han formado dos grupos de pandillas. "Los intocables" y "Los indeseables". Son grupos de jóvenes de entre 15 y 20 años. Siempre marcan su territorio con graffitis o a plumón.
"Entre poblaciones compiten, así que si algunos ven que en una población aparecieron "Los Guarenes" o "Los Philips", ellos también quieren tener un grupo y ser más duros todavía".
Y nunca dejan de ser desafiantes. Pese a que en enero de este año personal de Carabineros logró detener in fraganti a una banda con un camión robado y armados, al día siguiente estaban libres. Uno de ellos, para demostrar su "valentía" fue a la misma subcomisaría a preguntar por una licencia de conducir perdida.
8ª COMPAÑÍA DE BOMBEROS: "Se necesitan héroes"
La 8ª Compañía de Bomberos, que se ocupa de resguardar buena parte de Pudahuel sur, apenas está a una cuadra del lugar donde balearon al carabinero Vera.
El cuartel es un lugar sencillo, pero bien cuidado.
La directora es una mujer, y el capitán, Juan Uribe -en una curiosa coincidencia-, es el hermano de la directora.
Uribe trabaja en la Municipalidad de Cerro Navia y cada día, después del laburo, se dirige a su querida compañía.
Ahí lleva 8 años y, como jefe operacional, conoce bien lo que es trabajar en un sector complicado como Pudahuel sur.
Bajo su mando están los 25 voluntarios que se dedican de manera preferente a rescates en accidentes de tránsito en la ruta 68 y a siniestros que se registran en las casas de los intrincados y atemorizantes pasajes de la zona.
Dotados de un carro -que por estos días está siendo reparado-, el capitán se lamenta con amargura del robo que la compañía acaba de sufrir la noche anterior.
"Entraron y cortaron un tubo de cobre que estaba junto a un depósito de gas que tenemos. Se llevaron toda la cañería, pero lo grave es que en el corte pudieron producir una explosión enorme. Pero la desesperación de los adictos es tan grande que no ven el peligro de sus acciones", comenta con cierta resignación Juan Uribe.
No ha sido, en todo caso, el único robo o incidente que ha sufrido el lugar: una vez les robaron en plena tarde todo un pedazo de reja externa y en otra ocasión un auto robado se incrustó en los muros después de protagonizar una loca carrera de huida de la policía.
Para los bomberos de esta población la vida no es sencilla.
Y uno de los problemas más serios es el hecho de lidiar con un número de voluntarios que no ha crecido durante años.
"Es muy difícil decirle a un joven de la población, que toma cerveza en la calle, que usa el pelo largo, que es adicto y que tiene piercings, que cambie esa vida por una más responsable y donde tiene que obedecer órdenes. Es casi imposible", explica el capitán.
A ello se suman las complicaciones operativas en una zona salpicada de narcotraficantes.
Hace poco tuvieron una experiencia que da cuenta de cómo el tráfico es preferible a la seguridad.
Fue en un pasaje, cuando los vecinos vieron que desde una casa salía humo y fuego.
Alertados, Bomberos llegó al lugar, pero no pudieron entrar a la residencia a apagar el incendio.
Aunque la madre pedía que entraran, dos hijos jóvenes se opusieron y alejaron a los voluntarios con dureza del lugar.
"Era evidente que era un lugar de tráfico. No querían que viéramos nada y prefirieron el incendio a nuestra ayuda", relata el mandamás de la compañía.
Eso sí, tras la muerte del carabinero, las cosas han cambiado para la 8ª Compañía.
Algo resignados, ahora pusieron un simple cartel pintado con plumón en la parte externa, donde pusieron "Se necesitan héroes".
Después de años sin postulantes, ahora las cosas han cambiado y ya hay 17 aspirantes que lo único que sueñan es integrarse al cuerpo bomberil.
"Es muy difícil decirle a un joven de la población, que toma cerveza en la calle, que usa el pelo largo, que es adicto y que tiene piercings, que cambie esa vida por una más responsable. Es casi imposible".
ESCUELA PUERTO FUTURO: El refugio escolar
Por fuera, el recinto de educación municipal tiene cierta estética de centro de reclusión con esa estructura rectangular alta y con ventanales protegidos con gruesos barrotes.
En las salas del establecimiento, 879 niños se reparten desde prekinder hasta 8° básico.
El lugar es sencillo, pero trata de mantenerse lo más pulcro posible, aunque los directivos, cansados de los rayados en sus paredes externas, han contactado a las Brigadas Ramona Parra para que ellas les pinten un gran mural y así dejar de estar lavando semana a semana el frontis.
En las salas de la Escuela 1738, los espacios suelen estar atestados por un promedio de 42 niños por curso.
Hijos de pobladores, estos pequeños suelen estar marcados por la pobreza, las carencias y el desafecto.
"A la escuela y a los niños nos falta de todo: papel, cartulina... Por ejemplo, los lápices de colores llegan en bolsas de los que han gastado los niños de otros establecimientos", explica Manuel Muñoz, el director del recinto.
Los apoderados de los niños son madres solas, abuelos, feriantes y obreros de la construcción.
"Es cierto, también hay niños con padres alcohólicos, delincuentes y metidos en el tema de la droga, pero son una minoría", explica el mandamás de la escuela.
El desamparo amoroso de los niños sí que es evidente.
Y el mejor ejemplo lo dio una madre que hace un tiempo llegó a la oficina del director a comentarle que por primera vez en su vida, y tras una visita de la hija al sicólogo, la niña la había abrazado fuerte y besado dos veces.
Por eso es que los profesores suelen convertirse en objeto de cariño de los pequeños.
Es cierto: entre las vestimentas de los niños han encontrado cadenas, cuchillos y hasta armas, pero también es cierto que todos en la escuela bailan folclor: un grupo grande participa en la orquesta juvenil municipal, y a fin de año los peques se pelean por cantar villancicos.
Como sea, entre los alumnos se expresan costumbres y pensamientos que tienen que ver con el crudo mundo en el cual están insertos.
Así, por ejemplo, hace un tiempo, tras la muerte de un poderoso narcotraficante del sector, y luego de los "honores" al cuerpo que incluían disparos al aire, los profesores debieron esforzarse en convencer a los niños que esos "honores" no corresponden y que los adecuados tienen que ver con otros "héroes".
También se expanden otras costumbres, como la del silencio, la de no delatar bajo ninguna circunstancia.
Por eso, ante cualquier situación irregular, los niños de la escuela suelen mantener riguroso silencio. Todo porque delatar, al igual como sucede en sus pasajes, está prohibido.
Los profesores han debido esforzarse en convencer a los niños que los "honores" a los narcotraficantes no corresponden.
JUNTA DE VECINOS 33-F: Esfuerzo de pobladores
Viviana Cancino es una mujer de cara redonda, ojos claros y pelo largo color cobrizo.
Lleva 15 años instalada en medio de una de las zonas más complicadas de Pudahuel sur.
Su casa se levanta en un angosto pasaje y la residencia, aunque humilde, se muestra cuidada y aseada.
Es una expresión de cómo se vive por acá: pocos metros cuadrados que han sido agrandados por los propios vecinos, más el agregado de un segundo piso que sirve para cobijar a las numerosas familias que viven en cada casa del sector.
Hasta hace poco, en el hogar de Viviana vivían 9 personas, pero dos hijas se casaron, por lo que ahora "sólo" quedan 7 residentes.
"Me molesta que se nos vea feo por culpa de algunos. Por favor, ponga que acá somos gente buena, trabajadora y que lleva años de esfuerzo tratando de sacar adelante a sus hijos", pide con cierto aire de favor la jefa vecinal.
Sin lugares donde divertirse, los únicos espacios que quedan para cobijar a los pobladores son las iglesias que proliferan en la zona y las sedes sociales.
De hecho, Viviana Cancino lleva años de vida como mormona.
Bajo el mando de la mujer hay cerca de 500 familias, las que se reúnen una vez al mes en la sede vecinal para tratar distintos asuntos.
Con sus años de experiencia en la zona, tiene claras las complicaciones de la población: cesantía, alcoholismo, violencia intrafamiliar, delincuencia, escasa movilización y drogadicción.
De hecho, para Viviana Cancino uno de los peores flagelos que enfrentan los vecinos de la población es el de la violencia doméstica. Tanto, que ella misma se ha encargado de ejercer como monitora en el tema en varios talleres dirigidos a mujeres del sector.
Pese a los esfuerzos de Viviana por sacar adelante a su familia, el entorno y las complejidades de una zona peligrosa no ayudan a ese sacrificio.
Por ejemplo, hace referencia a los "angustiados", drogadictos que al verse sin dinero hacen lo que sea con tal de obtener dinero para seguir con el vicio.
"No importa que sean vecinos, que uno los haya conocido de chicos, igual te van a asaltar con tal de conseguir plata", explica la mujer.
Una situación de inseguridad que se repite para fechas como el 11 de septiembre o el día del combatiente.
Esos días, las familias se preparan con anticipación para jornadas donde el vandalismo campea.
"Compramos velas y las tareas de los niños se hacen el día antes. A las 7 ya estamos todos encerrados. Por eso sería estupendo que el Gobierno interviniera la población. La gente de trabajo estaría muy agradecida", comenta en tono de petición.
Preparativos de guerra: "Compramos velas y las tareas de los niños se hacen el día antes. A las 7 ya estamos todos encerrados".
PARROQUIA SANTA MARÍA DEL SUR: La isla de la fe
El recinto católico más importante de Pudahuel sur es una construcción de techo alto y paredes interiores color amarillo claro, algunas de las cuales han sido severamente atacadas por la humedad.
Las bancas son de madera oscura y los calefactores que intentan espantar el frío de los creyentes tienen la precaución de tener los balones de gas a resguardo gracias al amarre de gruesas cadenas.
La parroquia está justo en el kilómetro cero de la zona poblacional, por lo que hace las veces de "plaza" en un área donde los espacios verdes no se ven.
Levantado el año 1996, el recinto está a cargo desde hace cuatro años del padre Francisco Javier Herrera, un hombre joven, de hablar pausado y rostro bonachón.
La parroquia es una entidad especialmente activa, con misa diaria a las 20 horas, rezo diario del rosario y especial devoción por la Virgen.
"Nuestros creyentes son gente pobre, sencilla y de esfuerzo. Muchos pobladores vienen del sur o crecieron acá, cuando estos terrenos aún eran viñas, por lo que mantienen ciertas costumbres de campo, como venir bien vestidos a la primera misa del domingo y con una flor para la Virgen", explica el sacerdote mientras no deja de acariciar un rosario que mantiene en su mano izquierda.
En la parroquia, las imágenes del Padre Hurtado, San José y la Virgen son grandes y están al alcance de los fieles. Y la razón es simple: la gente necesita tocarlos y hablarles de cerca.
Los servicios espirituales más solicitados por los pobladores tienen que ver con los velatorios que se hacen en las casas y las bendiciones a las nuevas residencias de los vecinos que llegan al sector.
También existen muchas parejas convivientes de años y con varios hijos que piden que se las case.
En las misas, más que dinero como ofrenda, los pobladores llevan alimentos que son dejados en unas canastas para luego ser repartidos en el sector.
En cuatro años, al padre Herrera nunca le ha pasado nada en sus recorridos por la población. De hecho, no es raro que los muchachos del sector le entreguen "protección".
"Vaya no más padre, que nosotros le cuidamos el auto...", le suelen decir cuando se estaciona en alguno de los cientos de recónditos pasajes que cobija Pudahuel sur.
El párroco, eso sí, reconoce los problemas del lugar: desempleo, drogadicción, alcoholismo, delincuencia y violencia intrafamiliar.
"Es una mezcla de todos. Ninguno sobresale respecto de los otros", aclara.
Mientras afuera de la parroquia una imagen de la Virgen se ha convertido en lugar de procesión y animita -ahí mismo el cabo Vera cayó herido de muerte-, la rabia de los mensajes dejados por pobladores y niños dejan en claro la ira que existe.
Y para ello no escatiman en dureza en dejar sus escritos, aunque ahí mismo esté la Virgen.
"Maricón cobarde. Espero que te sequen en la cárcel...", se lee con crudeza en un papel con figuritas de Disney.
Las bancas de la iglesia son de madera oscura y los calefactores que intentan espantar el frío de los creyentes tienen la precaución de tener los balones de gas a resguardo gracias al amarre de gruesas cadenas.
Fuente: Diario El Mercurio