La horrorosa noticia con la que despertaron los chilenos la madrugada del miércoles 8 de diciembre pasado, que ocasionó la muerte -hasta el momento- de 81 internos cautivos en el Centro Detención Preventiva San Miguel, entre otras cosas, recordó la deuda pendiente que existe en materias de seguridad en aquellos recintos públicos e instalaciones que albergan grandes masas de gente. Hasta el momento, la cifra de fallecidos consecuencia de un incendio al interior de una unidad penitenciaria o un Centro de Observación y Diagnostico juvenil, en los últimos once años asciende a 145 personas, y lo más lamentable es que la historia pareciera repetirse.
El 9 de julio de 1999 un incendio se desató en el Centro del Sename “Alborada”, en la ciudad de Temuco. La investigación final concluyó que un grupo de adolescentes no logró arrancar de la habitación porque la puerta se encontraba cerrada e, irónicamente, asegurada con un candado desde la cara exterior de la puerta. Nueve jóvenes perdieron la vida.
Un año más tarde, la cárcel de San Miguel fue protagonista, por segunda vez en su historia (hubo otro incidente en 1991), de otro suceso incendiario. El año 2000 finalizaba lamentando la muerte de siete presos, quienes perecieron asfixiados consecuencia del humo y los gases tóxicos, tras un incendio en una de las celdas.
La noche del 20 de abril de 2001 un motín, que buscaba solidarizar con una reclusa que días antes se incendió a lo bonzo en la cárcel de Arica, originó un siniestro de nefastas consecuencias para la población penal del Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP), de Iquique. 26 reos fallecieron.
A mediados de septiembre de 2003, y tras un corte de energía eléctrica, los internos del penal El Manzano, en Concepción, iniciaron una revuelta que terminó en el incendio que destruyó parte del modulo donde se encontraban recluidos. El saldo final fue de nueve muertos.
Seis años después, un grupo de menores recluidos en el Centro de Rehabilitación Conductual “Tiempo de Crecer”, en Puerto Montt, iniciaron una fogata al interior de un dormitorio, quemando colchones y ropa de cama. Tras el descontrol de las llamas, ocho menores mueren en el lugar, aumentando a 10 las víctimas, en ese fatídico octubre del 2007.
El CCP Colina II, había sido escenario de la última emergencia registrada en una cárcel chilena. Tras una riña entre presidiarios de alta peligrosidad, una cocinilla a gas se volteo, dando origen a un incendio que terminó con la vida de diez reclusos. Eran las 12:00 horas del 26 de abril de 2009.
¿Un problema de diseño?
Afirmar que las condiciones a las que se exponen los reos de un centro de reclusión a lo largo del país, son absolutamente opuestas a todo lo que un ser humano podría aspirar en su vida, no es absurdo. No han sido menos los programas de televisión que han impresionado a la audiencia con imágenes que revelan la precariedad en que deben sobrevivir los internos, y la sobrepoblación en los penales eleva los niveles de hacinamiento a un dramático 68%. Este entorno, que la propia sociedad ha catalogado de inhumano, suma un nuevo enemigo, invisible para los ojos no profesionales: la densidad de combustible media (corrientemente llamada “carga combustible”).
A la aglomeración de personas en una celda, se debe añadir la acumulación de colchones, ropa de cama, vestimentas y artículos electrónicos. Además, con el sentido de otorgar cierto grado de privacidad, o compartimentación de las habitaciones, los reclusos cuelgan trozos de tela (en forma de cortinas). En resumen, en una celda de 3 o 4 metros cuadrados, tiene una densidad de combustible media equivalente a lo que se acostumbra almacenar en una bodega de 20 o 30 metros cuadrados. Al mismo tiempo, los presos deben cocinarse y buscar calefacción en improvisados anafres y cocinillas, alimentadas por balones de gas, en sus propias celdas. No es errado aseverar que ellos conviven en una bomba de tiempo, día a día.
Además, el diseño de la mayoría de las cárceles tampoco contribuye a la seguridad de los usuarios, predisponiendo el avance de los gases de la combustión (el humo) en caso de ocurrir un incendio, expandiendo el contaminante hacia los pisos superiores, lo que en definitiva provoca la muerte de las personas.
La solución es simple. Prevención. Existen normas internacionales que establecen como deberían estar diseñados estos planes de evacuación, especialmente esquematizados para las cárceles (incluye apéndices tanto para prisiones nuevas, como antiguas), y el uso de “alertas tempranas audibles” y “detectores a distancia” que revelen la presencia de gases de la combustión y alza de temperatura son imprescindibles. Además, es necesario el establecimiento de una zona de seguridad en donde se puedan poner a salvo los reclusos. Otra medida indispensable es la existencia de “rociadores”, los que generarán la figura de un “pasillo protegido”, permitiendo la evacuación segura de la población penal. Por último, la apropiada coordinación humana que permita realizar acciones con las señales de alerta recibidas.
Preparación de Bomberos y Gendarmería
El preparativo de los bomberos de Chile frente a los incendios en recintos penitenciarios ha estado basado en un trabajo en conjunto con Gendarmería, el que en base a simulacros y capacitaciones se han preparado ambas partes.
En el Cuerpo de Bomberos de Talagante, por ejemplo, desde junio del 2006, tanto personal bomberil como de seguridad de la cárcel han realizado ejercicios y establecido diversas pautas con el fin de enfrentar este tipo de catástrofes de la mejor manera.
Una medida de protocolo que se estableció entre ambas instituciones fue la instalación de una línea telefónica directa entre la cárcel y la central de alarma de bomberos, la que en caso de que suene este teléfono, las operadoras despachan dos unidades y no realizan una llamada de vuelta para confirmar la solicitud de bomberos. Todo esto con el fin de entregar un servicio más eficiente frente a una emergencia en dicho recinto penitenciario.
Dentro del programa de manejo de incendios en la correccional de Talagante, se han hecho simulacros de emergencia, en que bomberos y Gendarmería han establecido un protocolo de respuesta a emergencias.
Tras recibir la llamada desde el recinto penitenciario, inmediatamente se despachan dos carros bombas y lo primero que tienen establecido es que una de estas unidades debe armarse a un grifo que se encuentra afuera de la cárcel, y armar una línea de 72 milímetros a una trifurca de los funcionarios penitenciarios, quienes en un primer momento combaten y tratan de sofocar el siniestro.
Con esto lo que se busca es que los efectivos policiales cuenten con una presión y suministro de agua que les asegure el caudal necesario para controlar el siniestro.
Dentro de este protocolo establecido por los voluntarios talagantinos, se estableció que una vez controlado el incendio por parte de los efectivos de la cárcel y con previa autorización de ellos, lo bomberos pueden ingresar a controlar la emergencia siempre cuando estén acompañados de un gendarme.
Una vez controlada la emergencia, el voluntario a cargo del incendio junto a un efectivo policial realizan un control exhaustivo a todo el personal bomberil que sale del recinto, con el fin de que no se escape ningún recluso que pudiera haberse disfrazado con el uniforme estructural.
El instructor de la Academia Nacional de Bomberos y gestor de este protocolo, Juan Carlos Plumas, indicó que el gran problema que hay hoy en día en la cárcel de Talagante, no es sólo con el hacinamiento en que viven los reclusos, también la instalación eléctrica.
Muchas veces los reclusos hurtan cables de cobre de la instalación eléctrica y hacen sus propias conexiones para usar artículos que se alimentan con este tipo de energía, lo cual hace que el riesgo de emergencias por desperfectos de este tipo aumente considerablemente.
Dentro del programa de capacitación que realiza Bomberos de Talagante con Gendarmería están los simulacros de emergencia y la práctica de uso de extintores y líneas de agua, mediante ejercicios ejecutados en algunos casos en el Campo de Entrenamiento de la Academia Nacional de Bomberos.
El Cuerpo de Bomberos de Rengo el 14 de agosto pasado también participó en un simulacro sorpresa desarrollado en el Centro de Cumplimiento Penal de la ciudad, el cual consistió en un aviso de incendio a la central de alarmas, procediendo a activar un completo dispositivo bomberil en conjunto con Carabineros y Policía de Investigaciones.
El objetivo de esta actividad fue preparar al personal de Gendarmería frente a una emergencia de este tipo y comprobar el nivel de respuesta de otras instituciones de la comuna, el cual fue calificado satisfactoriamente.
En este caso, se simuló un incendio en la fábrica de muebles del recinto penitenciario, el cual colinda con dependencias de la PDI, provocando que dichas oficinas también puedan ser afectadas frente a una emergencia de este tipo.
Esta no fue la primera vez que se realiza un evento como este, ya que dos años antes se hizo el mismo simulacro, pero esta vez con mayor experiencia, ya que bomberos de Rengo capacita permanentemente a funcionarios de Gendarmería.
Con el mismo objetivo, el 11 de noviembre del 2009, el Cuerpo de Bomberos de Valdivia realizó un simulacro de incendio en una cárcel concesionada en conjunto con Gendarmería, en el que se recreó un motín en el módulo más peligroso de la cárcel y un incendio amenazaba al resto de la población penal.
En este caso, fuerzas antimotines y guardias fuertemente armados aseguraron el perímetro externo, mientras unidades de emergencia de bomberos y ambulancias sacaban a los heridos escoltados por policías y los trasladaban al Hospital Regional de Valdivia.
De esta manera, los Bomberos a nivel nacional han ido preparándose para combatir siniestro en recintos penitenciarios, los cuales poseen una característica única al tener pocos accesos debido a su naturaleza, haciendo que el trabajo bomberil no sólo se vea más condicionado, sino que también trabajado conjuntamente con el personal policial del lugar.
TMB / DVC.
www.bomberos.cl
El 9 de julio de 1999 un incendio se desató en el Centro del Sename “Alborada”, en la ciudad de Temuco. La investigación final concluyó que un grupo de adolescentes no logró arrancar de la habitación porque la puerta se encontraba cerrada e, irónicamente, asegurada con un candado desde la cara exterior de la puerta. Nueve jóvenes perdieron la vida.
Un año más tarde, la cárcel de San Miguel fue protagonista, por segunda vez en su historia (hubo otro incidente en 1991), de otro suceso incendiario. El año 2000 finalizaba lamentando la muerte de siete presos, quienes perecieron asfixiados consecuencia del humo y los gases tóxicos, tras un incendio en una de las celdas.
La noche del 20 de abril de 2001 un motín, que buscaba solidarizar con una reclusa que días antes se incendió a lo bonzo en la cárcel de Arica, originó un siniestro de nefastas consecuencias para la población penal del Centro de Cumplimiento Penitenciario (CCP), de Iquique. 26 reos fallecieron.
A mediados de septiembre de 2003, y tras un corte de energía eléctrica, los internos del penal El Manzano, en Concepción, iniciaron una revuelta que terminó en el incendio que destruyó parte del modulo donde se encontraban recluidos. El saldo final fue de nueve muertos.
Seis años después, un grupo de menores recluidos en el Centro de Rehabilitación Conductual “Tiempo de Crecer”, en Puerto Montt, iniciaron una fogata al interior de un dormitorio, quemando colchones y ropa de cama. Tras el descontrol de las llamas, ocho menores mueren en el lugar, aumentando a 10 las víctimas, en ese fatídico octubre del 2007.
El CCP Colina II, había sido escenario de la última emergencia registrada en una cárcel chilena. Tras una riña entre presidiarios de alta peligrosidad, una cocinilla a gas se volteo, dando origen a un incendio que terminó con la vida de diez reclusos. Eran las 12:00 horas del 26 de abril de 2009.
¿Un problema de diseño?
Afirmar que las condiciones a las que se exponen los reos de un centro de reclusión a lo largo del país, son absolutamente opuestas a todo lo que un ser humano podría aspirar en su vida, no es absurdo. No han sido menos los programas de televisión que han impresionado a la audiencia con imágenes que revelan la precariedad en que deben sobrevivir los internos, y la sobrepoblación en los penales eleva los niveles de hacinamiento a un dramático 68%. Este entorno, que la propia sociedad ha catalogado de inhumano, suma un nuevo enemigo, invisible para los ojos no profesionales: la densidad de combustible media (corrientemente llamada “carga combustible”).
A la aglomeración de personas en una celda, se debe añadir la acumulación de colchones, ropa de cama, vestimentas y artículos electrónicos. Además, con el sentido de otorgar cierto grado de privacidad, o compartimentación de las habitaciones, los reclusos cuelgan trozos de tela (en forma de cortinas). En resumen, en una celda de 3 o 4 metros cuadrados, tiene una densidad de combustible media equivalente a lo que se acostumbra almacenar en una bodega de 20 o 30 metros cuadrados. Al mismo tiempo, los presos deben cocinarse y buscar calefacción en improvisados anafres y cocinillas, alimentadas por balones de gas, en sus propias celdas. No es errado aseverar que ellos conviven en una bomba de tiempo, día a día.
Además, el diseño de la mayoría de las cárceles tampoco contribuye a la seguridad de los usuarios, predisponiendo el avance de los gases de la combustión (el humo) en caso de ocurrir un incendio, expandiendo el contaminante hacia los pisos superiores, lo que en definitiva provoca la muerte de las personas.
La solución es simple. Prevención. Existen normas internacionales que establecen como deberían estar diseñados estos planes de evacuación, especialmente esquematizados para las cárceles (incluye apéndices tanto para prisiones nuevas, como antiguas), y el uso de “alertas tempranas audibles” y “detectores a distancia” que revelen la presencia de gases de la combustión y alza de temperatura son imprescindibles. Además, es necesario el establecimiento de una zona de seguridad en donde se puedan poner a salvo los reclusos. Otra medida indispensable es la existencia de “rociadores”, los que generarán la figura de un “pasillo protegido”, permitiendo la evacuación segura de la población penal. Por último, la apropiada coordinación humana que permita realizar acciones con las señales de alerta recibidas.
Preparación de Bomberos y Gendarmería
El preparativo de los bomberos de Chile frente a los incendios en recintos penitenciarios ha estado basado en un trabajo en conjunto con Gendarmería, el que en base a simulacros y capacitaciones se han preparado ambas partes.
En el Cuerpo de Bomberos de Talagante, por ejemplo, desde junio del 2006, tanto personal bomberil como de seguridad de la cárcel han realizado ejercicios y establecido diversas pautas con el fin de enfrentar este tipo de catástrofes de la mejor manera.
Una medida de protocolo que se estableció entre ambas instituciones fue la instalación de una línea telefónica directa entre la cárcel y la central de alarma de bomberos, la que en caso de que suene este teléfono, las operadoras despachan dos unidades y no realizan una llamada de vuelta para confirmar la solicitud de bomberos. Todo esto con el fin de entregar un servicio más eficiente frente a una emergencia en dicho recinto penitenciario.
Dentro del programa de manejo de incendios en la correccional de Talagante, se han hecho simulacros de emergencia, en que bomberos y Gendarmería han establecido un protocolo de respuesta a emergencias.
Tras recibir la llamada desde el recinto penitenciario, inmediatamente se despachan dos carros bombas y lo primero que tienen establecido es que una de estas unidades debe armarse a un grifo que se encuentra afuera de la cárcel, y armar una línea de 72 milímetros a una trifurca de los funcionarios penitenciarios, quienes en un primer momento combaten y tratan de sofocar el siniestro.
Con esto lo que se busca es que los efectivos policiales cuenten con una presión y suministro de agua que les asegure el caudal necesario para controlar el siniestro.
Dentro de este protocolo establecido por los voluntarios talagantinos, se estableció que una vez controlado el incendio por parte de los efectivos de la cárcel y con previa autorización de ellos, lo bomberos pueden ingresar a controlar la emergencia siempre cuando estén acompañados de un gendarme.
Una vez controlada la emergencia, el voluntario a cargo del incendio junto a un efectivo policial realizan un control exhaustivo a todo el personal bomberil que sale del recinto, con el fin de que no se escape ningún recluso que pudiera haberse disfrazado con el uniforme estructural.
El instructor de la Academia Nacional de Bomberos y gestor de este protocolo, Juan Carlos Plumas, indicó que el gran problema que hay hoy en día en la cárcel de Talagante, no es sólo con el hacinamiento en que viven los reclusos, también la instalación eléctrica.
Muchas veces los reclusos hurtan cables de cobre de la instalación eléctrica y hacen sus propias conexiones para usar artículos que se alimentan con este tipo de energía, lo cual hace que el riesgo de emergencias por desperfectos de este tipo aumente considerablemente.
Dentro del programa de capacitación que realiza Bomberos de Talagante con Gendarmería están los simulacros de emergencia y la práctica de uso de extintores y líneas de agua, mediante ejercicios ejecutados en algunos casos en el Campo de Entrenamiento de la Academia Nacional de Bomberos.
El Cuerpo de Bomberos de Rengo el 14 de agosto pasado también participó en un simulacro sorpresa desarrollado en el Centro de Cumplimiento Penal de la ciudad, el cual consistió en un aviso de incendio a la central de alarmas, procediendo a activar un completo dispositivo bomberil en conjunto con Carabineros y Policía de Investigaciones.
El objetivo de esta actividad fue preparar al personal de Gendarmería frente a una emergencia de este tipo y comprobar el nivel de respuesta de otras instituciones de la comuna, el cual fue calificado satisfactoriamente.
En este caso, se simuló un incendio en la fábrica de muebles del recinto penitenciario, el cual colinda con dependencias de la PDI, provocando que dichas oficinas también puedan ser afectadas frente a una emergencia de este tipo.
Esta no fue la primera vez que se realiza un evento como este, ya que dos años antes se hizo el mismo simulacro, pero esta vez con mayor experiencia, ya que bomberos de Rengo capacita permanentemente a funcionarios de Gendarmería.
Con el mismo objetivo, el 11 de noviembre del 2009, el Cuerpo de Bomberos de Valdivia realizó un simulacro de incendio en una cárcel concesionada en conjunto con Gendarmería, en el que se recreó un motín en el módulo más peligroso de la cárcel y un incendio amenazaba al resto de la población penal.
En este caso, fuerzas antimotines y guardias fuertemente armados aseguraron el perímetro externo, mientras unidades de emergencia de bomberos y ambulancias sacaban a los heridos escoltados por policías y los trasladaban al Hospital Regional de Valdivia.
De esta manera, los Bomberos a nivel nacional han ido preparándose para combatir siniestro en recintos penitenciarios, los cuales poseen una característica única al tener pocos accesos debido a su naturaleza, haciendo que el trabajo bomberil no sólo se vea más condicionado, sino que también trabajado conjuntamente con el personal policial del lugar.
TMB / DVC.
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