Coquimbanos en guerra contra el “turismo de catástrofe”
Radio Santiago / Hace 7 horas
El terremoto pasó, los daños siguen apareciendo y las labores de limpieza en Coquimbo ya comenzaron. Si bien se han escuchado críticas ciudadanas al apoyo de la municipalidad, todos los residentes, en forma generalizada, reconocen la ayuda de cientos de voluntarios, jóvenes y otros no tanto, que han viajado desde diferentes zonas del país para tenderles una mano.
Precisamente, sólo los voluntarios son bienvenidos, pero las selfies, “los mirones”, y a quienes los vecinos califican como “turistas de terremoto”, son rechazados de forma categórica. “Si usted viene a sapear, mejor bájese y ayude”, se lee en un cartel ubicado en la costanera de Coquimbo a la altura de la calle Juan Antonio Ríos. No fue el único, asegura una crónica escrita por Victor Rivera para el diario La Tercera.
“Se entiende que estén molestos, porque hay muchos que pasan y sacan fotos, pero no ayudan en nada”, advierte Alberto Neira, residente del sector. La situación ha hecho que algunos incluso hayan sido amenazados por los habitantes que se sienten observados. “Estaba parado acá (costanera) y una señora me dice: ‘¿Quién es usted, a qué viene?’. Y yo estaba esperando a alguien, entonces ahí me dijo que si andábamos ayudando que tomáramos una pala, pero si no, que nos fuéramos”, relata Mario Cruz, residente.
Constanza Ocaranza, autora de un cartel en contra de este tipo de “turistas”, explica que al día siguiente del terremoto pasaban autos con familias enteras y con cámaras grabando sus casas inundadas. “Yo no entiendo cuál es el objetivo, esto no es un circo. Esas imágenes no sirven de nada, sólo para alimentar el morbo”, comenta.
El intendente de la Región de Coquimbo, Claudio Ibañez, comparte la opinión. “Me parece una falta de respeto hacia la ciudadanía. Aquí llega ayuda y esos turistas de catástrofe lo único que hacen es entorpecer el libre flujo y la solución a los problemas”, señala.
AMIGOS DE TODOS
En tanto, los voluntarios llegaron en masa a la capital de la IV Región. Casi 300 en total, entre universitarios, gente de otras localidades y de regiones, para ayudar en labores de limpieza.
De acuerdo a la presidenta de la Cruz Roja de Coquimbo, Maria Cecilia, “el acopio no está lento, y conociendo la respuesta en otros desastres, creo que en Coquimbo la gente se ha portado de forma extraordinaria”.
“Es algo que le puede ocurrir a cualquiera, por lo que hay que ponerse en el lugar del otro para entender el sufrimiento de perderlo todo. La vida es lo más importante, pero también la dignidad de cómo vivirla”, cuenta Luisa Orozco, voluntaria que llegó desde La Serena para ayudar, junto a un grupo de amigos universitarios.
Misioneros de la Iglesia de Jesucristo también llegaron a auxiliar a los afectados de la zona costera. “Es muy triste ver esto, mucha gente perdió su casa, pero entre todos juntos podemos salir adelante”, dice Elder Soto, de Perú.
http://www.elpais.com.uy/vida-actual/turismo-catastrofe-actividad-lucrativa.html
El turismo catástrofe es una actividad lucrativa
Rikuzentakata era una ciudad famosa por su playa y por sus pinos majestuosos en el Pacífico japonés. Pero desde el tsunami de 2011 se convirtió en un polo de "turismo catástrofe", una actividad lucrativa en muchos puntos del planeta.
AFP
La atracción para algunos es puramente mórbida -ganas de contemplar las desgracias ajenas- pero también hay quienes buscan compartir el dolor y figurarse lo impensable.
"Uno no puede darse cuenta de la monstruosidad del tsunami sin venir aquí para verlo con sus propios ojos", dice Akira Shindo, un japonés de 15 años que reside en Nueva York.
El muchacho se inscribió en un "tour" por el litoral noreste del archipiélago, donde una ola gigantesca arrasó el 11 de marzo de 2011 todo lo que encontraba a su paso. El tsunami y el sismo que lo había precedido, de magnitud 9, dejaron al menos 18.000 muertos.
Uno de los principales "atractivos" de este "Tsunamiland" es el único pino que quedó en pie. Los otros 70.000 fueron arrancados de cuajo por la embestida de los elementos.
El "pino milagroso" también acabó por morir, corroído por el agua marina, pero se invirtieron 150 millones de yenes (1,6 millón de dólares) para reconstituirlo. Los medios de comunicación siguieron paso a paso el proceso y el tronco embalsamado se convirtió en un tótem contra el olvido.
"Era el árbol más alto, de 27 metros", afirma Mitsuko Morinaga, un guía voluntario, de 62 años, que pasea a los turistas por la ciudad aún desfigurada por la furia de la tierra y el mar.
"Quería impedir que el recuerdo del desastre se borrara", dijo a la AFP Shuichi Matsuda, el agente de viaje que organizó esta excursión de 24 personas. El autobús se detiene frente a un pequeño altar, donde cada participante deja una flor, incluida en la tarifa.
Los turistas no dejan entrever ninguna fascinación malsana. Parecen ante todo impactados por el panorama de devastación y tratan de expresar, cuando se los interroga, el espanto por la cantidad de vidas perdidas.
Pese a todo, las zonas siniestradas fascinan, como fascinan las imágenes de un domador atacado por sus fieras o de un equilibrista que cae al vacío.
Katrina tours.
En Luisiana, numerosos turistas siguen visitando los barrios de Nueva Orleans sumergidos hace siete años por las aguas del ciclón Katrina.
Los habitantes de un barrio reconstruido, saturados de la curiosidad mórbida de muchos visitantes, obtuvieron la prohibición de ese tipo de excursiones. En un cruce de calles, un cartel proclama: "Turistas, avergüéncense. Sigan su camino. Están pagando por mi dolor. Aquí murieron 1.600 personas".
Una portavoz de la oficina de turismo, Lauren Cason, asegura que los visitantes son bienvenidos, pero que a los habitantes les gustaría que se vean las cosas positivas, como los esfuerzos por reconstruir sus vidas y su ciudad.
"Tratamos de destacar que (Nueva Orleans) es de nuevo una ciudad floreciente", dijo Cason a la AFP. Los grandes autobuses ya no vienen, pero los "voyeurs" siguen llegando.
Dos agencias de turismo (de las treinta con que cuenta la ciudad) proponen sus "Katrina tours". Otros curiosos vienen con sus coches o en taxi, rastreando vestigios del desastre.
Esos turistas, poco importa sus motivaciones, aportan sin embargo fondos a zonas que los requieren con urgencia para los trabajos de reconstrucción.
En Rikuzentakata, Akira Oikawa lo sabe y vende pescado, algas y otros productos del mar a los turistas.
"Les agradecemos que vengan y compren productos locales", dice el vendedor, pero duele cuando nos preguntan cuántas personas murieron aquí. Nos gustaría percibir un poco más de empatía", comenta. En Rikuzentakata murieron 1.800 personas.
Tendencia
El tsunami ocurrido en 2011 en la ciudad de Rikuzentakata, en Japón, el dramático ciclón Katrina que provocó la muerte de 1.600 personas en Nueva Orleans, y el sismo en Nueva Zelanda que destruyó la ciudad de Christchurch y dejó unos 185 muertos, son algunas de las catástrofes que atraen más turistas. Movidos por la curiosidad, la necesidad de obtener más información sobre un hecho, por morbo o por figurarse lo impensable, las personas viajan y el turismo catástrofe se convirtió en una actividad muy lucrativa.
Nueva Zelanda pide actitud respetuosa
En Nueva Zelanda, los habitantes de Christchurch tuvieron que habituarse a esos turistas que no paran de fotografiar y filmar las ruinas de la catedral anglicana, otrora símbolo de la ciudad destruida en febrero de 2011 por un sismo que dejó 185 muertos, una de las peores catástrofes ocurridas en el país. Un estudio de una universidad local indicó que los habitantes querían pese a todo reglamentar los tours y exigían una actitud respetuosa de visitantes fascinados por la muerte y las catástrofes. Nueva Zelanda se asienta en la falla entre las placas tectónicas del Pacífico y Oceanía, y registra cerca de 14.000 movimientos telúricos cada año, de los que entre 100 y 150 tienen la suficiente potencia como para ser percibidos por los seres humano
Yo estuve ahí: por qué nos fascina el turismo catástrofe
http://www.lanacion.com.ar/1817008-yo-estuve-ahi-por-que-nos-fascina-el-turismo-catastrofe
Radio Santiago / Hace 7 horas
El terremoto pasó, los daños siguen apareciendo y las labores de limpieza en Coquimbo ya comenzaron. Si bien se han escuchado críticas ciudadanas al apoyo de la municipalidad, todos los residentes, en forma generalizada, reconocen la ayuda de cientos de voluntarios, jóvenes y otros no tanto, que han viajado desde diferentes zonas del país para tenderles una mano.
Precisamente, sólo los voluntarios son bienvenidos, pero las selfies, “los mirones”, y a quienes los vecinos califican como “turistas de terremoto”, son rechazados de forma categórica. “Si usted viene a sapear, mejor bájese y ayude”, se lee en un cartel ubicado en la costanera de Coquimbo a la altura de la calle Juan Antonio Ríos. No fue el único, asegura una crónica escrita por Victor Rivera para el diario La Tercera.
“Se entiende que estén molestos, porque hay muchos que pasan y sacan fotos, pero no ayudan en nada”, advierte Alberto Neira, residente del sector. La situación ha hecho que algunos incluso hayan sido amenazados por los habitantes que se sienten observados. “Estaba parado acá (costanera) y una señora me dice: ‘¿Quién es usted, a qué viene?’. Y yo estaba esperando a alguien, entonces ahí me dijo que si andábamos ayudando que tomáramos una pala, pero si no, que nos fuéramos”, relata Mario Cruz, residente.
Constanza Ocaranza, autora de un cartel en contra de este tipo de “turistas”, explica que al día siguiente del terremoto pasaban autos con familias enteras y con cámaras grabando sus casas inundadas. “Yo no entiendo cuál es el objetivo, esto no es un circo. Esas imágenes no sirven de nada, sólo para alimentar el morbo”, comenta.
El intendente de la Región de Coquimbo, Claudio Ibañez, comparte la opinión. “Me parece una falta de respeto hacia la ciudadanía. Aquí llega ayuda y esos turistas de catástrofe lo único que hacen es entorpecer el libre flujo y la solución a los problemas”, señala.
AMIGOS DE TODOS
En tanto, los voluntarios llegaron en masa a la capital de la IV Región. Casi 300 en total, entre universitarios, gente de otras localidades y de regiones, para ayudar en labores de limpieza.
De acuerdo a la presidenta de la Cruz Roja de Coquimbo, Maria Cecilia, “el acopio no está lento, y conociendo la respuesta en otros desastres, creo que en Coquimbo la gente se ha portado de forma extraordinaria”.
“Es algo que le puede ocurrir a cualquiera, por lo que hay que ponerse en el lugar del otro para entender el sufrimiento de perderlo todo. La vida es lo más importante, pero también la dignidad de cómo vivirla”, cuenta Luisa Orozco, voluntaria que llegó desde La Serena para ayudar, junto a un grupo de amigos universitarios.
Misioneros de la Iglesia de Jesucristo también llegaron a auxiliar a los afectados de la zona costera. “Es muy triste ver esto, mucha gente perdió su casa, pero entre todos juntos podemos salir adelante”, dice Elder Soto, de Perú.
http://www.elpais.com.uy/vida-actual/turismo-catastrofe-actividad-lucrativa.html
El turismo catástrofe es una actividad lucrativa
Rikuzentakata era una ciudad famosa por su playa y por sus pinos majestuosos en el Pacífico japonés. Pero desde el tsunami de 2011 se convirtió en un polo de "turismo catástrofe", una actividad lucrativa en muchos puntos del planeta.
AFP
La atracción para algunos es puramente mórbida -ganas de contemplar las desgracias ajenas- pero también hay quienes buscan compartir el dolor y figurarse lo impensable.
"Uno no puede darse cuenta de la monstruosidad del tsunami sin venir aquí para verlo con sus propios ojos", dice Akira Shindo, un japonés de 15 años que reside en Nueva York.
El muchacho se inscribió en un "tour" por el litoral noreste del archipiélago, donde una ola gigantesca arrasó el 11 de marzo de 2011 todo lo que encontraba a su paso. El tsunami y el sismo que lo había precedido, de magnitud 9, dejaron al menos 18.000 muertos.
Uno de los principales "atractivos" de este "Tsunamiland" es el único pino que quedó en pie. Los otros 70.000 fueron arrancados de cuajo por la embestida de los elementos.
El "pino milagroso" también acabó por morir, corroído por el agua marina, pero se invirtieron 150 millones de yenes (1,6 millón de dólares) para reconstituirlo. Los medios de comunicación siguieron paso a paso el proceso y el tronco embalsamado se convirtió en un tótem contra el olvido.
"Era el árbol más alto, de 27 metros", afirma Mitsuko Morinaga, un guía voluntario, de 62 años, que pasea a los turistas por la ciudad aún desfigurada por la furia de la tierra y el mar.
"Quería impedir que el recuerdo del desastre se borrara", dijo a la AFP Shuichi Matsuda, el agente de viaje que organizó esta excursión de 24 personas. El autobús se detiene frente a un pequeño altar, donde cada participante deja una flor, incluida en la tarifa.
Los turistas no dejan entrever ninguna fascinación malsana. Parecen ante todo impactados por el panorama de devastación y tratan de expresar, cuando se los interroga, el espanto por la cantidad de vidas perdidas.
Pese a todo, las zonas siniestradas fascinan, como fascinan las imágenes de un domador atacado por sus fieras o de un equilibrista que cae al vacío.
Katrina tours.
En Luisiana, numerosos turistas siguen visitando los barrios de Nueva Orleans sumergidos hace siete años por las aguas del ciclón Katrina.
Los habitantes de un barrio reconstruido, saturados de la curiosidad mórbida de muchos visitantes, obtuvieron la prohibición de ese tipo de excursiones. En un cruce de calles, un cartel proclama: "Turistas, avergüéncense. Sigan su camino. Están pagando por mi dolor. Aquí murieron 1.600 personas".
Una portavoz de la oficina de turismo, Lauren Cason, asegura que los visitantes son bienvenidos, pero que a los habitantes les gustaría que se vean las cosas positivas, como los esfuerzos por reconstruir sus vidas y su ciudad.
"Tratamos de destacar que (Nueva Orleans) es de nuevo una ciudad floreciente", dijo Cason a la AFP. Los grandes autobuses ya no vienen, pero los "voyeurs" siguen llegando.
Dos agencias de turismo (de las treinta con que cuenta la ciudad) proponen sus "Katrina tours". Otros curiosos vienen con sus coches o en taxi, rastreando vestigios del desastre.
Esos turistas, poco importa sus motivaciones, aportan sin embargo fondos a zonas que los requieren con urgencia para los trabajos de reconstrucción.
En Rikuzentakata, Akira Oikawa lo sabe y vende pescado, algas y otros productos del mar a los turistas.
"Les agradecemos que vengan y compren productos locales", dice el vendedor, pero duele cuando nos preguntan cuántas personas murieron aquí. Nos gustaría percibir un poco más de empatía", comenta. En Rikuzentakata murieron 1.800 personas.
Tendencia
El tsunami ocurrido en 2011 en la ciudad de Rikuzentakata, en Japón, el dramático ciclón Katrina que provocó la muerte de 1.600 personas en Nueva Orleans, y el sismo en Nueva Zelanda que destruyó la ciudad de Christchurch y dejó unos 185 muertos, son algunas de las catástrofes que atraen más turistas. Movidos por la curiosidad, la necesidad de obtener más información sobre un hecho, por morbo o por figurarse lo impensable, las personas viajan y el turismo catástrofe se convirtió en una actividad muy lucrativa.
Nueva Zelanda pide actitud respetuosa
En Nueva Zelanda, los habitantes de Christchurch tuvieron que habituarse a esos turistas que no paran de fotografiar y filmar las ruinas de la catedral anglicana, otrora símbolo de la ciudad destruida en febrero de 2011 por un sismo que dejó 185 muertos, una de las peores catástrofes ocurridas en el país. Un estudio de una universidad local indicó que los habitantes querían pese a todo reglamentar los tours y exigían una actitud respetuosa de visitantes fascinados por la muerte y las catástrofes. Nueva Zelanda se asienta en la falla entre las placas tectónicas del Pacífico y Oceanía, y registra cerca de 14.000 movimientos telúricos cada año, de los que entre 100 y 150 tienen la suficiente potencia como para ser percibidos por los seres humano
Yo estuve ahí: por qué nos fascina el turismo catástrofe
http://www.lanacion.com.ar/1817008-yo-estuve-ahi-por-que-nos-fascina-el-turismo-catastrofe