EL INCENDIO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1863): ANTECEDENTES, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS DE LA PEOR TRAG

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
EL INCENDIO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1863): ANTECEDENTES, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS DE LA PEOR TRAGEDIA DE NUESTRA HISTORIA (PARTE I)


Incendio.jpg


Coordenadas: 33°26'18.38"S 70°39'10.11"W

En diciembre de 1863, tuvo lugar el más trágico acontecimiento de toda la historia de Santiago de Chile y una de las peores tragedias conocidas en el mundo, con un siniestro que se llevó la vida de miles de personas a escasa distancia de la Plaza de Armas, en la Iglesia de la Compañía de Jesús, que se erguía ufana en los terrenos de calle Compañía con Bandera, donde hoy se encuentran los jardines del ex Congreso Nacional, frente a los Tribunales de Justicia.
En sólo unos minutos, la vida se extinguió para las muchedumbres que se encontraban en su interior aquella fatídica noche de primavera, cuando el templo, la Casa de Dios, se convirtió de pronto en una embajada del infierno, en uno de los incendios más grandes y dramáticos que se recuerdan.
El acontecimiento causó conmoción más allá de las fronteras de Chile, pero sirvió, no obstante, para que la ciudad de Santiago creciera con la conciencia de sus propias necesidades y carencias.
En la proximidad de un nuevo aniversario de este macabro suceso de nuestra historia, hace 146 años ya, nos permitiremos repasar sus detalles, antecedentes y consecuencias, además de estudiar cómo afectó la vida en la ciudad desde ese momento en adelante.
EDIFICIOS PRIMITIVOS DE LA ORDEN DE JESÚS
El establecimiento religioso donde tuvo lugar el incendio, tenía una historia casi tan antigua como la de Santiago mismo, algo frecuente entre los templos de las primeras órdenes aquí establecidas.
Sin embargo, la primera ubicación de la iglesia no era exactamente la misma que en 1863, sino a un costado, en el llamado Colegio que se fundó 52 años después de la fundación de Santiago, en 1593, luego de la adquisición de dos valiosos solares que habían pertenecido al conquistador Gabriel de la Cruz y luego a Rodrigo de Quiroga.
Su construcción, con adobe y teja, comenzó no bien llegaron los primeros jesuitas a la ciudad, quedando concluido en unas seis semanas. Cuando se terminó la capilla, los religiosos guardaron en ella una reliquia como ofrenda: la cabeza de una de las "once mil vírgenes" de Santa Úrsula de Colonia (en realidad serían sólo 11, pero se multiplicaron por un error de interpretación), asesinadas por los bárbaros en el siglo V, según la mitología cristiana.
En tanto adquirían otras casas cercanas a la Plaza de Armas para instalar la futura iglesia permanente, el templo provisorio del claustro se hizo pequeño para la cantidad de fieles que tenía la Compañía de Jesús, orden que gozaba de gran popularidad en las sociedades americanas por sus actuaciones rayanas en la política y por el poder que habían ido acumulando.
Así, dos años después, comenzaron a construir su nuevo templo, esta vez de cal y canto, en el sector de la esquina de las actuales calles Bandera y Compañía, apoyados económicamente por los capitanes Agustín Briceño y Andrés de Torquemada, que aportaron sus caudales para el proyecto por escritura pública del 12 de octubre de 1595. Con ello, los jesuitas ya eran dueños de toda la cuadra que hoy comprende las dependencias del ex Congreso Nacional de Santiago y sus jardines.
Aunque su nombre era Iglesia de San Miguel Arcángel, popularmente se le conoció desde siempre como de la Compañía, denominación que se mantuvo para éste y para los demás recintos religiosos allí levantados.
La construcción del templo se extendió por 36 años, culminando recién en 1631. En su "Relación Histórica Reino de Chile", de 1646, el padre Alonso de Ovalle reproduce una imagen mostrando la complejidad de este primitivo edificio, aunque con la ingenuidad de su poco talento artístico. Además, comenta que los vecinos participaron afanosamente de la construcción de la iglesia, entusiasmados casi con celo entre sí por demostrar quién era capaz de ofrecer mayor asistencia a la querida orden de la Compañía de Jesús, dándonos una proporción de la gran simpatía popular que tenía.
primeredificio.jpg

Primer templo de la Compañía de Jesús en Santiago, según el padre Alonso de Ovalle en su "Relación Histórica Reino de Chile" (1646).
PRIMERAS RECONSTRUCCIONES
Pero el infortunio comenzó a azotar desde temprano a esta construcción: el 13 de mayo de 1647, día de uno de los terremotos más devastadores de nuestra historia, la iglesia quedará derrumbada hasta sus cimientos. Alcanzó a estar operativa y consagrada sólo 16 años.
En la carta que el Obispo Villarroel le escribe al Rey informándole de lo sucedido, cuenta que quedó"asolado todo" y que en el derrumbe falleció el Padre José de Córdova. La tragedia fue grande, entonces, pero el pueblo volvió a volcar su solidaridad y aprecio con los jesuitas, disponiéndose de inmediato para participar del levantamiento de una nueva casa.
El siguiente templo, también de cal y canto, quedó levantado luego de enormes esfuerzos que se prolongaron durante toda la segunda mitad del siglo XVII, según los cálculos de Benjamín Vicuña Mackenna. A diferencia de los anteriores, éste era más ostentoso: torre de campanario principal, bóvedas sepulcrales y un enorme reloj confeccionado acá en Chile. Llegó a ser, quizás, la más majestuosa de las iglesias chilenas de aquellos días.
Pero el ángel malvado de la desgracia continuó acosándola, como escribe Vicuña Mackenna:

"La fatalidad parece haber sido el símbolo funesto que ha presidido a la erección de aquellas bóvedas que antes cubrían un sótano de muertos, que cobijaron después las cenizas de tantas personas ilustres o queridas trasladadas a su pavimento del cementerio general y que hoy parecen haber sepultado en mil fragmentos el alma entera de los chilenos".

El 8 de julio de 1730, vino a tener lugar un nuevo terremoto, seguido de una serie de nuevos sismos que duraron casi dos meses más. Como varias otras iglesias de Santiago, incluidas la Catedral de la Merced y la Parroquia de San Isidro Labrador, el templo de la Compañía de Jesús acabó nuevamente derrumbado. Una de las pocas unidades que pudieron rescatarse de la destrucción, fue el magnífico reloj, que hoy se encuentra en la Iglesia de Santa Ana, pero que también estaba presente en la Iglesia de Compañía al momento del incendio del que hablaremos, de modo que la pieza ya ha sobrevivido a dos catástrofes.
El Obispado de Santiago levantó un informe que publicará, muchos años más tarde, el sabio francés Claudio Gay. De él se desprende que la iglesia no se vino completamente al suelo, pero la destrucción de sus muros y de sus arcos fue tal, que quedó inutilizada.
1850.jpg


Cuadro de Charton de Ville de la Plaza de Armas de Santiago en 1850, con la torre de la Iglesia de la Compañía al fondo.
01.jpg


Fachada y entrada principal de la última Iglesia de la Compañía de Jesús, en imagen publicada por E. Secchi en "Arquitectura de Santiago", de 1941.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
UNA NUEVA IGLESIA
Por alguna razón que, ciertamente, no es de orden monetario dada la riqueza que habían acumulado los jesuitas, éstos decidieron reutilizar las estructuras que quedaron en pie para volver a edificar una nueva y más grande iglesia. Esta decisión sería, a la larga, un acto que agravó la desgracia del incendio que selló para siempre su destino.
Los destruidos arcos de las naves centrales fueron reforzados con rústicos y poco estéticos muros, abriéndose un arco más para pasar hacia la sección interior convertida en una serie de naves menores y oscuras, de tosca simetría y con gran dificultad para asimilar las numerosas visitas de los fieles.
René León Echaíz considera que su aspecto no varió mucho respecto del anterior, sin embargo, aunque puede deferirse más bien al aspecto exterior. En la fachada, habían tres accesos, precedidos por la pequeña placilla de la Compañía, iluminada por un faro. El paso central conducía hacia las naves, pero los de los lados, si bien estaban conectados con el principal, funcionalmente tenían una aislación con respecto al conjunto por el hecho de que sólo se conservaron las bóvedas de las dos capillas de la entrada, de modo que el acceso se hacía incómodo y poco ágil, pasando por una habitación antes de la sala amplia donde se reunían los fieles. La puerta de la derecha conducía hacia la capilla del buzón de la Virgen y la llamada Capilla de los Dolores. La del lado izquierdo, daba entrada hacia la Capilla del Arca de las Hijas de María.
En la fachada fueron grabados los números romanos MDCCLX (1760), señalando la fecha de reconstrucción y reinauguración de este deslucido templo que, a juicio de Vicuña Mackenna, sólo era"una ruina disfrazada". A pesar de ello, la gente lo elogiaba, considerándolo bello y elegante, más por simpatía con los jesuitas que por conocimientos en la arquitectura.
Sin embargo, el 26 de agosto de 1767, se hizo efectiva la expulsión de los jesuitas decretada por Carlos III. Cuatrocientos de estos religiosos fueron obligados a abandonar el país, y sus bienes fueron confiscados, incluida la iglesia.
Como la expulsión de la orden había dolido profundamente en el ánimo del pueblo, el edificio se convirtió en un sitio gris y triste, símbolo de una gran ausencia, donde no se oficiaron misas ni encuentros de ningún tipo hasta 1769, cuando fue rehabilitada producto de un incendio en la Catedral Metropolitana que se construía por entonces sobre la anterior junto a la Plaza de Armas y a escasa distancia del templo de la Compañía, por lo que comenzó a ser utilizada como Catedral para la ciudad, hasta 1775.
Hacia el cambio de siglo, se asignó como Capellán al clérigo Manuel Vicuña, quien pudo recuperar la popularidad y el cariño popular por el templo, tan eficazmente que la Santa Sede lo reconoció con el símbolo del Báculo de Roma, por el mérito de sus servicios.
04.jpg

Imagen de la Iglesia de la Compañía desde su costado, vista desde calle Compañía hacia el oriente. El muro blanco corresponde al antiguo convento, donde sesionó el Congreso Nacional y donde se construiría después el actual edificio del ex Congreso.

Plano de la Iglesia de la Compañía de Jesús, clic encima para ampliar (Museo Histórico).
EL PRIMER INCENDIO, EN 1841
La desgracia inexorable volvió a tocar al templo, sin embargo.
El 31 de mayo de 1841, hacia las diez de la noche, se produjo un voraz incendio que consumió la torre principal de madera y derrumbó parte de las estructuras. Según Recaredo Santos Tornero en su "Chile Ilustrado", el fuego "la redujo a escombros, quedando en pie sus sólidas murallas" y dejando la iglesia inutilizada, nuevamente. Según un reporte del diario "El Mercurio" del 3 de junio siguiente, el fuego habría comenzado en una habitación contigua a la capilla.
Nuevamente, sería el pueblo el que se pondría de pie para ayudar a recuperar el templo, acumulando grandes cantidades de dinero a través de colectas públicas. Por cuarta vez, comenzaba a ser reconstruida gracias a la ingerente suma que los clérigos lograron reunir desde la generosidad popular.
Al año siguiente a este desastre, se nombró Capellán de la Iglesia de la Compañía al Obispo Valdivieso, quien se hizo cargo de las labores de reconstrucción hasta asumir la dirección de la Facultad de Teología, un año más tarde.
Los jesuitas sólo pudieron recibirla de vuelta luego de su regreso a Chile, en 1844, cuando aún no era repuesta para el uso. Seguía perteneciendo al Estado, no obstante. Este hecho ha producido algunas confusiones, no faltando quien cree que la segunda destrucción del templo se debió a un incendio y no al terremoto de 1730, que hemos visto. En realidad, este incendio de 1841 fue sólo su penúltima destrucción.
La reparación de la Iglesia de la Compañía culminó en 1847. Su aspecto no varió demasiado: tres accesos de fachada tipo románica, con techumbre redondeada y torre campanario principal con el reloj, además de una torre menor y una gran torre cupular en su parte trasera. Se hizo la favorita de la aristocracia capitalina, casi apenas fue reinaugurada.
En 1858, el ingeniero Eduardo Hanson propuso al Presbítero Ugarte, a cargo de la iglesia, la instalación de redes de abastecimiento de gas de hidrógeno para la iluminación interior. El sacerdote sólo hizo colocar el sistema en algunos sitios específicos del recinto, optando por una iluminación por sistemas menos modernos, como velas y candelas de gas y de aceite. Ésta sería, en el futuro, una decisión que todo un país tendría que lamentar.
03.jpg
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Fotografía de la Plaza de Armas de Santiago en 1861, dos años antes del incendio. Es la parte de la cuadra que corresponde a Huérfanos con Compañía. Detrás de la Catedral, por el costado izquierdo, pueden verse las altas torres de la Iglesia de la Compañía y sus enormes techumbres.

Incendio-iglesia-de-la-comp.jpg


Otra fotografía de la Plaza de Armas, centrada hacia la esquina en Ahumada con Compañía, hacia 1855. Se observa la torre-aguja de la Iglesia siniestrada poco después de tomada la imagen.

EL TRÁGICO INCENDIO DE 1863
El martes 8 de diciembre de 1863, hacia las 19:00 horas, se preparaba la realización de un encuentro que había reunido entre 2.000 y 3.000 personas en la Iglesia de la Compañía. Era el día de la Purísima, último del Mes de María, por lo que era la ceremonia religiosa de mayor concurrencia.
Hasta la mañana de ese día, unas 12.500 personas habían comulgado en el lugar. Según los reporteros del diario "El Mercurio", desde una hora antes la iglesia estaba colmada de gente hasta su plazoleta, todos presionando para intentar ingresar al templo, donde ya no cabía un alma.
En una imprudencia que ha dejado trágico legado en nuestra historia, se habían encendido más de 7 mil luces en el recinto. Otros han hablado de 15 mil de las mismas. Aparentemente, la ruptura de un quemador de gas líquido de estas candelas, a la izquierda del altar mayor, provocó tragedia. Había más de 2 mil luces sólo en este altar.
Incendio+iglesia+de+la+compa%C3%B1ia+3.jpg
La ceremonia se iba a iniciar, cuando, minutos antes de las siete, comenzó el fuego en una medialuna transparente de lienzo y madera, que servía de pedestal para la efigie de la Virgen María en el referido altar. Un hombre presente se arrojó a apagar el foco de incendio, pero no bien lo consiguió, el gas se inflamó por otro costado del conjunto.
Ante el estupor y el pánico de los presentes, el fuego alcanzó con velocidad inusitada a todo altar, produciendo la estampida de los fieles. Unos pedían agua con desesperación creyendo aún posible la extinción de las llamas, pero éstas se apoderaron de un retablo de madera y lienzo al fondo de la iglesia.
Con velocidad diabólica, el fuego alcanzó la cúpula, en menos de cinco minutos. Las bocanadas de fuego salían de ella, como intentando alcanzar el cielo.
La iglesia estaba ya casi totalmente en llamas, y con cientos de vidas condenadas a morir en su interior, la mayoría de ellas mujeres. Las tablas y vigas en llamas comenzaron a caerles encima mientras seguían intentando salir, en su desesperación, por las puertas que ya no permitían el tránsito. El fuego, ya más alto que ellos, alcanzó el presbiterio y las puertas, sellando para siempre el destino de las víctimas rodeadas por la muerte. En media hora, las llamas, el calor, el humo y la sofocación hicieron un festín de los presentes, como una fiesta de demonios. La relación del diario "El Ferrocarril" del día siguiente, clamaba horrorizada:
"¡Oh; aquello no es posible que haya tenido precedente! Centenares de personas ardían como trozos de madera comprimidos en una fuerza irresistible".
"Veíamos desde la puerta moverse los brazos pidiendo auxilio; los gritos de las víctimas resonaban a dos cuadras de distancia. Madres que abrazaban a sus hijas, y escondían entre la multitud su cabellera en fuego. Hijas que miraban a sus madres salvadas, inclinando su cabeza con la resignación del mártir. Las infelices no tenían siquiera la facultad de moverse, desligaban sus manos para despedazarse el rostro en medio de la más espantosa desesperación. Si se hubiera hundido la iglesia en esos momentos, cuántos sufrimientos espantosos se habrían evitado".

El combustible de las miles de lámparas, conocido como gas portátil (parafina, gas de carbón), comenzó a reventar y a derramarse por el calor, ardiendo sobre los propios fieles. La escena de personas corriendo en llamas fue un horror que se repitió en todos los diarios del día siguiente. Algunas mujeres, como testimoniara en su caso la sobreviviente Gertrudis Sierra, debieron vencer los pudores y desprenderse de todas sus ropas inflamadas para poder salvarse.
comp02.jpg

comp01.jpg


Diorama del Incendio de la Iglesia de la Compañía de Jesús, en la exposición "Bomberos de Chile: la llama del honor", de la Sala Patrimonial de la Estación del Metro Plaza de Armas.
NTENTOS POR SALVAR A LAS VÍCTIMAS
Uno de los principales problemas para rescatar a los infortunados, fue la conglomeración sin orden de las víctimas producto de la confusión y el pánico. Cada vez que un brazo generoso se extendía sobre alguna de las mujeres atrapadas en las puertas, una veintena más de manos desesperadas intentaban aferrarse a esa esperanza de salvación, haciendo toda una proeza la posibilidad del rescate uno a uno de los cuerpos atrapados.
El diario "La Patria" cuenta que un campesino allí presente, en un creativo arranque de improvisación e ingenio, corrió a su caballo y arrojó hacia el interior del infierno un lazo amarrado a la montura, comenzando a tirar con su animal hacia el exterior a todos los que alcanzaron a aferrarse a la cuerda. Algunos de los atrapados encontraron la salvación gracias a esta inteligente acción, pero el lazo se cortó en el tercer o cuarto intento.
Vicuña Mackenna refiere también a un personaje, probablemente un artesano, que salvó gallardamente a otras cuatro o cinco mujeres luego de lograr destruir un cuadro de la puerta derecha del frontis, rescatando a las víctimas del montón compacto y moribundo en que se encontraban. Entre las salvadas por esta mano valerosa, estaba la señorita Juana Covarrubias. Por esta puerta fueron rescatadas también la señora Falcón de Garrido, tomada por un oficial y un civil de iniciales J. A. de T.; y la señorita Rafaela Correa y Valdivieso, arrancada de las llamas por un joven.
Otros que actuaron heroicamente arriesgando sus vidas, fueron el famoso empresario Enrique Meiggs y su colega Keith, quienes se hicieron presentes en el lugar con algunos ex empleados del Ferrocarril de Valparaíso al momento de los terribles sucesos, corriendo desde su lugar de reunión en la casa de Meiggs, en calle Duarte, hoy Lord Cochrane. "La Patria" refiere a que había varios otros extranjeros allí, y que actuaron con admirable determinación intentando socorrer a la gente atrapada. Estaban también el Ministro Thomas H. Nelson, representante de la Unión Americana, y el Secretario de su Legación, Charles S. Rand, junto al Cónsul de la Unión en Valparaíso, Mr. Silvey, quienes corrieron a ayudar en el rescate por tener su residencia en la proximidad del lugar. Este gesto tuvo particulares consecuencias en la estimación chilena sobre los norteamericanos, según veremos.
Por el lado de Bandera, algunos de los improvisados rescatistas lograron romper desde afuera una parte del muro, abriendo un forado que comunicó la calle con el Altar de San Francisco Javier, a un lado de la Capilla de los Dolores, rescatando otras pocas vidas, entre las que estaba un joven de 18 años llamado Hurtado y Barros, quien se había refugiado en el rincón ya sin esperanzas de sobrevivir.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Pero, pese a todos los esfuerzos de quienes seguían intentando pasar por esas puertas obstruidas, y pese también a la heroica ayuda de quienes intentaron, con escaso éxito, salvar a los que allí quedaban, el fuego se apoderó totalmente del acceso principal, quemando vivos a los infelices fieles. Muchos salvadores murieron en el intento, además. Los árboles y arbustos de la plazuela de la iglesia fueron arrancados para intentar apagarle a golpes de ramas el fuego que ardía sobre el cuerpo o el pelo de los infelices. El calor era tal ya, sin embargo, que se quemaban en cada intento.
Hubo quienes intentaron sacar a sus familiares muertos, como una desgarradora escena documentada por los cronistas y en la que un muchacho de unos 16 años ingresó peligrosamente a la iglesia en medio del fuego para meter en un saco los restos quemados de su anciana madre, hacia las ocho de la noche. Pero los agentes prohibieron retirar los cuerpos desde el lugar.
05.jpg

Fotografía de la iglesia en llamas con retoques artísticos.
imagen_doc.jpg

Fuente: "Fotógrafos en Chile durante el Siglo XIX", Hernán Rodríguez Villegas.
FINAL DEL CATASTRÓFICO INCENDIO
Todo estaba perdido: las siluetas de los atrapados comenzaron a encorvarse, a caer o bajar la cabeza, ennegrecidas, distantes, entregadas ya a la muerte. El movimiento de gente empezó a cesar y la lucha por salir de la trampa de horror se hizo cada vez más débil. La gritería, se cayó. Estaban muriendo, ya consumidos en vida.
Todo conspiraba contra ellos allí dentro: las ropas, los lienzos, las miles de flores artificiales y tantos más materiales inflamables. La mayoría de las víctimas cayó asfixiada por los humos sofocantes, y las llamas sólo consumaron el trabajo criminal.
Incendio+iglesia+de+la+compa%C3%B1ia+2.jpg
Eran las 20:00 horas de la noche. El frenesí por salvar la vida había cesado: las víctimas habían perdido su lucha, y la muerte se apoderó del templo. El fuego, llegaba ya a los campanarios de la alturas. Las estructuras, desplomándose sobre sí mismas, hacían sonar las campanas en un siniestro canto de muerte. Los fieles habían sido sacrificados, por lo que al fuego le correspondía terminar ahora con la iglesia, acatando la voluntad infernal.
Las llamas habían trepado, entonces, en sus alturas y techumbres. El templo ardía como castillo sitiado por una ira vesánica peor que la de Aníbal o Atila contra Roma.
Esto era el fin. Se había acabado todo... En quince minutos, el fuego destruyó la torre derecha, seguido del campanario. Las caras de los sobrevivientes, ennegrecidas por el humo y dispersas por el suelo, algunas de ellas de rodilla, resignadas, les daban más aspecto de estatuas perdidas en una escena trágica, cómo los calcinados de Pompeya, más que la de eufóricos rescatados celebrando su feliz reencuentro con la vida.
Sólo después de haber cobrado cuanto pudo a su paso, el fuego logró ser detenido. Las crónicas coinciden en que fue casi milagroso, pese a todo, que no hubiese alcanzado a las dependencias de "El Mercurio", de la Biblioteca Nacional, del Museo Nacional y de la Catedral de Santiago, todos edificios del entorno hasta donde saltaron innumerables cantidades de chispas y carbones encendidos.
Entre la mitad y dos tercios de la muchedumbre que se hallaba al interior de la iglesia, alcanzó a escapar. El resto, pereció atrapado al obstruirse las puertas por la saturación de las personas desesperada que, sin atender orden ni lógica, intentaban escapar del edificio.

I
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
elpeneca1909.jpg

Lámina histórica de la clásica revista infantil "El Peneca", de diciembre de 1909, mostrando uno de los momentos más dramáticos del Incendio de la Compañía de Jesús.

ESTIMACIONES SOBRE EL NÚMERO DE MUERTOS
La iglesia quedó colmada de cadáveres carbonizados, de hombres, mujeres, niños y ancianos, muchos de los cuales fueron apilados como madera quemada junto al edificio del Congreso Nacional, a la vista de la horrorizada ciudadanía. El Presidente José Joaquín Pérez se presentó personalmente en el lugar, junto a otras autoridades.
Por unas dos semanas, se extendió la dura tarea de los agentes de policía de retirar, carretada tras carretada, los cuerpos contraídos en horribles posiciones y pintados con la oscuridad de la cripta. En las fotografías de época se observa que las autoridades colocaron unos paneles de madera intentando tapar la escalofriante escena y reducir lo impresionante de tan pavorosa postal de la iglesia destruida.
Todos tenían un amigo, un familiar, una criada, un vecino o un conocido muerto. Según el diario "La Patria" del día siguiente, "La tercera parte de las casas de la población mantiene sus puertas cerradas en señal de luto". Toda la sociedad estaba, entonces, consternada.
Los primeros cálculos eran de 500 a 800 muertos. Sin embargo, cuando comenzó a completarse el retiro de cuerpos, la cantidad aumentó a 1.500, 2.000 o más personas. El diario "El Bien Público" comentaba al respecto:
"Imposible es fijar ni aún aproximativamente el número de víctimas, quienes las calculan en 600 quienes en 800 y hasta hay quien las eleva hasta la cifra aterrante de 1.500. ¡Mil quinientas víctimas y caso todas respetables señoras y tiernas niñas y muertas tan horriblemente tiene a Santiago consternado y cubierto de luto!"
La edición del diario "La Patria" del día 9, por su parte, acusaba en su crónica:
"Ayer se creía que el número de víctimas no pasaba de quinientas; ¡hoy la claridad de la mañana ha manifestado toda la extensión del horrible estrago! Las bóvedas de la Compañía contienen en su recinto más de 800 cadáveres descubiertos, y todavía los escombros cubren gran número de esqueletos".
El mismo diario comenta que la mayoría de los cadáveres se apilaban "bajo la muralla espesa de los arcos", pues los infelices habían intentado refugiarse allí de los maderos, vigas y trozos ardientes del techo que caían sobre sus cabezas.
El diario "El Ferrocarril", del 10 de diciembre siguiente, comentaría sobre la cantidad de muertos que aparecían entre los escombros y residuos de la iglesia:
"La realidad ha traspasado con mucho el límite de lo presumible; hasta ayer tarde se habían extraído de la Compañía más de MIL CUATROCIENTOS cadáveres, que agregados a más de doscientos recogidos anteriormente, forman un total de MIL SEISCIENTAS víctimas. El número pasará de DOS MIL. ¡Desgracia horrenda que no creemos haya tenido precedente en país alguno del universo!"
Otra cantidad de fallecidos se produjo en los hospitales, pues sus heridas eran tales que no sobrevivieron, de modo que la cuenta puede ser mucho mayor que estas estimaciones finales. El diario "La Patria", por ejemplo, hacía notar lo siguiente:
"El mayor número de heridos ha muerto; los hospitales han permanecido ocupados tan sólo veinticuatro horas. Respecto de los enfermos asistidos por sus familias, se nos refiere a cada momento que alguien ha sucumbido al dolor".
Un ínfimo puñado de estos muertos, menos de diez, pudieron ser reconocidos por sus deudos y sepultados en tumbas familiares. Los demás fueron depositados en una fosa común que se habilitó adelante del Cementerio General de Santiago, en la ex Avenida del Panteón, frente a la hoy llamada La Paz.
Mientras esto sucedía, las salas telegráficas de Valparaíso y otras ciudades al Sur se saturaron esperando noticias desde Santiago, cumpliendo una labor fundamental en la comunicación chilena. Pese a todos los esfuerzos, los telegramas se retrasaban cerca de 10 horas, excediendo las capacidades de la tecnología de la época. Los porteños hasta celebraron un carnaval en su ciudad durante las horas de la tragedia y el día siguiente, ignorantes de lo que sucedía en Santiago. Este retraso también contribuyó a la falta de datos exactos sobre la cantidad final de muertos que acumuló la tragedia, aunque Vicuña Mackenna reproduce una larga nómina de víctimas en su trabajo "El incendio del templo de la Compañía de Jesús".
F%C3%BCnfzehn+Jahre+in+S%C3%BCd-Amerika+an+den+Ufern+des+Stillen+Oceans+von+Paul+Treutler,+Leipzig,+1882.jpg

Ruinas del templo siniestrado y carretas retirando a los cadáveres, según ilustración publicada en el "Fünfzehn Jahre in Süd-Amerika an den Ufern des Stillen Oceans von Paul Treutler", publicado en Leipzig (1882).
08.jpg

Carretas retirando los cuerpos calcinados. Fotografía publicada por C. Peña Otaegui en "Santiago de siglo en siglo" (1944). Se observan los paneles o biombos que se colocaron sobre las puertas después del desastre, para esconder en parte el horror de la escena.
REPROCHES Y ACUSACIONES
La primera reacción de la sociedad chilena, fue intentar explicarse lo sucedido. Si bien todo parece indicar que fue la inflamación del gas junto al altar y al presbiterio y no otra cosa lo que desencadenó la tragedia, la dificultad de la salida de los presentes constituyó la garantía de un desastre mayúsculo.
El diario "La Voz de Chile" comentaba al respecto:
"A nadie en particular podemos hacer responsable; pero si los templos, si las horas de función, si la concurrencia hubiesen estado, como debían estarlo, sometidos a racionales y necesarias prescripciones de policía, el incendio, que muchos temían, no habría tenido lugar; y ni no hubiese habido carencia total de recursos, de hombres diestros y de disposiciones para combatir las llamas y salvar a las personas, aún después de declarado el incendio, las desgracias que lamentamos no habrían sobrevenido: porque el atolondramiento y el pánico originados por el fuego, en los espectadores y principalmente en las infelices personas que estaban en el templo, no se habrían pronunciado y nuestra sociedad no habría tenido el indecible martirio de sentir y conocer que había medios para salvar a las dolientes víctimas..."
Se explicó, en un inicio, que una explosión en las líneas abastecedoras de gas de hidrógeno habría provocado el incendio, por lo que las miradas acusadoras se enfocaron sobre la este tipo de combustible. Esto obligó al ya mencionado Ingeniero de la empresa proveedora de hidrógeno, Eduardo Hanson, a hacer pública una carta donde explicaba que sus servicios abastecían sólo el lado del cuarto del Presbítero Ugarte y algunos sectores separados por gruesos muros del recinto donde se reunía el público, de modo que la explicación real del origen del fuego debía ser otra:
"...nace sin duda del hecho de haber comprado el señor Ugarte a la empresa del gas 1.200 globos pintados, que le sirvieron para formar lámparas y arañas provisionales a las que se dio luz no con gas hidrógeno, sino con velas o parafina".
"Abrigo la convicción de que si el señor Ugarte hubiese establecido el alumbrado de gas hidrógeno en la iglesia, conforme a los planos que le presenté en 1858, la horrible catástrofe del martes último, no sólo no se habría realizado, sino que hubiera sido de todo punto imposible el incendio de la iglesia".

También aparecieron algunos testimonios asegurando que, hasta pocos días antes del incendio, se habían producido peligrosas situaciones con relación a los fuegos de iluminación, que los fieles habían alcanzado a detectar y sofocar, de modo que era sólo cosa de tiempo para que se desatase la calamidad.
"El Ferrocarril", por su parte, dirigía su artillería contra el comportamiento de los sacerdotes allí presentes en la tragedia:
"Aunque estamos enteramente persuadidos de que los hábitos religiosos de profesión y el misticismo producen alguna frialdad para con las criaturas perecederas, no queremos dar oídos a semejantes relatos porque ello sería espantoso. No obstante es indudable que en la plazuela de la Compañía no estuvieron como debieron estarlo los numerosos presbíteros que hay en Santiago para salvar a esas pobres mujeres que se quemaban en la misma casa a que ellos contribuían tanto a llamarlas. Habríamos deseado ver a los sacerdotes en general dando muestras de esa caridad que es natural suponerles, y que ellos, no los legos, hubieran sido los primeros héroes de la triste jornada del 8. En esta parte hemos sufrido una completa decepción".
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
A pesar de ello, es digno consignar que en medio del incendio, el Presbítero Huberdault se acercó a las puertas en llamas y, viendo que todo estaba perdido para la mayoría de las mujeres atrapadas, dio allí la absolución a las víctimas, a riesgo de perder la vida entre los derrumbes y llamaradas que salían de la iglesia.
También se produjo una fuerte controversia epistolar entre el Prebendado Joaquín Larraín Gandarillas con el Ministro Domingo Santa María y especialmente con el Intendente Francisco Bascuñán Guerrero, luego de que se rumoreara sobre cartas sacadas del buzón de la Virgen del templo quemado y que estos habrían conocido. Producto de la odiosidad contra el clero y por obra de algunos oportunistas que vieron posibilidades de sacar partido a la calamidad, se decía que ellas demostraban que la iglesia era un foco de corrupción e inmoralidad adjudicándole tal opinión a Bascuñán Guerrero, por lo que Larraín Gandarillas hizo llegar una polémica carta a ambas autoridades, fechada el 16 de diciembre, exigiendo que, por respeto a los deudos, se revelara el contenido real de las cartas para apagar los focos de injuria.
Bascuñán Guerrero le envió de vuelta una extensa respuesta, el día 21, donde negaba muy molesto cualquier opinión semejante sobre las notas y arremetía con dureza contra la invocación al nombre de las víctimas para blindar a la iglesia de las supuestas injurias. Reconocía, no obstante, su "profunda indignación" sobre el contenido de ellas, pero sin revelarlo. El sacerdote envió a contramano una carta más, agradeciendo con gran reverencia la respuesta y dando por terminado el asunto.

A pesar de todas las acusaciones, el resultado del sumario ordenado no determinó responsables directos en la tragedia, al ser comunicado el 18 de julio del año siguiente. La investigación reafirmó la implicancia de las decoraciones y las luminarias de gas en la causa del siniestro e hizo notar "la imprudencia con que había aglomerado en el templo y especialmente en el altar mayor".
CUNDE LA IDEA DE UNA "MALDICIÓN" SOBRE LA IGLESIA
Fue inevitable, además, que cundiera el temor supersticioso y crédulo de las chusmas sobre los sucesos de la Iglesia de la Compañía, en vista del siniestro currículo de tragedias y desastres anteriores que ya traía el templo, porfiadamente mantenido y reconstruido todas las veces que la ira divina quiso echarlo por tierra. La propia voluntad de Dios había sido desafiada, recibiendo el castigo, ahora, cual Torre de Babel o Babilonia. El temor a una maldición, como veremos, fue fundamental para exigir el cierre de la iglesia.
En el mismo sentido, el hecho de que se realizaran los festejos de Inmaculada Concepción de la Virgen la noche del desastre y que la primera reliquia de la iglesia haya sido la cabeza de una de las "11 mil vírgenes mártires de Colonia", como vimos, pudo estimular el mito popular de que había algo como una maldición en esta desgracia, al ser mujeres jóvenes la mayoría de sus víctimas. También penaba el temor a los restos de personas que habían sido enterradas bajo el suelo del templo, en etapas anteriores de las construcciones sucesivamente destruidas.
El mismo reportaje de "El Mercurio" que citamos antes, pedía la demolición de la iglesia:
"...que sus murallas dos veces en el espacio de veinte años cubiertas del hollín de catástrofes que han llevado el luto a toda la nación, no estén recordando a cada familia una víctima, a cada transeúnte el horror de estos recuerdos".
"La Patria" escribía, por su parte:
"El penúltimo incendio de la Compañía se refiere aún por sus testigos. El último se conservará en la memoria, mientras exista la ciudad de Santiago. Este templo estaba señalado por el dedo de Dios, llevaba sobre su frente una maldición espantosa. Que se arrasen sus murallas carcomidas; que se purifique su suelo y no vuelva a levantarse en el mismo lugar otro templo. ¡No deben conservar los hombres un monumento maldecido de Dios!"
"El Ferrocarril", editorializaba con similar amargura:
"Se circulan voces que causan, con justicia, un marcado disgusto en la mayoría de la población. Hay quien afirma que la Compañía será reedificada, pues así lo quiere el metropolitano apoyado por dos de los ministros".
"¿Qué importaría el intentar semejante reedificación? Un reto al país que desde la primera hora ha dicho, en Santiago, en Valparaíso y donde quiera que la noticia ha llegado: ¡Que desaparezca la Compañía! ¡Qué no quede piedra sobre piedra de ese templo perseguido por la fatalidad!"

Los terrores persistieron por un tiempo en torno a la iglesia. Hubo quienes creían ver fantasmas y apariciones asombrosas en el sector, ya desierto y penoso. Los horrores de lo sucedido allí cedieron paso al miedo popular.
En lógica consecuencia, entonces, se convino en el definitivo cierre del templo, clamado por prácticamente la unanimidad social. Veremos que la orden de demolición no tardó en llegar.
07.jpg

Aspecto exterior de la iglesia después del siniestro. Fotografía publicada por C. Peña Otaegui en "Santiago de siglo en siglo" (1944).
REFLEXIONES SOBRE LA OBSTRUCCIÓN DE LAS PUERTAS
Sacando en limpio, parece ser que la desesperación de la muchedumbre y el volcamiento eufórico sobre las puertas fue, luego del fuego, la sentencia de muerte de los fieles. Los muchos testimonios permitieron comprender que el comportamiento de la masa de personas que estaban dentro del recinto, constituyó la razón principal de la desgracia, tanto o más que el propio incendio.
El diario "El Mercurio" comentó al otro día que, además de esta desesperación de los fieles y la trampa de las puertas, la obstrucción de la salida habría sido facilitada por los pomposos vestidos y"ampulosos trajes" utilizados por las mujeres que asistieron a la concurrida ceremonia.
La presión de la desesperada gente contra las puertas, que según se dice se cerraban hacia afuera y se abrían hacia el interior, no tardó en obstruirlas y bloquearlas por la cantidad de personas que intentaban salir por ellas al mismo tiempo, ante la desesperación de los que quedaron encerrados en aquel infierno. También fue fatal que las dos puertas a los lados de la principal, en el frontis, condujeran a salas-capillas conectadas sólo por pequeños accesos al resto del conjunto, de modo que esto colaboró con el hacinamiento y la inmovilización de las víctimas.
Incendio+iglesia+de+la+compa%C3%B1ia+1.jpg
La puerta lateral que daba a la calle Bandera estaba entreabierta al iniciarse el incendio, pero como las aterradas personas se arrojaron con fuerza sobre ellas, las dejaron obstruidas casi al instante. Según Vicuña Mackenna, esta puerta fue"sin disputa la que ofrecía un espectáculo más desgarrador". Recuerda que un ciudadano extranjero, norteamericano o inglés, en un momento se arrojó por esta puerta hacia el interior de la iglesia en llamas, intentando rescatar a una mujer sobre sus brazos, pero el fuego lo rodeó antes de alcanzar a salir otra vez, desapareciendo en el infierno. "Había sucumbido víctima de sus nobles sentimientos", diría el escritor.
Intentando abrirse paso hacia las pocas posibilidades de salida, los infelices fieles se agolparon unos contra otros, levantando montones de cuerpos quejumbrosos contra puertas y muros. La escena era dantesca. Según el diario "Ferrocarril", del día siguiente:
"Había mujeres resistiendo el peso de diez o doce, otras tendidas encima, a lo largo, a lo atravesado, en todas direcciones. Era materialmente imposible desprender una persona de esa masa compacta y horripilante. Los más desgarradores lamentos se oían del interior de la iglesia".
En lo posterior y a largo plazo, el Incendio de la Iglesia de la Compañía quizás hizo un aporte a la legislación chilena, al introducirse el concepto de que las puertas de los lugares públicos deben ser seguras, comprendidas como vías de escape y abrirse hacia el exterior, a diferencia de las trampas mortales que, según algunos, existían en el templo siniestrado. Esta sería la razón por la que los edificios públicos nacionales necesariamente cumplen con tal característica.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
EL FACTOR DE LA DESESPERACIÓN DE LAS VÍCTIMAS
Respecto de la ingerencia que habría tenido la desesperación de las masas al momento del desastre, existen muchas reflexiones y observaciones aleccionadoras.
El investigador Benjamín González Carrera, del Instituto de Investigaciones Históricas General José Miguel Carera, por ejemplo, nos ha comentado de sus recuerdos y conocimientos personales sobre este caso. Nos relató que vivía en Melipilla, su ciudad, una anciana conocida suya y que era hija de una mujer que, siendo niña, había estado en el Incendio de la Compañía y habría salido ilesa, según el testimonio oral que conservó la familia, teniendo tiempo inclusive para devolverse desde una salida al patio por detrás del altar, por la sacristía, para recoger sus sandalias que habían quedado tiradas en el interior de la iglesia en llamas.
Esta posibilidad está confirmada en el plano de la iglesia que elaboró don Manuel M. Sánchez para el Museo Histórico de Santiago, donde se observan dos accesos laterales opuestos al de calle Bandera y que daban hacia el patio.
Según lo que recordaba González Carrera de una entrevista con su fuente, la sobreviviente vio cómo estaban tan desesperadamente acumulados todos sobre las puertas de acceso, que no participaron de la pequeña posibilidad que ella tuvo para salir por otro lado.
Nos preguntamos si este caso tendrá alguna relación con el de una anónima niña descrita por Vicuña Mackenna, que se habría refugiado bajo el asiento de un confesionario, corriendo en un momento hasta las puertas y saliendo con apenas algunas quemaduras en el pelo y los pies.
El escritor también documenta otros casos de salvación similar: una robusta sirvienta de don Antonio Hurtado que, tras correr afanosamente de un lado a otro, logró encontrar escape por el lado de la Sacristía, casi al final de la tragedia, pero prácticamente ilesa; y la joven criada de la casa del General Campino, que consiguió el mismo escape. También una mujer veinteañera logró salir por la sacristía, con el mérito adicional de haber sobrevivido al derrame e inflamación de una lámpara sobre su pelo y espalda.
Cabe añadir que, en la búsqueda de culpables, como vimos, obviamente cundió el cuestionamiento y el reproche, tanto a las autoridades de la Iglesia por la exagerada cantidad de candelas y lo peligroso de las instalaciones. Pero también a los fieles, que se agolparon de manera irresponsable y numéricamente abusiva en un edificio que no estaba preparado para albergar tal sobrepaso de personas.
El citado texto del diario "El Mercurio" incluso puso en cuestionamiento la realización de más "culto nocturno", exigiendo ponerle fin a las "manías devotas a que se deja arrastrar nuestra sociedad femenina".
LA CREACIÓN DEL CUERPO DE BOMBEROS DE SANTIAGO
Uno de los primeros escarmientos que tomó para sí la ciudad, fue la necesidad de crear un cuerpo operativo dedicado especialmente a la extinción del fuego en esta clase de siniestros.
Durante la tragedia, el viento había arrojado una gran cantidad de chispas hacia los tejados de la casa de don José Rafael Echavarría, donde funcionaban los talleres y tiendas del diario "El Mercurio". Granizadas de brasas ardientes cayeron sobre el edificio al desplomarse la torre de la iglesia, ya debilitada por el fuego. Los policías y agentes de la artillería intentaron usar sus bombas para extinguir el peligro de extensión del incendio, pero sus equipos apenas sirvieron y resultaron casi inútiles, debiendo ser los propios moradores de la casa los que lograron contener el fuego, mojando los tejados.
Entre estas primeras reacciones ante lo sucedido, está una carta a la Intendencia de Santiago, suscrita el 11 de diciembre siguiente por los regidores Antonio Vidal, Miguel Dávila, Lorenzo Sazié, Tomás A. Martínez, Pedro V. Urzúa, Cirilo Vigil, Santiago Lindsay y Ambrosio Rodríguez. Decía este documento:
"Los que suscriben, haciendo uso de la facultad que nos confiere la ley sobre organización y atribuciones de las municipalidades, suplicamos a US. que, atendida la urgencia que hay de tomar algunas providencias que en parte tiendan a evitar la repetición de desgracias como la acontecida el 8 del actual, se sirva convocar a la municipalidad a sesión extraordinaria para mañana a la hora de costumbre o la que US. tenga por conveniente, atendiendo el estado de su salud".
Así, se citó a reunión a la Municipalidad de Santiago para el día siguiente, a las 12 del día.
En vista de los problemas que se presentaron al tratar de extinguir el fuego, se hizo evidente, entonces, que Santiago necesitaba una Compañía de Bomberos propia, similar al cuerpo que ya funcionaba en la ciudad de Valparaíso. Hasta entonces, el combate del fuego estaba encargado a una unidad policial llamada Batallón de Zapadores Bomberos, pero era evidente que la situación del incendio había superado ampliamente sus capacidades.
El mismo día 11 de diciembre, entonces, con los restos de la iglesia aún humeantes, el acomodado y visionario vecino de Santiago, don José Luis Claro y Cruz, decidió echar manos al asunto e hizo publicar el siguiente llamado público en "La Voz de Chile", apareciendo al día siguiente en "El Ferrocarril":
"Al público: Se cita a los jóvenes que desean llevar a cabo la idea del establecimiento de una Compañía de Bomberos para el 14 del presente a la una de la tarde, al escritorio del que suscribe".
Este suceso y la masiva llegada de valientes voluntarios, fue el punto de partida para la creación de la primera compañía del noble Cuerpo de Bomberos de Santiago de Chile, una institución que, por siglos ya, ha llenado de orgullo a la sociedad chilena y ha permitido compensar con la astucia y la voluntad perdurable la tragedia de esas miles de víctimas calcinadas entre los muros de la Iglesia de la Compañía, haciendo de ellas personas que no murieron en vano, después de todo.
La reunión para la creación de Cuerpo de Bomberos se realizó en dependencias del Casino de la Filarmónica, iniciándose con ella la inscripción y la recolección de fondos de uno de los episodios más importantes de la historia de nuestra ciudad, y del que prometemos hacer merecido caudal en futuras entradas.
incendio2.jpg

Ruinas de la iglesia, después del infierno...
LA ORDEN DE DEMOLICIÓN DEL TEMPLO
En la misma jornada del día 12, en tanto, los vecinos de Santiago había logrado reunir una tremenda cantidad de firmas solicitando la demolición de las ruinas de la iglesia, por carta presentada al Gobierno. La idea no podría ser resistida considerando, además, que las paredes del lado de Bandera amenazaban con desplomarse hacia el interior. No había más excusas, entonces, para postergar lo inevitable.
Las fotografías de la época son claro testimonio de que los peligros de la Iglesia de la Compañía aún continuaban, después del incendio. Estas impresionantes imágenes, actualmente, son exhibidas en el Museo del Carmen del Templo Votivo de Maipú, constituyendo un material de inmenso valor histórico.
Ello, sumado al clamor popular exigiendo la destrucción de tan siniestro recuerdo en la ciudad de Santiago, no permitió espacio a idea alguna sobre la posible reconstrucción de un templo que, a ojos de la ciudadanía, representaba la casa de la muerte y un símbolo maldito.
Aún se sentía el olor del humo y de los tizones mojados, entonces, cuando se propuso la creación de un jardín y de un monumento sustituyendo las ruinas. Y el día 14 de diciembre siguiente, el Gobierno ordenó por decreto la definitiva destrucción de las murallas que aún quedaban en pie:
"Destrucción de las Ruinas de la Compañía. Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública, dic, 14 de 1863.
Núm. 1383: En vista de lo expuesto en la nota que antecede, he acordado y decreto:
Art. 1º Procédase a la demolición de las murallas del incendiado templo de la Compañía.
Art. 2º Concédase un término de diez días para la extracción de los cadáveres que están en dicho templo."

Como hemos dicho, la valiosa pieza del reloj del templo fue rescatada y llevada hasta la Iglesia de Santa Ana, donde actualmente se encuentra pese a que muchos santiaguinos desconocen este dato. Allí encontró la paz y relajo que su casa original nunca pudo garantizarle. La campana principal también fue rescatada y trasladada después a la Ermita del Cerro Santa Lucía. Una campana menor que salió de entre las cenizas y que habría pasado a manos particulares, hoy se encontraría en el Museo San José del Carmen de El Huique, según la información de la que disponemos aunque sin poder confirmarla, mientras que otras de la torre mayor fueron rematadas y llevadas hasta Inglaterra. Algún día abundaremos sobre estas piezas.
Coincidentemente, en los días siguientes a la orden de demolición, las Juntas de Socorro se organizaron para proporcionar ayuda económica a los huérfanos y familiares de las víctimas.
imagenesdespuesdelincendio.jpg

Imágenes fotográficas con el aspecto del templo después del incendio, de la colección del Museo del Carmen del Templo Votivo de Maipú.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
ECOS DIPLOMÁTICOS DE LA TRAGEDIA
El dolor de la catástrofe tuvo efectos, inclusive, sobre los agitados cuadros de las relaciones exteriores de la época, como consecuencia colateral de la gravedad de los sucesos y de la inclinación natural de las sociedades a la solidaridad y la gratitud.
Como dijimos, el heroísmo de los empresarios y representantes norteamericanos durante el rescate de los sobrevivientes, tuvo una consecuencia social interesante en la sociedad chilena, desconfiada casi por inclinación natural de la Unión y considerando que en esos días había un inusitado fervor latinoamericanista en el país opuesto a la simpatía por Washington, propiciado por personajes como Vicuña Mackenna y Lastarria. Misma fiebre que empujara a la delirante aventura belicista contra España en favor del Perú, dos años después. El sentimiento antiyanqui también se había visto beneficiado por el resquemor que provocaron los azotes filibusteros de William Walker y otros.
Pero las pasiones encontraron un instante de mesura tras aquella jornada de fuego y muerte. La admiración por la ayuda dada a las víctimas por los norteamericanos, tanto en el momento del incendio como en las Juntas de Socorro de los días posteriores, cambió radicalmente la impresión de la sociedad chilena sobre los mismos.
El Ministro Nelson presentó, el 11 siguiente, sus sentidas condolencias a nombre de su patria y también participó, junto a Meiggs, Rand y otros, en una generosa colecta en favor de los huérfanos que provocó la tragedia.
Las relaciones con Argentina también volvieron a la relativa paz, en medio de estos hechos, apartando de momento las asperezas del debate que por entonces sostenían Santiago y Buenos Aires por la posesión de los territorios de la Patagonia Oriental y Magallanes. Ya antes se había distendido parte de esta tensión también a raíz de un hecho doloroso, cuando fue la Argentina quien debió conocer el horror con el terremoto del 20 de marzo de 1861, que dejó prácticamente en el suelo toda la provincia de Cuyo.
Así, el Consulado General de la Argentina hizo llegar una sentida carta de condolencias a La Moneda, el 14 de diciembre después del incendio, formalizando el pésame con la firma del Cónsul Gregorio Beéche. La sensible nota fue respondida por el Ministro Tocornal, tres días más tarde. En Mendoza también se organizaron colectas, por nota del 21 de diciembre siguiente, para asistir a los desvalidos y dignificar las ceremonias funerarias que se harían en Nuestra Señora de Loreto homenajeando a las víctimas de Santiago.
En tanto, el día 16 de diciembre y con la atención internacional puesta en Chile, se rindieron los honores correspondientes a las víctimas, en la Catedral Metropolitana. Correspondió a don Mariano Casanova pronunciar las oraciones fúnebres. El desfile de luto culminó frente al Palacio de la Moneda.
congreso2.jpg

La fatídica esquina de Bandera con Compañía, donde se emplazaba antes el templo siniestrado. Hoy, convertida en jardines del ex Congreso Nacional.
MONUMENTOS A LAS VÍCTIMAS
El primero en hacer un aporte para comenzar una colecta pública con el objetivo de habilitar una plaza y un monumento en el lugar de la tragedia, fue don Francisco Ignacio Ossa, quien aportó 1.000 pesos y llevó su solicitud ante el Gobierno, asistido por otros colaboradores convencidos de la misma idea. Propuso la construcción de un homenaje permanente a través de la siguiente proclamación pública, del 10 de diciembre de 1863, sólo dos días después de la tragedia:
"¡Elevemos un monumento de eterna recordación a las desgraciadas víctimas! ¡Un monumento que despierte las simpatías de las edades venideras, cuyos votos se unirán a los nuestros en una cadena sin fin!"
"Solicitemos del gobierno el terreno que ocupaba la iglesia y destruyamos sus muros. Libres de escombros se formará un jardín, en cuyo centro se elevará un monumento de mármol blanco con inscripciones que recuerden el fatal suceso que justamente lloramos, colocando al derredor de todo el espacio del templo una sólida verja de hierro que impida a los indiferentes profanar con su planta este lugar por tantos motivos venerado. Una comisión de personas inteligentes llevará adelante nuestro pensamiento que suplicamos a todos aceptar como el único expiatorio, y que representa dignamente el profundo dolor que nos agobia".
"Me asocio y me suscribo con ps. 1.000".

La iniciativa de Ossa y del Gobierno Supremo no tardó en encontrar eco, adhiriendo a ella Ángel Custodio Gallo y Manuel Recabarren, entre otras figuras de la época. Se eligió con celeridad una comisión y en la noche del día 11, se reunieron en la casa de don Ignacio Javier Ossa para discutir sobre el proyecto de un monumento. Para el entendimiento con el Gobierno y el Congreso, se designó otra comisión especial, liderada por don Antonio Varas y Manuel Rengifo.
La obra artística quedó encargada al escultor francés Albert-Ernest Carrier-Belleuse, quien fuera profesor de Rodin y autor, además, del Monumento Ecuestre del General Bernardo O'Higgins. La fundición de la obra en bronce sería ejecutada por la famosa casa parisina Val D'Osne.
El 15 de diciembre se formalizaron ante la Intendencia las comisiones que se encargarían de la recolección de los aportes para la construcción del monumento. Éstas estaban asignadas a las siguientes áreas geográficas de la ciudad:
  • Barrios del sector Norte.
  • Barrio Yungay.
  • Centro de la ciudad, desde calle Bandera hacia el Oriente.
  • Centro de la ciudad, desde calle Bandera al Canal Negrete (hoy avenida y plaza Brasil).
  • Sur de la ciudad, desde calle vieja de San Diego hacia el Oriente.
  • Sur de la ciudad, desde calle vieja de San Diego hacia el Poniente.
  • Sur de la ciudad, desde Canal de San Miguel hasta el Zanjón de la Aguada.
Pese a todos los esfuerzos y apuros, el Monumento a las Víctimas del Incendio de la Compañía de Jesús pudo ser erigido recién en 1873, diez años después de la tragedia. Hemos hablado de él en otra entrada.
Se ha creído en varias fuentes que la obra fue levantada frente a la ex placilla de la iglesia donde hoy está el Palacio de los Tribunales de Justicia, pero no es así: estaba al frente del Congreso Nacional, que por entonces recién se construía, hacia calle Bandera, donde hoy se encuentran los jardines del ex Congreso Nacional de Santiago.
Este monumento original fue trasladado al cementerio y luego hasta la fosa donde se depositaron los restos de las miles de víctimas, en el acceso principal del Cementerio General, frente a lo que hoy es Avenida La Paz y la entrada principal del camposanto. Su virgen sufriente de brazos extendidos y sus ángeles fueron colocados sobre una nueva estructura monumental con aspecto de pilar románico.
El monumento, en su actual ubicación, constituye la figura central del bello y antiguo conjunto arquitectónico de este sector de la Plaza La Paz, con la mujer clamando piedad hacia el infinito, mientras, desde la base, los cuatro ángeles mantienen expresiones de desgarrador dolor, lamentando por el resto de los siglos la tragedia que enlutó a un país entero y que se registra entre los peores siniestros de la historia de la humanidad si lo comparamos con la muy inferior cantidad de vidas que arrebató el Incendio de Londres o el de Chicago, dos de las más grandes tragedias del mundo.
Un conjunto escultórico inspirado en la línea dejada por Carrier-Belleuse pero de orientación religiosa, quedó instalado en la plaza del ex Congreso sobre las bases del monumento anterior, para honrar la memoria de las víctimas.
La imagen de María Inmaculada que hoy se ve allí, al igual que el conjunto escultórico anterior, se alza exactamente en el punto donde estaba antes el Altar Mayor del templo, precisamente por donde comenzó la tragedia de fuego y muerte de 1863.
monumento3.jpg

Monumento a las víctimas del Incendio de la Compañía, en su actual ubicación, frente a las puertas del Cementerio General, al final de Avenida La Paz. Las bases y la columna fueron construidas especialmente para montarlo allí con el traslado.

congreso1.jpg

Monumento a las víctimas del Incendio que actualmente se encuentra en el ex Congreso Nacional de Santiago. Conserva las bases, la columna y la plataforma central del conjunto originalmente montado allí, y cuyas estatuas hoy están en la Plaza de Avenida La Paz.

Gentileza.

Urbatorivm: crónicas y apuntes de exploración urbana
 
  • Me gusta
Reacciones: Pitón Ruso

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Coincidencias del 8 de diciembre, un día "incendiario":

1) El 8 de diciembre de 1863 se quema la Iglesia de San Miguel Arcángel con 2.000 víctimas (o más). Una de las primeras medidas tomadas tras este desastre fue reunir, organizar y fundar el Cuerpo de Bomberos de Santiago.

2) El 8 de diciembre de 1870 tiene lugar el incendio del Teatro Municipal, justo en el séptimo aniversario del Incendio de la Compañía. Muere allí Germán Tenderini, primer mártir del mismo Cuerpo de Bomberos de Santiago fundado tras la tragedia.

3) El 8 de diciembre de 2010, precisamente el día en que se había preparado un acto de recuerdo de la tragedia de la Iglesia de San Miguel de la Compañía, se produce el incendio del Penal San Miguel.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
EL MONUMENTO A LAS VÍCTIMAS DEL INCENDIO DE LA COMPAÑÍA: ¿CUÁNTOS SON? ¿DÓNDE ESTÁN? ¿CUÁL ES EL ORIGINAL? (PARTE I)


09.jpg

Imagen del primer monumento (apodado "La Dolorosa") con su aspecto y ubicación originales.
Coordenadas: 33°26'17.80"S 70°39'10.17"W (primero) 33°25'5.06"S 70°39'0.72"W (segundo)
Era el martes 8 de diciembre de 1863, día de la Purísima y último del Mes de María. Cerca de las 19:00 horas, se habían reunido más de 2.000 personas -especialmente mujeres- en la Iglesia de la Compañía de Jesús de la esquina de las calles Compañía y Bandera. Más de 7 mil luces estaban encendidas con gas y aceite en el recinto. Ni siquiera otro dramático incendio anterior, sucedido en 1841, había hecho escarmentar a los curas sobre los peligros que alojaba el templo al mantener lámparas de fuego en su interior.
Sucedió, entonces, una de las peores tragedias de la historia mundial: cerca del Altar Mayor, comenzó un foco de fuego a causa de una de estas lámparas. Las llamas se apoderaron de un retablo de madera y un lienzo al fondo, subiendo desde allí a la cúpula. Una estampida de personas corrió frenética hacia las puertas, dejando rápidamente obstruidos los accesos y, en algunos casos, totalmente bloqueados, pues las puertas se abrían hacia el interior de la iglesia y la muchedumbre presionaba desesperada hacia el exterior, mientras le llovían vigas y tablas ardientes sobre la cabeza.
monumento4.jpg
El fuego había alcanzado ya al presbiterio y las puertas, condenando a los atrapados ante la mirada desesperada de quienes estaban afuera, intentando rescatar a los que se hallaran más a mano. En media hora, las llamas y el humo sofocaron a más de 2.000 personas, según las estimaciones, llenando de un infierno de muertos calcinados lo que, hasta minutos antes, era la casa de Dios y la más popular de las iglesias de la capital chilena. Prometemos detallar estos trágicos sucesos de nuestra historia en un futuro posteo.
La sociedad santiaguina creyó, entonces, que la Iglesia de la Compañía de Jesús estaba marcada por un sino maldito, exigiendo que las autoridades la borraran de la faz de la tierra.
Intentando lavar de la memoria las imágenes de la iglesia en ruinas y de cientos de carretadas de cadáveres que debieron hacerse en los días que continuaron para poder despejarla, los vecinos de la ciudad se organizaron para rendir un tributo permanente a todos los infortunados, creando en el lugar una pacífica plaza ciudadana y un monumento de homenaje a los fallecidos. En estas instancias, además, se acordó crear las juntas de socorro para familiares de las víctimas y se fundó la Compañía de Bomberos de Santiago, otro de los hitos más importantes de la historia de Chile.
Sólo una ínfima parte de los cadáveres pudieron ser reconocidos y sepultados en tumbas familiares. El resto de las miles de víctimas fueron trasladas hasta una fosa frente al Cementerio General, en barrio La Chimba, donde encontraron la paz eterna. Según Benjamín Vicuña Mackenna, esta fosa medía 25 varas (20,89 metros) en cuadro y significó el esfuerzo de 200 hombres para poder ser cavada. Para evitar los malos olores, se usó una gran cantidad de cloruro de cal y otras sustancias, esparcidas sobre los restos.
05.jpg

Fotografía de la Iglesia de la Compañía en llamas, con retoques artísticos.
CAMPAÑAS Y DESEOS DE HOMENAJEAR A LAS VÍCTIMAS
Una de las primeras reacciones registradas tras la tragedia, fue la expresada en una carta a la Intendencia de Santiago el 11 de diciembre, suscrita por los regidores Antonio Vidal, Miguel Dávila, Lorenzo Sazié, Tomás A. Martínez, Pedro V. Urzúa, Cirilo Vigil, Santiago Lindsay y Ambrosio Rodríguez, donde se solicitaba la realización de una reunión especial para "tomar algunas providencias que en parte tiendan a evitar la repetición de desgracias como la acontecida el 8 del actual". En respuesta, se convocó a reunión municipal para el día siguiente.
Hasta entonces, el combate del fuego estaba encargado a una unidad policial llamada Batallón de Zapadores Bomberos. Pero, tras lo ocurrido y considerando las dificultades observadas, se hizo evidente que la ciudad de Santiago necesitaba un cuerpo especial de Bomberos como el que había en Valparaíso, por lo que el prestigioso y acomodado vecino de la capital, don José Luis Claro y Cruz, convocó por llamado público de ese mismo día 11, a los voluntarios que quisieran integrar la compañía que estaba próxima a ser fundada. También hablaremos a futuro de este importantísimo episodio de la historia metropolitana.
Fue así como, junto con pedirse a coro la demolición del edificio, cundió también la idea de la creación de un jardín y de un monumento en el lugar de las ruinas humeantes del templo maldito.

Desde el día 9 comenzaron a reunirse los vecinos para conversar sobre cómo dar curso a estos propósitos. El primero en hacer un aporte iniciando, así, una colecta pública con este objetivo, fue don Francisco Ignacio Ossa. Aportó 1.000 pesos y propuso la construcción de un homenaje permanente a las víctimas, a través de una temprana proclamación pública, del 10 de diciembre siguiente al de la tragedia:
"¡Elevemos un monumento de eterna recordación a las desgraciadas víctimas! ¡Un monumento que despierte las simpatías de las edades venideras, cuyos votos se unirán a los nuestros en una cadena sin fin!"
"Solicitemos del gobierno el terreno que ocupaba la iglesia y destruyamos sus muros. Libres de escombros se formará un jardín, en cuyo centro se elevará un monumento de mármol blanco con inscripciones que recuerden el fatal suceso que justamente lloramos, colocando al derredor de todo el espacio del templo una sólida verja de hierro que impida a los indiferentes profanar con su planta este lugar por tantos motivos venerado. Una comisión de personas inteligentes llevará adelante nuestro pensamiento que suplicamos a todos aceptar como el único expiatorio, y que representa dignamente el profundo dolor que nos agobia".
"Me asocio y me suscribo con ps. 1.000".

La iniciativa de Ossa y sus colaboradores prendió con fuerza en el Gobierno Supremo, logrando convencer también a don Ángel Custodio Gallo y Manuel Recabarren, entre otras figuras de la época.
08.jpg

Carretas retirando los cuerpos calcinados. Fotografía publicada por C. Peña Otaegui en "Santiago de siglo en siglo" (1944).
ORGANIZACIÓN SOCIAL Y DEMOLICIÓN DEL TEMPLO
En la noche del día 11, se improvisó una comisión sobre el asunto y se reunieron en la casa de don Ignacio Javier Ossa, para discutir sobre el proyecto de un homenaje público, compuesto del monumento y de los jardines. Se designó otra comisión especial, para coordinar con el Gobierno, liderada por don Antonio Varas y don Manuel Rengifo. Al día siguiente, le fue entregada una petición formal a la Presidencia de la República, firmada por una gran cantidad de personas. Decía en esta carta:
"El infausto acontecimiento que, en la tarde del ocho del actual, ha cubierto de luto a Santiago y que sumirá en el dolor a la República entera, reclama del gobierno de V. E. la inmediata adopción de una medida que, borrando las huellas del martirio, consagre un monumento de eterno recuerdo a la memoria de tanta víctima inocente. Tal es el deseo de todo corazón chileno, y haciéndonos eco de este sentimiento general, ocurrimos a V. E. solicitando la cesión del terreno que ocupaba el templo de la Compañía, para proceder desde luego y a nuestra costa a su demolición, a fin de realizar aquel piadoso pensamiento".
En tanto, la población se organizó para realizar una masiva procesión proyectada desde la plazuela de la destruida iglesia hasta el Palacio de la Moneda, con objeto de acelerar la orden de demolición y dar pie a la construcción de los jardines y monumentos. La reunión comenzó a las dos de la tarde del día 14, asistiendo unas dos mil personas. Justo en esos instantes, el Gobierno había ordenado por decreto a la Intendencia la demolición:
"Núm. 1383: En vista de lo expuesto en la nota que antecede, he acordado y decreto:
Art. 1º Procédase a la demolición de las murallas del incendiado templo de la Compañía.
Art. 2º Concédase un término de diez días para la extracción de los cadáveres que están en dicho templo."

En el encuentro, don Guillermo Matta leyó el texto del decreto desde una ventana del Consulado. Los presentes estallaron en vítores para el Presidente J. J. Pérez y su decisión. Similares reacciones se produjeron en Valparaíso, una vez que los telégrafos llevaron la noticia hasta el puerto, realizándose una reunión en el teatro de la Victoria.
inauguracion-monumento-compania.jpg

Grabado litográfico de la época, mostrando inauguración del monumento en 1873.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
SE DA CURSO OFICIAL A LA CONSTRUCCIÓN DEL MONUMENTO
El 15 de diciembre de 1863, la Intendencia de Santiago acogió los llamados y, previa reunión, estableció lo siguiente:
"Estando terminada la fosa común y guardados ya en ella los restos de las víctimas que perecieron en el terrible incendio del templo de la Compañía, en la noche del 8 del corriente, y cuyos cadáveres no han podido ser reconocidos por los deudos, no obstante las más prolijas investigaciones, y siendo necesario que se erija un monumento que eternice el sentimiento profundo producido por esta catástrofe que ha llenado de consternación y luto a todos los hogares; y deseando la Intendencia hacerse el intérprete del pensamiento general a este respecto, he venido en acordar:
Nómbranse las comisiones que a continuación se expresan para que procedan a promover y recabar suscripciones en el barrio que se les designa, para costear con ellas un monumento fúnebre que guarde los restos de las víctimas de la aciaga noche del 8 del corriente y que simbolice el santo y respetuoso dolor del vecindario de esta capital por su desgraciada suerte".

Así, se formalizaron ante la Intendencia las comisiones que se encargarían de la recolección de los aportes para la construcción del monumento. Figuraban en ellas los nombres de importantes personajes de la historia de la ciudad, y estaban asignadas a las siguientes áreas geográficas:
  • De los Barrios del sector Norte.
  • Del Barrio Yungay.
  • Del Centro de la ciudad, desde calle Bandera hacia el Oriente.
  • Del Centro de la ciudad, desde calle Bandera al Canal Negrete (hoy avenida y plaza Brasil).
  • Del Sur de la ciudad, desde calle vieja de San Diego hacia el Oriente.
  • Del Sur de la ciudad, desde calle vieja de San Diego hacia el Poniente.
  • Del Sur de la ciudad, desde Canal de San Miguel hasta el Zanjón de la Aguada.
Los fondos que lograran captar estas comisiones serían depositados en la Tesorería Municipal. Al mismo tiempo, se invitó a ingenieros y arquitectos en general para que ofrecieran sus propuestas con relación "a la forma del monumento de que se ha hecho mérito y a la manera cómo debe ejecutarse".
foto1891.jpg

Posición que tenía realmente el monumento original, que aparece a la derecha del encuadre. Esta fotografía fue publicada por "The Illustrated London News" el 31 de enero de 1891.
10.jpg

Imagen del monumento en los jardines, cuando todavía se estaba concluyendo el edificio del ex Congreso Nacional de Santiago.

EL PRIMER MONUMENTO
Decidida ya la creación de la plaza y la elevación del monumento, la obra artística fue encargada al prestigioso escultor francés Albert-Ernest Carrier-Belleuse (1824-1887), quien es autor, además, del Monumento Ecuestre del General Bernardo O'Higgins que hoy se observa a la entrada del Paseo Bulnes, frente al Palacio de la Moneda. Fue bautizada sencillamente como "Víctimas" o "Al Dolor" (su nombre varía según la fuente consultada), aunque popularmente se le llamó también "La Dolorosa". Cabe comentar que Carrier-Belleuse había sido profesor de Rodín y su hijo, Louis-Robert, siguió los talentos de su padre, siendo uno de los artistas más famosos de su época. Sus trabajos tenían una orientación notoriamente devota del arte clásico y mitológico, especialmente su obra "La Abducción de Hippodameia", que algunos le consideran la mejor.
A pesar de todos los esfuerzos y las campañas que se constituyeron casi al instante después de la tragedia, se impusieron los retrasos y varios otros problemas. Por esto, el Monumento a las Víctimas del Incendio de la Compañía de Jesús terminaría siendo erigido sólo diez años después de la tragedia, inaugurado el 11 de diciembre de 1873, en un sentido acto público. Fue fundido en bronce en la famosísima casa artística parisina Val d'Osne, que por esos mismos años había sido solicitada por el Intendente Vicuña Mackenna para la producción de gran parte del mobiliario urbano de Santiago, especialmente en la ornamentación original del Cerro Santa Lucía.
Como hubo quizás mucha influencia de activas organizaciones y representantes de la masonería en la construcción de este monumento, algunas leyendas ya debilitadas hablaban de un intento por esconder bajo el mismo el supuesto y fantástico acceso al mítico Subterráneo de los Jesuitas, que según la leyenda abarca gran parte del subsuelo de la ciudad y del que se han tenido algunas pretendidas noticias incluso al lado, bajo el ex Congreso Nacional. La leyenda decía que el monumento, además de señalar el lugar del "acceso" (que en realidad está en donde antes se hallaba el altar mayor) además de esconderlo con todos sus secretos a los ojos profanos.
Se constituía de una base y una columna de mármol que se elevaba exactamente en el punto donde estaba antes el Altar Mayor del templo, al frente de lo que serían los accesos por calle Bandera del ex Congreso Nacional de Santiago, edificio cuya etapa final comenzó a construirse sólo tres años después de erigido el monumento frente a donde se encuentran hoy las monumentales columnas de su fachada, hacia calle Bandera. La figura central conjunto, sobre la columna, era una virgen que extiende sus brazos hacia el infinito, clamando piedad. Sus pies están rodeados de bucles, alusivos a las llamas.
En la base, bellamente diseñada, cuatro ángeles con expresiones de dolor desgarrado se lamentan en posiciones terribles, sufriendo por la tragedia. Bajo la vigilancia de un pequeño ángel querubín, una placa rezaba en letras mayúsculas, lo siguiente:
"A la memoria de las víctimas inmoladas por el fuego el VIII de Diciembre de MDCCCLXIII".
"El amor y el duelo inextinguibles del pueblo de Santiago".
"Diciembre VIII de MDCCCLXXIII".

Debemos comentar que, en algunas fuentes consultadas, se asegura que la obra fue levantada frente a la ex placilla de la iglesia y que debió ser trasladada desde allí para la construcción del Palacio de los Tribunales de Justicia. Sin embargo, la ubicación histórica del conjunto era la que hemos señalado aquí, en los actuales jardines de Compañía con calle Bandera. Como hemos dicho, era el lugar que ocupara la Iglesia de la Compañía, o más precisamente el Altar Mayor. Después, los jardines del ex Congreso Nacional, llamados Plaza O'Higgins, fueron abiertos precisamente como parte del homenaje a las víctimas que allí encontraron la muerte en tan dramática situación.
monumentocongreso3.jpg
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
EL MONUMENTO A LAS VÍCTIMAS DEL INCENDIO DE LA COMPAÑÍA: ¿CUÁNTOS SON? ¿DÓNDE ESTÁN? ¿CUÁL ES EL ORIGINAL? (PARTE II)


finesa%C3%B1osveintes.jpg

Monumento en su ubicación definitiva, a fines de los años veintes.
Coordenadas: 33°26'17.80"S 70°39'10.17"W (primero) 33°25'5.06"S 70°39'0.72"W (segundo)(Continuación de la entrada anterior)
TRASLADO Y ASPECTO ACTUAL
El conjunto artístico "Al Dolor", apodado más popularmente "La Dolorosa", permaneció en los jardines del Congreso Nacional de Santiago hasta el cambio de siglo, más o menos, por razones que veremos. Luego, se decidió trasladarlo hasta el interior del Cementerio General y desde ahí hasta afuera, sobre la fosa donde se depositaron los restos de las miles de víctimas enfrente del acceso principal por la Avenida La Paz (aunque debo comentar que hay quienes suponen que la fosa está realmente en una calle interior del camposanto, donde habría estado provisoriamente la imagen), tras una campaña iniciada por el destacado bombero de la Quinta Compañía, Teniente Alberto Ried Silva, escultor y escritor quien es recordado, además, por escribir el himno de su su Quinta y también por fundar la Compañía de Bomberos de Ñuñoa.
Aunque había voces clamando para que fuera llevado al cementerio, también influyó en este suceso que el concepto del monumento haya sido más bien laico y de poca evocación religiosa, en tiempos en que aún quedaba en el aire un sentimiento parcial de encono hacia la Iglesia por sus responsabilidades en la tragedia.
Se ha dicho que algunos interpretaban que el monumento de Carrier-Belleuse era de carácter pagano y hasta hereje, alusiva a ritos extraños, a la caída de los ángeles y otros gafes, creándose una leyenda negra en torno al mismo. En realidad, lo que horrorizó a algunos era el gesto de la mujer, como implorando algo al cielo, en una actitud de estar imprecando alguna desconocida deidad, algo reñido con el cristianismo. También incomodaban los ángeles, vestidos con túnicas que apenas escondían su desnudez.
Estos rubores habrían motivado la decisión de su traslado desde el Congreso Nacional hasta el ex barrio de La Chimba hacia 1878, tan sólo cinco años después de inaugurada la obra. Sin embargo, sólo pudieron llegar a su lugar definitivo hacia 1928, luego de retirados los cipreses de la plazoleta de avenida La Paz.

Sin embargo, sólo se cambiaron de sitio las figuras de la mujer sufriente y los ángeles, permaneciendo en su lugar la base y la columna de mármol originales, que pertenecían al concepto de Carrier-Belleuse que ahora iba a ser reemplazado con nuevas esculturas. Los ángeles cambiados de sitio están ahora en posiciones más bajas que en el monumento anterior, a la altura de los observadores.
monumento3.jpg

Vista actual del monumento.
monumento9.jpg

Vista posterior.
DSCF6313.jpg

Acercamiento frontal a "La Dolorosa".
Allá en el Cementerio General, se levantó sobre el lugar de la fosa una nueva base y una columna enladrillada, donde fueron montadas las imágenes, permaneciendo allí hasta nuestros días. La mujer fue colocada con su vista hacia el Sur, en dirección al lugar de los dolorosos sucesos. La inscripción recuerda para quiénes se ha creado este monumento, y una placa reproduce desde su reinauguración una parte del Acta de Fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago:
"En Santiago de Chile, a veinte días del mes de diciembre de 1863, a consecuencia del voraz incendio del templo de la Compañía que arrebató a esta capital dos mil madres e hijas, numerosos vecinos se han reunido con el propósito de formar un Cuerpo de Bomberos Voluntarios que prevenga en lo futuro, desgracias de igual origen.
José Besa
Manuel Recabarren
Enrique Meiggs
Manuel Antonio Matta
(Del Acta de Fundación del Cuerpo de Bomberos de Santiago)
1928"

Otra placa reproduce el histórico llamado que permitió fundar el Cuerpo de Bomberos de Santiago, como reacción a la tragedia. Corresponde a la convocación pública que hiciera a través de la prensa el connotado vecino Claro y Cruz, como hemos dicho:
"Se cita a los jóvenes que desean llevar a cabo la idea del establecimiento de una Compañía de Bomberos para el 14 del presente a la una de la tarde, al escritorio del que suscribe
Santiago, 11 de diciembre de 1883
José Luis Claro".

Cabe indicar que muchas referencias disponibles en internet y en algunos textos más bien recientes, dan por hecho que el traslado de este monumento hasta el Cementerio General tuvo lugar hacia 1905 y tienden a hacer suponer que el mismo fue completo; es decir, de todo el conjunto. Pero estos son sólo otro de los varios errores y confusiones que orbitan en torno a la historia del artístico monumento.
monumento2.jpg

monumento1.jpg

monumento5.jpg

monumento6.jpg

monumento7.jpg

monumento8.jpg
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
EL SEGUNDO MONUMENTO
Con las bases y la columna, todas de mármol, en el mismo lugar en los jardines de la Plaza O'Higgins del Congreso Nacional de Santiago, se había procedido a poner en ellas un conjunto escultórico inspirado sólo en la línea general dejada por Carrier-Belleuse, para continuar honrando allí la memoria de las víctimas, en un sitio tan sensible para la historia como es el lugar preciso donde estaba el Altar Mayor de la Iglesia de la Compañía, como vimos.

A diferencia del conjunto anterior, que no tenía la evocación religiosa que algunos le exigían a una obra de estas características, la nueva tendría un carácter evidentemente ligado a la fe, basándose en diseños del famoso escultor italiano Jacometti, tal como sucedió con la Virgen del Cerro San Cristóbal.
Tanto la virgen llamada La Purísima, como los nuevos ángeles, se encargaron en 1878 al escultor nacional José Miguel Blanco con mármol Carrara. Tanto fue el espanto causado por las anteriores figuras que el artista recibió cartas de la señora Carmen L. Ossa, distinguida dama ligada al proyecto nuevo, presionándolo para no repetir el error de desnudar demasiado sus ángeles e invitándolo a recibir a las "muchas señoras" que irían a su taller a verificar su correcto trabajo.
La imagen de María Inmaculada se eleva, ahora, en el sitio donde estaba antes la sufriente mujer con sus brazos extendidos. Es llamada también La Virgen Orante. Existen registros del cambio de siglo donde ya aparece retratada como postales y estamas religiosas, además de los grabados publicados en "République du Chili", de F. A. Brockhaus, editado en Leipzig. Según la investigadora Liisa Flora Voionmaa Tanner, el congreso decidió su instalación en 1900, pero ya hemos visto que Blanco trabajaba la escultura ya en 1878.
Esta escultura de mármol de la Virgen de la Inmaculada Concepción reza en posición de recogimiento por las víctimas del incendio. Los ángeles de bronce fueron sustituidos por otros ángeles dolientes, también de mármol blanco. No tienen tanta dulzura como los rostros de los originales que están en el Cementerio General, pero sin duda tienen una belleza notable, de facciones casi de serafines renacentistas. A diferencia de los otros, que son sufrientes y dolorosos, éstos tienen la serenidad de los ángeles que reciben en la gloria celestial a las víctimas. También se conservan los pequeños querubines de bronce del monumento original, bajo cada uno de los ángeles mayores. Uno de ellos custodia aún la primera placa que está allí, desde la fundación del conjunto artístico original en 1873.
Los jardines de la Plaza O'Higgins del ex Congreso están bellamente mantenidos, por lo que el monumento pasó a ser sólo la más visible de las piezas que allí se encuentran, existiendo varias otras estatuas y faros de gran esplendor artístico, provenientes de la casa francesa Val D'Osne, incluyendo una hermosa pileta. Árboles grandes, flores y palmas completan el jardín. En general, nada queda ya del horror que allí se viviera en 1863.
fotoantigua.jpg

Postal antigua con el nuevo conjunto del monumento.
monumentocongreso2.jpg

Vista actual del monumento en los jardines de la plaza.
monumentocongreso1.jpg

Vista posterior.
Así pues, el conjunto original quedó repartido entre los dos monumentos. Y los dos, a su vez, son para las víctimas del incendio.
Muchas fuentes tienden a creer, repitiendo otro extendido error, que éste sería el monumento originalmente levantado en 1873 para la memoria de las víctimas del incendio. Con extraña audacia, algunas dicen incluso que fue trasladado desde la plazoleta de la iglesia (en la que nunca estuvo) hasta su actual posición en el ex Congreso Nacional. Pero todo es una equivocación, nuevamente: ya vimos que siempre ha sido ésta su ubicación original y que sólo conserva las bases del primer conjunto escultórico, pero no sus figuras principales, como se confirma comparando las fotografías antiguas disponibles del monumento.
Otros documentos que dan crédito a la idea de que el monumento original fue trasladado completo hasta el Cementerio General, noción también errada, ni siquiera mencionan que en los jardines del ex Congreso quedó este otro conjunto, conservando parte del primero allí elevado.
monumentocongreso4.jpg

monumentocongreso5.jpg


http://urbatorium.blogspot.cl/2009/04/el-monumento-las-victimas-del-incendio_25.html
 
  • Me gusta
Reacciones: excflamma

Elkete

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Hace un par de años le pedí permiso a la Carab que custodiaba para ver l monumento de cerca. Es tristemente bien hecho. Pero como todo monumento religioso, apenas menciona el horror y que como todas las supersticiones de nada sirvió creencia alguna para proteger a quienes estuvieron en problemas. 2.000 muertos, 90% mujeres y niños, que espanto.

Al salir la Carab me preguntó de que se trata el monumento y le expliqué.... parece que dije demasiados detalles ya que quedó con cara de espanto......

Al año de esta tragedia, el mismo cura (en el incendio se salvó arrancando por una puerta trasera) hizo la misma misa en un templo repleto de gente. con las mismas velas, guirnaldas de papel, cortinas, etc. Hace unos 4 años en Viña se prohibió a un cura que hiciera misas en un subterráneo o algo así ya que no habían salidas suficientes, el lugar no era apropiado, etc.

Pero adivinen, frente a la prohibición, el sacerdote dijo "estas son pruebas que nos envía el Señor", y siguió jugando al héroe perseguido empezando sus misas con una alocución de las dificultades para que la gente expresara su fe, etc, lo que a su vez llevó a que asistiera mas gente a las misas.... no hay caso. Afortunadamente nada ocurrió

Las campanas que habían ido a dar a Inglaterra, fueron devueltas para el bicentenario, una estuvo un tiempo en el monumento de Valparaíso, de haber quedado en Chile lo mas probable es que se hubieran ido "pal kilo".
 
Última edición:
  • Me gusta
Reacciones: Nacho

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Al año de esta tragedia, el mismo cura (en el incendio se salvó arrancando por una puerta trasera) hizo la misma misa en un templo repleto de gente. con las mismas velas, guirnaldas de papel, cortinas, etc. .

Estas Equivocado Elkete, no fue asi,...............fue con mas Luces, miles de Velas para agradar a Dios, y mas que nada el ego del weon.