EL INCENDIO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS (1863): ANTECEDENTES, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS DE LA PEOR TRAGEDIA DE NUESTRA HISTORIA (PARTE I)
Coordenadas: 33°26'18.38"S 70°39'10.11"W
En diciembre de 1863, tuvo lugar el más trágico acontecimiento de toda la historia de Santiago de Chile y una de las peores tragedias conocidas en el mundo, con un siniestro que se llevó la vida de miles de personas a escasa distancia de la Plaza de Armas, en la Iglesia de la Compañía de Jesús, que se erguía ufana en los terrenos de calle Compañía con Bandera, donde hoy se encuentran los jardines del ex Congreso Nacional, frente a los Tribunales de Justicia.
En sólo unos minutos, la vida se extinguió para las muchedumbres que se encontraban en su interior aquella fatídica noche de primavera, cuando el templo, la Casa de Dios, se convirtió de pronto en una embajada del infierno, en uno de los incendios más grandes y dramáticos que se recuerdan.
El acontecimiento causó conmoción más allá de las fronteras de Chile, pero sirvió, no obstante, para que la ciudad de Santiago creciera con la conciencia de sus propias necesidades y carencias.
En la proximidad de un nuevo aniversario de este macabro suceso de nuestra historia, hace 146 años ya, nos permitiremos repasar sus detalles, antecedentes y consecuencias, además de estudiar cómo afectó la vida en la ciudad desde ese momento en adelante.
EDIFICIOS PRIMITIVOS DE LA ORDEN DE JESÚS
El establecimiento religioso donde tuvo lugar el incendio, tenía una historia casi tan antigua como la de Santiago mismo, algo frecuente entre los templos de las primeras órdenes aquí establecidas.
Sin embargo, la primera ubicación de la iglesia no era exactamente la misma que en 1863, sino a un costado, en el llamado Colegio que se fundó 52 años después de la fundación de Santiago, en 1593, luego de la adquisición de dos valiosos solares que habían pertenecido al conquistador Gabriel de la Cruz y luego a Rodrigo de Quiroga.
Su construcción, con adobe y teja, comenzó no bien llegaron los primeros jesuitas a la ciudad, quedando concluido en unas seis semanas. Cuando se terminó la capilla, los religiosos guardaron en ella una reliquia como ofrenda: la cabeza de una de las "once mil vírgenes" de Santa Úrsula de Colonia (en realidad serían sólo 11, pero se multiplicaron por un error de interpretación), asesinadas por los bárbaros en el siglo V, según la mitología cristiana.
En tanto adquirían otras casas cercanas a la Plaza de Armas para instalar la futura iglesia permanente, el templo provisorio del claustro se hizo pequeño para la cantidad de fieles que tenía la Compañía de Jesús, orden que gozaba de gran popularidad en las sociedades americanas por sus actuaciones rayanas en la política y por el poder que habían ido acumulando.
Así, dos años después, comenzaron a construir su nuevo templo, esta vez de cal y canto, en el sector de la esquina de las actuales calles Bandera y Compañía, apoyados económicamente por los capitanes Agustín Briceño y Andrés de Torquemada, que aportaron sus caudales para el proyecto por escritura pública del 12 de octubre de 1595. Con ello, los jesuitas ya eran dueños de toda la cuadra que hoy comprende las dependencias del ex Congreso Nacional de Santiago y sus jardines.
Aunque su nombre era Iglesia de San Miguel Arcángel, popularmente se le conoció desde siempre como de la Compañía, denominación que se mantuvo para éste y para los demás recintos religiosos allí levantados.
La construcción del templo se extendió por 36 años, culminando recién en 1631. En su "Relación Histórica Reino de Chile", de 1646, el padre Alonso de Ovalle reproduce una imagen mostrando la complejidad de este primitivo edificio, aunque con la ingenuidad de su poco talento artístico. Además, comenta que los vecinos participaron afanosamente de la construcción de la iglesia, entusiasmados casi con celo entre sí por demostrar quién era capaz de ofrecer mayor asistencia a la querida orden de la Compañía de Jesús, dándonos una proporción de la gran simpatía popular que tenía.
Primer templo de la Compañía de Jesús en Santiago, según el padre Alonso de Ovalle en su "Relación Histórica Reino de Chile" (1646).
PRIMERAS RECONSTRUCCIONES
Pero el infortunio comenzó a azotar desde temprano a esta construcción: el 13 de mayo de 1647, día de uno de los terremotos más devastadores de nuestra historia, la iglesia quedará derrumbada hasta sus cimientos. Alcanzó a estar operativa y consagrada sólo 16 años.
En la carta que el Obispo Villarroel le escribe al Rey informándole de lo sucedido, cuenta que quedó"asolado todo" y que en el derrumbe falleció el Padre José de Córdova. La tragedia fue grande, entonces, pero el pueblo volvió a volcar su solidaridad y aprecio con los jesuitas, disponiéndose de inmediato para participar del levantamiento de una nueva casa.
El siguiente templo, también de cal y canto, quedó levantado luego de enormes esfuerzos que se prolongaron durante toda la segunda mitad del siglo XVII, según los cálculos de Benjamín Vicuña Mackenna. A diferencia de los anteriores, éste era más ostentoso: torre de campanario principal, bóvedas sepulcrales y un enorme reloj confeccionado acá en Chile. Llegó a ser, quizás, la más majestuosa de las iglesias chilenas de aquellos días.
Pero el ángel malvado de la desgracia continuó acosándola, como escribe Vicuña Mackenna:
"La fatalidad parece haber sido el símbolo funesto que ha presidido a la erección de aquellas bóvedas que antes cubrían un sótano de muertos, que cobijaron después las cenizas de tantas personas ilustres o queridas trasladadas a su pavimento del cementerio general y que hoy parecen haber sepultado en mil fragmentos el alma entera de los chilenos".
El 8 de julio de 1730, vino a tener lugar un nuevo terremoto, seguido de una serie de nuevos sismos que duraron casi dos meses más. Como varias otras iglesias de Santiago, incluidas la Catedral de la Merced y la Parroquia de San Isidro Labrador, el templo de la Compañía de Jesús acabó nuevamente derrumbado. Una de las pocas unidades que pudieron rescatarse de la destrucción, fue el magnífico reloj, que hoy se encuentra en la Iglesia de Santa Ana, pero que también estaba presente en la Iglesia de Compañía al momento del incendio del que hablaremos, de modo que la pieza ya ha sobrevivido a dos catástrofes.
El Obispado de Santiago levantó un informe que publicará, muchos años más tarde, el sabio francés Claudio Gay. De él se desprende que la iglesia no se vino completamente al suelo, pero la destrucción de sus muros y de sus arcos fue tal, que quedó inutilizada.
Cuadro de Charton de Ville de la Plaza de Armas de Santiago en 1850, con la torre de la Iglesia de la Compañía al fondo.
Fachada y entrada principal de la última Iglesia de la Compañía de Jesús, en imagen publicada por E. Secchi en "Arquitectura de Santiago", de 1941.
Coordenadas: 33°26'18.38"S 70°39'10.11"W
En diciembre de 1863, tuvo lugar el más trágico acontecimiento de toda la historia de Santiago de Chile y una de las peores tragedias conocidas en el mundo, con un siniestro que se llevó la vida de miles de personas a escasa distancia de la Plaza de Armas, en la Iglesia de la Compañía de Jesús, que se erguía ufana en los terrenos de calle Compañía con Bandera, donde hoy se encuentran los jardines del ex Congreso Nacional, frente a los Tribunales de Justicia.
En sólo unos minutos, la vida se extinguió para las muchedumbres que se encontraban en su interior aquella fatídica noche de primavera, cuando el templo, la Casa de Dios, se convirtió de pronto en una embajada del infierno, en uno de los incendios más grandes y dramáticos que se recuerdan.
El acontecimiento causó conmoción más allá de las fronteras de Chile, pero sirvió, no obstante, para que la ciudad de Santiago creciera con la conciencia de sus propias necesidades y carencias.
En la proximidad de un nuevo aniversario de este macabro suceso de nuestra historia, hace 146 años ya, nos permitiremos repasar sus detalles, antecedentes y consecuencias, además de estudiar cómo afectó la vida en la ciudad desde ese momento en adelante.
EDIFICIOS PRIMITIVOS DE LA ORDEN DE JESÚS
El establecimiento religioso donde tuvo lugar el incendio, tenía una historia casi tan antigua como la de Santiago mismo, algo frecuente entre los templos de las primeras órdenes aquí establecidas.
Sin embargo, la primera ubicación de la iglesia no era exactamente la misma que en 1863, sino a un costado, en el llamado Colegio que se fundó 52 años después de la fundación de Santiago, en 1593, luego de la adquisición de dos valiosos solares que habían pertenecido al conquistador Gabriel de la Cruz y luego a Rodrigo de Quiroga.
Su construcción, con adobe y teja, comenzó no bien llegaron los primeros jesuitas a la ciudad, quedando concluido en unas seis semanas. Cuando se terminó la capilla, los religiosos guardaron en ella una reliquia como ofrenda: la cabeza de una de las "once mil vírgenes" de Santa Úrsula de Colonia (en realidad serían sólo 11, pero se multiplicaron por un error de interpretación), asesinadas por los bárbaros en el siglo V, según la mitología cristiana.
En tanto adquirían otras casas cercanas a la Plaza de Armas para instalar la futura iglesia permanente, el templo provisorio del claustro se hizo pequeño para la cantidad de fieles que tenía la Compañía de Jesús, orden que gozaba de gran popularidad en las sociedades americanas por sus actuaciones rayanas en la política y por el poder que habían ido acumulando.
Así, dos años después, comenzaron a construir su nuevo templo, esta vez de cal y canto, en el sector de la esquina de las actuales calles Bandera y Compañía, apoyados económicamente por los capitanes Agustín Briceño y Andrés de Torquemada, que aportaron sus caudales para el proyecto por escritura pública del 12 de octubre de 1595. Con ello, los jesuitas ya eran dueños de toda la cuadra que hoy comprende las dependencias del ex Congreso Nacional de Santiago y sus jardines.
Aunque su nombre era Iglesia de San Miguel Arcángel, popularmente se le conoció desde siempre como de la Compañía, denominación que se mantuvo para éste y para los demás recintos religiosos allí levantados.
La construcción del templo se extendió por 36 años, culminando recién en 1631. En su "Relación Histórica Reino de Chile", de 1646, el padre Alonso de Ovalle reproduce una imagen mostrando la complejidad de este primitivo edificio, aunque con la ingenuidad de su poco talento artístico. Además, comenta que los vecinos participaron afanosamente de la construcción de la iglesia, entusiasmados casi con celo entre sí por demostrar quién era capaz de ofrecer mayor asistencia a la querida orden de la Compañía de Jesús, dándonos una proporción de la gran simpatía popular que tenía.
Primer templo de la Compañía de Jesús en Santiago, según el padre Alonso de Ovalle en su "Relación Histórica Reino de Chile" (1646).
PRIMERAS RECONSTRUCCIONES
Pero el infortunio comenzó a azotar desde temprano a esta construcción: el 13 de mayo de 1647, día de uno de los terremotos más devastadores de nuestra historia, la iglesia quedará derrumbada hasta sus cimientos. Alcanzó a estar operativa y consagrada sólo 16 años.
En la carta que el Obispo Villarroel le escribe al Rey informándole de lo sucedido, cuenta que quedó"asolado todo" y que en el derrumbe falleció el Padre José de Córdova. La tragedia fue grande, entonces, pero el pueblo volvió a volcar su solidaridad y aprecio con los jesuitas, disponiéndose de inmediato para participar del levantamiento de una nueva casa.
El siguiente templo, también de cal y canto, quedó levantado luego de enormes esfuerzos que se prolongaron durante toda la segunda mitad del siglo XVII, según los cálculos de Benjamín Vicuña Mackenna. A diferencia de los anteriores, éste era más ostentoso: torre de campanario principal, bóvedas sepulcrales y un enorme reloj confeccionado acá en Chile. Llegó a ser, quizás, la más majestuosa de las iglesias chilenas de aquellos días.
Pero el ángel malvado de la desgracia continuó acosándola, como escribe Vicuña Mackenna:
"La fatalidad parece haber sido el símbolo funesto que ha presidido a la erección de aquellas bóvedas que antes cubrían un sótano de muertos, que cobijaron después las cenizas de tantas personas ilustres o queridas trasladadas a su pavimento del cementerio general y que hoy parecen haber sepultado en mil fragmentos el alma entera de los chilenos".
El 8 de julio de 1730, vino a tener lugar un nuevo terremoto, seguido de una serie de nuevos sismos que duraron casi dos meses más. Como varias otras iglesias de Santiago, incluidas la Catedral de la Merced y la Parroquia de San Isidro Labrador, el templo de la Compañía de Jesús acabó nuevamente derrumbado. Una de las pocas unidades que pudieron rescatarse de la destrucción, fue el magnífico reloj, que hoy se encuentra en la Iglesia de Santa Ana, pero que también estaba presente en la Iglesia de Compañía al momento del incendio del que hablaremos, de modo que la pieza ya ha sobrevivido a dos catástrofes.
El Obispado de Santiago levantó un informe que publicará, muchos años más tarde, el sabio francés Claudio Gay. De él se desprende que la iglesia no se vino completamente al suelo, pero la destrucción de sus muros y de sus arcos fue tal, que quedó inutilizada.
Cuadro de Charton de Ville de la Plaza de Armas de Santiago en 1850, con la torre de la Iglesia de la Compañía al fondo.
Fachada y entrada principal de la última Iglesia de la Compañía de Jesús, en imagen publicada por E. Secchi en "Arquitectura de Santiago", de 1941.