El hombre que rescató a Shackleton

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Esta epopeya ha sido narrada en innumerables ocasiones, con merecidos elogios para el Jefe de la Expedición Sir Ernest Shackleton y sus hombres, no deja de parecer curioso el comprobar que la contundente y temeraria participación chilena en el rescate haya sido minimizada en los anales de la Historia Universal a no más de una participación secundaria No fue así El mayor peso de esta arriesgada aventura cayó en su totalidad bajo la responsabilidad de la Armada de Chile, Institución que ante la grave emergencia designó para el cumplimiento de esta arriesgada misión al Piloto Luis Pardo Villalón, quien al mando de la escampavía “Yelcho” y acompañado de una dotación de audaces y valientes marinos, rescató a los ingleses de la antártica cuando no tenían ninguna esperanza de salvación. La audaz misión se realizó exitosamente y tuvo el especial mérito de haberse cumplido en un buque antiguo, sin calefacción ni alumbrado eléctrico y sin radio, de baja borda. Su envió a la antártica en pleno invierno fue simplemente una audacia. En este contexto el Piloto Pardo y su valerosa tripulación, junto a la decisión de la Armada de Chile están situados en el umbral del rescate histórico mundial. Luis Pardo Villalón, es considerado un Heroe en Inglaterra e Irlanda a la altura de un Nelson
Pero su deceso y el desguace de su Yelcho no significaron la desaparición de sus nombres colectiva nacional. Los nombres de nuevas unidades de la armada, distritos, unidades geográficas, sub-bases y refugios antárticos, faros, calles, centros de estudios marítimos, bustos, fundaciones, escuelas de navegación, escuelas básicas –como
la Escuela Básica Villalón” de Valparaíso y el Colegio “Piloto Pardo” de Santiago-, recordarán sus nombres para siempre.
El primero que se presentó fue el piloto Pardo. tenía 34 años, plenos de energía, modestia y agradable trato. Frente a su determinación inexorable, a la reciedumbre de su expresión y a la seguridad de su voz, el mando naval pudo darse cuenta de que frente a ellos se hallaba un hombre de carácter. Porque, en verdad, el piloto Pardo no sólo se propuso: se impuso. desplegó las cartas de navegación, determinó la ruta y, enseguida, como si ya estuviese aceptado para el mando de la Yelcho, manifestó que él escogería a los hombres que habían de acompañarlo. No procedía sino transbordarlo a la Yelcho.


La noticia se propagó rápidamente por toda la ciudad. Di la contingencia de socorrer a los náufragos se veía tan incierta y la eventualidad de tener éxito, tan remota, en la misión en la que otras tres naves en mejores condiciones de tiempo ya habían fracasado: ¿qué probabilidad podría tener la Yelcho? En el ambiente marinero del puerto se dudaba, especialmente entre los cazadores loberos, pues era la temporada en que los hielos sitiaban totalmente a la isla Elefante; también se intentaba disuadir, argumentando que la situación meteorológica era más mala que nunca.
Pardo los escuchaba, reflexionando que en esa región las condiciones siempre son las peores y, de tener que aguardar su conformidad, nunca se haría nada. Tenía que sacar prestamente de la isla a esos desdichados.

Antes de zarpar, Pardo dejó una emotiva carta para su padre, en la que le decía: la obra es grande, pero nada me arredra: soy chileno. Dos consideraciones me hacen afrontar dichos peligros: salvar a los exploradores y darle renombre a mi patria. Me consideraría feliz si consiguiere, como creo, hacer lo que otros no han podido. si fracaso y muero, usted cuidará de mi Laura y de mis hijos, que quedarían desamparados y sin más apoyo que el suyo. Si salgo avante, habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted esté leyendo esta carta, o su hijo ha muerto o ha llegado con los náufragos a Punta Arenas. Solo, no volveré…

El viernes 25, a las 00:15 horas, la Yelcho zarpó. No nos vamos a extender en la navegación misma, en la que Pardo era un técnico y todo lo hizo bien, ya que ésta ha sido tratada detalladamente en anteriores publicaciones (véase: revista de marina nº 5/2000: pp 467-480.)

Cuando el 30 de agosto llegaron a la isla y ubicaron el lugar donde se encontraban los náufragos en la playa, Shackleton y Pardo se miraron en silencio, con los labios apretados, pues hay ocasiones en que más vale no hablar. Era el cuarto intento y Shackleton temía lo peor: - “¡están todos!”, le confirmó el Capitán Worsley, llorando.
Mientras Pardo hacía su aproximación, podía escucharse el rumor de las expresiones de regocijo y los jubilosos ¡hurra! de los náufragos. Pardo acercó su nave a menos de un cable de la costa, donde el hielo la detuvo, y allí se mantuvo sobre las máquinas. Ordenó arriar inmediatamente una chalupa, que mandó a tierra con Shackleton, el teniente Crean y cuatro tripulantes chilenos. En su trayecto hacia la playa, la embarcación debió navegar por las grietas que dejaban las resquebrajaduras de la banquisa.

La chalupa de la Yelcho realizando el rescate.

Luis Alberto Pardo Villalón, El hombre que rescató a Shackleton

El 30 de agosto de cada año, celebramos el rescate victorioso desde la isla Elefante, de los miembros de la expedición imperial transantártica, al mando de Sir Ernest Shackleton, realizado por la escampavía Yelcho, de
la Armada de Chile, al mando del Teniente 2º Piloto Luis Alberto Pardo Villalón. En esta oportunidad, más que del rescate mismo, nos ocuparemos del hombre detrás del héroe.
Pardo nació el 20 de septiembre de 1882. Huérfano de madre tempranamente, desde su infancia reveló vocación por las cosas del mar. Estudió en el Colegio Salesianos de San Juan Bosco, en Valparaíso. Con el anhelo de independizarse, en 1900, casi a los 18 años de edad, ingresó a la Escuela Náutica, que en esa época funcionaba en Coquimbo, a bordo de la corbeta Abtao. Esa escuela, dirigida por la Armada, además de oficiales para la marina mercante, formaba Pilotos para la marina de guerra. Pardo terminó sus estudios el 9 de Octubre de 1903 y, hasta 1906, prestó servicios en naves de la marina mercante. El 27 de Junio de 1906 ingresó al servicio de la Armada, como Piloto 3º. Dos meses después, contrajo matrimonio con Elvira Laura Ruiz Gaspar, en la Iglesia de los Doce Apóstoles de Valparaíso. Tuvieron cuatro hijos.


El 13 de septiembre de 1910 ascendió a Piloto 2º y fue transbordado al Apostadero Naval de Magallanes, con base en Punta Arenas, correspondiéndole navegar en las escampavías. Su principal misión era ocuparse del aprovisionamiento de los faros y balizas, lo que le permitió familiarizarse con la intrincada geografía de los archipiélagos australes chilenos, aunque lo mantuvo lejos de su familia por períodos tan prolongados que sus hijos, en su primera infancia apenas tenían oportunidad de alternar con él. Tal es así que, al regresar a su hogar en Valparaíso, en la calle de la Virgen del cerro Merced, después de una larga ausencia, se encontró en la calle con Fernando, el mayor de sus hijos y, advirtiendo que éste no le había reconocido, le tendió una moneda de oro. El pequeño se negó a recibirla, replicándole, con toda la formalidad de sus escasos años: -“gracias; no puedo aceptar dinero de un extraño”-. El padre afectuoso sintió esa contestación como una puñalada, aunque observando que el muchacho se ceñía a los preceptos de buena crianza, reiteró:-“tómala y llévasela a tu mamá. Ella te dirá lo que debes hacer”-. Fernando corrió hasta su casa, a entregar la moneda a su madre, quien en seguida entendió y se abalanzó a recibir a su marido.

El 13 de septiembre de 1915 asumió como Comandante de la escampavía Yáñez, con base en Punta Arenas. En estas circunstancias lo sorprende el año 1916, cuando el mundo no sólo está consternado por la Primera Guerra Mundial, sino también por la suerte que corrían los 22 miembros de la expedición de Sir Ernest Shackleton, abandonados a la


fatalidad en la isla Elefante.




Como es sabido, el rescate de esos hombres fue intentado cuatro veces. Primero, en uno de los mayores buques balleneros ingleses, el Southern Sky, que fracasó y regresó a las islas Falkland. Después, en el pesquero uruguayo Instituto de Pesca nº 1, en el que, nuevamente fracasados, regresaron a Puerto Stanley.


En estas dramáticas circunstancias, Shackleton comprendió que debía encontrar una base de operaciones que contara con más recursos que Puerto Stanley, así que resolvió trasladarse a Punta Arenas, con la esperanza puesta en chile. Allí fletó la goleta Emma, tercera nave con la cual intentó el rescate. La Armada permitió que la escampavía Yelcho, al mando del Piloto Miranda, remolcara a la Emma hasta dejarla en aguas libres, para ahorrar combustible y aumentar su distancia franqueable. Pero el invierno estaba bastante avanzado, las condiciones de tiempo eran malas y el hielo se movía rápidamente hacia el norte, siempre cerrándole el paso. En esas condiciones no podrían alcanzar la isla, por lo que la Emma se dirigió a Puerto Stanley una vez más. La autoridad naval de Magallanes dispuso que Pardo tomara el mando de la Yelcho, el domingo 6 de agosto, para dirigirse a Puerto Stanley y traer a remolque la Emma a Punta Arenas.


La Yelcho recaló en Puerto Stanley en la mañana del miércoles 9, Shackleton y sus dos acompañantes subieron a bordo para saludar al Comandante Pardo y felicitarlo por su maniobra de entrada a puerto sin haber solicitado un práctico; hay que considerar que esto ocurría en plena Primera Guerra Mundial, por lo que era muy posible que la entrada al puerto estuviese minada. Así fue como el destino quiso que Shackleton y Pardo concurrieran a su encrucijada; un encuentro incidental que iba a tener primordial trascendencia, puesto que determinaría el destino de muchos.

Sir Ernest era una persona favorecida por una sorprendente perspicacia para calificar a las personas. Le impresionó bien este marino tan valeroso; congenió con él y sintió que podía confiar en este hombre sencillo, al que presintió íntegro. Pronto, al trabar conocimiento con él, lo respetará por su destreza y competencia; luego aprenderá a admirarlo por su sereno coraje, puesto que ocurre una secreta seducción entre los temperamentos bien definidos, si bien distintos, que se complementan en sus carencias y capacidades.

La Yelcho zarpó el jueves 10, con la Emma a remolque, en medio de un fuerte ventarrón. en el puente de mando, Pardo observaba el rumbo y Shackleton estudiaba a Pardo, intuyendo que debajo de ese aspecto afable y casi apacible, se ocultaba un carácter de acero y una conciencia incorruptible. Presintió pues, que había dado con el protagonista exacto.

Durante la travesía, platicaron. Pardo se enteró del tesón de Shackleton y de sus frustraciones; de cada una de las efímeras esperanzas contrariadas por las subsecuentes decepciones que componían su acaecer cotidiano y lo llenaban de aflicción y abatimiento. De este modo fue naciendo en el espíritu altruista del marino chileno, un intenso y noble sentimiento de solidaridad y deseos de apoyarlo. A sus 34 años de edad, Pardo no era un ávido aventurero, ni un renombrado investigador, sino un hombre con intereses personales, su carrera, su matrimonio y sus retoños que lo aguardaban junto a su esposa en el hogar de Valparaíso, del que faltaba hacía tiempo. Recordó nostálgico a los suyos, preguntándose si le asistía el derecho a arriesgarse por entero, en un salto al vacío. Tendría que explicar a su esposa el motivo que lo animaba. Ella, que lo había acompañado hasta ahora, con cariño y abnegación, era capaz de comprender sus sentimientos. El deseaba ser útil, sabía a cuanto se arriesgaría y lo que podría ocurrir, pero arriesgarse por Shackleton no era emprender un viaje turístico sino, uno a muchos sinsabores y grandes sacrificios. No obstante, admitía que, como oficial de la Armada de Chile, había adquirido la competencia necesaria para realizarlo; además, tenía un sólido concepto del cumplimiento del deber, un acentuado espíritu humanitario y un acrisolado espíritu de servicio. había 22 hombres que se encontraban en una penosa condición, extremadamente precaria y angustiosa, colmada de carencias y desesperanzas. sentía que él podía… ¡debía salvarlos!

Con la Emma a remolque, la Yelcho arribó a Punta Arenas el día 14. Pardo y Shackleton desembarcaron; el primero, para rendir cuenta de su comisión, y el segundo, pa ra solicitar una nave, posiblemente la misma Yelcho, para rescatar a sus compañeros. Pero, ningún buque era apropiado para el viaje a los hielos durante ese crudo invierno.
Todo el mundo estaba preocupado por la ventura que sufrían aquellos desamparados náufragos. Un grupo de personas influyentes de Punta Arenas, encabezado por Francisco Campos Torreblanca, intentaba convencer al gobierno de enviar una nave.

Recordó Shackleton que, a su paso por las islas Falkland, había conocido al Vicealmirante chileno Joaquín Muñoz Hurtado, quien regresaba de una misión en Londres y que ahora era Director General de la Armada de Chile. Recurrió entonces a él. La respuesta fue inmediata; el Almirante dispuso que el Comandante en Jefe del Apostadero Naval de Magallanes,Contraalmirante López Salamanca, le proporcionara un buque a Shackleton.
Había llegado el momento de que la Armada de Chile se hiciera cargo de este rescate. se decidió que fuera la Yelcho.
El Comandante titular de la Yelcho estaba enfermo, por lo que había que reemplazarlo. Considerando lo potencialmente peligrosa que era la misión, el apostadero naval decidió llamar voluntarios.

Antes de llegar al buque, Sir Ernst avisa que no hay novedades en su gente, a lo que la tripulación de la Yelcho contesta con gritos de ¡hurra!, los que a su vez son respondidos con alegría por los náufragos aclamando a Chile, a la Yelcho y al comandante Pardo.

Cuando Pardo llegó a Punta Arenas con su pequeña y frágil pero, avezada nave, ésta era esperada por las autoridades, las organizaciones locales y toda la población de Punta Arenas, que se había volcado hacia el muelle y las calles colindantes para ovacionar a los que llegaban, demostrando a los rescatados su cordialidad y a los valerosos tripulantes de la Yelcho su admiración y aprecio. Hubo formación de las instituciones públicas y privadas que querían demostrar su alegría. La colonia británica en masa aclamaba con cariñosa admiración a los salvadores de los hombres del Endurance, que tan en alto habían dejado el nombre de Chile y de su Armada. Las familias se disputaban a los náufragos, para vestirlos y agasajarlos.


En abril de 1930, el gobierno chileno nombró a Luis Pardo en el cargo de cónsul adscrito de chile en Liverpool. en su misión consular, resultó ser un agente de lujo para el país, aunque no pudo gozar de la estadía. Estaba angustiado por la salud de su esposa que, a pesar de las atenciones de los mejores especialistas consultados en Europa, declinaba sensiblemente. Ella era su apoyo moral. Este matrimonio tan unido resolvió regresar a chile, para que Laura Ruiz pudiera morir en paz, cerca de sus seres queridos. No obstante, en 1934 ella fue intervenida quirúrgicamente en Chile y, aunque siempre delicada, llegaría a vivir dieciocho años de inconsolable viudez, junto a sus hijos, pues el 21 de febrero de 1935, a los 54 años de edad, víctima de una bronconeumonía de la cual no pudo recuperarse, falleció en Santiago el Teniente 1º piloto Luis Alberto Pardo Villalón.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
pardo3.png
pardo7.png


Luis Pardo y familia
pardo1.png



Escampavía Yelcho.

pardo2.png

 

bluebird3

Moderador
Miembro del equipo
1 Dic 2010
32.943
1.146
8
Chile
Tal vez no sea tan hombrecito, porque derramo lagrimas al leer, no historias sino que echos reales que han pasado en Chile. El piloto Pardo no era Almirante, ni comandante ni siquiera Capitan. Solo era un Teniente, que coin su garra, conviccion y dejando de lado todo lo personal suyo se embarco en una aventura que para muchos era sin destino. Culmino con exito pero hay que recordar a tantos anonimos que han sucumbido por la patria.
Notable el sentimiento de culpa por dejar un poco de lado la familia. Aun mas notable la mujeraza que tenia por compañera, que creo que con amor profundo esperaba su regreso.
Tal vez asi es Chile. Ante cosas simples pero que son de humanidad, nos la jugamos toda.
¡Grande Piloto Pardo y grande tu mujer!
Nacho no se si abuso de tu confianza pero tu sabes mucho de historia.
¿Porque no escribes de los huasos sureños?. En efecto esos huasos que fueron a dejar en el desierto sus huesos y esperanzas. Me refiero a los cazadores y sus nobles caballos.
En fin cuando la Patria nos requiera, aunque cagados de miedo, responderemos.
 

kamakura

Moderador General
Miembro del equipo
23 Jun 2006
977
115
4
Santiago
Dos Masones unidos por el Destino y el Heroísmo
Era una tranquila noche de primavera en Valparaíso, el 30 de septiembre de 1916, cuando los miembros de la logia masónica Lodge of Harmony N° 1411, perteneciente a la Gran Logia Unida de Inglaterra, pero funcionando con el beneplácito de la Gran Logia de Chile, esperaban con impaciencia el comienzo de la reunión. No se trataba de otra "tenida" corriente de la logia, sino de una reunión extraordinaria para honrar a dos hermanos masones, uno inglés y el otro chileno, que habían regresado de una emocionante saga de heroísmo y tenacidad en las heladas regiones antárticas.

Apenas se había sabido en Valparaíso la operación de rescate, y el hecho que Shackleton iba a venir a la ciudad, los hermanos de la logia Harmony N° 1411 decidieron invitarlo, enviándole el siguiente telegrama a Punta Arenas:


"7
de Septiembre, 1917.Calurosas felicitaciones de toda la fraternidad en Valparaíso. Escuchamos que vendrá a estas partes y quisiéramos encontrarlo en pleno. Avísenos posible fecha de llegada y arreglaremos sesión especial. Respuesta. Smith, Bolsa de Corredores. Valparaíso."

W. H. Smith era el Venerable Maestro de la logia y trabajaba en la Bolsa de Corredores del puerto.

Shackleton, sin embargo, declinó cortésmente la invitación enviando esta respuesta el día 9:

"Mucho aprecio fraternales saludos y congratulaciones. Espero verlos en Valparaíso pero temo
imposible participar reunión debido corta estadía. (firmado) Shackleton."

Smith insistió, enviando otro mensaje el mismo día, pero Shackleton reiteró su negativa disculpándose.

En la reunión siguiente de la logia, Smith comunicó este intercambio de mensajes y el secretario les dio lectura. Aunque no está registrado en las actas, está claro que los hermanos no se dieron por vencidos, y Smith reiteró la invitación, hasta que Shackleton no tuvo más que aceptar, enviando el siguiente telegrama:

Esperamos llegar martes pudiera ser posible que atendiera reunión en el curso de la semana (firmado) Shackleton"


Habiendo recibido esta respuesta, Smith fijó el sábado siguiente como la mejor fecha para la reunión, que permitiría participar el mayor número de personas. El 28 de septiembre fue enviada una invitación oficial a Luís Pardo:

"Querido Hermano:

Por orden del Venerable Maestro de esta Respetable Logia, me permito comunicaros que el sábado 30 del actual, se verificará en nuestro templo una reunión especial con el objeto de dar la bienvenida masónica al q. h. Sir Ernest Shackleton y nos sería sumamente grato tener el gusto de veros entre nosotros en esa ocasión. La reunión principiará a las 5 de la tarde, y durará una hora y media más o menos, y en caso que podéis asistir, os espera una recepción muy cordial.
Os saluda fraternalmente,
(firmado)
W. M. Smith A. Leslie Bowes
Ven. Maestro, N° 1411 Secretario, N° 1411"


Así fue que ese sábado los héroes de la aventura antártica fueron homenajeados por la Logia Harmony N° 1411, en la casa masónica ubicada en la calle Tubildad, actualmente Calle Wagner de Valparaíso. He tenido la fortuna de obtener copia del acta de la reunión, que transcribo a continuación, traducida al castellano:


"Acta de la Reunión de Emergencia de la Logia de la Armonía N° 1411 celebrada en la Casa Masónica en Calle Tubildad, Valparaíso, el sábado, treinta de septiembre de mil novecientos dieciséis, con el objeto de dar la bienvenida al Hno. Sir Ernest Shackleton a su regreso de la Expedición al Polo Sur.

La reunión …fue abierta en Primer Grado a las 5:15 p.m.
Se escuchó un llamado y se encontró que el Hno. Luís Pardo (quien comandaba el barco que efectuó el salvamento de la expedición) estaba esperando y fue admitido. Los Hnos. Frank Wild y Dr. A. McIlroy (miembros de la expedición) fueron entonces admitidos y finalmente el huésped de honor, Hno. Sir Ernest Shackleton, quien fue conducido y ubicado a la derecha del Venerable Maestro.
El Venerable Maestro expuso que las hazañas de nuestro distinguido visitante eran por demás conocidas como para repetirlas en esta ocasión. El Hno. Shackleton, por sus sacrificios por la ciencia, ya se había cubierto de gloria y en esos momentos el mundo entero lo admiraba por su indomable perseverancia y sus denodados esfuerzos para conseguir salvar los veintidós miembros de la expedición que habían quedado en la Isla Elefante, con el feliz resultado conocido por todos. Los Masones del mundo entero celebran el exitoso final de los afanes del Hno. Shackleton y estamos orgullosos de pertenecer a una Orden que tiene entre sus miembros hombres de tal tenacidad y valor."


A continuación Smith saludó formalmente a Shackleton en nombre de los miembros de la Logia y de otras logias locales, y todos los presentes de pie aclamaron al distinguido visitante.

Continuando su exposición, el Venerable Maestro declaró que era muy grato saber que en esta gran empresa científica el Hno. Shackleton había estado acompañado por otros dos miembros de la Orden que se encontraban presentes esa tarde – los Hnos. Frank Wild y Dr. A. McIlroy, el primero de ellos había quedado al mando de aquella parte de la expedición que quedó en la Isla Elefante, "y la inamovible confianza con la que ambos habían desempeñado sus deberes mientras esperaban ser rescatados probaba que comprendían bien el significado de Fidelidad. Estos Hermanos son un verdadero ornamento de la Orden y fueron igualmente saludados con una aclamación."
"El Venerable Maestro concluyó diciendo que ninguna referencia al salvamento del equipo de Sir Ernest Shackleton sería completa sin hacer mención del Hno. Luís Pardo, quien también se encontraba presente con nosotros esta tarde. Este Hermano, pese al riesgo, con verdadero espíritu masónico acometió la arriesgada empresa, y el V. M. le pidió a otro Hermano que le expresara en su idioma [es decir, en español] cuánto apreciaban su acción los Masones ingleses."


A continuación fueron leídos numerosos telegramas de felicitación recibidos de Logias en distintos puntos del país. En sus palabras de agradecimientos para retribuir las felicitaciones recibidas, Shackleton expresó que:


"Esta era la primera Logia que visitaba desde que partiera en su expedición hacía más de
dos años atrás; apreciaba grandemente las palabras del V. M. y guardaría un muy agradable recuerdo de su regreso al mundo masónico, del que tendría el gusto de dar un informe a su madre logia a su regreso. El Hno. Shackleton habló en la forma más elogiosa del impagable apoyo que le habían prestado los Hnos. Frank Wild y Dr. A. McIlroy. En una expedición como la que había emprendido, situaciones peculiares frecuentemente imponen exigencias desusadas al juicio de quienes están al mando, y ningún líder es independiente del consejo y la colaboración de sus compañeros, pero esos dos Hnos. habían enfrentado toda eventualidad y habían sido una confiable fuente de ayuda y consejo, y en los momentos más negros, cuando las perspectivas no eran promisorias, había sido una gran ayuda saber que por encima del espíritu de unidad inherente en una tal expedición, estaba fuertemente unido a esos Hnos. por los vínculos indestructibles de nuestra Orden masónica.

Finalmente, le había producido una intensa satisfacción al Hno. Shackleton encontrar que el Hno. Pardo, quien había cooperado tan eficientemente en el salvamento de la expedición, era también un Francmasón."


El Hno. Shackleton concluyó reiterando sus agradecimientos por el recibimiento acordadoy lamentando que su visita a la logia fuera tan breve.

El acta finaliza con las frases de rigor y las firmas del Venerable Maestro y el Secretario.
El libro de asistencia de la logia muestra para ese día, en el borde de la hoja, las firmas de Frank Wild, el Dr. McIlroy, Sir Ernest Shackleton y el Piloto Luís A. Pardo. La reunión contó con la asistencia de 44 miembros de la logia y 85 visitantes. Copias del acta fueron enviadas por el secretario a otras logias en América del Sur, que evidentemente las recibieron con gran interés, pues se recibieron mensajes de congratulación de logias extranjeras. (Copia de ella se exhibe en el Museo de la Gran Logia de Chile)


Dos días después de la reunión en Valparaíso, la Logia Huelén de Santiago (que funcionaba bajo la jurisdicción de la Gran Logia de Massachussets) festejó a los protagonistas del rescate en una sesión especial. Otra reunión festiva estaba programada para el 7 de octubre por las tres logias de habla castellana de Valparaíso para homenajear a Luís A. Pardo, pero la reunión tuvo que ser cancelada debido a que Pardo recibió órdenes de llevar inmediatamente la Yelcho a Talcahuano para efectuar reparaciones.
 

bluebird3

Moderador
Miembro del equipo
1 Dic 2010
32.943
1.146
8
Chile
No me parece.
Que tienen que ver los masones, ante el heroismo de muchos chilenos anonimos.

Rescato al carbonero de la Yelcho, que fue tan importante como el pìloto Pardo. Tolerancia por favor tolerancia y no sacar ventajas de un tema que ya era olvidado. Los masones llenos de gloria, pero los peones ya quizas ni sus descendientes los recuerdan.
Hecho en Chile y por chilenos, el resto vale callampa. Si alguien quiere sacar ventaja es lamentable.
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
[h=1]Sir Ernest Shackleton y el Piloto Pardo (supremacía chilena en aguas antárticas)[/h]marzo 31, 2009 in Aventuras, Barcos, Biografías, Chile, Crónicas insólitas, Historia, Los mares del sur, Marinos, Naufragios, Navegaciones, Reseñas | Tags: Antartica, Endurance, héroes, Marina chilena, Piloto Pardo, Shackleton, Yelcho

En agosto de 1914, recién declarada la Primera Guerra Mundial, zarpó de Inglaterra en su tercera expedición a la Antártica el intrépido explorador británico, Sir Ernest Shackleton, gran figura de la época heroica de las investigaciones antárticas europeas.
Su intención era atravesar la Antártica desde el mar de Weddell al mar de Ross, es decir, cortar la Antártica pasando por el Polo Sur o cerca de él. Contaba para ello con el “
Endurance“, un velero mixto de tres palos, de 300 toneladas, con máquina a vapor y acondicionado para la empresa y el “Aurora”, que debía zarpar desde Australia para recibir a los expedicionarios en el estrecho de Mac Murdo, inmediato al mar de Ross.
endurance1.jpg


Lamentablemente el año 1915 fue extremadamente crudo en la Antártica y el 18 de enero el “Endurance” quedó atrapado en los hielos.
Los expedicionarios, después de luchar durante diez meses contra la glacial e inhóspita naturaleza, tuvieron que soportar las presiones de toneladas de hielo, que en su constante deriva aprisionaba al buque.
El 25 de octubre la nave se montó sobre un témpano quebrándose el timón, la popa y luego la quilla. No quedó otra cosa que abandonarlo, mientras el hielo iba destrozando poco a poco su superestructura, hasta que el 21 de noviembre, el “ Endurance” desapareció de la superficie del mar.
Acampando en los témpanos, los náufragos fueron derivando hasta llegar a la isla Elefante, donde se establecieron refugiándose en los botes boca abajo para cubrirse del tremendo frío.
ernest_shackleton.jpg

Shackleton partió en un bote hasta el norte en busca de auxilio. Después de mucho bregar y luego de infructuosas tentativas en las islas Falkland, no pudo obtener ayuda.
Luego llegó a Montevideo, donde se le procuró ayuda, pero el buque enviado en socorro de los náufragos no pudo llegar a su destino.
De nuevo en las islas Falkland, siguió a Punta Arenas, en un cutter con la esperanza de obtener en Chile la ayuda necesaria. Recurrió entonces al Almirante don Joaquín Muñoz Hurtado, Director General de la Armada, quien pidió autorización al gobierno y con ella dispuso que el Almirante Luis V. López, Jefe del Apostadero Naval de Magallanes, le proporcionara a Shackleton un buque.
Se prefirió la escampavía “Yelcho” , buque de 467 toneladas, viejo, sin calefacción y ni alumbrado eléctrico, sin radio, de borda baja y sin doble fondo. Era simplemente una audacia su envío.
Se cambió al Piloto Pardo desde la escampavía “Yáñez” a la “Yelcho” y se confió en la calidad de éste y de su gente, en su pericia y su coraje. Lo secundaba el Piloto 2o. León Aguirre Romero, que acababa de regresar del viaje de la goleta “Emma“.
Luis Pardo zarpó con la “Yelcho” el 25 de agosto de 1916, navegando por ruta de canales a tomar el Beagle.
Cruzó el mar de Drake con buen tiempo, muy baja temperatura y con neblinas, a veces cerradas y otras que un ligero viento permitía observar en parte el horizonte y divisar los numerosos témpanos que comenzaban a aparecer.
El día 28 la neblina se cerró totalmente. Al amanecer el día siguiente aclaró un tanto el horizonte, permitiendo ver hasta una distancia de una milla, por lo que aumentó el andar a toda fuerza.
Pardo, prefirió seguir navegando al máximo de su velocidad para poder llegar de día a la isla Elefante, donde se hallaban los 22 hombres del “Endurance“.
El día 30 de agosto, cerca de las 11 de la mañana aparecieron las primeras rompientes del extremo norte de la isla Elefante y se reconocieron las rocas Seal, a dos y media millas de distancia.
Sorteando los témpanos, la escampavía “Yelcho” comenzó a rodear la isla, oteando para ubicar el campamento, hasta que a las 13:30 horas, con general alegría, vieron a los náufragos ubicados en un bajo, teniendo por un lado un enorme ventisquero y por el otro los altos picachos de la isla.
La “Yelcho” arrió rápidamente una chalupa en la cual se embarcaron Shackleton y sus acompañantes y se dirigieron inmediatamente a tierra, donde el entusiasmo era indescriptible, en medio de vivas y agitar de trapos de indefinible color.
Después de una hora de trabajo duro para vencer las rompientes, los náufragos se encontraban a bordo de la “Yelcho“.
El Piloto Pardo obró con tino e inteligencia. Las determinaciones durante la navegación fueron sabias y
piloto-pardo1.jpg
oportunas y supo aprovechar las circunstancias favorables del tiempo con habilidad y decisión, todo lo cual redundó en el más completo éxito.
Desde que el buque zarpó, como no tenía medio alguno para comunicar su situación ni las experiencias de ese viaje relativamente incierto, la ansiedad en el Apostadero Naval de Magallanes era aún mayor.
Al regreso, el buque experimentó un fuerte temporal en el Paso Drake, que se generalizó en toda la zona. En medio de un fortísimo temporal arribó a Punta Dungenes el 2 de septiembre. Como no pudo desembarcar para informar al Apostadero el éxito del rescate, siguió a Río Seco donde allí lo hizo.
Informado el gobierno, éste envió las felicitaciones del caso del Ministro de Marina, a las que se acompañaron la del Director General de la Armada.
La recepción en Punta Arenas constituyó una fiesta popular.
La escampavía “Yelcho” se puso a disposición de Sir Ernest Shackleton para ser conducido a Talcahuano y Valparaíso.
El buque llegó empavesado a Valparaíso y fue saludado por todas las naves de la Escuadra con sus tripulaciones formadas en cubierta y en medio de un enjambre de embarcaciones menores que lo escoltaron hasta el fondeadero, entre un ruido ensordecedor de pitos y sirenas.
Ambos personajes de singular celebridad fueron recibidos por el Presidente de la República, don Juan Luis Sanfuentes. Allí aprovechó Shackleton de agradecer la colaboración del gobierno de Chile.
Al Piloto Luis Pardo Villalón, se le anotó su proeza como nota de mérito especial en su Hoja de Vida, así como se le hizo figurar con honor en la Orden del día de los buques y reparticiones de la Armada.
Fue ascendido al grado de Piloto 1º, el 7 de septiembre de 1916.
Sirvió tres años más en la Armada y se acogió a retiro con fecha 23 de mayo de 1919.
yelcho1.jpg

Se ha publicado que con cortesía, pero con firmeza, rechazó un obsequio de veinticinco mil libras esterlinas que le habría ofrecido el gobierno británico. Estimó que no era acreedor a ese premio, porque como marino de Chile, había cumplido una misión que le había sido encomendada.
El gobierno lo nombró Cónsul de Chile en Liverpool. El Piloto 1º, don Luis A. Pardo Villalón, falleció en Santiago el 21 de febrero de 1935, con el grado de Teniente 1º, piloto en retiro, a los 54 años de edad.
Después de haber soportado estoicamente diecinueve años atrás las bajas temperaturas del mar o Paso de Drake -sorteando témpanos a la deriva- fue víctima de una bronconeumonia, que lo llevó al sepulcro, cuando aún podía esperarse mucho de él.