El heroe no siempre apreta el Gatillo

Nacho

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[h=3]Stanislav Petrov, el hombre que salvó al mundo de la destrucción nuclear[/h]

Eran las 12.14 de la madrugada del día 26 de setiembre de 1983, cuando la alarma se disparó en el bunker Serpukhov-15, la pantalla en frente del oficial de guardia, Stanislav Petrov, se tiñó de rojo, el ordenador mostraba que los americanos acababan de lanzar un misil nuclear contra la URSS, en menos de 20 minutos el misil haría impacto. La peor pesadilla se había hecho realidad, la estupefacción se apoderó de Petrov y sus subordinados.

Stanislav Petrov, foto del Washington Post, 2002

Petrov, teniente coronel de las fuerzas aéreas soviéticas, era responsable de la supervisión de la red soviética de satélites de alarma temprana sobre Estados Unidos. Petrov ocupaba una posición intermedia en la cadena de mando y supervisaba el personal que monitorizaba los datos que enviaban los satélites. De detectar una amenaza inminente, la obligación de Petrov era informar a los superiores en el cuartel general del sistema de alerta que llegado el momento informarían al personal encargado de consultar con el líder soviético, Yuri Andropov, sobre la posibilidad de iniciar una operación de contraataque.

La noche del incidente los ordenadores del bunker informaron del lanzamiento desde Estados Unidos de un misil balístico intercontinental con dirección a la Unión Soviética. Petrov tenía que pensar rápido y decidir si se trataba de una alarma real. Petrov recuerda que fueron cinco minutos de gran stress, en los que era consciente que se la estaba jugando. Mientras sostenía en teléfono con una mano, con la otra sujetaba un interfono intentando recabar toda la información necesaria, al mismo tiempo que los mapas electrónicos y las consolas no paraban de hacer destellos y el sonido de las ensordecedoras sirenas no cesaba.

Pese a toda esta presión y la responsabilidad de ser la persona que desencadenara la Tercera Guerra Mundial, Petrov fue capaz de mantener la cabeza fría y llegó a la conclusión que todo era sólo una falsa alarma. Petrov creyó que era improbable que los americanos iniciaran un ataque nuclear con un solo misil, puesto que siempre le habían dicho que de hacerlo lo harían a gran escala, es decir, con el lanzamiento de cientos de misiles de manera simultánea, con el objetivo de imposibilitar que la Unión Soviética contraatacara. Además, la fiabilidad del sistema de satélites ya había sido cuestionada en el pasado.

Reagan y Andropov. Portada de la revista Time del 1 de febrero de 1984. Foto original

Sin embargo, al poco rato los ordenadores identificaron el lanzamiento de un segundo misil. Después un tercero, y después un cuarto y un quinto. En total cinco misiles americanos en el cielo, todos ellos dirigidos a la Unión Soviética. La situación se había complicado, quizás sí que fuera un ataque en serio. Petrov, aún sin saber si a estos cinco misiles los seguirían más, tenía que volver a evaluar la situación, y pese a no contar con ninguna otra fuente de información que confirmara sus sospechas, siguió desconfiando del sistema. El sistema soviético de radares terrestres, que hubiera podido confirmar el ataque, era incapaz de detectar los misiles más allá del horizonte. Aunque esperar a que estos radares los detectaran, de ser real la amenaza, hubiera limitado la capacidad de respuesta soviética a sólo unos minutos.

Fue una larga y desconcertante espera, 15 minutos, hasta que el sistema de radar confirmó su suposición, no estaban lloviendo misiles sobre la Unión Soviética, quedaba claro que el sistema informático había estado enviando falsos positivos. Los que estaban con él en el bunker le felicitaron y respiraron aliviados.

La gente no empieza una guerra nuclear con sólo cinco misiles”, con esta frase Petrov dejaba claro cuál fue la suposición (aunque fue eso sólo, una suposición) que le sirvió para tomar las decisiones de aquel día. También influyó que el sistema de detección de lanzamientos era todavía muy nuevo y se había puesto en servicio con demasiadas prisas. Según Petrov, que llevaba en el centro de alarma temprana desde su creación y lo conocía bastante bien, no era aún fiable del todo.

En todo el incidente hay una cierta confusión sobre si Petrov llegó a informar a sus superiores de la falsa alarma. Según unos sí que lo hizo, pero según otros no fue así y esto fue motivo de represalias a posteriori.

Tras el incidente, Petrov fue felicitado por su decisión. El comandante de la Unidad de Misiles de Defensa de las fuerzas aéreas soviéticas, Yuri Votintsev, reconoció que Petrov llevó a cabo las “acciones correctas” y que estas estaban “correctamente anotadas”. El mismo Petrov afirma que Votintsev le prometió una recompensa, aunque más tarde fue objeto de una reprimenda con el pretexto de no haber descrito del incidente adecuadamente en su diario militar. Finalmente, Petrov no fue castigado pero tampoco recompensado, según él mismo, porque los errores del sistema avergonzaron a sus superiores y a los científicos responsables. Según Petrov, si le hubieran recompensado a él, los demás tendrían que haber sido castigados.

Stanislav con su hijo, Dmitri y “Dzhek”, foto de 1999. Stanislav tiene también una hija, Yelena. Su esposa, Raisa, murió hace unos años. Autor Nikolai Ignatiev

El sistema soviético de detección de lanzamiento de misiles funcionaba de una manera diferente al americano. En vez de controlar toda la superficie terrestre, los satélites soviéticos “miraban” al borde de la tierra, reduciendo así el número de fenómenos naturales que podían ser confundidos con el lanzamiento de un misil. La silueta de los misiles, una vez estos se hubieran elevado unos kilómetros, aparecerían de manera clara contra el negro del espacio.

Para detectar la silueta de un misil, el satélite tenía que estar en una posición concreta. Para obtener esa vista, los soviéticos escogieron una órbita de un tipo especial que era usada por sus satélites de comunicaciones. Esas órbitas, conocidas como órbitas de Molniya , se aproximan mucho a la Tierra en el hemisferio sur, pero se alejan hasta casi hasta un décimo de la distancia entre la Luna y la Tierra, cuando pasan por el hemisferio norte. En esa posición, los satélites Oko (“ojo”) del sistema de alerta temprana pasan un gran parte de su tiempo “observando” los puntos de lanzamiento continentales situados en el Estados Unidos continental, mirando en el ángulo correcto.

Sin embargo, la noche del incidente, el Sol, el satélite, y los puntos de lanzamiento americanos se alinearon en una manera tal que maximizaba la luz del sol que se reflejaba en las nubes situadas a alta altitud. Fueron unos cuantos de estos reflejos los que fueron erroneamente confundidos con el lanzamiento de misiles. Es difícil saber si este efecto fue del todo inesperado. Podría ser que hubiera sido la primera vez que este alineamiento hubiera ocurrido desde la puesta en marcha del sistema de satélites el año anterior. En cualquier caso, el programa que se suponía debía filtrar este tipo de reflejos se corrigió y pasó a cruzar los datos con los provenientes de un satélite geoestacionario.

Petrov se sintió el chivo expiatorio de todo el incidente, acabó reasignado a un puesto menos sensible y se jubiló voluntariamente de manera anticipada. Después del incidente, su salud se vio afectada, debido al stress, sufrió varias crisis nerviosas y parece ser que pasó varios meses en hospitales. El incidente y la acción de Petrov pasaron totalmente inadvertidos en Occidente e incluso en la URSS. La primera vez que se supo de él fue en los 90, después de la publicación de las memorias del comandante Yury Votinsev.

En mayo del 2004 Petrov recibió un premio de 1.000 dólares de manos de la asociación Ciudadanos del Mundo “en reconocimiento por el papel que jugó en evitar una catástrofe”. En enero de 2006, Petrov viajó a Estados Unidos donde fue homenajeado en una reunión de la Naciones Unidas.

Portada de la revista TIME del 12 de setiembre de 1983 sobre el derribo del 007 de KoreanAir

Todos estos homenajes y reconocimientos no gustaron a todo el mundo, en especial entre los herederos de la Unión Soviética, la Federación Rusa. El mismo día que Petrov recibió los honores de las Naciones Unidas, la misión rusa en la ONU rebajaba la importancia del papel jugado por Petrov afirmando que “bajo ninguna circunstancia la decisión de usar armas nucleares podía ser tomada o incluso considerada en la URSS o en los Estados Unidos en base a la información proveniente de una única fuente o sistema. Para que esto ocurriera, era necesario una confirmación de varios sistemas: radares terrestres, satélites, informaciones de inteligencia,…”.

Pero realmente ¿qué hubiera sucedido si Petrov se hubiera limitado a dar por cierta la alarma del sistema y hubiera informado a sus superiores de un ataque americano?, ¿hubieran ordenado una respuesta nuclear?

Algunos analistas de la Guerra Fría cuestionan que el protocolo descrito por los actuales líderes rusos se hubiera seguido de manera estricta en el caso de Petrov. Las relaciones entre americanos y soviéticos se encontraban en un momento especialmente difícil. La alarma coincidió con el comienzo de unos desafiantes ejercicios militares de la OTAN, los Able Archer 83, y apenas tres semanas después que los soviéticos derribaran un avión de pasajeros surcoreano, el vuelo 007 de KoreanAir, que había invadido el espacio aéreo de la URSS.

La falsa alarma de Petrov no podía haber llegado en un momento más complicado. Reagan llamaba a los soviéticos el “Imperio del Mal” y según Blair “los rusos veían un gobierno norteamericano preparándose para el primer ataque, dirigido por un presidente capaz de ordenarlo”, los informes del KGB así lo corroboraban y la URSS estaba preparada para responder. Oleg D. Kalugin , un antiguo agente del KGB y que conocía bien al presidente Andropov, afirma que la desconfianza de este hacia los lideres americanos era profunda. Andropov estaba obsesionado con la posibilidad que los americanos lanzaran un ataque nuclear por sorpresa, así que es probable que hubiera considerado la alerta de los satélites como la confirmación de sus temores, por lo que podría haber ordenado un contraataque que hubiera producido la destrucción mutua.


The Man Who Saved the World, ver video en youtube.com

Petrov vive hoy en día retirado en la ciudad e Fryazino y pese a los premios que ha recibido no se considera a sí mismo como un héroe. Según afirmó en una entrevista: “era mi trabajo, y era la persona correcta en el momento apropiado”. Su última mujer, que durante años no sabía nada del incidente, a menudo le preguntaba: “¿Qué hiciste?” y el respondía: “No hice nada”. En la actualidad, se está preparando un documental, “El hombre que salvó el mundo”, que se espera que se estrene en julio de este año, 2009, tal vez ayude a que este héroe reciba finalmente el reconocimiento que se merece.

PS: ¿Qué hubiera hecho Petrov si el sistema en vez de confundir los reflejos con unos cuantos misiles, los hubiera confundido con cientos de ellos?
 

RVRESCUE

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31 Mar 2007
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No hacer nada...


Aunque es un tema "fuera del cuartel", el fondo tiene mucho que ver con nuestro trabajo.


A veces la decision acertada no tiene que ver con HACER ALGO sino con "NO HACER NADA"...

Me recordo lo que alguna vez comento aca Nicolau y Nelson Ojeda... "dejar que se queme".

REINALDO VALLEJOS CACERES

 

Nacho

Comandante de Guardia
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Otro que pensó antes de tirar.

"Los misiles de Octubre" recuerdo claramente ese reportaje en TVN en 1976, hace 52 años de la llamada “crisis de los misiles”, que estuvo a punto a llevar a la humanidad a un verdadero Armagedon nuclear. pero "Rambo de los malos " que salvo al mundo no mato a nadie.

Imposible narrar en pocas líneas el complejo de factores que condujo a la situación de referencia. Nos limitaremos a señalar que la crisis de los misiles se inició el 14 de octubre de 1962, cuando un avión espía estadounidense detectó un misil balístico soviético en la isla de Cuba, a sólo 145 km de Estados Unidos (Nikita Jruschov, el primer ministro de la URSS, declaró que las armas que enviaba a Cuba no eran nucleares sino defensivas). Era la primera vez que los soviéticos desplegaban armas nucleares en el continente americano.

El presidente Kennedy convocó a una reunión urgente al secretario de Estado, Dean Rusk, y al secretario de Defensa, Robert McNamara, con el objeto de enfrentar la situación. Después de analizar diversas alternativas, optaron por un bloqueo, mismo que fue respaldado por la OTAN. La URSS no desafió el bloqueo enviando barcos con armas nucleares, pero al principio se negó a desmantelar el armamento que ya estaba en la isla. La confrontación se intensificó: 200.000 soldados norteamericanos se concentraron en Florida y un piloto que realizaba un vuelo de reconocimiento sobre Cuba fue derribado y muerto. Fue la única víctima. El 28 de octubre, a cambio de la promesa de que Estados Unidos nunca invadiría Cuba y trasladaría sus propios misiles de Turquía, Jrushov accedió a retirar los misiles

Loos investigadores James G. Blight y Janet H. Lang dieron a conocer su libro “Armageddon Letters”, en el que recrean (aportando todo un cúmulo de información nueva) la crisis de los misiles de octubre de 1962. Escrito en ocasión del 50 aniversario (1952-2012) de dicho episodio dramático, los autores se basan principalmente en la correspondencia que intercambiaron los líderes de los tres países involucrados: John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos; Nikita Khrushchev, primer ministro de la URSS, y Fidel Castro, presidente de Cuba.

Aunque la mayoría de los historiadores asegura que la crisis multicitada se resolvió gracias a la prudencia de los principales personajes involucrados (Kennedy, Jrushov, etc.), comienzan a surgir algunas voces que ponen el acento en el papel que desempeñaron otros protagonistas. Así, por ejemplo, el pasado 4 de noviembre, el periodista inglés Edward Wilson publicó en “The Guardian” un artículo intitulado “Gracias, Vasya: Vasili Arjipov, el hombre que impidió una guerra nuclear”, escribe: “La decisión de no iniciar la Tercera Guerra Mundial no se tomó en el Kremlin o en la Casa Blanca sino en la sofocante sala de control de un submarino”. Y narra que Vasili Arjipov era uno de los tres oficiales que controlaban el submarino soviético, B-59, mismo que se encontraba en aguas territoriales cercanas a los Estados Unidos con la misión de establecer en Cuba misiles nucleares.

Varios destructores norteamericanos, al advertir la presencia del B-52, decidieron bombardearlo. El capitán, Valentin Savitsky, dio por hecho que su submarino estaba condenado y había estallado la Tercera Guerra Mundial. Dio la orden de que se preparase el torpedo nuclear de diez kilotones del B-59 para su lanzamiento. Su objetivo era el USS Randolf, el gigantesco portaviones que dirigía la fuerza especial. Si el torpedo del B-59 hubiera hecho volatilizarse al Randolf, las nubes nucleares se habrían extendido rápidamente del mar a la tierra. Los primeros blancos habrían sido Moscú, Londres, las bases aéreas de Anglia Oriental (Inglaterra) y las concentraciones de tropas en Alemania. El lanzamiento del torpedo nuclear del B-59 requería del consentimiento de los tres oficiales superiores a bordo. Arjipov fue el único en negar su permiso. Es cierto que la reputación de Arjipov fue un factor clave en la discusión en la sala de control. El año anterior el joven oficial se había expuesto a graves radiaciones en un intento de salvar un submarino con un reactor sobrecalentado. Esa dosis radioactiva contribuyó a su muerte en 1998.

Wilson concluye su artículo con las siguientes palabras: “Así que al alzar nuestras copas el 27 de octubre, no podemos más que brindar en tu memoria. Gracias, Vasya”.

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