EL CAPITAN DE KÖPENICK
En Octubre de 1906, en un pueblo Alemán llamado Köpenick, el alcalde se encuentra con un problema, alguien pregunta por él. Ese alguien, era un Oficial militar prusiano acompañado de diez granaderos, que se personaron allí con la órden, del citado Oficial, de detener al alcalde y al tesorero, además de confiscar los 4.000 marcos que se encontraban en la caja fuerte. El oficial militar prusiano ordenó llevarlos en un carruaje hacia Berlín, para que fueran interrogados por el General Brigadier Moltke, Jefe del Estado Mayor de Prusia.
Ya en Berlín, apunto de dar comienzo el interrogatorio, el propio Moltke recibió a los diez granaderos y a los dos detenidos, sin saber la razón por la cual les tenía que interrogar. Esto le empezaba a sonar raro así que hizo llamar al oficial que les acompañaba para que aclarara el entuerto. Cuando quisieron dar con el Oficial, ya no estaba, se había fugado con los 4.000 marcos que se habían requisado en el ayuntamiento de Köpenick. Pocos días después este “supuesto Oficial”, era detenido en un burdel de los alrededores. Su nombre real era Wilhelm Voigt, y era un humilde zapatero en paro de 57 años, que había estado en la cárcel varias veces por pequeños delitos.
La historia de Wilhelm Voigt, es la historia de cómo en un país tan organizado y estructurado como lo era la Alemania de 1906, comprando un traje usado de oficial del ejercito prusiano se podía hacer creer a cualquiera que en realidad era un alto mando militar. Y empezó a usar ese traje. Se dió cuenta de que la gente le respetaba, que los soldados le hacían la venia, y que la sociedad le veía en un status superior. Así que un día, decidió dar el gran golpe, que es el que hemos contado.
Para reclutar a los diez granaderos que le acompañaron, tuvo que presentarse en un cuartel donde los soldados estaban haciendo prácticas de tiro. Entro por la puerta con carácter firme, dio un par de órdenes absurdas, y mandó que le acompañaran diez granaderos para llevar a cabo una detención. Por supuesto, ni uno solo de los allí presentes pestañeó ante las palabras del Oficial, y las acataron y cumplieron religiosamente.
Como hemos dicho, fue detenido días después, y en poco más de un mes, compareció ante un tribunal con pocas esperanzas de ganar. Sin embargo, no tardó en ganarse rápidamente a los presentes. Su historia fascinó a todo el mundo hasta el punto de que la prensa comenzó a publicar artículos hablando de su gesta de una manera favorable. La opinión pública se dividió, pero sus defensores fueron más. De modo que ante la pena de 4 años de cárcel a la que se le condenó, tras cumplir solo dos años recibió el indulto concedido por el Kaiser Guillermo II.
Para colmo, hay que decir que a la hora de confiscar los 4.000 marcos del ayuntamiento de Köpenick, firmó “un recibí” en el que curiosamente puso el nombre del director de la última prisión en la que había estado preso.
Esta “proeza” le sirvió para vivir bien el resto de su vida. Ya que viajó a los Estados Unidos, dónde hizo una obra de Cabaret en la que se narraba su aventura, que más tarde se convertiría en una obra de teatro y finalmente en una película. También se dedicó a explicar su historia en pequeños teatros, aumentando su popularidad de tal manera que consiguió realizar una gira por Canadá y Francia. En 1909 publicó un libro autobiográfico titulado “Cómo me convertí en capitán de Köpenick. Mi biografía. Por Wilhelm Voigt, llamado capitán de Köpenick”. Con el dinero que ganó se compró una casa en Luxemburgo, lugar donde se retiró a vivir tranquilamente hasta su fallecimiento en 1922.
Si algún día vais a Alemania, y pasáis por Köpenick (en el noreste), en conmemoración de este suceso veréis en las escaleras del ayuntamiento, una estatua a tamaño natural del famoso Capitán. Incluso esta historia se enseña en las escuelas, como vemos en este link.
En Octubre de 1906, en un pueblo Alemán llamado Köpenick, el alcalde se encuentra con un problema, alguien pregunta por él. Ese alguien, era un Oficial militar prusiano acompañado de diez granaderos, que se personaron allí con la órden, del citado Oficial, de detener al alcalde y al tesorero, además de confiscar los 4.000 marcos que se encontraban en la caja fuerte. El oficial militar prusiano ordenó llevarlos en un carruaje hacia Berlín, para que fueran interrogados por el General Brigadier Moltke, Jefe del Estado Mayor de Prusia.
Ya en Berlín, apunto de dar comienzo el interrogatorio, el propio Moltke recibió a los diez granaderos y a los dos detenidos, sin saber la razón por la cual les tenía que interrogar. Esto le empezaba a sonar raro así que hizo llamar al oficial que les acompañaba para que aclarara el entuerto. Cuando quisieron dar con el Oficial, ya no estaba, se había fugado con los 4.000 marcos que se habían requisado en el ayuntamiento de Köpenick. Pocos días después este “supuesto Oficial”, era detenido en un burdel de los alrededores. Su nombre real era Wilhelm Voigt, y era un humilde zapatero en paro de 57 años, que había estado en la cárcel varias veces por pequeños delitos.
La historia de Wilhelm Voigt, es la historia de cómo en un país tan organizado y estructurado como lo era la Alemania de 1906, comprando un traje usado de oficial del ejercito prusiano se podía hacer creer a cualquiera que en realidad era un alto mando militar. Y empezó a usar ese traje. Se dió cuenta de que la gente le respetaba, que los soldados le hacían la venia, y que la sociedad le veía en un status superior. Así que un día, decidió dar el gran golpe, que es el que hemos contado.
Para reclutar a los diez granaderos que le acompañaron, tuvo que presentarse en un cuartel donde los soldados estaban haciendo prácticas de tiro. Entro por la puerta con carácter firme, dio un par de órdenes absurdas, y mandó que le acompañaran diez granaderos para llevar a cabo una detención. Por supuesto, ni uno solo de los allí presentes pestañeó ante las palabras del Oficial, y las acataron y cumplieron religiosamente.
Como hemos dicho, fue detenido días después, y en poco más de un mes, compareció ante un tribunal con pocas esperanzas de ganar. Sin embargo, no tardó en ganarse rápidamente a los presentes. Su historia fascinó a todo el mundo hasta el punto de que la prensa comenzó a publicar artículos hablando de su gesta de una manera favorable. La opinión pública se dividió, pero sus defensores fueron más. De modo que ante la pena de 4 años de cárcel a la que se le condenó, tras cumplir solo dos años recibió el indulto concedido por el Kaiser Guillermo II.
Para colmo, hay que decir que a la hora de confiscar los 4.000 marcos del ayuntamiento de Köpenick, firmó “un recibí” en el que curiosamente puso el nombre del director de la última prisión en la que había estado preso.
Esta “proeza” le sirvió para vivir bien el resto de su vida. Ya que viajó a los Estados Unidos, dónde hizo una obra de Cabaret en la que se narraba su aventura, que más tarde se convertiría en una obra de teatro y finalmente en una película. También se dedicó a explicar su historia en pequeños teatros, aumentando su popularidad de tal manera que consiguió realizar una gira por Canadá y Francia. En 1909 publicó un libro autobiográfico titulado “Cómo me convertí en capitán de Köpenick. Mi biografía. Por Wilhelm Voigt, llamado capitán de Köpenick”. Con el dinero que ganó se compró una casa en Luxemburgo, lugar donde se retiró a vivir tranquilamente hasta su fallecimiento en 1922.
Si algún día vais a Alemania, y pasáis por Köpenick (en el noreste), en conmemoración de este suceso veréis en las escaleras del ayuntamiento, una estatua a tamaño natural del famoso Capitán. Incluso esta historia se enseña en las escuelas, como vemos en este link.