Buscar la bota que nos es cómoda NO ES UN LUJO

Nacho

Comandante de Guardia
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Recuerdo cuando en un lejano 1991 empece a vivir la vida de otra forma (Ingrese a Bomberos), siendo bota daba lo mismo aunque las patitas te quedaran para la historia, luego según algunos nos pusimos exquisitos si no es bota normada no me la pongo, pero los pies lo agradecieron e ir al incendio ya no era un auto de fe , los romanos fuero conscientes de ello y pese a lo malandrines que eran se preocuparon por el confort de sus Legionario y por ende de sus Vigiles de las cohortes urbanas o sea los Bomberos de la antigua roma. asi como nuestros Viejos del 79 usaba Calamorros los Vigiles usaban Caligaes o Caligas

HERRAMIENTA MÁS IMPORTANTE DEL LEGIONARIO
ESCRITO POR TOMÁS SAN CLEMENTE DE MINGO ON 03 OCTUBRE 2014. ESCRITO EN ANTIGUA

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LA HERRAMIENTA MÁS IMPORTANTE DEL LEGIONARIO

ASOCIACIÓN CULTURAL Y EXPERIMENTAL ANTIQUA CLIO

MARCO ALMANSA FERNÁNDEZ

Cualquier persona podrá decir que el elemento fundamental de cualquier tipo de soldado es su arma, una espada, mosquete, pistola, etc. según la época que queramos estudiar. En nuestro caso, la época romana, podríamos decir que sería el gladius o espada, pues es lo que usa para atacar; otros podrían decir que es la armadura o el scutum (escudo) o posiblemente el propio compañero de al lado. Pues sin quitar razón a ninguna de estas u otras posibilidades, creemos que la herramienta fundamental del legionario romano es, sin duda, su calzado, las caligae. Definido por la Real Academia como «especie de sandalia guarnecida de clavos que usaban los soldados de la Roma antigua».

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Este elemento es fundamental para que un legionario o cualquier soldado se desplace sin ser hastiado por los obstáculos geográficos, como piedras, espinas, etc. Es bien sabido que con un calzado adecuado se pueden alcanzar metas que, sin ello puesto, sería casi imposible. En este caso, las caligae de cuero son, aunque no lo parezca, un elemento de alta tecnología y de adaptación de quien las usa y al medio donde las usa.

Esto es muy fácil de comprobar, mediante la arqueología experimental que realizamos, es decir, en resumen, la puesta en práctica del objeto en primera persona, para estudiar las sensaciones que con ese cuerpo debía tener, en nuestro caso el calzado, y actuar con él en los medios propicios para los que está fabricado, el campo. El calzado romano de este estilo tiene, si lo observamos, tres zonas claramente diferenciadas, aunque unidas entre sí.

Una primera parte, la suela, en segundo la plantilla, y en tercer lugar, pero no menos importante, el sistema de correajes de cuero que atan todo el pie. En cuanto a la suela debemos decir que está compuesta por una plataforma de cuero grueso donde, en su parte superior tiene la plantilla con el contacto directo al pie; en la parte inferior, la del fricción con el suelo, tiene una suerte de tachuelas llamadas clavi caligarii de punta cónica o plana que sirven para un óptimo agarre al pavimento terroso, no a piedra ni suelos lisos, pues resbalaría.

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La disposición de estos clavos no es baladí, ya que permiten, de forma ergonómica, pisar de forma más uniforme acorde a la forma del pie. De tal forma que tanto en la zona delantera como en la del talón, es donde más tachuelas se concentran, unas serían para un mayor agarre al caminar, y las traseras, para un mejor apoyo del pie, sin que tenga que sufrir por largas marchas, daños musculares en los gemelos. La arqueología experimental nos dice que, el mayor desgaste de estas tachuelas se encuentra en el talón y en la parte delantera, lo que confiere a que no sólo se minen los clavos, sino que haya que reemplazarlos por pérdidas en los viajes. La pisada del soldado es distinta en cada pie, por lo que podría producirse más desgaste en una u otra extremidad. En época romana, los soldados recibían regularmente, debido a ese desgaste, como parte de su equipamiento, un cierto número de tachuelas para sus caligae (Goldsworthy, 2005, 120) y también aparece en Tácito (Historiae, 3, 50) como donativo o clavarium.

La plantilla, no es más que una lámina de cuero grueso donde se apoya el pie y que suele estás desnuda, es decir, sin forraje de pieles; esto se debe a que si se pusiera, el pie dejaría de transpirar en la planta del mismo, lo que produciría sudoraciones varias. El hecho de que tampoco tenga algún tipo de forraje, se debe a que en las marchas es muy posible que tengan que vadear ríos, zonas húmedas, etc. por lo que si estuviera forrada la plantilla, el agua se acumularía, produciéndose grietas en la epidermis y ablandamiento del cuero, por causa de la acción del agua. Lo que nos llevaría a pensar que los calcei o udones, especie de calcetín, se usaría sólo para cuando estuvieran de guardia o quieto, y nunca en marcha o sobre pisos húmedos y con nieve.

En tercer lugar, aparece otro de los avances en calzado romano, frente a otros cerrados, son las tiras de cuero que conforman el agarre del pie y su sistema de sujeción. Todo ello está conformado por una serie de tiras de cuero verticales en la zona media hacia adelante, y horizontal en la parte trasera. Esta alineación responde a la excelente forma de sujetar el calzado al pie. Las ranuras en el cuero son la solución del problema de transpiración del pie, así como la evacuación rápida de elementos dañinos que al caminar se introducen entre el pie y la plantilla y sobre todo, la salida del agua no quedándose acumulada internamente; además permite una mayor flexibilidad a la hora de caminar por el campo, como las actuales botas de montaña.

Con un buen calzado hace que las molestias al andar, correr o saltar, sean imperceptibles al legionario que la usa, permitiendo a éste concentrarse en otras actividades, pues una rozadura o herida en el pie, hace que ésta se pierda.



Bibliografía:

BAKER, Shane A., 1997: “Loosing a shoe latchet sandals and footwear in the First Century”, Masada and the world of the New Testament, BYU Studies Monographs, vol. 36:3,196-206.

BISHOP, M. C. y COULSTON, J. C. N., 2006: Roman military equipment: from the Punic Wars to the fall of Rome, Oxford.

GOLDSWORTHY, A., 2005: El Ejército romano, Madrid.

RODRÍGUEZ MORALES, Jesús, et al., 2012: “Los clavi caligarii o tachuelas de cáliga: elementos identificadores de las calzadas romanas”. Lucentum. XXXI, ISSN 0213-2338, pp. 147-164

VINDOLANDA TABLETS ON LINE, 2014: http://vindolanda.csad.ox.ac.uk/




Marco Almansa Fernández. Historiador y divulgador de historia Antigua. Miembro fundador de la Asociación Cultural y Experimental Antiqva Clío, en donde realiza las labores de reconstrucción histórica, arqueología experimental y divulgación histórica.

http://www.historiareimilitaris.com/web/index.php/secciones/antigua/1184-hemasleg
 

BOMBERO C.B.L.S

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1 Sep 2006
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Hola nacho !!!

Excelente material, sin lugar a dudas una de las caracteristicas de este ejercito era la importancia en la profesionalizaciòn y modernizaciòn de sus técnicas, tacticas, equipamiento y entrenamiento, un ejemplo que debiesemos tomar en cuenta como una escuela de modernidad que luego de muchos años aún da luces de progreso y evoluciòn, algo que tanto le falta a muchos cuerpos y compañias de bomberos.

Aún recuerdo cuando cambiamos en mi compañía la bota bata industrial por la bota ranger una cosa poca para muchos, pero un gran logro en parte para profesionalizar aquello que tanto nos gusta.

Eso si, me imagino la cara del pobre vigili cuando un oficial le decía "numero negidio" a remover escombros -pobres pies- jajaja
 
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Nacho

Comandante de Guardia
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Sobre el calzado en Roma y mas datos sobre las Caligae.

http://domus-romana.blogspot.com/2015/04/calceus-andar-comodamente-y-con-estilo.html?spref=fb

En cuanto a las botas o caligae, similares en cierto modo a las sandalias, fueron utilizadas por los campesinos, por los jornaleros y, sobre todo, por los soldados; de ahí que a los militares se los conociera también como caligati. Excepto los oficiales de más alto rango, que para destacar entre sus hombres utilizaron los calcei, todos los soldados calzaron botas de cuero dotadas de anchos y firmes cordones que llegaban hasta los tobillos. A menudo eran empleadas con calcetines, prenda que aseguraba una adecuada protección térmica, habiéndose señalado, no obstante, que el uso con los pies descalzos, favorecía su ventilación durante las largas marchas legionarias.
Cortada de una sola pieza de cuero, se cosía por atrás y dejaba los dedos al descubierto.

Caliga, Museo Villa de los Quintilios, Roma

Para proporcionar a este tipo de calzado una mayor tracción y resistencia, se clavaban en la suela casi un centenar de tachuelas de hierro o de cobre, llamadas clavi caligarii.

Caligae con tachuelas, Museo Arqueológico
Alicante
Su número y distribución tenían que ver en primer lugar con la técnica del zapatero y con el tipo de piel empleado. La cantidad, en principio dependía del tamaño de la cabeza de las tachuelas, pero también dependía del dibujo de los clavos que se diseñaba para distribuir apoyo donde se necesitaba, y una suela interior protegía al portador del roce de los clavos. De gran agarre, les permitían marchar en extenuantes jornadas. Experimentos modernos han demostrado que con este sistema las botas podían aguantar hasta mil kilómetros de marcha. Con ellas a la vez que se protegía la suela de cuero del desgaste, se mejoraba el agarre al terreno, siempre que no fuese una superficie muy lisa, en la que el calzado resbalaba. Esto fue lo que le pasó a un centurión llamado Juliano, en el sitio de Jerusalén, que patinó sobre el suelo pulido del templo y cayó con gran estrépito, siendo rematado allí mismo por sus enemigos, según cuenta Flavio Josefo en La Guerra de los Judios.

Las caligae eran pieza fundamental del equipamiento de los legionarios romanos que les permitía mantenerse firmes en las tremendas batallas sobre terrenos resbaladizos de sangre y vísceras, e incluso se usaban como armas: las suelas claveteadas posibilitaban pisotear hasta la muerte a los enemigos caídos y pegar peligrosas patadas que dejaban marcas de por vida.
Por esta misma razón, llevar este tipo de botas por la ciudad podía dar lugar a incidentes desagradables: “Mis pies se hunden en el lodo, de pronto enormes zapatos me pisan por todas partes y la tachuela de un soldado se me clava en un dedo.” (Juvenal, Satira, 3, 239-248)

Un ejército de soldados marchando con tales zapatos claveteados hacía un ruido atronador que podía amedrentar al enemigo. Suetonio, por su parte, explica que la guardia pretoriana de los emperadores utilizó una modalidad de bota sin clavos en la suela, las caligae speculatores, mucho más cómodas y silenciosas.
Los soldados recibían regularmente, como parte de su equipamiento, un cierto número de tachuelas para sus caligae. Tácito incluso nos habla de un donativo, el clavarium, que se daba a las tropas en campaña, cuyo nombre debe de derivar en origen de la necesidad de reponer las tachuelas perdidas durante las incesantes marchas:
"Hallándose éstos (los generales) en una región gastada por la guerra y la carestía, les aterraban las voces sediciosas de los soldados, que exigían el clavarium(éste es el nombre de un donativo), sin haber hecho provisión de trigo ni de dinero, estorbándoles la impaciencia y la codicia de los que saqueaban lo que podrían haber recibido." (Tácito, Historiae, 3, 50)
Caliga también designa el servicio en el ejército como soldado. Así, de Mario se dijo que había llegado al consulado a caliga, es decir, habiendo sido en sus inicios soldado raso. Otro ejemplo es el de Publio Ventidio que, aunque llegó a ser cónsul y a celebrar un triunfo, según Cicerón: "...fue mulero de los panaderos castrenses y según la mayoría de los escritores pasó su juventud en la mayor pobreza y calzó las cáligas militares."