Una vocación a prueba de fuego
Es difícil que pueda ocultar su condición de sureño. Sin embargo, afirma con legítimo orgullo que ya tiene ganado su espacio en Antofagasta, ciudad a la cual llegó hace más de medio siglo y que hoy adoptó como suya.
Su trabajo en el rubro hotelero lo llevó por diversos destinos de la geografía nacional al igual que su pasión por servir como bombero donde, incluso, debió enfrentar situaciones conflictivas y riesgosas.
En la actualidad, es secretario de la Segunda Compañía donde entrega con generosidad sus conocimientos a los más jóvenes. Dice que lo más difícil de adquirir es la disciplina que impera al interior de la institución. Al no adaptarse a ella, muchos deben desistir y buscar otros rumbos.
En lo personal, posee la íntima satisfacción de haberse entregado por entero a los suyos y también a la ciudad que lo cobijó cuando llegó por sus orillas, un algo lejano día de 1957.
Deber
-¿Es complicado ser voluntario?
-Hay mucho de vocación en esto. Pero, lo más importante es la dedicación de la persona por el cumplimiento del deber y las obligaciones que contrae libremente. Yo ingresé a Bomberos el año 1955. En esa época, me dijeron si me dedicaba al trabajo o la compañía. Tuve que interrumpir un poco mi permanencia, pero después volví a servir.
-¿Cuál fue su primer cuartel?
-Pertenecí a la Quinta Compañía de Bomberos en Valdivia. Allí realicé mis primeras tareas. Después me trasladé a Chillán y, más tarde, retorné a Santiago hasta que me ofrecieron trabajo en Antofagasta donde permanezco hasta el día de hoy.
-¿Y cuál escogió?
-(Sonríe) Estoy en la Segunda Compañía de Bomberos que es la mejor compañía de escalas desde la costa de Valparaíso (Chile) hasta San Francisco (Estados Unidos)
-¿Es una labor muy difícil?
-Tiene sus dificultades como cualquier otra actividad. Ahora por los años, no puedo estar en las primeras líneas, pero puedo hacer algunas cosas. Hay muchachos que están preparados para eso. Me encanta ayudarlos con mis consejos cuando quieren aceptarlos, por supuesto.
entrega
-¿Qué define a un bombero? ¿Cuál es su ABC?
-Mire, lo fundamental es contar con espíritu de colaboración, ser honorable y tener la vocación para entregarlo todo de sí y donde, de antemano, sabe que la única recompensa que recibirá será del deber cumplido. Esa es la satisfacción más grande para cualquier persona que hace lo que tiene que hacer sin ambición, ni importarle lo material. Es una tarea que no tiene descansos.
-¿Cuál es la situación más dramática que recuerda en su desempeño?
-Hubo varias, pero la más crítica fue cuando concurrimos al incendio de un restorán popular que se llamaba "La Cochalita". Estaba ubicado en calle San Martín casi esquina de Bolívar. En esa ocasión, quedamos cuatro personas atrapadas en el segundo piso cuando una escala de madera se incendió por completo. Fue por el año 1966, me parece. Afortunadamente, por un patio interior apareció un voluntario a prestarnos ayuda…
-¿El los salvó?
-Así es. Pudimos distinguirlo entre la humareda porque utilizábamos unos cascos brillantes de duraluminio que algunos les decían, humorísticamente, "las cacerolas" porque brillaban bastante. Como no podíamos bajar, este voluntario nos pasó una escala corredera que nos permitió salir del problema. Pudimos sacar a toda la gente y, afortunadamente, no hubo heridos. En ese momento, era capitán de la compañía.
-¿Sintió miedo?
-"Julepe" sí.
JOVENES
-¿Ve a los más jóvenes con ese mismo espíritu que lo impulsó a ser bombero?
-Cuesta encontrarlos. Nosotros recibimos entre 14 a 15 personas y si quedan 4 ó 5 es un éxito. Lo primero es la disciplina y es necesario cumplirla. Nosotros mismos elegimos -a campo abierto- a nuestros jefes. Cualquiera que tenga los méritos para ello, puede mandar.
-¿Le terminó por gustar Antofagasta?
-Yo decidí quedarme acá. Yo peleo por Antofagasta. Lamentablemente, hay poca gente de temple y nos faltan líderes como Papic, Yoma o Cicarelli, pero es ya es otra historia…
Fuente:El Mercurio de Antofagasta
Es difícil que pueda ocultar su condición de sureño. Sin embargo, afirma con legítimo orgullo que ya tiene ganado su espacio en Antofagasta, ciudad a la cual llegó hace más de medio siglo y que hoy adoptó como suya.
Su trabajo en el rubro hotelero lo llevó por diversos destinos de la geografía nacional al igual que su pasión por servir como bombero donde, incluso, debió enfrentar situaciones conflictivas y riesgosas.
En la actualidad, es secretario de la Segunda Compañía donde entrega con generosidad sus conocimientos a los más jóvenes. Dice que lo más difícil de adquirir es la disciplina que impera al interior de la institución. Al no adaptarse a ella, muchos deben desistir y buscar otros rumbos.
En lo personal, posee la íntima satisfacción de haberse entregado por entero a los suyos y también a la ciudad que lo cobijó cuando llegó por sus orillas, un algo lejano día de 1957.
Deber
-¿Es complicado ser voluntario?
-Hay mucho de vocación en esto. Pero, lo más importante es la dedicación de la persona por el cumplimiento del deber y las obligaciones que contrae libremente. Yo ingresé a Bomberos el año 1955. En esa época, me dijeron si me dedicaba al trabajo o la compañía. Tuve que interrumpir un poco mi permanencia, pero después volví a servir.
-¿Cuál fue su primer cuartel?
-Pertenecí a la Quinta Compañía de Bomberos en Valdivia. Allí realicé mis primeras tareas. Después me trasladé a Chillán y, más tarde, retorné a Santiago hasta que me ofrecieron trabajo en Antofagasta donde permanezco hasta el día de hoy.
-¿Y cuál escogió?
-(Sonríe) Estoy en la Segunda Compañía de Bomberos que es la mejor compañía de escalas desde la costa de Valparaíso (Chile) hasta San Francisco (Estados Unidos)
-¿Es una labor muy difícil?
-Tiene sus dificultades como cualquier otra actividad. Ahora por los años, no puedo estar en las primeras líneas, pero puedo hacer algunas cosas. Hay muchachos que están preparados para eso. Me encanta ayudarlos con mis consejos cuando quieren aceptarlos, por supuesto.
entrega
-¿Qué define a un bombero? ¿Cuál es su ABC?
-Mire, lo fundamental es contar con espíritu de colaboración, ser honorable y tener la vocación para entregarlo todo de sí y donde, de antemano, sabe que la única recompensa que recibirá será del deber cumplido. Esa es la satisfacción más grande para cualquier persona que hace lo que tiene que hacer sin ambición, ni importarle lo material. Es una tarea que no tiene descansos.
-¿Cuál es la situación más dramática que recuerda en su desempeño?
-Hubo varias, pero la más crítica fue cuando concurrimos al incendio de un restorán popular que se llamaba "La Cochalita". Estaba ubicado en calle San Martín casi esquina de Bolívar. En esa ocasión, quedamos cuatro personas atrapadas en el segundo piso cuando una escala de madera se incendió por completo. Fue por el año 1966, me parece. Afortunadamente, por un patio interior apareció un voluntario a prestarnos ayuda…
-¿El los salvó?
-Así es. Pudimos distinguirlo entre la humareda porque utilizábamos unos cascos brillantes de duraluminio que algunos les decían, humorísticamente, "las cacerolas" porque brillaban bastante. Como no podíamos bajar, este voluntario nos pasó una escala corredera que nos permitió salir del problema. Pudimos sacar a toda la gente y, afortunadamente, no hubo heridos. En ese momento, era capitán de la compañía.
-¿Sintió miedo?
-"Julepe" sí.
JOVENES
-¿Ve a los más jóvenes con ese mismo espíritu que lo impulsó a ser bombero?
-Cuesta encontrarlos. Nosotros recibimos entre 14 a 15 personas y si quedan 4 ó 5 es un éxito. Lo primero es la disciplina y es necesario cumplirla. Nosotros mismos elegimos -a campo abierto- a nuestros jefes. Cualquiera que tenga los méritos para ello, puede mandar.
-¿Le terminó por gustar Antofagasta?
-Yo decidí quedarme acá. Yo peleo por Antofagasta. Lamentablemente, hay poca gente de temple y nos faltan líderes como Papic, Yoma o Cicarelli, pero es ya es otra historia…
Fuente:El Mercurio de Antofagasta