10 de Julio significa "Vencer o Morir"

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Partes34.jpg

Parte del Coronel Alejandro Gorostiaga
Partes39.gif


Comandancia en Jefe de la División de Operaciones en el Norte del Perú
Huamachuco, Julio 12 de 1883

Señor General en Jefe del Ejercito:
En cumplimiento de las instrucciones que VS.. se sirvió impartirme para que con las fuerzas de mi mando marchase al sur y batiese las montoneras del coronel Recabarren, avance de Huamachuco al Sur hasta Corongo con 900 hombres disponibles de las tres armas y cuatro piezas de artillería, dispuesto a pasar por Huaylas y Yungay hasta encontrar al enemigo.
Habiendo tenido en Corongo noticias positivas sobre que Recabarren había abandonado sus posiciones de Huaylas para unirse a las fuerzas del general Cáceres, que había ocupado Yungay, y no pudiendo pasar al sur por Huaylas, por haber el enemigo cortado los puentes del río Santa y destruido los caminos, creí de mi deber internarme a Sihuas y detener en ese punto el avance del enemigo, que según noticias fidedignas tomaba rumbo al norte por la ruta de Pomabamba y la mencionada población.
Con tal propósito marche sobre Sihuas el 25 del pasado; pero habiendo, durante la primera jornada a Urcon, interceptado comunicaciones enemigas por las cuales debía razonablemente calcular que el enemigo, fuerte de mas de 4.000 hombres, podía haber ocupado en esa fecha la referida hacienda de Urcon y esperarnos en posiciones ventajosas, contra marché a Corongo con el propósito de evitar que el se pasase al norte y se interpusiese entre mis fuerzas y las que debían venir de la costa a reforzar la división. Al propio tiempo tenia el propósito de ocupar antes que el enemigo la posición de Mollepata que consideraba de importancia estratégica para el doble objeto que VS., había tenido a bien encomendarme, de batir al enemigo e impedir su acceso a las provincias del norte.
Al entrar a Pallasca encontré al pueblo en aptitud hostil a consecuencia de instrucciones enviadas por Cáceres para que a toda costa se nos Hostilizase mientras sus fuerzas nos daban alcance. Con este motivo se trabo un ligero combate entre la vanguardia y los revoltosos, que concluyo con la dispersión y muerte de gran numero de estos.
Tomada posesión de Mollepata, permanecí en el pueblo el tiempo que me lo permitieron sus escasos recursos, y habiendo descubierto que el enemigo podía flanquearnos por las alturas de Pampas sin que pudiésemos evitar a menos de fraccionar nuestras fuerzas, me traslade a Tulpo, distante dos leguas, un día antes de que las fuerzas enemigas tomaron posesión de Pampas. No pudiendo permanecer en Tulpo, tome la resolución de trasladarme definitivamente a Huamachuco y establecer allí el centro de resistencia y de reunión de las fuerzas que, según noticias, sabia debían llegar pronto a la costa. Todos esos movimientos los ejecutaba con el doble objeto que VS. había tenido a bien encomendarme y porque sabia positivamente que Cáceres seguía contra mis fuerzas, resuelto a batirse.
El día 6 del presente llego a esta ciudad el comandante don Herminio González con 581 hombres de las tres armas que venían a reforzar la división.
Con este refuerzo hombres que a las ordenes del sargento mayor don Sofanor Parra se habían agregado en Angasmarca, quedo la división en un regular pie de defensa, pues descontados los enfermos, podía contarse con 1.500 hombres de las tres armas y municiones en suficiente cantidad.
Acorde, en consecuencia, esperar al enemigo, por numerosas que fueran sus huestes. Por datos exactos se sabia que no podía estar a mas de dos días de camino, pues a nuestra salida de Mollepata había llegado en dos divisiones, por Pampas y por Pallasca, para envolvernos por el sur y por el norte.
En efecto el día 8, desde la mañana se notaron algunos espías enemigos por las elevadas alturas de Hualyllas, al sur de la ciudad, y practicados los reconocimientos del caso, por el que suscribe, en unión de algunos jefes y ayudantes, pude comprender que el enemigo tendía a ocupar las alturas de Cuyulga situadas al sureste de la población, desde donde podía dominarnos con sus cañones, a cubierto de todo ataque por la importancia de esas posiciones.
En el acto di las ordenes convenientes para que toda la división se pusiese en pie de marcha para tomar las posiciones en el cerro Sazón, situado al norte de la ciudad y cuya posición era por demás ventajosa para la defensa.
A las 2 PM.. y cuando la división ejecutaba el movimiento antedicho, el enemigo disparo algunos tiros de cañón sobre la plaza sin causarnos daño alguno, al mismo tiempo que lanzaba por diversos puntos numerosas fuerzas destinadas a asaltar la población, envolviéndonos por todas partes.
Bien pronto tomaron posesión de la plaza, puesto que la habíamos abandonado, pero quedaron bajo nuestras baterías colocadas en el cerro Sazón, contestaron los fuegos enemigos y contuvieron a los asaltantes, que se vieron obligados a replegarse a sus trincheras de Cuyulga.
Durante la noche el enemigo intento un movimiento envolvente por nuestros flancos; pero sea temor al asalto en nuestras posiciones o mala dirección, el echo es que al amanecer tuvo que replegar sus fuerzas bajo los fuegos de nuestros cañones, que les hicieron certeros disparos.
En el día se ocupo el enemigo de hacer lujosos despliegues con sus fuerzas y en simular combates por su retaguardia para hacernos creer que las fuerzas del señor coronel Arraigada estaban a la vista y tentarnos de este modo a abandonar nuestras posiciones para empeñar un combate en las que ocupaba.
Convencido por nuestra inmovilidad de que tan vulgar estratagema no podía surtir el efecto que se habían prometido, emplearon el resto del día en saquear la población y en provocarnos desde ella, ocultos tras las tapias, con nutridos fuegos de fusilería, que a tiempo contestaba nuestra derecha.
En la noche del 9, calculando que las fuerzas de Puga, que habían sido llamadas, podían llegar al día siguiente y engrosar las filas enemigas y no habiendo, por otra parte, podido formarnos una idea exacta del numero de sus fuerzas por haber permanecido ocultas en su mayor parte tras las quebradas, recibí emprender en la mañana un reconocimiento sobre la derecha enemiga, llevando por ese lado un simulacro de ataque en forma a fin de hacerlas salir de sus trincheras.
Con tal propósito, pasadas las 6 AM.., se destaco en guerrillas una compañía del Zapadores al mando del capitán don Amador Moreira, con orden de amagar la derecha enemiga, remontando hasta una altura conveniente las elevadas posiciones que ocupaba.
Un momento después se mando en su protección la otra compañía de que constaba el referido batallón, al mando del capitán don Juan Antonio Maldonado, debiendo estas fuerzas obrar a las ordenes del capitán ayudante del mismo, don Ricardo Canales.
El enemigo mientras tanto, parecía no haberse preocupado de nuestros movimientos; de modo que las compañías guerrilleras recorrieron una gran distancia.
Poco antes de las 8 descendieron de la altura por dos distintos puntos varios batallones enemigos y rompieron un nutrido fuego sobre Zapadores, tratando de envolverlo. Los nuestros continuaron, no obstante, avanzando con denuedo por largo espacio, y desde las alturas continuaron descolgándose fuerzas numerosas que indudablemente habrían rodeado por completo nuestras diminutas guerrillas, si la orden que se les envió de replegarse no las hubiesen obligado a batirse en retirada.
Simultáneamente con el ataque de la altura, el enemigo destaco fuerzas desde la ciudad, que avanzaban por la pampa en aptitud de cortar las guerrillas de Zapadores. Esas fuerzas fueron detenidas en su marcha por el capitán ayudante don Luis Dell'Orto con una compañía del batallón Concepción.
Mientras tanto el enemigo continuaba avanzando y formando en batalla todas sus fuerzas; de modo que por cada batallón que entraba en batalla, iba yo haciendo correr a nuestra izquierda nuevas compañías del Concepción y del Talca en protección de las primeras.
Ya podía calcularse que la batalla estaba empeñada, de hecho por parte del enemigo, el que muy pronto formo una extensa y regular línea que sobrepasaba por mucho a la nuestra en ambos extremos.
La artillería enemiga, que hasta entonces había permanecido en la altura, descendió casi hasta la pampa de Purrubamba, y con un fuego vivísimo protegía el avance de sus filas.
Por fin, quedo empeñada la batalla en toda nuestra línea desde el cerro Sazón hasta el Conochugo, en que apoyamos nuestra ala izquierda.
El enemigo avanzo con prontitud y evidentemente trato a toda costa de envolver nuestra izquierda, al propio tiempo que las fuerzas que ocupaban la ciudad trataban de flanquear nuestra derecha, que defendía el capitán ayudante don Julio Z. Mesa con la segunda compañía del Talca.
Una carga de caballería que había intentado un poco antes, no pudo llevarse a efecto sino en partes, porque el enemigo se protegió con las sinuosidades del terreno; pero contuvo en algo su avance.
Colocada nuestra artillería en toda el ala izquierda, que era el objetivo principal del enemigo, no ceso de hacer un nutrido y certero fuego sobre sus filas, logrando desmontar uno de sus cañones.
Eran las 12 meridiano: la batalla estaba aun indecisa , y el enemigo lejos de ceder, avanzaba hasta ponerse al habla con los nuestros. Indudablemente comprendía que era tres veces mas fuerte por el numero, y las retiradas de las compañías guerrilleras, al principio de la acción, había envalentonado sus huestes.
En tales momentos dispuse una carga general de caballería y bayoneta, la que se llevo a cabo con tanto empuje y bizarría por nuestras valientes tropas, que desde el primer instante se noto vacilación en las filas enemigas y pronto estas se rompieron en varios puntos a la vez, corriendo el enemigo en todas direcciones.
La victoria por nuestra parte estaba declarada y llego el momento de la persecución. La caballería cargo para el sur y para el norte y nuestros bravos Cazadores consiguieron tomar siete piezas de artillería enemiga, y habrían logrado capturar al mismo Cáceres y su Estado Mayor, si el mal estado de la caballada no los hubiese auxiliado en su precipitada fuga.
Los infantes por su parte no perdieron el tiempo y persiguieron al enemigo hasta las mas altas cumbres, ocupándose bien pronto con la fuerza que se pudo organizar y dos piezas de artillería el propio campamento enemigo en la cima del Cuyulga.
La persecución se prolongo hasta las 3 PM. Con excelentes resultados, pues se consiguió dejar el campo sembrado de cadáveres en una extensión considerable, dispersándose al enemigo en todas direcciones y haciéndolo abandonar sus armas y sus municiones.
Tal ha sido, señor general, la esplendida victoria obtenida por nuestras armas en las inmediaciones de Huamachuco, contra las fuerzas unidas de Cáceres, Recabarren, Elías, Prado y demás caudillos, que según datos del mismo enemigo llegaban a 3.800 hombres bien armados, sin contar las tropas irregulares de Santiago de Chuco y de esa misma población que tomara parte en la batalla; y ella ha venido a probar una vez mas que el heroísmo de nuestros soldados puede compensar con mucho la inmensa superioridad numérica de sus enemigos.
En el acto de terminarse la batalla, ordene que se destinasen todos los soldados sobrantes de la división a recoger nuestros heridos, las armas y municiones que quedaron en el campo.
Los heridos a las 6 de la tarde estaban en cómodos lechos y atendidos con esmero por el Servicio Sanitario, que no ha omitido sacrificios por nuestros valientes soldados.
Por las adjuntas relaciones se impondrá VS.. del numero de nuestras bajas, armamentos, municiones y trofeos tomados al enemigo, municiones consumidas y demás circunstancias que puedan ser de su interés.
Nuestras bajas son relativamente pocas, si se atiende al mayor numero del enemigo y a la duración de la batalla, pues apenas llegan a un diez por ciento.
El enemigo dejo en el campo mas de 500 muertos, y pueden estimarse en 300 los que han caído en las alturas y que día a día se van descubriendo. En cuanto a los heridos, tengo noticias que existen ocultos hasta a cinco leguas a la redonda, por cuyo motivo he despachado comisiones a recorrer los alrededores. Muchos jefes y oficiales quedaron también en el campo, entre ellos los jefes de los batallones Piragua, Huallaga, Jauja y Zepita, y otros que no pudieron ser reconocidos. Cáceres con unos pocos oficiales huyo, según se dice herido, por las alturas de Chuzos.
La derrota ha sido, por lo tanto, completa, y con ello creo terminara toda resistencia de fuerza armada digna de considerarse.
Habiendo confesado el enemigo que su artillería se componía de trece cañones, menos dos o tres que había dejado ocultos en los altos de Yungay, y no habiéndose capturado sino siete el día de la victoria, hice buscar con empeño los que faltaban para el completo, teniendo la fortuna de encontrar cuatro el día de la fecha, con los cuales se ha enterado el numero de once.
Por lo que respecta a las armas, municiones y equipo, siguese recogiendo en buen numero, no obstante las dificultades del terreno y la gran extensión en que se encuentran diseminadas.
No terminare, señor general, sin cumplir el deber de recomendar a la consideración de VS. a todos los señores jefes, oficiales e individuos de tropa que componen esta división por su brillante comportamiento en el campo de batalla y durante toda la campaña, puesto que a su denuedo y patriotismo se debe tan importante victoria.
Ya que no es posible recomendar a cada unos especialmente porque todos rivalizaron en valor, seame permitido como justo homenaje al merito probado, hacer mención particular de los señores jefes de cuerpo y secciones, que han sabido mantener en nuestros bravos soldados, el sentimiento patrio y la disciplina que constituyen la base de las victorias; tales son: el jefe de Estado Mayor, sargento mayor de Guardias Nacionales don Juan Francisco Merino; comandante del batallón movilizado Concepción, teniente coronel don Herminio González; comandante del batallón movilizado Talca, teniente coronel don Alejandro Cruz; comandante de las fuerzas de Cazadores a Caballo, teniente coronel graduado don Alberto Novoa; jefe de la brigada de artillería, sargento mayor don Gumersindo Fontecilla; jefe de las compañías del batallón Zapadores, capitán ayudante don Ricardo Canales; y jefe del Parque, teniente de Guardias Nacionales don J. Abel García.
también cumplo con el deber de recomendar a VS. especialmente al Cuerpo Sanitario, compuesto por los doctores Clodomiro González, don Carlos Vargas y don Manuel Rencoret, y a los ayudantes de la comandancia en jefe, capitán del batallón Concepción do Rafael Benavente, al id. don Cesario Medina y teniente de ejercito don Ejidio Gómez; a los de Estado Mayor, capitán de ejercito don Santiago Herrera, teniente del batallón Zapadores don Martín Urbina y sub-inspector de telégrafos don Demetrio Tobar, y finalmente, al ayudante del Parque empleado de telégrafos don Wenceslao Rivera.
Réstame solo felicitar a VS. por tan importante victoria para las armas de la patria.
Dios guarde a VS.
Alejandro Gorostiaga
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Partes34.jpg

Parte Oficial del Regimiento Concepción
Partes5.jpg
Huamachuco, julio 11 de 1883.
Tengo el honor de poner en conocimiento de V.S. la parte que cupo al cuerpo que comando en la batalla librada el 10 del presente contra las fuerzas peruanas del general Cáceres.
Situado nuestro ejército en el cerro de Sazón, el batallón se encontraba colocado en la falda sur del mencionado cerro, y conforme a las instrucciones de V.S., a las 8 A.M. del día indicado, ordené salir a la primera compañía, bajo las órdenes del capitán ayudante don Luis Dell'Orto, hacia la vega de Purrubamba y en dirección del ejército enemigo. Sucesivamente salieron la 2ª y 3ª compañías y 4ª y 5ª con el que suscribe y demás jefes del cuerpo.
Considero inútil entrar en más detalles, en atención a que todos ellos han estado a la vista de V.S., restándome únicamente exponer a V.S. que tanto los señores jefes y oficiales como los individuos de tropa han cumplido su deber.
Las bajas ocurridas se detallan en la nómina adjunta.
HERMINIO GONZÁLEZ
Al señor Jefe de Estado Mayor de la División del Norte.


 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Partes15.jpg

Parte Oficial del General Andrés A. Cáceres
Partes4.gif
Jefatura Superior, Política y Militar de los Departamentos del Centro.

Huancayo, julio 30 de 1883.

Señor Ministro:

Después del oficio que tuve el honor de dirigir a V. S. en mayo último, exponiendo las razones que me obligaban a retirarme a la zona del norte, siguiendo la opinión de la junta de guerra que convoqué, en vista del avance de considerables fuerzas enemigas que venían por todas direcciones con el fin de destruir las pequeñas de mi mando, no he podido volver a dirigirme a ese Ministerio por haberse interpuesto el enemigo en todas las vías de comunicación, y ahora paso a poner en su conocimiento, para que eleve al Supremo Gobierno, todos los sucesos que han tenido lugar desde entonces hasta la fecha.

El 19 de mayo salí de Tarma cuando el enemigo dominaba ya la ciudad ocupando las alturas de Tarmatambo, observando el ejército el mayor orden, el mismo que ha observado imperturbablemente en toda la marcha, efectuada siempre en pequeñas jornadas.

En el Cerro de Pasco permanecí tres días y aunque había determinado seguir por la vía de Cajatambo, noticias que recibí de que el coronel Recabarren venía a unírseme por Huánuco, me obligaron a tomar esta ruta, sabiendo que las dos fuertes divisiones de Canto y León García, al mando del coronel Arriagada venían en mi demanda con orden de seguir hasta alcanzarme; y en efecto,su persecución fue sostenida, pero a gran distancia, pues aunque durante la marcha hice alto varias veces en distintos puntos para dar descanso a mis tropas, jamás se presentaron.

Llegado a Yungay debía seguir por Huaylas donde positivamente estaban las fuerzas del coronel Recabarren; pero considerando que a medida que avanzaba me iba estrechando entre las divisiones que me perseguían y la que existía en el departamento de la Libertad, ordené que viniese el coronel Recabarren y trasmonté rápidamente la cordillera, haciendo consentir que por caminos extraviados regresaba al centro burlando a mis perseguidores.

Este movimiento estratégico surtió tan buen efecto, que al llegar el enemigo a aquella ciudad, no sabiendo con exactitud mi paradero y dando asentimiento a la idea de mi regreso, retrocedió rápidamente con dirección a Cerro de Pasco, perdiendo buen número de tropa, por las enfermedades, el cansancio y las fatigas inherentes a una contramarcha tan larga por caminos quebrados y de cordillera y bajo un riguroso clima.

Libre de esta peligrosa persecución, me dirigí a Pomabamba, en busca de la fuerza del coronel Gorostiaga que por datos seguros constaba de 1.400 hombres y debía encontrarse entre Corongo y Mollepata; pero a mi aproximación éste se retiró con precipitación a Huamachuco, sin embargo que en aquel último punto debía esperar un refuerzo que le venía de Trujillo, según una comunicación enemiga que llegó a mi poder.

Una nueva comunicación escrita en clave por el jefe del refuerzo anunciado, comandante Gonzáles, al coronel Gorostiaga, me puso al corriente del movimiento que aquel iba a emprender de Santiago de Chuco para reunirse a éste en Huamachuco. Se presentaba pues una preciosa oportunidad, y para aprovecharla, calculada la distancia, impartí las órdenes precisas para que se movieran mis fuerzas con la seguridad de cortar el paso y capturar dicho refuerzo en el punto denominado Los Tres Ríos; desgraciadamente la fuerza del coronel Secada, por las dificultades insuperables del camino extraviado que tuvo que recorrer, no pudo llegar sino tres horas después que el enemigo había pasado delante de mi vista. No obstante, creyendo que éste no podría llegar hasta Huamachuco, distante aún cinco leguas y pernoctaría en las inmediaciones, tan luego como llegó el coronel Secada emprendí la marcha en la noche para darle alcance; mas luego supe tanto por algunos paisanos que Gorostiaga en su retirada a Mollepata, tomó forzosamente a su servicio y los puso en libertad ese día, como por un piquete de caballería que mandé en su observación, que nos había divisado el enemigo y seguía a marcha forzada esa misma noche sobre Huamachuco.

En esta situación viendo que los cuerpos de mi ejército habían quedado en cuadro por las enfermedades y la fuerte deserción y que la fuerza que existía estaba imposibilitada por el cansancio para seguir peregrinando, resolví atacar Huamachuco con los 1.400 hombres que me quedaban, no obstante la superioridad numérica y de condiciones del enemigo, que con el refuerzo recibido debía tener cerca de 2.000 hombres de las tres armas, pues yo contaba en todo caso con la firme resolución de mis soldados leales.

En efecto, en la madrugada del 8 del presente salí de Los Tres Ríos y llegué a las 8 p. m. por las alturas que están al S.E. de Huamachuco, al mismo tiempo que el jefe superior del Norte, señor Elías, con algunos voluntarios de Santiago de Chuco desplegados en guerrillas, aparecía con gran aparato por las que están al Sur; ordené que el coronel Secada ocupase el cerro denominado Cuyulgo, que domina la población y que el coronel Recavarren flanqueara por la izquierda de ésta envolviendo al enemigo.

Tan luego como éste se apercibió de nuestra aproximación, en vista de nuestra actitud y a los primeros disparos de nuestra artillería, abandonó la ciudad y corrió a ampararse en el cerro Sazón que está al norte de ésta, y que es una magnífica posición por su altura, su configuración y la multitud de ruinas de antiguos edificios que forman soberbios atrincheramientos, dejando en nuestro poder parte de su caballada, algunos pertrechos y gran cantidad de vestuario, fuera del equipaje de oficiales y equipo de tropa que abandonaron en la precipitación de su fuga; y se habrían visto en la necesidad de aceptar el combate en la ciudad o perder aún su artillería, si no hubiesen tenido la preocupación de conservar sus brigadas en sus respectivos cuarteles.

Una vez en posesión de dicho cerro, comenzaron a hacer un nutrido fuego de artillería sobre nuestras fuerzas que penetraban y rodeaban la ciudad, trabándose luego un ligero combate de rifle en la falda de sus posiciones, que duró hasta que sobrevino la noche.

El día 9 dispuse que se recogiera el botín dejado por el enemigo, el que trataba de impedirlo a todo trance haciendo constantemente fuego de artillería y rifle que era contestado por nuestras tropas de caballería que ocupaban la ciudad y también por nuestra artillería sin permitirle descender por un solo instante. Así transcurrió el día en este cambio constante de balas.

No debiendo prolongar por más tiempo esta situación, resolví asaltar las posiciones enemigas en la madrugada del día siguiente, y una vez acordado el plan de ataque con los comandantes en jefe coroneles Secada y Recavarren e impartidas todas las órdenes, lastimosamente este último jefe me hizo saber a las 9 de la noche que le había sobrevenido una fuerte enfermedad, y que no podía llevar a cabo el ataque acordado para el siguiente día, viendome en consecuencia obligado a diferirlo para después.

El 10 a las 6 a. m. desprendió el enemigo una fuerza que venía en son de ataque sobre nuestra derecha, y para contenerla mandé una guerrilla del batallón Junín la que atacó con tal ímpetu al enemigo que lo hizo retroceder. Nuevas fuerzas bajaron sucesivamente del cerro Sazón en protección de los suyos y éstas fueron también arrolladas por los cuerpos ligeros, Junín y Jauja, mandados respectivamente por los coroneles Vizcarra y Luna, que componían la división del coronel Máximo Tafur. El enemigo seguía destacando fuerza y yo hacía lo propio mandado por la derecha la división del capitán de navío Astete, compuesta de los batallones San Jerónimo y Apata mandados por el coronel Gonzáles y el comandante Goyzueta; por el centro la división del coronel Gastó, formada por los batallones Concepción y Marcavalle, mandados por los coroneles Carrión y Crespo y por la izquierda la división del Cáceres con los batallones Tarapacá y Zepita mandados por los coroneles Espinoza y Borgoño; quedando de esa suerte completamente empeñado el combate en el extenso llano que separaba las posiciones enemigas de las nuestras.

El valor que desplegaron nuestros jefes, oficiales y soldados es superior a todo encomio, haciendo retroceder al enemigo hasta una cadena de lomas que destaca en un costado del Sazón; y cuando el empuje de los nuestros los desalojaba también de estas posiciones, mandé al coronel Recavarren para que con las pequeñas fuerzas que conservaba, diera impulso al ataque, lo que efectuó con bastante brío viéndose el enemigo obligado a refugiarse en sus primitivos y elevados atrincheramientos; viendo el completo éxito obtenido en las cuatro horas de combate transcurridos, ordené que bajara la artillería a colocarse al frente del último baluarte enemigo, lo que verificó el coronel Secada que siempre estuvo a la altura de su deber, y mandé a mis ayudantes a todas direcciones para que detuvieran nuestras fuerzas a fin de que reemplazaran la munición gastada, enviando al efecto a todo el campo las distintas secciones del parque, pero fue imposible contener a muchos de nuestros valientes soldados que enardecidos y alentados por haber hecho retroceder repetidas veces a los chilenos, se lanzaron impremeditadamente sobre el cerro que ellos ocupaban, trepando con firmeza y serenidad a pesar del mortífero fuego que les hacían desde sus atrincheramientos; ya por su retaguardia se esforzaba su caballería en contener a parte de sus infantes que huían en completa dispersión, y los más esforzados de los nuestros casi se confundían en la cima del cerro con sus enemigos, cuando repentinamente retrocedieron desde esa altura gritando ¡municiones! ¡municiones!...

Quiso la mala suerte que implacablemente nos persigue, que en el momento más preciso cuando iba a coronar la victoria la intrepidez y denuedo de nuestros soldados, se les agotara la munición, y no teniendo bayonetas, tuvieron que retroceder, causando honda impresión en todo el campo que la más horrible confusión siguió luego, e instantáneamente nuestra derrota, sin que los mayores esfuerzos fueran capaces de contenerla. Parte de la caballería enemiga apareció entonces, cortando la retirada a nuestra artillería y nuestros soldados corriendo en todas direcciones sin que mi empeño y el de mi secretario, teniente coronel Florencio Portugal, que fue uno de los últimos en salir del campo, lograran hacerlos concentrar en nuestras antiguas posiciones.

Triste, muy triste es para el que ama a su patria y ha puesto a su servicio todos sus conatos y toda su vida, verla hundirse de improvisto, desde la altura que la levantara durante la lucha el valor de sus buenos hijos. Pero en medio del revés sufrido, queda a los que han peleado en Huamachuco, la satisfacción; de haber cumplido noblemente con su deber, sacrificándose en defensa de la patria y con la conciencia de que sólo la más manifiesta fatalidad pudo haber sorprendido al enemigo con la victoria en medio mismo de su derrota.

El general Silva, sin reparar en su elevada clase, pidió el primer día una compañía, que le fue concedida, al mando del mayor López y con ella tomó parte de la caballada enemiga, auxiliado de mis ayudantes Químper y Velarde; y fue el primero que entró a la ciudad, portándose siempre en lo sucesivo con el mayor denuedo, hasta que una bala cortó su existencia; el coronel Leoncio Prado hizo lujo del valor avanzando a la cabeza de los más esforzados y, a pesar de tener rota una pierna y el pecho atravesado, salió del campo para expirar a no lejana distancia del enemigo, y para hacer mención especial de cada uno, basta decir que todos los jefes han rivalizado en valor, señalándose además entre los muertos aunque no hay conocimiento exacto, a los coroneles Astete, Aragonés, Máximo Tafur, Prado y M. E. Luna, los comandantes Goyzueta, Ponce de León y Vila y los sargentos mayores Zavala, Váscones y Ramírez; y habiendo visto heridos a los coroneles Recabarren, Borgoño, Vizcarra y Carrión y a los sargentos mayores López y Gómez sin saber de una manera positiva las demás pérdidas que hayan habido.

Al recomendar a la consideración del supremo gobierno el digno comportamiento de todos los jefes y oficiales del ejército, debo hacer especial mención del jefe de estado mayor coronel Manuel Tafúr que, sobreponiéndose a su avanzada edad, ha hecho con rigor toda la campaña y tomó a su mando una fuerza para entrar bizarramente a la pelea; de mi secretario privado, teniente coronel F. Portugal que en toda la campaña del Centro ha prestado importantes servicios; los secretarios de la jefatura doctor don Pedro M. Rodríguez, Daniel de los Heros y L. La Fuente; del coronel y teniente coronel de ingenieros Teobaldo Elíspuru y E. de la Combe; de mis ayudantes que han desempeñado satisfactoriamente las más peligrosas comisiones, sargento mayor R. Bentín a quien le mataron el caballo en el fragor del combate; capitán Darío Enríquez que salió herido; Enrique Oppenheimer que murió combatiendo al mando de una compañía; A. Químper y Z. del Vigo y los tenientes Romero, Costa, Velarde; y de mi escolta compuesta de la juventud tarmeña al mando del sargento mayor Daniel Zapatel.

La tropa que salió del campo sacó sus armas, que quedan en los distintos pueblos del Norte y existe también la mitad del parque y cantidad de armas que no pudieron llegar a Huamachuco por falta de brigadas; así que en aquella zona existen elementos para la organización de nuevas fuerzas.

Comprendiendo que el deber me llamaba, sin reparar ningún peligro, a vigilar por los intereses de los pueblos de mi jurisdicción, desde el campo del desastre hasta aquí, he venido constantemente atravesando por medio de la línea enemiga, compuesta desde el Norte por la división Gorostiaga, otra división desembarcada probablemente en Casma y que se aproximaba a Huaraz, las fuerzas de Arriagada que contramarcharon de Yungay y que ocupaban de Huallanca a Huánuco, y otras fuerzas que vinieron de Huacho y que se extendían del Cerro de Pasco a Junín, avanzando a Tarma. En el tránsito me he podido librar de las numerosas partidas enviadas en mi persecución y repeler a balazos el asalto que en la noche del 26 sufrí en Tarmatambo y en que casi fui víctima con los pocos que me acompañaban, por un destacamento de caballería que había venido borrando mis pasos y que entró a Tarma al mismo tiempo que yo salía de esta ciudad.

Una vez aquí en vista de la nueva y fuerte expedición que avanzaba sobre estas provincias, he resuelto retirarme a Ayacucho a organizar los elementos que allí existen y reforzar la división que dejé allí al mando del coronel Dávila, para que el supremo gobierno disponga de ello como tenga por conveniente.

Dios guarde a V. S.

ANDRÉS A. CÁCERES


www.laguerradelpacifico.cl
 

Nacho

Comandante de Guardia
Miembro
Miembro Regular
Batalla de Huamachuco


batalla_de_huamachuco_2.jpg

BATALLA DE HUAMACHUCO

10 DE JULIO DE 1883


NÚM. 3815.- CUARTEL GENERAL DEL EJÉRCITO EXPEDICIONARIO DEL NORTE
Lima, julio 23 de 1883.
Con esta fecha he decretado lo que sigue:
Núm. 3.429.- He acordado y decreto:
Art. 1º.- Todo jefe y oficial que haya pertenecido a las fuerzas que obedecían al General Cáceres y demás caudillos, se presentará al cuartel general dentro de los cinco días después de la publicación de este decreto en el Diario Oficial, si estuviere en Lima y en igual plazo después de su llegada si estuviere ausente.
Art. 2º.- Los individuos a que se refiere el artículo anterior que no cumpliesen con lo dispuesto en él serán consideradosy castigados como espías.
Publíquese en el Diario Oficial y fíjese por carteles en los lugares más públicos de esta ciudad.
Anótese y comuníquese.
Lo comunico a V.S. para su conocimiento y demás fines.
Dios guarde a V.S.
PATRICIO LYNCH
Al señor Ministro de la Guerra.- Santiago.

Luego de las contramarchas que llevara a cabo en su fugaz ocupación de Sihuas efectuada el 25 de junio de 1883, y realizadas ante las noticias que le aseguraban la presencia de numerosas fuerzas del general Andrés A. Cáceres, ya reunido con las fuerzas del coronel Isaac Recavarren y otros caudillos peruanos que comandaban las tropas regulares e irregulares de la sierra, el coronel chileno Alejandro Gorostiaga, comandando la División de Operaciones en el Norte del Perú compuesta por unos mil hombres, se hace fuerte en el pueblo de Huamachuco a la espera del inminente ataque que suponía pronto sobre sus fuerzas, lugar donde, además, esperaba reforzarse con las tropas del teniente coronel Herminio González que enviara el general Patricio Lynch. Esta operación de reocupación de la localidad serrana se realiza entre el 2 y 4 de julio de 1883.

Los 581 hombres de las fuerzas de infantería, caballería y artillería del coronel González, salidas desde la ciudad de Trujillo, llegaron a Huamachuco el día 6 de julio para unirse a la División Gorostiaga.

Dos días después, el 8 de julio, el coronel Gorostiaga en conjunto con el Jefe de Estado Mayor sargento mayor Juan Francisco Merino, el comandante del batallón Concepción teniente coronel Herminio González, el sargento mayor Sofanor Parra y los oficiales ayudantes del comandante de la División, durante la mañana de aquel día hicieron un extenso reconocimiento de la zona descubriendo en los cerros de Huaylilla a las avanzadas enemigas del general Cáceres, que les anticipaban los próximos sucesos. Por estas consideraciones, a las 15.30 horas se dio la orden para que la División abandonara el pueblo mismo de Huamachuco que ocupaba y se hiciera fuerte en uno de las alturas que le rodean –el llamado cerro Sazón- que por su ubicación permitía una defensa estratégica ante las fuerzas peruanas que el coronel Gorostiaga supuso eran mayores a las propias.

Durante aquella jornada, emprendió la marcha primero el Zapadores, luego el batallón Concepción, y después el batallón Talca, para después subir la brigada de artillería Nº 2, el Cazadores a Caballo y, por último el parque divisionario, tomando posiciones en el cerro mencionado. Por su parte, las divisiones de Cáceres lo hacían en un cerro estratégico situado enfrente, el Cuyurga. Puestos a tiro de cañón, desde las 16.30 horas los cañones peruanos abrieron fuego sobre las defensas chilenas acompañados de una nutrida descarga de fusilería, lo que duraría hasta las 18 horas.


La línea chilena, de unos 1.200 a 1.500 metros de extensión, posicionó a la derecha –lo más cercano al pueblo- al batallón Talca con el respaldo de dos piezas de artillería; al centro, dos compañías de Zapadores con cuatro cañones de respaldo; a la izquierda, el batallón Concepción con una pieza de artillería; y a la retaguardia, los Cazadores a Caballo, la ambulancia y el parque protegidos por antiguas murallas y construcciones de una pequeña ciudadela proveniente de los tiempos del imperio incásico. En total, unos 1.600 hombres.


Las tropas peruanas, en tanto, situaron a la 3ª División del coronel Máximo Tafur y a la 4ª División del capitán de navío Luis Germán Astete a su derecha (izquierda chilena); al centro la 2ª División del coronel Juan Gastó; a la izquierda (derecha chilena) la 1ª División del coronel Manuel Cáceres, todas perteneciente al Ejército del Centro del coronel Francisco de Paula Secada. En el pueblo de Huamachuco, abandonado por las tropas chilenas, se posicionó el Destacamento del Norte del coronel Isaac Recavarren integrado por dos divisiones (1ª del coronel Aragonés y 2ª del coronel Salazar). Un total de 1.800 hombres aproximadamente.


El 9 de julio el tiroteo continuó, probando punterías las piezas artilleras de ambos lados y, como en la víspera, haciéndose acompañar por fusilería que barría las trincheras ocupadas por ambos bandos. De esta manera, llegó el día 10 de julio.


A las 06.00 horas, el coronel Gorostiaga ordenó a dos compañías del Zapadores, una dirigida por el capitán Amador Moreira y la otra por el capitán Juan Antonio Maldonado, y ambas al mando superior del capitán Ricardo Canales, que avanzaran en orden de guerrilla para hacer un reconocimiento de la planicie, orientándose hacia la derecha enemiga, con el afán de descubrir el verdadero dispositivo peruano que enfrentaba, pues si bien tenía noticias relativamente seguras sobre su componente, todas ellas provenían de prisioneros o colaboradores de esa nacionalidad que no le brindaban total certeza.


Sorprendidos por los batallones Junín y Jauja de la División Tafur cuando se encontraban a buena distancia de la línea, se enfrentaron a esta fuerza que les hizo asentarse en el terreno, imposibilitados de poder avanzar más. Desde Huamachuco, en tanto, se destinaron tropas del Destacamento de Recavarren con el objetivo de barrer por el flanco a los Zapadores, lo que el coronel Gorostiaga, al darse cuenta de la situación, resolvió enviando a una compañía del batallón Concepción al mando del capitán Luis Dell’Orto que detuvo el intento peruano. Para ese momento, la lucha se empeñaba en casi todo el frente, ordenando el general Andrés A. Cáceres el avance de los batallones de la 2ª División de Gastó que le cerraran el paso a la retirada de los Zapadores, ya en retroceso por la fuerte arremetida del ejército cacerista.


El frente se amplía aún más con la entrada, para defender la retirada de los Zapadores, de dos compañías de los batallones Concepción y Talca que se enfrentan con las tropas de la División Astete. A partir de ese momento van entrando en batalla uno por uno de los batallones chilenos y peruanos, generalizando el combate a todo lo largo de la línea. La carga peruana, de gran intensidad y coraje, hace retroceder a las tropas chilenas que se ven nuevamente en su punto de inicio, el cerro Sazón, donde comienzan lentamente a escalar los batallones peruanos enfrentándose duramente en sus laderas y costados. El afán del general Cáceres de envolver la izquierda del coronel Gorostiaga, mientras las tropas de Recavarren atacaban desde Huamachuco avanzando sobre el plano para envolver la derecha chilena, provocó la impresión en el mando peruano que las fuerzas chilenas estaban en una virtual situación de derrota. Inclusive una ofensiva de la caballería llevada a cabo por los Cazadores, sólo logró retrasar por algunos instantes el ataque de las divisiones de Cáceres. La brigada de artillería del sargento mayor Fontecilla, situada a la izquierda, disparaba sus proyectiles sobre la artillería peruana logrando en uno de sus tiros desmontar una de las piezas enemigas.


A las 12.00 horas el combate no estaba decidido, y los batallones peruanos arremetían con una gran fuerza, en descargas de fusilería continuas y cerradas contra las tropas chilenas que hacían debilitarse el frente chileno. Nicanor Molinare resume diciendo que “nunca se había visto ua carga más brava, un ataque más atrevido y empeñoso”. Sin embargo, la lucha encontraba en las tropas chilenas una fuerte decisión por detener la embestida, pues exhaustas y sometidas al fuego incesante de fusiles y cañones, permanecía combatiendo.


En ese escenario, el general Cáceres ordena el traslado de la artillería para colocarla enfrente de los reductos de la defensa chilena, lo que es aprovechado por el coronel Gorostiaga para ordenar que un escuadrón de la caballería al mando del sargento mayor Parra cargase contra ésta, logrando arrebatarle las siete piezas que la componían y dispersar a sus sirvientes. Las municiones de las divisiones peruanas comenzaban a escasear y el combate comenzaba a librarse con enfrentamientos cara a cara, donde los peruanos sufrían la carencia de bayonetas que el ejército chileno sí poseía.


Junto con arrebatarle las piezas de artillería a Cáceres, paralelamente el coronel Gorostiaga ordena que otro destacamento de Cazadores, al mando del teniente Benjamín Allende, atacase a la derecha, mientras reorganiza la infantería que recibe las instrucciones de romper la línea peruana en un asalto decisivo a la bayoneta. Al toque de “calacuerda” los infantes, apoyados por la caballería y la artillería, se lanzan sobre las sorprendidas tropas peruanas que, incapacitadas ya de responder por el ímpetu del contraataque y la carencia de municiones suficientes y bayonetas para defenderse con eficacia, comienzan a desbandarse en todas direcciones. Colocados en la pendiente del cerro Sazón, con los chilenos bajando a la carrera, destruyendo a quienes se les oponían, las divisiones de Cáceres no responden a otra voz que salvarse, lo que se torna aún más grave para los soldados del general Cáceres cuando la caballería se lanza a perseguir a los dispersos por todo el campo, impidiendo todo reagrupamiento.


La lucha está decidida. El feroz contraataque de los efectivos chilenos ha puesto en fuga a los atacantes, que a pesar de los esfuerzos del propio general peruano por tratar de recomponerlos, no cesan de huir en todas direcciones. Sobre el campo de batalla, la mayoría de jefes, oficiales y tropa de los batallones peruanos es exterminado, ascendiendo a más de 800 hombres los que caen muertos, y logrando eliminar como fuerza combatiente al llamado ejército de la Breña. Ya no habría otros intentos serios por recomponer esa fuerza.


Tres meses después, y siendo la batalla de Huamachuco uno de los acontecimientos decisivos, se firma el Tratado de Ancón del 20 de octubre de 1883. La guerra había finalizado.