Parte del Coronel Alejandro Gorostiaga
Comandancia en Jefe de la División de Operaciones en el Norte del Perú
Huamachuco, Julio 12 de 1883
Señor General en Jefe del Ejercito:
En cumplimiento de las instrucciones que VS.. se sirvió impartirme para que con las fuerzas de mi mando marchase al sur y batiese las montoneras del coronel Recabarren, avance de Huamachuco al Sur hasta Corongo con 900 hombres disponibles de las tres armas y cuatro piezas de artillería, dispuesto a pasar por Huaylas y Yungay hasta encontrar al enemigo.
Habiendo tenido en Corongo noticias positivas sobre que Recabarren había abandonado sus posiciones de Huaylas para unirse a las fuerzas del general Cáceres, que había ocupado Yungay, y no pudiendo pasar al sur por Huaylas, por haber el enemigo cortado los puentes del río Santa y destruido los caminos, creí de mi deber internarme a Sihuas y detener en ese punto el avance del enemigo, que según noticias fidedignas tomaba rumbo al norte por la ruta de Pomabamba y la mencionada población.
Con tal propósito marche sobre Sihuas el 25 del pasado; pero habiendo, durante la primera jornada a Urcon, interceptado comunicaciones enemigas por las cuales debía razonablemente calcular que el enemigo, fuerte de mas de 4.000 hombres, podía haber ocupado en esa fecha la referida hacienda de Urcon y esperarnos en posiciones ventajosas, contra marché a Corongo con el propósito de evitar que el se pasase al norte y se interpusiese entre mis fuerzas y las que debían venir de la costa a reforzar la división. Al propio tiempo tenia el propósito de ocupar antes que el enemigo la posición de Mollepata que consideraba de importancia estratégica para el doble objeto que VS., había tenido a bien encomendarme, de batir al enemigo e impedir su acceso a las provincias del norte.
Al entrar a Pallasca encontré al pueblo en aptitud hostil a consecuencia de instrucciones enviadas por Cáceres para que a toda costa se nos Hostilizase mientras sus fuerzas nos daban alcance. Con este motivo se trabo un ligero combate entre la vanguardia y los revoltosos, que concluyo con la dispersión y muerte de gran numero de estos.
Tomada posesión de Mollepata, permanecí en el pueblo el tiempo que me lo permitieron sus escasos recursos, y habiendo descubierto que el enemigo podía flanquearnos por las alturas de Pampas sin que pudiésemos evitar a menos de fraccionar nuestras fuerzas, me traslade a Tulpo, distante dos leguas, un día antes de que las fuerzas enemigas tomaron posesión de Pampas. No pudiendo permanecer en Tulpo, tome la resolución de trasladarme definitivamente a Huamachuco y establecer allí el centro de resistencia y de reunión de las fuerzas que, según noticias, sabia debían llegar pronto a la costa. Todos esos movimientos los ejecutaba con el doble objeto que VS. había tenido a bien encomendarme y porque sabia positivamente que Cáceres seguía contra mis fuerzas, resuelto a batirse.
El día 6 del presente llego a esta ciudad el comandante don Herminio González con 581 hombres de las tres armas que venían a reforzar la división.
Con este refuerzo hombres que a las ordenes del sargento mayor don Sofanor Parra se habían agregado en Angasmarca, quedo la división en un regular pie de defensa, pues descontados los enfermos, podía contarse con 1.500 hombres de las tres armas y municiones en suficiente cantidad.
Acorde, en consecuencia, esperar al enemigo, por numerosas que fueran sus huestes. Por datos exactos se sabia que no podía estar a mas de dos días de camino, pues a nuestra salida de Mollepata había llegado en dos divisiones, por Pampas y por Pallasca, para envolvernos por el sur y por el norte.
En efecto el día 8, desde la mañana se notaron algunos espías enemigos por las elevadas alturas de Hualyllas, al sur de la ciudad, y practicados los reconocimientos del caso, por el que suscribe, en unión de algunos jefes y ayudantes, pude comprender que el enemigo tendía a ocupar las alturas de Cuyulga situadas al sureste de la población, desde donde podía dominarnos con sus cañones, a cubierto de todo ataque por la importancia de esas posiciones.
En el acto di las ordenes convenientes para que toda la división se pusiese en pie de marcha para tomar las posiciones en el cerro Sazón, situado al norte de la ciudad y cuya posición era por demás ventajosa para la defensa.
A las 2 PM.. y cuando la división ejecutaba el movimiento antedicho, el enemigo disparo algunos tiros de cañón sobre la plaza sin causarnos daño alguno, al mismo tiempo que lanzaba por diversos puntos numerosas fuerzas destinadas a asaltar la población, envolviéndonos por todas partes.
Bien pronto tomaron posesión de la plaza, puesto que la habíamos abandonado, pero quedaron bajo nuestras baterías colocadas en el cerro Sazón, contestaron los fuegos enemigos y contuvieron a los asaltantes, que se vieron obligados a replegarse a sus trincheras de Cuyulga.
Durante la noche el enemigo intento un movimiento envolvente por nuestros flancos; pero sea temor al asalto en nuestras posiciones o mala dirección, el echo es que al amanecer tuvo que replegar sus fuerzas bajo los fuegos de nuestros cañones, que les hicieron certeros disparos.
En el día se ocupo el enemigo de hacer lujosos despliegues con sus fuerzas y en simular combates por su retaguardia para hacernos creer que las fuerzas del señor coronel Arraigada estaban a la vista y tentarnos de este modo a abandonar nuestras posiciones para empeñar un combate en las que ocupaba.
Convencido por nuestra inmovilidad de que tan vulgar estratagema no podía surtir el efecto que se habían prometido, emplearon el resto del día en saquear la población y en provocarnos desde ella, ocultos tras las tapias, con nutridos fuegos de fusilería, que a tiempo contestaba nuestra derecha.
En la noche del 9, calculando que las fuerzas de Puga, que habían sido llamadas, podían llegar al día siguiente y engrosar las filas enemigas y no habiendo, por otra parte, podido formarnos una idea exacta del numero de sus fuerzas por haber permanecido ocultas en su mayor parte tras las quebradas, recibí emprender en la mañana un reconocimiento sobre la derecha enemiga, llevando por ese lado un simulacro de ataque en forma a fin de hacerlas salir de sus trincheras.
Con tal propósito, pasadas las 6 AM.., se destaco en guerrillas una compañía del Zapadores al mando del capitán don Amador Moreira, con orden de amagar la derecha enemiga, remontando hasta una altura conveniente las elevadas posiciones que ocupaba.
Un momento después se mando en su protección la otra compañía de que constaba el referido batallón, al mando del capitán don Juan Antonio Maldonado, debiendo estas fuerzas obrar a las ordenes del capitán ayudante del mismo, don Ricardo Canales.
El enemigo mientras tanto, parecía no haberse preocupado de nuestros movimientos; de modo que las compañías guerrilleras recorrieron una gran distancia.
Poco antes de las 8 descendieron de la altura por dos distintos puntos varios batallones enemigos y rompieron un nutrido fuego sobre Zapadores, tratando de envolverlo. Los nuestros continuaron, no obstante, avanzando con denuedo por largo espacio, y desde las alturas continuaron descolgándose fuerzas numerosas que indudablemente habrían rodeado por completo nuestras diminutas guerrillas, si la orden que se les envió de replegarse no las hubiesen obligado a batirse en retirada.
Simultáneamente con el ataque de la altura, el enemigo destaco fuerzas desde la ciudad, que avanzaban por la pampa en aptitud de cortar las guerrillas de Zapadores. Esas fuerzas fueron detenidas en su marcha por el capitán ayudante don Luis Dell'Orto con una compañía del batallón Concepción.
Mientras tanto el enemigo continuaba avanzando y formando en batalla todas sus fuerzas; de modo que por cada batallón que entraba en batalla, iba yo haciendo correr a nuestra izquierda nuevas compañías del Concepción y del Talca en protección de las primeras.
Ya podía calcularse que la batalla estaba empeñada, de hecho por parte del enemigo, el que muy pronto formo una extensa y regular línea que sobrepasaba por mucho a la nuestra en ambos extremos.
La artillería enemiga, que hasta entonces había permanecido en la altura, descendió casi hasta la pampa de Purrubamba, y con un fuego vivísimo protegía el avance de sus filas.
Por fin, quedo empeñada la batalla en toda nuestra línea desde el cerro Sazón hasta el Conochugo, en que apoyamos nuestra ala izquierda.
El enemigo avanzo con prontitud y evidentemente trato a toda costa de envolver nuestra izquierda, al propio tiempo que las fuerzas que ocupaban la ciudad trataban de flanquear nuestra derecha, que defendía el capitán ayudante don Julio Z. Mesa con la segunda compañía del Talca.
Una carga de caballería que había intentado un poco antes, no pudo llevarse a efecto sino en partes, porque el enemigo se protegió con las sinuosidades del terreno; pero contuvo en algo su avance.
Colocada nuestra artillería en toda el ala izquierda, que era el objetivo principal del enemigo, no ceso de hacer un nutrido y certero fuego sobre sus filas, logrando desmontar uno de sus cañones.
Eran las 12 meridiano: la batalla estaba aun indecisa , y el enemigo lejos de ceder, avanzaba hasta ponerse al habla con los nuestros. Indudablemente comprendía que era tres veces mas fuerte por el numero, y las retiradas de las compañías guerrilleras, al principio de la acción, había envalentonado sus huestes.
En tales momentos dispuse una carga general de caballería y bayoneta, la que se llevo a cabo con tanto empuje y bizarría por nuestras valientes tropas, que desde el primer instante se noto vacilación en las filas enemigas y pronto estas se rompieron en varios puntos a la vez, corriendo el enemigo en todas direcciones.
La victoria por nuestra parte estaba declarada y llego el momento de la persecución. La caballería cargo para el sur y para el norte y nuestros bravos Cazadores consiguieron tomar siete piezas de artillería enemiga, y habrían logrado capturar al mismo Cáceres y su Estado Mayor, si el mal estado de la caballada no los hubiese auxiliado en su precipitada fuga.
Los infantes por su parte no perdieron el tiempo y persiguieron al enemigo hasta las mas altas cumbres, ocupándose bien pronto con la fuerza que se pudo organizar y dos piezas de artillería el propio campamento enemigo en la cima del Cuyulga.
La persecución se prolongo hasta las 3 PM. Con excelentes resultados, pues se consiguió dejar el campo sembrado de cadáveres en una extensión considerable, dispersándose al enemigo en todas direcciones y haciéndolo abandonar sus armas y sus municiones.
Tal ha sido, señor general, la esplendida victoria obtenida por nuestras armas en las inmediaciones de Huamachuco, contra las fuerzas unidas de Cáceres, Recabarren, Elías, Prado y demás caudillos, que según datos del mismo enemigo llegaban a 3.800 hombres bien armados, sin contar las tropas irregulares de Santiago de Chuco y de esa misma población que tomara parte en la batalla; y ella ha venido a probar una vez mas que el heroísmo de nuestros soldados puede compensar con mucho la inmensa superioridad numérica de sus enemigos.
En el acto de terminarse la batalla, ordene que se destinasen todos los soldados sobrantes de la división a recoger nuestros heridos, las armas y municiones que quedaron en el campo.
Los heridos a las 6 de la tarde estaban en cómodos lechos y atendidos con esmero por el Servicio Sanitario, que no ha omitido sacrificios por nuestros valientes soldados.
Por las adjuntas relaciones se impondrá VS.. del numero de nuestras bajas, armamentos, municiones y trofeos tomados al enemigo, municiones consumidas y demás circunstancias que puedan ser de su interés.
Nuestras bajas son relativamente pocas, si se atiende al mayor numero del enemigo y a la duración de la batalla, pues apenas llegan a un diez por ciento.
El enemigo dejo en el campo mas de 500 muertos, y pueden estimarse en 300 los que han caído en las alturas y que día a día se van descubriendo. En cuanto a los heridos, tengo noticias que existen ocultos hasta a cinco leguas a la redonda, por cuyo motivo he despachado comisiones a recorrer los alrededores. Muchos jefes y oficiales quedaron también en el campo, entre ellos los jefes de los batallones Piragua, Huallaga, Jauja y Zepita, y otros que no pudieron ser reconocidos. Cáceres con unos pocos oficiales huyo, según se dice herido, por las alturas de Chuzos.
La derrota ha sido, por lo tanto, completa, y con ello creo terminara toda resistencia de fuerza armada digna de considerarse.
Habiendo confesado el enemigo que su artillería se componía de trece cañones, menos dos o tres que había dejado ocultos en los altos de Yungay, y no habiéndose capturado sino siete el día de la victoria, hice buscar con empeño los que faltaban para el completo, teniendo la fortuna de encontrar cuatro el día de la fecha, con los cuales se ha enterado el numero de once.
Por lo que respecta a las armas, municiones y equipo, siguese recogiendo en buen numero, no obstante las dificultades del terreno y la gran extensión en que se encuentran diseminadas.
No terminare, señor general, sin cumplir el deber de recomendar a la consideración de VS. a todos los señores jefes, oficiales e individuos de tropa que componen esta división por su brillante comportamiento en el campo de batalla y durante toda la campaña, puesto que a su denuedo y patriotismo se debe tan importante victoria.
Ya que no es posible recomendar a cada unos especialmente porque todos rivalizaron en valor, seame permitido como justo homenaje al merito probado, hacer mención particular de los señores jefes de cuerpo y secciones, que han sabido mantener en nuestros bravos soldados, el sentimiento patrio y la disciplina que constituyen la base de las victorias; tales son: el jefe de Estado Mayor, sargento mayor de Guardias Nacionales don Juan Francisco Merino; comandante del batallón movilizado Concepción, teniente coronel don Herminio González; comandante del batallón movilizado Talca, teniente coronel don Alejandro Cruz; comandante de las fuerzas de Cazadores a Caballo, teniente coronel graduado don Alberto Novoa; jefe de la brigada de artillería, sargento mayor don Gumersindo Fontecilla; jefe de las compañías del batallón Zapadores, capitán ayudante don Ricardo Canales; y jefe del Parque, teniente de Guardias Nacionales don J. Abel García.
también cumplo con el deber de recomendar a VS. especialmente al Cuerpo Sanitario, compuesto por los doctores Clodomiro González, don Carlos Vargas y don Manuel Rencoret, y a los ayudantes de la comandancia en jefe, capitán del batallón Concepción do Rafael Benavente, al id. don Cesario Medina y teniente de ejercito don Ejidio Gómez; a los de Estado Mayor, capitán de ejercito don Santiago Herrera, teniente del batallón Zapadores don Martín Urbina y sub-inspector de telégrafos don Demetrio Tobar, y finalmente, al ayudante del Parque empleado de telégrafos don Wenceslao Rivera.
Réstame solo felicitar a VS. por tan importante victoria para las armas de la patria.
Dios guarde a VS.
Alejandro Gorostiaga