INCENDIO DE LA FABRICA DE CAMISAS
100 años del incendio en Triangle Shirtwaist Company
La Triangle Shirtwaist Factory ocupaba tres plantas de un céntrico edificio neoyorquino. La fábrica era propiedad de dos empresarios, Max Blanck e Isaac Harris, que empleaban por lo general a jóvenes muchachas inmigrantes (y normalmente judías) para la producción de blusas y camisas. La fábrica tenía un personal de unas 500 personas que trabajaban nueve horas diarias más siete horas los sábados.
El 25 de marzo de 1911, a punto de acabar la jornada laboral, se desató un incendio en la cesta de retales bajo una de las máquinas de la fábrica. En aquel momento se encontraban presentes, además de las trabajadoras, los dueños de la fábrica con su respectiva mujer e hijos, que estaban visitando el lugar. El origen del incendio fue probablemente una colilla mal apagada, pues aunque fumar estaba prohibido en la fábrica, muchas personas fumaban a escondidas. Rápidamente los trabajadores de la octava planta avisaron por teléfono (un invento relativamente nuevo) a los de la décima, pero cuando la noticia llegó a la novena, el fuego ya se había propagado. Una puerta cerrada y una escalera presa de las llamas impedían salir por dos de las salidas a Green Street y Washington Square.
Mientras, muchas de las trabajadoras decidieron subir a la azotea, y algunas lograron bajar en el abarrotado ascensor mientras éste siguió funcionando. En cuestión de segundos docenas de personas abarrotaron la escalera de hierro del exterior, previsiblemente construida para situaciones de emergencia, pero las altas temperaturas y el peso acabaron haciéndola ceder, y varias personas cayeron varios metros hasta impactar con el suelo. Se sabe que los dos operadores de sendos ascensores del edificio subieron al menos tres veces para rescatar a las muchachas de los pisos superiores, pero finalmente el fuego y el calor impidieron continuar utilizándolos, y muchas de las víctimas acabaron tirándose por el hueco del ascensor, intentando escapar de las llamas.
Desde la calle la escena era dantesca; de forma similiar a lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001, 62 personas prefirieron saltar por la ventana a morir calcinadas en el edificio en llamas. Un testigo comentaría, años después, la terrible sensación al presenciar cómo chica tras chica se iba asomando a una de las ventanas en llamas, parándose un instante, y saltando al vacío; en algunos casos, algunas chicas tardaban tanto en saltar que una llamarada les acabó prendiendo fuego al vestido, y saltaban convertidas en bolas de fuego. Abajo, desde la calle, la impotente muchedumbre presenciaba histérica el funesto espectáculo de las alturas. La llegada de los bomberos hizo poco por aliviar la situación, pues ninguna escalera sobrepasaba el 6º piso. Aquellas personas que no hubiesen saltado por las ventanas acabaron sucumbiendo al humo y a las llamas.
Los dueños de las fábricas lograron sobrevivir escapando por la azotea a un edificio contiguo. Durante el juicio celebrado posteriormente Blanck y Harris tuvieron que pagar 75 dólares a la familia de cada víctima, pero la póliza de seguros que tenían les acabó dando 60.000 dólares. En 1913 Blanck de nuevo fue imputado por haber cerrado con llave la salida de emergencia de otra fábrica; pagó 20 dólares de multa.
El triste suceso sirvió para que la sociedad comprendiese mejor la precaria situación de las mujeres trabajadoras. Y seguramente para mucho más, pues su sacrificio no fue completamente en vano, sirvió para que las mujeres adquiriesen algunos derechos.
"Vi ese montón de cadáveres y recordé que esas muchachas confeccionaban blusas y que en su huelga del año anterior reclamaron condiciones de trabajo más higiénicas y mayores medidas de seguridad en los talleres. Esos cadáveres dieron la respuesta".
Bill Shepherd, corresponsal
"Si hablara en tónica de paz, traicionaría a esos pobres cadáveres calcinados. Hemos exhortado al público y no ha respondido. La antigua Inquisición tuvo su potro de tormento, empulgueras y instrumentos de tortura con dientes de hierro. Sabemos lo que son estas cosas hoy: los dientes de hierro son nuestras necesidades; las empulgueras, la veloz maquinaria de alta potencia con la cual tenemos que trabajar de cerca; y el potro de tormento son las estructuras `a prueba de incendios' que nos destrozarán en cuanto se prenda el fuego".
Rose Schneiderman, líder obrera en el mitin/entierro
http://www.taringa.net/posts/femme/11643214/100-anos-del-incendio-en-Triangle-Shirtwaist-Company.html
Homenaje a Kate
Rosina Cazali
Kate Leone se hizo las dos trenzas de siempre, recogió los platos, se echó el chal sobre los hombros y en el instante cuando se disponía a cruzar la puerta un estremecimiento la detuvo por unos instantes.
A sus 14 años creyó tener una tímida premonición, durante toda la semana algo le hizo pensar que aquella primavera iba a ser distinta.
Rodeada de la humanidad pobre y silenciosa de siempre camina por su barrio. Kate lleva ese dolor en la cintura acumulado durante días eternos frente a una mesa de planchado industrial. Eso sí, está atrasada un par de segundos y sus piernas flacas no le permiten avanzar. Da la vuelta por la última esquina y el silbato de la fábrica comienza a soltar su último aullido. Corre, grita que le esperen y solo su delgadez le ayuda a colarse a través de la última rendija de la puerta, donde un fragmento de su falda queda atrapada, como advirtiéndole.
Adentro las 240 mujeres de siempre se preparan para desatar bultos, camisas, mangas y cuellos sin almidonar. Kate se dispone a juntar botones con ojales, a pasar horas con su cuerpo rígido sentada en una silla sin respaldo.
Triangle Shirtwaist es el nombre de la fábrica que se apiadó de su edad y le dio trabajo. Se encuentra en un edificio de diez pisos en el barrio de Manhattan y es inmundo. El frío del invierno se cuela por todos lados, en el verano el calor es insoportable.
Generalmente la muchacha se deja llevar por el sopor de la larga jornada pero ese día piensa que hace tiempo no le sucede algo que importe de verdad. Es un día del mes de marzo de 1911.
A las cuatro de la tarde comienza un incendio que arrasa con los textiles, las máquinas y la vida de 146 costureras. Por razones de seguridad, por las huelgas de las trabajadoras días antes, los administradores de la fábrica habían decidido bloquear las salidas.
Algunas murieron calcinadas, otras saltaron desde lo alto del edificio.
Aquel desastre industrial sin precedentes provocó importantes cambios legislativos en las normas de seguridad y salud y fue el detonante para la celebración del Día Internacional de la Mujer.
Kate no regresó a casa, su nombre aparece en la lista de víctimas colgada en internet. Y este texto la recuerda porque en algo cambió nuestras vidas.
http://www.elperiodico.com.gt/es/20120307/lacolumna/209094/