¡Desenmascaramos farsa de la casa que arde en Viña!
La pillamos cuando arrojaba un frasco contra la pared para asustarnos. Lo que es el ocio...
Me encomiendo al difunto vidente de Villa Alemana y a las 11 de la noche cruzo el umbral de la casa embrujada de Viña del Mar, en la población Las Brisas.
La maldita vivienda se hizo famosa porque sus habitantes juran que los objetos se mueven solos y el fuego surge de manera espontánea a cada rato.
Ronald Saavedra (31) me deja pasar la medianoche junto a ellos. Permaneceré durante tres horas.
Apenas pongo un pie dentro, percibo el estallido de un vaso contra el piso, seguido de un desgarrador grito de ultratumba: ¡Ayyy!
"Es la maldita sombra. Está acá en la pieza lanzando vasos", explica la mujer de Ronald, mientras sus cabros chicos se esconden bajo la ropa de cama.
El hombre con voz de candidato y cara de sabio dice que "el espíritu está aquí. Yo soy inmune y me doy cuenta de que está aquí porque baja la temperatura, se pone muy helado. Lo extraño es que hace tiempo no molestaba a los niños, casi siempre está en el segundo piso".
Pasamos al patio. Ronald pela el cable sobre las apariciones. Cuenta que curas, obispos y curanderos han intentado propinarles una PLR a los espíritus chocarreros, pero la casa estaría tan cargada que ellos tararean "no nos vamos ni cantando...".
VERSERO
Tras unos minutos de cháchara, cacho que en el rincón del patio hay un hombre chico, pelado y guatón que parece estatua de yeso. Pienso que perfectamente podría ser la reencarnación de mi tío Serafín.
Es tartamudo. Con di-dificu-cultad expli-plica que se llama Williams, trabaja en una biblioteca, en sus ratos libres investiga fenómenos paranormales y realiza magia negra gracias a los conocimientos que le entregó su abuelita.
"Las manifestaciones han bajado desde que yo hice un trabajo. Ahora traje una piedra de cuarzo. Con ella los espíritus se irán", versea.
Desde que se quebró el vaso pasaron más de dos horas y no ocurre nada, ni siquiera hay señales del chupacabras.
La mujer de Ronald cuenta que se quiere cambiar de casa por sus hijos y parte a acostarlos.
Ronald entra a la casa, sale altiro y nos indica hacia el interior con los ojos como huevo frito: "¡Miren, se movieron los muebles, han cambiado de posición!".
Es cierto, pero es poco creíble que un fantasma sea el responsable. Cada vez que la joven madre nos deja, algo se mueve o se da vuelta. Dicen que son los espíritus. Ella vuelve a entrar y a través de una ventana veo cómo toma un frasco y lo lanza con furia contra la pared. La pulenta.
"¡Ronald, tu mujer está lanzando las cosas para asustarnos!", exclamo choreado por la farsa.
Ellos se hacen los lesos y callan. Mejor me voy. El frío cala los huesos, estoy lejos de casa y no hay un miserable boliche donde chupar algo para pasar la bronca.
Fuente: Diario La Cuarta
La pillamos cuando arrojaba un frasco contra la pared para asustarnos. Lo que es el ocio...
Me encomiendo al difunto vidente de Villa Alemana y a las 11 de la noche cruzo el umbral de la casa embrujada de Viña del Mar, en la población Las Brisas.
La maldita vivienda se hizo famosa porque sus habitantes juran que los objetos se mueven solos y el fuego surge de manera espontánea a cada rato.
Ronald Saavedra (31) me deja pasar la medianoche junto a ellos. Permaneceré durante tres horas.
Apenas pongo un pie dentro, percibo el estallido de un vaso contra el piso, seguido de un desgarrador grito de ultratumba: ¡Ayyy!
"Es la maldita sombra. Está acá en la pieza lanzando vasos", explica la mujer de Ronald, mientras sus cabros chicos se esconden bajo la ropa de cama.
El hombre con voz de candidato y cara de sabio dice que "el espíritu está aquí. Yo soy inmune y me doy cuenta de que está aquí porque baja la temperatura, se pone muy helado. Lo extraño es que hace tiempo no molestaba a los niños, casi siempre está en el segundo piso".
Pasamos al patio. Ronald pela el cable sobre las apariciones. Cuenta que curas, obispos y curanderos han intentado propinarles una PLR a los espíritus chocarreros, pero la casa estaría tan cargada que ellos tararean "no nos vamos ni cantando...".
VERSERO
Tras unos minutos de cháchara, cacho que en el rincón del patio hay un hombre chico, pelado y guatón que parece estatua de yeso. Pienso que perfectamente podría ser la reencarnación de mi tío Serafín.
Es tartamudo. Con di-dificu-cultad expli-plica que se llama Williams, trabaja en una biblioteca, en sus ratos libres investiga fenómenos paranormales y realiza magia negra gracias a los conocimientos que le entregó su abuelita.
"Las manifestaciones han bajado desde que yo hice un trabajo. Ahora traje una piedra de cuarzo. Con ella los espíritus se irán", versea.
Desde que se quebró el vaso pasaron más de dos horas y no ocurre nada, ni siquiera hay señales del chupacabras.
La mujer de Ronald cuenta que se quiere cambiar de casa por sus hijos y parte a acostarlos.
Ronald entra a la casa, sale altiro y nos indica hacia el interior con los ojos como huevo frito: "¡Miren, se movieron los muebles, han cambiado de posición!".
Es cierto, pero es poco creíble que un fantasma sea el responsable. Cada vez que la joven madre nos deja, algo se mueve o se da vuelta. Dicen que son los espíritus. Ella vuelve a entrar y a través de una ventana veo cómo toma un frasco y lo lanza con furia contra la pared. La pulenta.
"¡Ronald, tu mujer está lanzando las cosas para asustarnos!", exclamo choreado por la farsa.
Ellos se hacen los lesos y callan. Mejor me voy. El frío cala los huesos, estoy lejos de casa y no hay un miserable boliche donde chupar algo para pasar la bronca.
Fuente: Diario La Cuarta